Al oeste de la actual provincia de Jaén se encuentra Villardompardo, sobre una pequeña altura que domina un paisaje más bien llano, por cuyas tierras anduvo oponiéndose al rey Carlos, Bernardino de Torres y Portugal, hijo de un pariente lejano del rey Fernando el Católico. Según Javier García Benítez[i] su linaje experimentó un fuerte contraste en el siglo XVI al quedar relegado a un segundo plano por el ascenso de nuevas familias nobiliarias en la zona.
Quizá un motivo de la pérdida de
influencia del señor de Villardompardo fue la participación de don Bernardino
en las revueltas comuneras jienenses, concretamente en 1520. De todas formas,
como ha ocurrido en otros casos, pasado un tiempo volvió a la mayor relevancia,
en éste caso durante el reinado de Felipe II.
García Benítez echa un vistazo a las
confrontaciones nobiliarias en Jaén durante el siglo XV, estando por un lado
los Torres y por el otro los Mendoza, que a finales de la centuria citada se
habían enseñoreado de Torrequebradilla, hoy en el municipio jienense de
Villatorres. Por su parte, los Torres eran dueños también de Escañuela, en la
misma zona de la actual provincia de Jaén[ii]. La rivalidad entre estas
familias era exclusivamente por el poder, que procuraba a su vez riqueza.
Al comenzar el siglo XVI, sin embargo,
dos nuevas familias van a tener el protagonismo en Jaén; por un lado los Mesía,
señores de Santa Eufemia[iii], y La Guardia[iv], que eran miembros de la
nobleza media en ascenso por cualquier medio, incluso el asesinato y el robo.
Pero los principales negocios de éste linaje fueron la política matrimonial, no
exclusiva de él, y la compra de bienes rústicos, la mayor parte en Mengíbar, Fuentelrey
y cortijo Garcíez, todos en la actual provincia de Jaén. Los Mesía llegaron a
poseer una riqueza muy superior a la de aquellas otras familias del siglo XV
citadas.
Bernardino de Torres y Portugal entroncó
familiarmente con los Mesía, que encontraron su oposición en los Fonseca con
su aliado el obispo de Jaén, Alonso Suárez de la Fuente Sauce[v], habiendo constituido el otro
poder fuerte en vísperas de la rebelión comunera en la que participara don
Bernardino como miembro de la familia Torres, una de las perjudicadas tanto por
las decisiones administrativas de los reyes como por el devenir de los diversos
linajes nobiliarios en la zona.
Jaén, en el siglo XVI, perdió valor
estratégico, pues al haber sido integrada Granada en la monarquía hispánica, ya
no tuvo la misión fronteriza y defensiva de antaño. Por su parte la población
jienense pasó por serias dificultades económicas, debido sobre todo a las malas
cosechas que llevaron al hambre en los primeros años de la centuria citada, y
por los gravámenes que la nobleza imponía. A modo de ejemplo –dice García
Benítez- están los privilegios que los señores de Villardompardo tenían sobre
varias actividades económicas (almocatracía); esto propició el descontento para
el estallido de cualquier conflicto.
Aunque el levantamiento
comunero fue protagonizado por las ciudades y villas castellanas de la meseta
norte y Toledo, Jaén constituyó una de las periferias de aquel conflicto, con
núcleos en la citada ciudad, Baeza, Úbeda y en algunas localidades del
adelantamiento[vi]
de Cazorla, ya que el área bética y el reino de Granada se mantuvieron al
margen del movimiento. En las poblaciones citadas se trató de luchas entre
bandos señoriales o contra la mala administración de un señor.
En agosto de 1520 se
amotinó y sublevó la ciudad de Jaén, aunque antes de ello los dos linajes y sus
clientelas habían protagonizado algunos enfrentamientos. En el año citado los
más perjudicados dirigieron sus quejas al rey o a los gobernadores del reino, acusando a los Mesía de muertes y otros alborotos contra el monarca “a boz
de comunidad”[vii];
las fuentes hablan de que las dos familias coaligadas (Mesía y Torres)
obligaron a las autoridades a que les entregaran “las varas de la justicia”.
Así se convirtió el señor de Villardompardo en una de las cabezas más visibles
del movimiento comunero en Jaén.
Además, las dos
familias y sus clientes se dirigieron a las casas de quienes consideraban sus
peores enemigos en la ciudad por ser acérrimos partidarios de los delegados
regios, algunos de los cuales consiguieron huir y otros fueron
asesinados a manos de los comuneros (ya vemos que éste movimiento no tuvo las
mismas características en todos los lugares donde se produjo). Esta situación,
sin embargo, no se mantuvo durante mucho tiempo, pues dos meses después la
propia ciudad envió a uno a negociar con el cardenal Adriano el perdón por la
participación en las violencias, prometiendo la sumisión al rey a cambio de
que se les confirmasen sus privilegios.
Joseph Pérez, a quien
cita García Benítez, considera que el movimiento en Jaén tuvo un carácter
vacilante, esperando el discurrir de los acontecimientos en otras partes, y particularmente las decisiones de la Junta General de las Comunidades. En
marzo de 1521 puede decirse que se apagaban los últimos rescoldos de la
revuelta, pero ¿en qué situación quedaron los insurgentes? Parece que se les
instó a que abandonasen la ciudad, aunque poco después se les permitió volver.
Otra pregunta es si hubo algún tipo de represalia contra los cabecillas, pues
aunque fueron perdonados por el rey, Bernardino de Torres tuvo que devolver la
vara de alguacilazgo, pero con mendacidad, pues alegó que la vara se la habían
entregado contra su voluntad, siguiendo con alusiones a su disposición para
servir al rey en adelante. Lo que está claro es que los Torres desaparecen de
la escena política jienense (por lo menos en primera línea) durante varias
décadas.
También tuvo que dejar don Bernardino su puesto de veinticuatro en 1522, conseguido por medio de su suegro Rodrigo Mesía, pasando a manos de uno de los Mendoza, familia acérrima enemiga de los Torres. No se volvió a tener noticia de los Torres hasta 1553, cuando don Bernardino, ya viejo, volvió a ser veinticuatro de la ciudad de Jaén. Cinco años más tarde su sucesor en el señorío, Fernando de Torres, iniciará un ascenso que dará ocasión a la etapa de mayor esplendor del linaje. Llegó a ser virrey del Perú entre 1585 y 1590, y antes, en 1576, su señorío fue transformado en condado, siendo don Fernando el primer conde de Villardompardo.
[i] “El señor contra su rey…”.
[ii] Luego añadieron las posesiones de Fuensomera, que debe ser el lugar a orillas del río Cañamares (afluente del Azuer), en la actual provincia de Ciudad Real, y Villagordo, en la actual provincia de Jaén.
[iii] Al norte de la actual provincia de Córdoba.
[iv] Al sur de la actual provincia de Jaén.
[v] Había nacido en Fuente el Saúz, al norte de la actual provincia de Ávila, caracterizándose en Jaén por la enorme cantidad de obras que sufragó, sin duda por la riqueza que pudo allegar.
[vi] En éste caso se trata de un adelantamiento de frontera, por la cercanía al reino de Granada.
[vii] Sigo a García Benítez en su trabajo citado en la nota i.
La fotografía ha sido tomada de pantxike.wordpress.com/2015/09/20/villardompardo-2/
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