Fuertescusa (Cuenca): facebook.com/Fuertescusa/
En 1473, en una carta
dirigida al obispo de Coria, Fernando del Pulgar[i]
lamentaba las “muertes, robos, quemas, injurias, asonadas, desafíos, fuerzas,
juntamientos de gentes, roturas que cada día hacen … en diversas partes del
reino”; y en su “Crónica de los señores Reyes Católicos”, al relatar las
circunstancias que concurrieron en la constitución de la Santa Hermandad en
1476, decía que “en aquellos días, los hombres tiranos y robadores, y otras
gentes de malos deseos, habían lugar de robar y de tiranizar y señorear a los
pueblos”.
Mosén Diego de Valera,
en su “Crónica de los Reyes Católicos”, reprodujo una imagen similar de
ausencia de autoridad, violencia generalizada y mengua del poder político
central en el reino castellano en 1474, año en que finaliza el reinado de
Enrique IV y se produce el tránsito al de la reina Isabel[ii]. Ambos
cronistas expresan el estado de “desconcierto” –dice Jara Fuente-, de desorden
en el que se encontraba Castilla, aunque seguramente aquellos querrían exaltar la labor
de la reina Isabel, y luego su esposo, en relación a las etapas anteriores. Lo
que sí parece claro es que el papel debido a la nobleza en los desórdenes fue
determinante, pues incluso los que estaban en el partido regio quisieron
aprovecharlos para beneficiarse personalmente.
En 1465 el concejo de
Cuenca –objeto de estudio del autor citado- se dirigió por medio de dos cartas
al rey Enrique IV protestando contra la intención del monarca de entregar
vasallos de la jurisdicción de Cuenca a un poderoso, y esto fue habitual si tenemos
en cuenta otros casos que se encuentran ya durante el reinado de Juan II y
continuarán con el de Isabel, como indica otro documento de 1479. En éste se
pide la restitución a la ciudad de los lugares y fortalezas de Cañizares,
Fuertescusa y Alcantud[iii],
así como otros términos ocupados por algunos miembros de la nobleza regional.
Se trataba de defender el realengo y los derechos del concejo, pero tanto en
éste como en otros casos parece demostrada la incapacidad tanto del rey Enrique
como de la reina Isabel.
En 1465 Cuenca recordó
a Enrique IV los daños que había venido sufriendo “como muchas veces hemos
escrito de los gastos y males y daños y robos que a esta ciudad y su tierra son
hechos”. El origen estaba en las donaciones a la nobleza por parte del rey,
recordando el concejo el escrupuloso respeto de las obligaciones políticas que
le ligaban al monarca. A éste se le hace responsable no solo de su incapacidad a la
hora de reducir o eliminar los agravios causados al concejo, sino aún de
provocarlos directamente, y en el mismo documento citado se señala al rey como
causante de ese estado de cosas, al afirmar su complicidad en las enajenaciones
ilegales de partes de la jurisdicción de Cuenca.
Incluso la ciudad hace
alusión a los comportamientos de los reyes desde Alfonso VIII de Castilla, el
conquistador de la misma y que le había otorgado fuero, llegando a Juan II,
que había jurado respetar dichos fueros y la anexó al realengo.
En 1479 la ciudad ya no
tuvo necesidad de recurrir a un expediente similar; con el apoyo de la
monarquía y de algunos miembros de la nobleza comarcana, Cuenca había empezado
a recuperar algunos de sus lugares ocupados por los nobles, aunque esto no
signifique más que un comienzo de tendencia. Los reyes habían comisionado a Pero
Sánchez de Frías, miembro del Consejo, para hacer una pesquisa y ordenar las
restituciones de términos, pero las decisiones de restitución seguían sin
ejecutarse tiempo después, por lo que el rey Fernando ordenaría dicha ejecución
al Corregidor de Cuenca.
