En su tesis doctoral sobre los militares de Estado Mayor,
Arturo García Álvarez-Coque considera oportuno detenerse en dos de ellos que
ejercieron como tales en la primera mitad del siglo XX, con diversas actitudes
ante el levantamiento de 1936 y con diversa suerte también.
Uno de ellos es el golpista Manuel Goded Llopis, que ni se
mantuvo expectante ante los acontecimientos ni permaneció fiel al régimen
legítimo, la II República española. Hoy sabemos que éste régimen se caracterizó
por el desorden público y la explosión de libertad que había estado reprimida
en los años anteriores, pero los desórdenes públicos venían de lejos; solo
recordar los últimos años de la Restauración serían suficientes, pero también
podríamos citar la “semana trágica” de Barcelona y casi todo el siglo XIX, con
sus manifestaciones de anticlericalismo, movimiento sindical, represión
patronal y conflictos civiles.
Álvarez-Coque indica que, en el caso de los generales, el
sector leal a la República fue mayoritario entre los que detentaban mando de
tropas, rebelándose solo uno que pasaba por republicano, Miguel Cabanellas. Por
su parte, los generales del cuerpo de diplomados en Estado Mayor encabezaron
todas las conspiraciones contra los gobiernos republicanos. El general Emilio
Barrera sirvió trece años en Marruecos y, a finales de 1931, constituyó una
junta militar golpista, manteniendo al año siguiente contactos con el gobierno
fascista italiano. Fue delegado del general Sanjurjo en la preparación del
golpe de 1932 y, en una reunión tenida en su domicilio, en 1936, se puso en
marcha la trama conspirativa, aún antes de las elecciones que darían el triunfo
al Frente Popular. El movimiento estaba previsto para unos días después de las
elecciones, pero fue suspendido por el que estaba al frente, el general Goded.
En marzo, tas las elecciones, tuvo lugar otra reunión en la
que participaron militares de paso por Madrid para sus destinos[i]:
se constituyó una Junta de Generales, nominalmente con Sanjurjo a la cabeza,
para un golpe que debía tener lugar el 30 de abril. Por último, en julio de
1936, entre los seis generales de división que se alzaron en armas, tres eran
del cuerpo de Estado Mayor: Goded, Fanjul y Saliquet, quienes encabezarían el
levantamiento, respectivamente, en Barcelona, Madrid y Valladolid.
Goded fue un general de elite
por un doble motivo: por haber alcanzado el generalato y por pertenecer al
cuerpo de Estado Mayor, habiendo sido el oficial más joven en ingresar en la
Escuela Superior de Guerra, con 15 años. Cuando se proclamó la República y
Azaña ocupó la cartera de Guerra, Goded era jefe del Estado Mayor Central,
cargo en el que continuó colaborando con Azaña hasta su cese en 1932 por el
incidente de Carabanchel[ii].
En su “Diario”, Azaña dice que Goded podría ser “peligroso” por su rencor y
ambición, pues le había dicho que “muchos han venido a proponerme locuras, pero
gracias a Sanjurjo y a mí, no ha ocurrido ya una barbaridad en el ejército”.
Añade Azaña que “el estado de ánimo del general es mucho peor de lo que había
sospechado… Que llegue a ser peligroso depende de que rompa su habitual
cautela…”.
Desde su cese en el Estado Mayor Central, Goded participó en
todas las conspiraciones antirrepublicanas, pero sus actividades en éste
sentido se remontan a 1930 cuando, siendo gobernador militar de Cádiz, entró en
contacto con militares opuestos a Primo de Rivera, pero era partidario de un
movimiento exclusivamente militar, no revolucionario, como pretendían otros[iii].
Cuando triunfó el Frente Popular Goded fue destituido del
cargo de inspector general del Ejército y nombrado comandante militar de
Baleares. Según el autor al que sigo, al día siguiente de ser destinado acudió
al cuartel de la Montaña con ánimo de sacar las tropas a la calle, pero
desistió ante la oposición de los coroneles al mando de dicha guarnición[iv].
Goded era uno de los principales aspirantes a erigirse en cabeza del poder
militar en un levantamiento triunfante, llevándole su ambición a la dirección
del movimiento en Barcelona, cuando inicialmente estaba destinado por Mola a
Valencia. Entonces fue destinado a esta plaza el general González Carrasco.
Este cambio de última hora (16 de julio de 1936) lo consideran algunos decisivo para el fracaso del levantamiento en Cataluña, permaneciendo Valencia
leal al Gobierno.
Los conspiradores de Barcelona pidieron ese cambio a Mola y
éste, a regañadientes, aceptó. El citado coronel Carlos Lázaro dijo “que se
estaba informando equivocadamente al general Goded con noticias ilusorias; que
dicho general no debería ir a Valencia, porque en cuanto llegase sería
detenido, ya que el Gobernador Civil y el jefe de la División, Martínez Monje,
tenían montado un servicio para vigilar su llegada…”. El propio Lázaro quiso
entrevistarse con el coronel de caballería “quien no se atrevió a recibirle”, y
el general de la Guardia Civil, Grijalvo, le dijo que estaba con los golpistas,
pero no se sumaría hasta que estuviese al frente en Valencia el general Goded.
Goded consideró que dirigir el movimiento en Barcelona le
daba más posibilidades de erigirse en determinante, pero ya en su momento hubo
quien consideró que ese cambio de planes perjudicó a los alzados: “En el plan
primitivo, en el que tuve parte principal y directa [dice Bartolomé Barba]…
creo que si esto no se hubiera hecho la guerra no hubiera alcanzado las
proporciones que ha tenido…”. El ayudante de Mola, comandante Fernández Cordón,
relató que se reunieron enlaces de la guarnición barcelonesa con el “director”
en Pamplona solicitando que Goded fuera a Barcelona. También el coronel Mut había
dicho que la guarnición había exigido la presencia de Goded “por necesitar
Barcelona un general de prestigio”. Y el propio Goded dijo de sí mismo “es que
alguien se ha olvidado de lo que pesa el nombre del general Goded”.
Una vez triunfador en Barcelona, Goded marcharía sobre Madrid
y cuando el 19 de julio se enteró de que Zaragoza se había sublevado exclamó:
“me han abierto el camino de Madrid”. Lo cierto es que en Valencia causó
desconcierto el nombramiento de González Carrasco.
Como es sabido, a la llegada de Goded a Barcelona fue detenido por los leales a la República, juzgado y sentenciado a muerte, siendo fusilado en agosto de 1936 cuando no había cumplido los cincuenta y cuatro años.
[i] La reunión tuvo lugar en la casa del diputado cedista José Delgado, estando en ella Fanjul, Franco, Kindelán, Mola, Orgaz, Ponte, Saliquet y Varela, entre otros.
[ii] Ver aquí mismo “Incidente en Carabanchel”. Se trató del enfrentamiento del teniente coronel Mangada con los generales Goded y Villegas.
[iii] Tuñón de Lara dice que en esta conspiración estaban Martínez Barrio, Miguel Maura, Carlos de Borbón y quizá el propio rey.
[iv] Las fuentes citadas son el ayudante de Goded, coronel Carlos Lázaro, y el comandante Arsenio Fernández Serrano.
Fotografía tomada de memoriabcn.cat/sants/index (Castillo de Montjuïc).
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