Hasta aquí la mitad, aproximadamente,
de las Memoras escritas por Alcalá-Galiano y Fernández de Villavicencio. No
hizo estudios superiores, pero sí tuvo una formación selecta, que fue
completando al contacto con amigos como José Joaquín de Mora y Martínez de la
Rosa, éste alumno de aquel en la Universidad de Granada. Conoció la obra de
Böhl de Faber, con el que polemiza en alguna ocasión, máxime teniendo en cuenta
que éste era partidario del absolutismo.
También conoció a Ángel Saavedra, duque
de Rivas, que influye en nuestro autor para que adopte estéticamente el
romanticismo, participando en los debates de La Fontana de Oro, un café
madrileño donde se reunían los liberales durante el trienio de 1820-1823. En
esta tertulia se forjó Galiano como orador, lo que demostraría luego a lo largo
de su vida, pero como se restableciera el absolutismo en España en 1823,
Galiano huyó a Londres, donde sobrevivió dando clases de lengua española. Su
estancia en la capital británica le hizo admirar el liberalismo inglés, lo que
le lleva a moderarse hasta el final de su vida. La Fontana de Oro, por su
parte, volvió a su primitiva función de fonda para viajeros.
Galdós, remontándose a la época del
trienio, relata los “dos recintos” de la Fontana de Oro: el del café y el de la
política, pero en el espacio dedicado a ésta no se daba solo una tertulia, sino
que los oradores se situaban en el lugar adecuado para ser escuchados por los
demás. En la década de los años cuarenta del siglo XIX, La Fontana de Oro cambió
de propietario, pero ya no tuvo la función de los primeros años veinte.
Galiano fue diputado entre 1822 y
1844, lógicamente durante los períodos liberales. Tras su exilio en Londres
volvió a España en 1834 y ocupó la cátedra de Derecho Constitucional del Ateneo
de Madrid; en las Cortes se alineó con Istúriz, también reconvertido al
moderantismo, y los dos formaron parte del Gobierno en 1835 junto con
Mendizábal. Luego no participó de forma activa en la vida política hasta 1860,
redactando sus “Recuerdos de un anciano”, publicados en 1878. De nuevo ministro
con Narváez en 1865, entonces le sorprendió la muerte.
En la obra citada su hijo Antonio dice
que “al dar á luz, coleccionados y en forma de libro, los artículos que con el
título de Recuerdos de un anciano hace años y en vida de su autor se publicaron
en la acreditada revista titulada La América, que á la sazón dirigía con sumo
acierto el Sr. D. Eduardo Asquerino, cedo al deseo manifestado repetidamente
por muchas personas de valía de recorrer de nuevo las interesantes páginas que
contienen, y que, aparte su mérito literario, encierran una suma de noticias
tan curiosas como ignoradas, y de cuya veracidad son garantía suficiente la
prodigiosa memoria del escritor y la entera buena fe, que si resplandeció en su
carácter cuando vivo, según es notorio, hoy se refleja fielmente en sus
escritos”.
Galiano fue autor de otras obras
además de las Memorias que aquí resumimos, sobre historia, derecho, literatura
y un estudio sobre Miguel de Cervantes.
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