Portada de la iglesia de San Miguel, Mazuecos (Palencia) |
Durante las primeras décadas del siglo XVII, en
España, los inquisidores de Valladolid, una de las capitales administrativas
más importantes, eran castellanos, como es el caso de Francisco Blanco de
Salcedo (Meneses, Palencia), Alonso Jiménez de Reinoso (Mazuecos, Palencia),
Juan de Ribera Morejón (Medina del Campo, Valladolid), Pedro de Vega Gasca
(Tordesillas, Valladolid), Pedro Lobete (Paredes de Nava, Palencia), Juan
Delgado de la Canal
(San Millán de la Cogolla,
Logroño), Pedro Muñoz Torres (Trasmiera, Logroño) y Juan Roco Campofrío
(Alcántara, Cáceres)[1].
Para dirigir la Inquisición en un
amplio territorio de España había, en el siglo citado, tres inquisidores, un
fiscal, cinco notarios del secreto, un alguacil, un notario de secuestros, un
alcaide, un nuncio, un portero y un receptor. La sede principal para Castilla la Vieja y territorios
colindantes estaba en Valladolid y la Inquisición se tuvo que ocupar de las oleadas de
judíos que huían de la misma institución portuguesa, a pesar de que el rey de
España lo era al mismo tiempo del país vecino hasta mediados del siglo. Se fueron asentando por varios
países de Europa, especialmente Holanda. En la actual
provincia de Ávila, además, había un buen número de moriscos hasta su expulsión
desde 1609.
Los inquisidores mantuvieron varios conflictos
entre ellos por cuestiones de fuero y preeminencia, pero también por asuntos
tan “menores” como disponer de casa o no. Los inquisidores y fiscales debían
tener, por lo menos, “órdenes sagradas”, cláusula que eliminó Felipe III en
1608, pero debían ser célibes y demostrar “limpieza de sangre”. Entre ellos se
heredaban los cargos, había un clientelismo consumado y la venalidad era norma.
Un caso particular fue el del inquisidor Juan Bautista de Acevedo, del que se
dijo que era de baja extracción social y escasa formación; conocido por su
nepotismo, fue duramente criticado pero gozó del favor del duque de Lerma, que
tampoco se lució por su honestidad. Muchos de los que llegaban a Valladolid para
ejercer sus funciones venían precedidos de una larga experiencia, por ejemplo,
habían trabajado en Logroño, Córdoba, Murcia, Valencia o Zaragoza.
La gran peste que asoló a Castilla a finales
del siglo XVI se dejó sentir en Valladolid. En julio de 1599 los inquisidores
dieron cuenta de ello indicando que el tribunal debía mudarse a otro lugar y el 24 del mismo mes y año reiteraron sus temores. Esta peste fue, durante
algunos años, tan devastadora que mantuvo a los estudiantes apartados de las
ciudades universitarias, y un inquisidor, Cortázar, debido a su avanzada edad,
fue autorizado para que se retirase a la abadía de Husillos, al sur de la
actual provincia de Palencia.
De Alonso Jiménez de Reinoso, natural de
Mazuecos (relativamente cerca de la ciudad de Palencia) dijo Góngora que era
“el mejor garañón que tiene Castilla”[2],
por lo que para el autor citado debía ser un “asno” o un rijoso personaje. Cuando
el tribunal tuvo que trasladarse a Medina del Campo[3] por haber sido trasladada la capital de la monarquía a Valladolid en época de
Felipe III, Jiménez de Reinoso se negó a compartir estancia con el alcaide
alegando que era el inquisidor más antiguo. Reinoso murió en Valladolid en
octubre de 1607, año en que la enfermedad azotó de nuevo al tribunal, lo que
aquel había informado en agosto anterior: algunos de los funcionarios de la Inquisición estaban
enfermos de tercianas y calenturas.
Francisco Blanco de Salcedo había nacido en
Meneses de Campos[4] (Palencia) siendo
inquisidor en Murcia y Sevilla. En Valladolid fue apartado de su cargo de
inquisidor por ordenar el traslado de varios presos enfermos desde las cárceles
a hospitales o a sus residencias particulares, e igual pasó a Roco Campofrío.
Según Sáenz Berceo, raramente se recurría a soluciones tan drásticas: el
inquisidor de Cerdeña fue destituido y confinado en un convento por
graves irregularidades en 1568. Quizá Reinoso había sido trasladado de Córdoba
a Valladolid como consecuencia de graves acusaciones en 1597, sobre todo en lo
referente a su vida disoluta y su amancebamiento con una dama granadina[5].
Los casos más significativos de acusación
contra inquisidores son: el retraso en las tramitaciones, lo que provocaba que
los presos “sufrieran mucho”; el abuso de autoridad; parcialidad en las causas;
servirse de criados y lacayos moriscos, confesos, etc. con parientes presos;
irregularidades en los autos de fe; en la administración de los bienes;
convivencia con mujeres…
Roco y Reinoso alegaron ante sus superiores en
defensa de su honra, y diciendo que en otras ocasiones “se hallaran frayles,
monjas y otras personas que estando presas en las carzeles secretas desta
inquisición las an sacado dellas y llevado a curar a sus conventos y muertose
en ellos y a las demas a casas particulares y a hospitales…” (sic).
Pedro Lobete era de Paredes de Nava (Palencia) y cuando llegó a Valladolid como inquisidor la enfermedad seguía haciendo mella: en mayo de 1607 los inquisidores
informaron de la muerte del procurador del fisco y que estaban vacantes los puestos de
alguacil y notario del secuestro. Hasta tal punto la desgracia se cebaba en
Valladolid que el tribunal decidió dar al barbero una gratificación de cien
reales, además de su sueldo, por el exceso de trabajo en sangrías. Cuando muere
Lobete los otros inquisidores sugirieron que no se cubriese su plaza, pues las
rentas no lo permitían, lo que fue aceptado por la Suprema. Pero quizá una de las
razones fuese la antigüedad en el cargo (podía ser destinado alguien más
veterano) lo que está demostrado era motivo de múltiples enfrentamientos entre
los inquisidores.
Cuando muere el rey Felipe III, en 1621, los inquisidores de
Valladolid Juan Delgado de la
Canal, Juan de Ribera Morejón y Pedro Muñoz Torres recibieron “diez varas de veinte y dozeno” como lutos por el rey. El primero era de San
Millán de la Cogolla,
por lo tanto fuera y lejos de la
Tierra de Campos palentina, e igualmente el tercero, que era
de Trasmiera, pero de nuevo volvemos al núcleo castellano con el segundo, que
era de Medina del Campo.
[1] María del Carmen Sáenz Berceo, “Los inquisidores
del Tribunal de Valladolid durante el reinado de Felipe III”. 1999.
[2] autillodecampos.blogspot.com.es/2013/09/el-inquisidor-alonso-jimenez-de-reinoso.
[3] El obispo de Palencia, Martín de Aspe, se opuso
a que el Tribunal se instalase en dicha ciudad, concretamente en el hospital de
San Antolín.
[4] Al oeste de la ciudad de Palencia.
[5] Ver nota 1.
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