jueves, 21 de diciembre de 2017

Evitar la guerra



Es conocido el intento de Miguel Maura de establecer una “dictadura republicana” transitoria para salvar al régimen nacido en 1931 después de los desórdenes que el Frente Popular no podía atajar. Cuando se levantaron los militares en julio de 1936, el Presidente Azaña encargó a Maura la formación de un gobierno de salvación nacional, pero no le fue posible por la oposición, sobre todo, de un sector del Partido Socialista (además de otros de menor importancia e implantación). Se trataba de sustituir a Casares Quiroga, que sí lo fue por Martínez Barrio.
 
Este también quiso retomar la idea de Miguel Maura, aunque sin llamarle “dictadura republicana”: en todo caso se trataba de acabar con el pacto que había dado lugar al Frente Popular nacido para las elecciones de febrero de 1936. Martínez Barrio habría llegado a negociaciones con algunos de los militares sublevados y estos parece que estuvieron de acuerdo en parar el alzamiento nacional si se formaba un gobierno que, salvando la institución republicana, acabase con los desórdenes de los sindicatos y partidos extremos, aunque no se concretó si alguno de los militares golpistas entrarían en el gobierno. Mola, jefe del levantamiento militar, sin embargo, no aceptó nada de esto y tampoco el grueso de los partidos del Frente Popular. Fueron dos intentos de evitar una guerra si el golpe militar no triunfaba, como así fue. 
 
Cuando ya la guerra se había declarado por la mayor parte de España, la diplomacia republicana intentó llegar a acuerdos con otros estados para que ayudasen a restablecer la paz en España y salvar a la República: en un primer momento se trató de influir en la Sociedad de Naciones y en el Comité de No Intervención para que la Alemania nazi y la Italia fascista dejasen de apoyar a los sublevados españoles; al mismo tiempo conseguir armas para hacer frente a un conflicto que, desde septiembre de 1936 contaba con Largo Caballero como principal director en la República (presidente del gobierno). 
 
En primer lugar se pidió, por parte de las autoridades republicanas españolas que, en caso de guerra en Europa, Francia y Gran Bretaña estuviesen unidas, según explica Julio Aróstegui, mientras que España les podría ofrecer bases en las islas Baleares y en otros puntos de la península. Ciertos minerales de utilidad en la guerra les serían facilitados a las dos potencias aliadas por la España republicana. En cuanto al Marruecos español, se especuló con la posibilidad de promover un levantamiento indígena contra el apoyo que en el norte de África recibía el general Franco, pero esto no fue aceptado por los socialistas en el gobierno. Por su parte, Álvarez del Vayo, ministro de Estado español, sostiene que fueron los soviéticos los que apuntaron la idea de ofrecer territorios marroquíes a Francia y Gran Bretaña. En todo caso el objetivo era estas potencias interviniesen para que Alemania a Italia se retirasen de la guerra de España.
 
Gran Bretaña contestó negativamente a lo anterior y, pocos días después, Francia, que sabemos estuvo siempre viendo lo que hacía su aliada del norte para actuar colegiadamente, por lo que la Republica no consiguió nada por este camino. En estos asuntos participaron los que entonces eran embajadores en París (Luis Araquistáin) y en Londres (Pablo de Azcárate). Los soviéticos, que ayudaban a la República pero no gratuitamente, estuvieron enterados si no de todo, de algunos de estos movimientos, pero el régimen legal español nunca pensó en prescindir de su ayuda y será durante el mandato de Caballero cuando se llegue al acuerdo de enviar a Rusia el oro y la plata del Banco de España en lo que el ministro de Hacienda, Juan Negrín, tuvo la mayor importancia.

El Presidente de la República, Manuel Azaña, estuvo informado de estos asuntos según ha dejado escrito, pero no estuvo de acuerdo con algunos de ellos y, a toro pasado, los desaprobó. Incluso Araquistáin llevó a cabo (supongo que con la autorización de Álvarez del Vayo y Caballero) con Alemania para que se retirase de la guerra de España a cambio de un empréstito, pero aquella potencia e Italia insistieron en todo el proceso que no se embargase el oro, por lo que debieron de tener noticia de las intenciones del gobierno republicano de pasarlo a la Rusia soviética a cambio de la ayuda de esta. 
 
Ni evitar la guerra fue posible con la propuesta de Maura, ni pararla con la de Martínez Barrio, ni detenerla o vencer a los sublevados con los esfuerzos diplomáticos durante el mandato de Largo Caballero (septiembre de 1936-mayo de 1937). Cuando Juan Negrín lo intente con la mayor parte del territorio en manos de los militares sublevados, se comprende la dificultad de que estos aceptasen: la consigna de quienes apoyaron el levantamiento y lo mantuvieron fue clara: guerra hasta el final, hasta el rendimiento incondicional, y las condiciones internacionales les fueron favorables.

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