El caso de Cuenca no es
único –dice Jara Fuente- ya que en la mayoría de los concejos castellanos se
suceden relatos similares de ocupaciones por miembros de la nobleza,
reclamaciones ante el monarca y resoluciones incluso bien avanzado el reinado
de los Reyes Católicos. Pero entre 1465 y 1479 algo había cambiado, lo que se
nota en la carta que en 1476 el Corregidor de Cuenca escribió al concejo
informándole que la reina había mandado a Huete a “que faga la más cruel
guerra que pudiere”[iv],
acompañando la petición de gentes a caballo y ballesteros.
El autor al que sigo se
refiere al caso de Segovia, donde las principales agresiones a su jurisdicción
se produjeron en el primer tercio del siglo XV, sucediéndose seguramente con
posterioridad, aunque con una intensidad menor, según se comprueba a partir de
las Cortes de Toledo de 1480, cuando se retoman las denuncias por ocupación
ilegítima de tierras y vasallos (siendo el detonante la segregación de términos
ordenada por los reyes en beneficio de los marqueses de Moya[v]).
En Soria estos pleitos surgen con anterioridad a 1480, incorporando, como en el
caso de Cuenca, una sucesión de jueces de términos durante los reinados de Juan
II y Enrique IV, e incluso durante el período en que Isabel era señora de la
ciudad.
En Talavera, que sufrió
con particular intensidad la fuerte señorialización en su zona, los condes de
Oropesa llevaron a cabo sucesivas usurpaciones, finalmente “pacificadas” por
los Reyes Católicos. Fernando de Monroy[vi]
no renunció a la titularidad de los términos ocupados en la zona del río Ibor[vii],
pero tampoco cuestionará su posesión por el concejo talaverano, estrategia que
permitió a su nieto, Francisco de Monroy, reanudar el conflicto más adelante.
En la “Historia de los
Reyes Católicos” su autor Bernáldez, narrando el enfrentamiento entre Castilla
y Portugal, dice: “… siempre había cruel guerra…”. Jara
Fuente dice que es una guerra sin una clara sujeción a las “leyes naturales” de
la misma; se trataría de un tipo de enfrentamiento que se denuncia en el
enemigo de religión, o que resulta consecuencia de una de las partes, cuya
extrema debilidad la hace incapaz de reducir o poner fin a la escala del
conflicto. A diferencia de Enrique IV, la guerra que llevaron a cabo Isabel y
Fernando perseguía unos objetivos claros y consecuentes con la dignidad real de
la corona y del reino, como se reitera en diversos mandatos dirigidos a la
nobleza y ciudades leales ordenando combatir a los rebeldes.
Por el contrario, en 1465, “en lo más crudo del invierno de la rebeldía a su autoridad”, Enrique IV se planteaba ceder la fortaleza de Cuenca al arzobispo de Toledo[viii], un pariente de los Vázquez de Acuña, siempre en contra de la ciudad y contra el rey. Cuenca se opuso amenazando incluso con pasarse al partido del infante Alfonso[ix], quedando la cesión en nada…
[i] Murió en 1492 pero fue cronista al servicio de los Reyes Católicos, quizá dejando sus viñedos en Villaverde (hoy barriada de la ciudad de Madrid).
[ii] José Antonio Jara Fuente, “Violencia y discurso político: conflicto y pacificación en Castilla…”.
[iii] Las tres localidades al norte de la actual provincia de Cuenca.
[iv] Jara Fuente encuentra la expresión “guerra cruel” en 61 ocasiones en diversas fuentes entre 1400 y 1523.
[v] Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya, fue persona próxima a la reina Isabel… Moya se encuentra al este de la actual provincia de Cuenca.
[vi] Muerto a finales del siglo XV, su vida estuvo dedicada al conflicto en Extremadura. No vemos la relación con el condado de Oropesa.
[vii] Discurre de sur a norte hasta desembocar en el Tajo, al oeste del embalse de Valdecañas.
[viii] Alfonso Carrillo de Acuña, cuya influencia en los reinados del siglo XV fue enorme.
[ix] Hermano de la reina y participante en el conflicto sucesorio a la muerte de Enrique IV.
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