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Entre los masones de
Sevilla cita Galiano a don José Grases, capitán de artillería, que era teniente
coronel, con quien el autor cobró una amistad muy estrecha, poniéndole al
corriente de que, contrariamente a lo que ocurría en otras partes de España, en
Andalucía estaban los trabajos masónicos en plena actividad. Se preparaba una
expedición militar para que, desde Cádiz, partiese a la América española que
estaba levantada contra el Gobierno de España, cuya oficialidad estaba ganada
para el constitucionalismo. Los soldados no querían embarcarse, por lo que
harían lo que estuviese en sus manos para permanecer en España. El capitán
general de Andalucía era el conde de La Bisbal, masón antiguo, que conocía el
proyecto revolucionario y lo favorecía. El autor se ilusionó con esto y “me
precipité gustoso”.
Las cuestiones
conspiratorias eran guardadas con celo entre los masones, pero se mezcló en
ello un hombre singular, no masón, pero que gustaba de lo que se preparaba,
alto, fornido, imprudente en el hablar según Galiano que, en los primeros días
que se conocieron le dijo a nuestro autor su parecer: lo mejor sería colocar de
nuevo en el trono al rey padre, Carlos IV, residente en Italia. Galiano le oyó
y permaneció callado; preguntó quién era y le dijeron que un dependiente o
socio de la casa de Beltrán (sic) de Lis[i] de
apellido Mendizábal, y así fue como Galiano conoció al que luego sería célebre
ministro y financiero.
Siguió nuestro
protagonista viaje a Cádiz siendo recibido por amigos de distintas clases,
viendo que La Bisbal estaba muy “bienquisto” con los gaditanos, contrariamente
al odio que había despertado en 1815. Para los conjurados, la cooperación del
conde al proyecto era evidente y descansaba en pruebas, pero llegó a Cádiz, a
finales de 1819, la noticia de que había sido descubierta en Valencia una trama
de las que estaban en continuo urdiendo para el restablecimiento de la
Constitución, en la que había tenido protagonismo el general Elío, de
extraordinario celo al servicio de la monarquía absoluta. Galiano relata así la
acción de Elío: “cogió el general de sorpresa a los conjurados celebrando su
conciliábulo, asombrólos con su vista, infundiéndoles, a la par que terror,
deseo de hacer una resistencia desesperada viéndose perdidos”. Se produjo
entonces una refriega peleando cuerpo a cuerpo, atravesando con su espada el
general al que era cabeza de la Junta… Ente las víctimas estaba un Beltrán de
Lis, hermano de Vicente, amigo de Galiano.
Las Memorias de Galiano
entran a partir de este momento en un prolijo relato sobre las conspiraciones
puestas en práctica para restablecer el régimen constitucional, en las cuales
fue protagonista civil nuestro autor. “Un cuerpo supremo y misterioso”, dice,
al que se suponía con gran organización y fuerza, celebraba sus juntas en la
casa de la familia Istúriz[ii],
muy respetada en Cádiz, de las de más nota y antigüedad en la clase superior
del comercio y enlazada con militares. Pero llegó el momento en que La Bisbal
no encontró al ejército bastante trabajado para poder lanzarse a tan audaz
empresa con seguridad de triunfo, por lo que procuró que la masonería se
extendiese entre los oficiales. Uno de ellos era don Evaristo San Miguel,
segundo comandante del batallón de Asturias, don Antonio Quiroga, coronel
graduado comandante del batallón de Cataluña y otros.
Las dudas de La Bisbal
se vieron reforzadas por el segundo jefe de la expedición a Ultramar, don Pedro
Sarsfield, que convenció al primero de que un levantamiento contra el poder
absoluto del rey era suicida, actuando con sus soldados en la isla de León, lo
que le valió el asenso a teniente general. Faltando La Bisbal al compromiso
revolucionario, con el poder sobre los oficiales y la tropa que tenía, esta
intentona fracasó. Pero hubo una segunda, en la que Galiano estuvo más
implicado aún, donde narra la desconfianza de los masones después del fracaso
habido, sabiéndose además que La Bisbal había mantenido, para tantear sus
posibilidades, relaciones con el Gobierno de Madrid.
