"Los indignados del 2 de mayo", Sorolla |
La muerte de Dionisio
Alcalá-Galiano lleva a su familia a solicitar las recompensas que le
correspondiesen por sus servicios, pero estas nunca serán atendidas en la medida
en que dicha familia deseaba. Comienza entonces Antonio Alcalá relaciones de
amistad con el francés Quilliet, poeta y personaje peculiar que, cuando se
produzca la invasión francesa en 1808, gozará de su condición de francés por un
lado, pero será sospechoso a ojos de otros. Dice Alcalá que era comerciante de
varios objetos de lujo, que era vivo y osado, de instrucción varia, pero
superficial, que hacía versos, si no buenos, tampoco del todo malos, y que
tenía muchas relaciones, dándose por enemigo de la Revolución Francesa y de
Bonaparte, adicto por lo tanto a la monarquía antigua, blasonando no obstante
de incrédulo. Nuestro autor viaja entonces a Gibraltar y a Madrid donde visita,
en la capital, a su tío Vicente, así como a otras personas de su familia. Quizá
lo más importante en estos momentos es que es presentado en casa del poeta
Quintana, donde conoce a ciertas celebridades literarias de la época.
Tiene también ocasión
de ser recibido por los reyes Carlos IV y su esposa, así como por Godoy, pero
según nuestro autor, fríamente. Sobre este último relata su viaje a Aranjuez
para felicitar a Godoy, que había sido nombrado almirante, narrando con un detalle que no deja de ser curioso: se trataba de no ser el primero en
aparecer ante el Príncipe de la Paz, pero tampoco de los últimos, por lo que
hace los preparativos para llegar en segundo lugar y no dar con ello la
impresión, ni de un interés excesivo ni de desidia. Poco después regresó a Cádiz,
pero ya se empieza a ver en nuestro autor un comportamiento que será constante
durante parte de su vida: el empeño por relacionarse con los importantes o
influyentes del momento para obtener puestos con los que ganarse la vida
holgadamente, más allá del patrimonio familiar. Y expresa este comportamiento
con toda naturalidad, como siendo lo normal en una persona de su condición, que
no ha de pasar por las penalidades de otros para obtener los empleos que les
correspondan.
Tiene mucha conciencia
de su condición social, que se ve repetidamente y en esta frase: “vivíamos en
Cádiz en una casa grande y donde no habitaban otros vecinos, según es costumbre
entre la gente acomodada”. Quilliet cobró afecto a nuestro personaje,
haciéndole aficionado a la pintura, con sus estilos y las diferentes escuelas,
coincidiendo esto con la lectura por parte de Galiano del “pesadísimo Viaje a
España” de Antonio Ponz. La mujer de Quilliet, de apellido Baslaimont, era “fina,
graciosa, de gusto en el vestir, y aficionada a tener adoradores, aunque no, al
parecer, de mala conducta”.
Una vez en Madrid fue a
visitar a un tío suyo y a su abuelo paterno, siendo este último un personaje al
que nuestro autor no tenía mucho aprecio. Era mariscal de campo y general
empleado en la plaza de Madrid; habiéndose casado “por la vez primera cuando
tenía poco más de catorce años, con su prima hermana, mi abuela” dice, muerta
ésta pasó a “segundas nupcias con una hermana de la difunta”, perdida esta
segunda mujer, pasando ya de los sesenta años, por tercera vez contrajo
matrimonio, “para salir del trato ilícito en que vivía con una criada, no
obstante su mucha edad y un asma rebelde, habiendo tomado por última mujer a
una hermana del conde de Guadiana, cuarentona pelirroja, de muchas carnes, con
trazas de buena pasta y cualidades de mal carácter”.
Quilliet, que le
acompañaba en Madrid, había traído cartas de recomendación para don Manuel José
Quintana, presentándole al notorio poeta. A su tertulia asistían muchas personas
distinguidas como Blanco (luego Blanco White), el magistral de la capilla real
de San Fernando en Sevilla, el penitenciario de Córdoba don Manuel María
Arjona, don Juan Nicasio Gallego, entonces capellán de los reales pajes, don Antonio
Capmany, que luego se convirtió en enemigo del propio Quintana; don Manuel
Viudo, don Jerónimo de la Escosura y algunas veces don Juan Bautista Arriaza…
Estos personajes, dice Galiano, estaban divididos en dos bandos, “que se
profesaban y mostraban uno a otro enemistad ardorosa”. Uno estaba capitaneado
por Moratín, Estala y Melón, a los cuales llamaban sus contrarios El
Triunvirato, el cual contaba con el patrocinio del Príncipe de la Paz. En el
otro estaban las preferencias de Galiano, “predominando las doctrinas
reformadoras y filosóficas”.
Quintana comenzó a ver
a Galiano con afecto, el cual duró mucho tiempo, aunque llegó un momento en el
que se separó de él por las contiendas civiles. A mediados de marzo de 1807,
cuando nuestro autor contaba dieciocho años, por lo tanto, o poco menos,
regresó a Cádiz, reencontrándose con su madre, la cual trató de casarle en un
próximo viaje a Sevilla.
Galiano obtuvo en esta
época doble premio en un certamen de la Academia de Cádiz, que él había
creado con otros, y entró en la Maestranza de Caballería de Sevilla, pasando
con su familia a instalarse en Madrid, pues no iban bien sus negocios en Cuba,
viendo que su familia no cobraría fácilmente los réditos ni el capital de las
sumas que allí había dejado su padre. En Madrid conoció los proyectos políticos
de Godoy, vivió la época en la que fue hecho preso el futuro rey Fernando, lo
que produjo un profundo efecto en la opinión pública, mientras entraban los
ejércitos franceses en la Península. Fueron absueltos los cómplices del
príncipe de Asturias y Murat fue nombrado jefe de las tropas francesas de la
Península. Con Quilliet visitó muchas iglesias de Madrid, contemplando las
pinturas que contenían.
Los anuncios de la
retirada de la corte alarmaron a la población y se produjo el motín en Aranjuez
que provocó la caída del Príncipe de la Paz, con los subsiguientes desórdenes
en Madrid, saqueos y quemas en las casas de los partidarios de Godoy, el
descubrimiento del escondite de éste y su prisión. Poco después abdicaba el rey
Carlos IV, mientras Galiano descuidó por algún tiempo sus inquietudes
literarias y se entregó a una vida disipada con nuevos amigos cuyos caracteres
narra en sus Memorias, al tiempo que se refiere a la sociedad de la época y a los
orígenes de los amores del autor con su primera mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario