Estudiar la sociología de un grupo elitista
(clero, ministros) es algo a lo que nos tiene acostumbrados el profesor Cuenca
Toribio, solo o en compañía de algún colaborador. Aquí hacemos un resumen de su
estudio sobre los ministros de la II
República española[1].
En primer lugar destacan las líneas reformistas en la actuación de muchos de aquellos ministros (89), los intentos renovadores
y las “lagunas y manchas” sobre todo por la no realización de proyectos
planteados. Los autores notan de falta sólidas monografías sobre los personajes
–al menos los más sobresalientes- de la II
República española, hasta el punto de que en alguna obra, de
Marcelino Domingo y Emilio Palomo se dice tan solo que fueron “diputados
escritores”. De los 89 ministros del régimen, 59 (dos tercios del total) fueron
del bienio conservador y, considerando el total citado, la edad media de acceso
al ministerio republicano fue 51 años, es decir, en un momento de madurez vital
e intelectual, algo muy parecido a lo que ocurre con el episcopado. Cuatro
accedieron al ministerio a edades inferiores a los cuarenta años; por ejemplo
Gil Robles (37); los de más edad fueron Portela Valladares y Alejandro Lerroux
(68 y 67 respectivamente).
Tres habían sido ministros durante la monarquía
anterior: Alcalá Zamora, Portela y Chapaprieta, pero los autores consideran la
edad que tenían cuando accedieron a los ministerios en época republicana. No
existe, por tanto, relación entre la brusquedad que significó el advenimiento
de la II República
y la juventud de sus elites. En cuanto a la edad de fallecimiento, la media
está en 72 años, por lo tanto muy parecida a la de otros muchos colectivos
elitistas de la época, pero éste dato debe ponerse en relación con el hecho de
que once ex ministros fueron víctimas de la violencia que les llevó a la
muerte, ocho asesinados en zona republicana y tres en zona ocupada por los
militares golpistas. Este dato tampoco debe engañarnos, pues a la superioridad
numérica del cuadro ministerial conservador hace que –en una época cainita como
es una guerra- “le correspondan” más muertes violentas. Además, a muy pocos les
sobrevino la sedición militar en el territorio controlado por esta, lo que
puede explicarse porque Madrid, Barcelona y el norte tardaron en caer bajo
dominio de los levantados.
En cuanto al origen geográfico de los ministros, a la cabeza está Andalucía (14), lo que no es extraño porque representaba casi
el 20% del total de la población nacional; le sigue Castilla la Nueva gracias a Madrid (12 y
algo más del 12% de la población nacional) y Cataluña (13 y algo más del 11% de
la población nacional), pero Asturias y Galicia aportaron ocho ministros cada
una. Así las cosas, la importancia de las regiones mediterráneas sobresale en
esta materia (aunque en el caso de Andalucía sea Sevilla la que más ministros
aporta, seguida de Málaga). A pesar del arraigo y poder de las oligarquías
andaluzas, las elites intelectuales y políticas respaldaron casi por completo
al régimen de 1931, siendo los ministros, representantes de los estratos
liberales de la burguesía urbana andaluza.
La cuna del republicanismo hispano, Cataluña,
no podía faltar aquí, mientras que en el caso de Valencia, donde el
republicanismo blasquista podría hacer pensar otra cosa, la mayor parte de los
ministros lo fueron en el bienio conservador, y lo mismo ocurre con Galicia. Si
tenemos en cuenta Asturias y Galicia, tenemos –dicen los
autores- la importancia periférica de los cuadros dirigentes, anticlericales
muchos, volterianos menos y universitarios. Canarias aportó, entre
otros, la figura sobresaliente de Juan Negrín, primer ministro en los dos
últimos gobiernos durante la guerra.
Así cabe hablar de la “apertura mental” y
fuerte presencia de elementos “heterodoxos” –librepensamiento, masonería- entre
el personal de que tratamos. El predominio de la CEDA en el antiguo reino de
León fue evidente, y otro caso es Aragón, donde ciertas tendencias de la
burguesía radical y la fuerza de su proletariado, le caracterizan en la época.
[1] “Sociología de los ministros de la Segunda República”
(en colaboración con Soledad Miranda García).
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