Universidad de México |
El trabajo de Clara Inés Ramírez[1]
presenta la relación entre universitarios e inquisidores en la Nueva España durante el siglo
XVI. Entre ellos se fue formando una conciencia corporativa, aunque como en el
caso de España no falten los conflictos entre este elite administrativa.
Parece que la Universidad mexicana
fue superior a la de Lima, pero lo que a la autora interesa es comprobar que los
catedráticos desempeñaban otras funciones en la burocracia colonial; es decir, la Universidad formaba
parte de un sistema administrativo más amplio.
Desde 1571 hasta finales del siglo XVI la Inquisición contó con
unos 207 funcionarios, de los cuales 56 tenían grado otorgado por la Universidad de México
(el 27%). La Universidad
formaba parte de una carrera burocrática que se había iniciado en España, como
es el caso del colegial Pedro Farfan y el inquisidor Pedro Moya de Contreras,
cuyo feroz enfrentamiento ha sido estudiado, entre otros, por Enrique González.
Incluso muchos de estos funcionarios accedieron luego a un obispado en Indias.
Casi todos los comisarios de la Inquisición
pertenecían al clero, como es el caso de Pedro de Vique, que fue cura de
Izcateupa. En el caso de los familiares, en la ciudad de México durante el
siglo XVI, ninguno fue universitario; en su mayoría eran peninsulares y gozaban
de un amplio poder económico. Durante el siglo citado, la Inquisición
novohispana tuvo diecinueve consultores, de los cuales diecisiete tenían grados
universitarios. Los oidores también aparecen en la Inquisición, como los
calificadores y los visitadores de libros.
Muchos habían obtenido los conocimientos
teológicos para discernir un libro aceptable de otro que no lo era en las
órdenes religiosas, pero otros en la Universidad.
El clero regular tenía más opciones que el secular, como es
el caso de los colegios de las propias órdenes, dándose en la Universidad una
oposición fuerte entre estos dos grupos. En la Inquisición los
frailes fueron mayoría entre los calificadores durante todo el siglo XVI, pero
ya en 1666 los inquisidores se quejan de que “hay pocos calificadores que
tengan pruebas”.
En definitiva, dice Clara Inés Ramírez, la
presencia de universitarios en los puestos de la burocracia inquisitorial se
concentró en los auxiliares y en algunas ocasiones hubo conflictos con los
cabildos de la catedral. Universitarios eran también los médicos y abogados de la Inquisición, pero
parece que ninguno de los familiares fue universitario, aunque pertenecían a la
elite social y económica
novohispana.
[1] “Universitarios e inquisidores”.
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