Madame de Staël por Firmin Massot (1807) |
Galiano tuvo que ir
desde Londres hasta el note de Dinamarca, pasando por el estrecho de Kattegat,
que la separa de Suecia, pero como el mar estaba helado, la estancia en Londres
se prolongó. Allí le recibió el conde Fernán Núñez[i]
que, aunque sin gusto, le atendió, comiendo Galiano con frecuencia en su mesa y
asistía a las fiestas que daba, como la de Nochebuena de 1813, cuando pasadas
las doce de la noche se les sirvió una opípara cena. En casa de Fernán Núñez fue
presentado al conde de La Gardie[ii],
señor sueco que estaba allí de paso para ocupar el puesto de ministro
plenipotenciario en España.
Mientras esperaba el
momento de ir a Suecia, el frío del invierno afectó a la salud de Galiano. A
principios de 1814, una niebla densa en Londres con una cruda helada, no le
arredró a salir a la calle, lo que le indispuso del estómago. Un médico al que
consultó le recetó un vomitivo, pero esa noche se sintió calenturiento,
haciendo cama al día siguiente y aún alguno más, según dice. Volvió a llamar al
médico que, no entendiendo lo que le pasaba, animó a Galiano a salir de nuevo a
la calle, lo que le hizo recaer, de nuevo salió y nueva recaída con calenturas.
A finales de enero era lastimoso el estado de nuestro autor, siéndole
diagnosticada tisis pulmonar, lo que no le impidió salir para asistir en
Londres a una fiesta consistente en andar la gente por el río Támesis helado, y
aún asar un buey entero con la seguridad de que la solidez del agua lo
soportaría.
De nuevo recayó en su
salud Galiano, pero a finales de febrero se sintió aliviado cuando, en cierta
ocasión, regresando a su casa, encontró junto a la puerta un paquete que
contenía varios libros. Una carta adjunta decía a las claras que iba dirigido a
él, llevándose la sorpresa de que estaba firmada por Necker de Staël Hostein,
la mismísima Madame de Staël, celebérrima autora adelantada a su tiempo en no
pocas cosas, pero apegada al privilegio como la que más en otras.
Contraria a Napoleón
¿qué querría la señora de Galiano? Leyó este la carta y comprobó que las primera
frases eran de una vanidad ofensiva para el que leía, pues le encargaba que
llevase los libros que contenía el paquete a Suecia, para que nuestro autor los
entregase a ciertos amigos de la señora, de forma que aquel quiso poner una
respuesta “donde luciese mi manejo de la pluma y de la lengua francesa”. He
recibido la carta –comenzó Galiano- con que usted me ha favorecido y el paquete
que contiene algunos ejemplares de su última obra (sobre Alemania), recordando
para sí al hijo de don Diego Miranda, que se holgó de oírse alabar como poeta
por don Quijote. En efecto, Lorenzo, personaje de Cervantes, es un labrador
rico que posee libros, lo que desaprueba su padre, Diego Miranda o el Caballero
del Verde Gabán. Poco después recibió Galiano otra carta de la señora
invitándole a tomar el té con ella, a lo que no pudo complacerla nuestro autor
por el estado de su salud, de nuevo malo.
No obstante, Galiano
fue a ver a Madame de Staël una mañana y la impresión que sacó aquel no fue
satisfactoria: “impetuosa y viva me pareció”, llevando ella la conversación a
la Constitución española de 1812, diciendo que era muy mala. “No la creía yo
muy buena”, dice Galiano, pero al cabo él era un empleado español y creyó
conveniente responderle oportunamente. Luego siguió la señora diciendo que en
España se necesitaba una aristocracia, a lo que Galiano contestó que era un
inconveniente tener en España una Cámara como la de los lores en Inglaterra, de
la que dijo que “éste sí es un país de verdadera libertad”, en la cual Galiano
no la contradijo. Siguió la conversación hablando de Suecia y de don Pantaleón
Moreno, el ministro plenipotenciario español, a cuyas órdenes iba a servir
nuestro autor, que se despidió poco después.
En otra ocasión de
Staël le convidó a una tertulia en su casa y, a pesar mala la salud de Galiano,
asistió, encontrándose a lo más granado de Londres: miembros de la Cámara de
los Comunes, opositores al Gobierno, de otros ingleses distinguidos y de
extranjeros “de no menos nota”, además de diplomáticos entonces residentes o de
paso en Gran Bretaña. Como en aquel momento estaba invadida Francia por los
numerosos ejércitos aliados, a los que se resistía Napoleón, al mismo tiempo
estaban juntos en congreso embajadores, ministros y monarcas de varias
potencias beligerantes, Galiano vio que los asistentes al convite de la señora
Staël discordaban mucho sobre si convenía hacer la paz con el emperador
francés, o no desistir de la guerra hasta derribarle de su trono (se trataba
del reinado de los “cien días”) y como la señora oyese que se trataba de eso,
levantando la voz, dijo: “nada de paz con ese hombre”.
Galiano, por su parte,
confiesa ver a Napoleón vencido, pero no deseaba que cayese de su trono, y
menos que en él fuese sustituido por la rama antigua de los Borbones, mientras
que cuando leía los periódicos que le llegaban de España, no comprendía cómo
constitucionalistas convencidos deseaban en Francia una contrarrevolución que
forzosamente –reflexionaba- habría de extenderse a España. “No quería yo que
Fernando VII no reinase”, dice, y si deseaba que Napoleón no cayese, era por
estimar que, manteniéndose en el poder, el rey de España no podría proceder a
su antojo.
A partir de los
próximos días la salud de Galiano empeoró hasta extremos que le llevaron a
pensar en la muerte, mientras entró en Londres el que habría de reinar en
Francia con el nombre de Luis XVIII. Viajó a Suecia al darse las condiciones
meteorológicas para ello y llegó a Gotemburgo, donde recibió noticias de
España. El autor se entretiene luego en dar unas pinceladas sobre don Pantaleón
Moreno, sobre Suecia, Bernadotte, que reinó con el nombre de Carlos XIV, y su hijo Óscar.
[i] Carlos
Gutiérrez de los Ríos, conde de Fernán Núñez, desempeñó oficios diplomáticos en
Londres y París. Fernán Núñez es una población de la actual provincia de
Córdoba.
[ii]
Apellido de una familia de aristócratas y militares suecos, aunque es de origen
francés (Aude, Languedoc, Rosellón).
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