San Fernando, Jerez,
Arcos, la Cortadura[iii]
y los castillos de Santa Catalina y San Sebastián fueron centros decisivos de
la victoria constitucionalista, pero no así la ciudad de Cádiz, donde habiendo
muchos liberales no acertaron a hacer las cosas con la diligencia que exigían
los objetivos. Quiroga tuvo dificultades para entrar en la ciudad precisamente
porque la Cortadura no había sido hecha franca para el paso de sus tropas, pero
sí Riego, que según Galiano avanzó triunfante hasta Cádiz proclamando la
Constitución en varias localidades, la primera en Las Cabezas de San Juan, hoy
al sur de la provincia de Sevilla. Las dudas, errores, indiscreciones,
sinsabores, planes y demás preparativos para el triunfo del constitucionalismo,
empezaron con la necesidad de encontrar un jefe militar con la capacidad de
agrupar y mandar a oficiales y tropa, encontrándose en Quiroga. La fama que
alcanzó Riego, según Galiano, se debió a su arrojo, audacia, éxito y
predisposición en adelantarse a otros. El mismo Galiano, sorpresivamente, tuvo
la ocasión de encontrarse con Riego en una vivienda a la que había sido
llevado, poco antes de que el régimen constitucional se estableciese en toda
España, pero por la relación que hace Galiano, no sin dificultades. Con nuestro
autor estuvo en las conspiraciones aquel fornido personaje que había conocido
no hacía mucho tiempo, Mendizábal.
Cuenta Galiano la
anécdota de que habiéndose solicitado la colaboración de un jefe militar con su
tropa en el alzamiento revolucionario, pidió aquel entrevistarse con Riego. Se
creyó que iba a pedir algún tipo de pago a favor de sus soldados y de él mismo,
pero cuando se produjo el encuentro pidió un papel firmado para cubrirse las
espaldas, es decir, una orden que estaría obligado a cumplir, a lo que Riego le
contestó: ¿Quién me cubre a mí?
Como el alzamiento
constitucionalista contó con oposición realista, los conjurados sufrieron
consternaciones, varios huyeron o se escondieron, incluso Galiano toma la
decisión de salir para Rio de Janeiro e incluso va a Gibraltar en busca de
pasaje; no encontrándolo habla con varios conjurados y vuelve sobre sus pasos para
continuar los trabajos revolucionarios, encontrándose, al llegar a Cádiz,
incomunicado por una epidemia. Tiene encuentros con Mendizábal para encontrar
la mejor vía de continuar el proyecto y se reconstruye el “Soberano Capítulo”
de la masonería, siendo comisionado el autor para visitar los cantones del
Ejército.
La toma del arsenal de
la Carraca por parte de los constitucionalistas fue un factor importante, si no
decisivo, para el triunfo final, al tiempo que se intenta el apoderamiento de
La Cortadura mientras Riego se sitúa frente a las tropas realistas en el Puerto
de Santa María. Fueron San Miguel y Galiano los que publicaron la Gaceta de la
Isla, así como compusieron la letra de la canción patriótica que hoy se ha
popularizado, pero aún hay ocasión para que el ejército realista bloquee
provisionalmente a los constitucionales, pero un levantamiento en A Coruña hace
renacer las esperanzas; por último, se proclama la Constitución en Cádiz.
[i] Hijo de
un rico comerciante. Más tarde llegaría a ser ministro.
[ii]
Participó en la guerra de la Independencia, liberal exaltado que intervino en
los preparativos del alzamiento militar de Riego y Quiroga. Fue miembro de las
Cortes durante el trienio 1820-1823.
[iii] Es una
playa junto a las murallas de la Cortadura, límite exterior de las defensas de
la ciudad.
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