En el extremo norte de Francia se
encuentran las galerías de una mina de carbón (hulla) que estaba en plena
explotación a principios del siglo XX, siendo un ejemplo notable de las
condiciones de trabajo en ese sector no solo en la época, sino anterior y
posteriormente. Courrières es el nombre de la localidad donde, en marzo de
1906, de madrugada, se produjo una de las catástrofes más terribles de la minería
europea. “La Unión Obrera”, órgano de expresión de la UGT española, daba cuenta
de la muerte de mil doscientos obreros (hay fuentes que hablan de 1.099 pero
otras de más) con palabras elocuentes: “La criminal codicia de la burguesía
francesa…”.
Ya a mediados del siglo XIX
Engels publicó una obra sobre las condiciones de vida de la clase obrera en
Inglaterra, ilustrando situaciones lacerantes en las hilaturas, en las minas y
en las fábricas. A principios del siglo XX, a pesar de que los estados habían
abierto la posibilidad de que los trabajadores pudiesen organizarse en defensa
de sus intereses, o incluso tuviesen participación en algunos organismos
sociales (el Instituto de Reformas Sociales en España), las condiciones de
trabajo seguían siendo penosas, muy particularmente en algunos sectores como la
minería.
En Courrières el gas grisú se inflamó
con el fuego declarado dos días antes (sin que la empresa ordenase parar los
trabajos y liberar a los mineros que se encontraban en los pozos) y muchos
cuerpos no fueron sacados al exterior hasta pasados varios días para poder ser
reconocidos por sus familiares.
El gobierno del radical
Clemenceau hizo, ante los desórdenes que se produjeron, lo que correspondía en
materia de orden público, pero no en materia de seguridad en los puestos del
trabajo, donde las empresas tenían una gran influencia. Envió varios miles de
soldados para contener la ira de las familias de la comarca, donde se
declararon huelgas que se extendieron por el norte de Francia e incluso en
Bélgica.
Los periódicos obreros hablaban,
en la época, de los males del sistema capitalista, como así lo hizo “La Unión
Obrera” de la UGT española: “El gas grisú ha carbonizado en los pozos de
Courrières 1.200 obreros”, diciendo además que “el dolor y la indignación que
este tremendo crimen ha producido en el mundo obrero ha de servir para condenar
y execrar el maldito régimen capitalista”.
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