Monasterio de Ferreira de Pantón (Lugo) |
Uno de los capítulos preliminares de la tesis
doctoral de Teresa C. Moure Pena[1]
se refiere a las monjas de Galicia antes y después de que adoptasen la regla
benedictinaa lo largo de la primera mitad del siglo XII, de forma tardía y
dificultosa. En un principio, la mayoría de los monasterios gallegos eran
dúplices y familiares, lo que indica la tardía introducción de la influencia
cluniacense, que no se abrirá paso en el noroeste peninsular hasta finales del
siglo XI.
La autora habla de comunidades dobles presididas
por un abad o por una abadesa, como es el caso del monasterio de Sobrado de
Trives (año 963), al este de la provincia de Ourense[2].
En el siglo XII la convivencia entre monjes y monjas seguía existiendo, pues
hay pruebas de reproches al conocerse que ello era totalmente incompatible con
el monacato benedictino. Lo cierto es que los fundadores solían ser familias
nobles que empleaban a una o varias de sus mujeres para dirigir los cenobios,
como en el caso de Ferreira de Pantón, al sur de la provincia de Lugo. Tiene
una arcada flanqueada por dos torres antes del edificio propiamente dicho, un
ábside románico y una iglesia pequeña. Estuvo vinculado al linaje de los condes
de Lemos hasta finales del siglo XII.
Las fuentes (generalmente indirectas) hablan de
la proliferación de estos monasterios dúplices, donde el personal vivía “sin
disciplina regular”, sino de acuerdo con normas antiguas. Desde el siglo XII se
dio una importante participación de los reyes con apoyo económico, lo que llevó
también a la ordenación monástica de acuerdo con los deseos del papado y del
arzobispo Gelmírez. Se sabe que en algunos casos excepcionales las monjas se
asentaron en monasterios que habían sido antes de monjes (Conxo y Chouzán)[3].
No hay evidencias de que los monjes se hiciesen
cargo de la dirección espiritual y material de los monasterios femeninos, por
lo que estos debieron gozar de autonomía plena. Una excepción puede ser el
monasterio de Chouzán. Los contactos entre los monasterios masculinos y
femeninos fueron difíciles en no pocas ocasiones, generalmente por cuestiones
mundanas: derechos de patronazgo, heredades, rentas, como fue el caso de las
abadías de Celanova y Ramirás, en el suroeste de la provincia de Ourense los
dos. En el de Codeseda (A Estrada, al norte de la provincia de Pontevedra) fue
armado caballero en 1124 el rey Alfonso VII, que armó a otros nobles gallegos.
A mediados del siglo XII será constituida en Codeseda una comunidad femenina
benedictina.
En otras ocasiones los monasterios tuvieron que
pedir protección, al rey o a otros nobles, contra las intromisiones de
poderosos linajes, como es el caso del abad de Chantada (Lugo) contra el
caballero Vasco Gómez de Seixas. En general reinó el desgobierno, pues quizá no
se podría esperar otra cosa de la dependencia económica de estos monasterios de
familias ricas. Un ejemplo es el de la abadesa de Pesqueiras (Chantada, Lugo),
emparentada con el conde de Lemos, quien según ella misma solicitó su
nombramiento como priora al obispo de Lugo “a cambio de una gratificación
económica”.
Durante los siglos XIII a XV se dio el fenómeno
de los nobles encomenderos, que se hacían nombrar “dueños” de los monasterios
para apoderarse de sus rentas y jurisdicciones, imponiendo pesadas cargas a los
vasallos de estos. Fue el fenómeno que precedió a la reforma religiosa llevada
a cabo durante el reinado de los Reyes Católicos. Contra los nobles
encomenderos tuvieron que intervenir los propios reyes, y es particularmente
interesante el caso del monasterio de Dormeá (Biomorto, A Coruña), sobre el que
el noble García Díaz de Mesía quiso imponerse, lo que motivó su excomunión
decretada por el papa Benedicto XIII.
Los monasterios benedictinos de monjas fueron
muy modestos en general, de reducidas dimensiones y con un escaso número de
religiosas, que en ocasiones no cumplían con regla alguna. Fueron tantos los
monasterios femeninos que se hizo difícil el control sobre sus normas y
cumplimiento, cayendo en una decadencia general antes y durante procesos que se
dieron contra diversas abadesas, algunas de las cuales no hacían vida
monástica, sino que tenían una moral relajada, vivían amancebadas (con clérigos
y con laicos) y tenían hijos; en otras ocasiones administraban mal los bienes
de los monasterios, supuestamente en su favor. Ello fue lo que llevó a eliminar
muchos de aquellos monasterios y concentrar a las monjas en el santiagués de
Antealtares, de fábrica monumental, formando parte del núcleo compostelano.
[1] “Los monasterios benedictinos en Galicia en la
baja Edad Media: arquitectura y escultura monumental”.
[2] Es pequeño con una iglesia sencilla
cubierta a dos aguas, un arco triunfal y frescos en la cabecera. El primer
tramo de la nave se encuentra a menor nivel que el resto del templo.
[3] El de Conxo hoy con una fachada barroca, cerca
de Santiago de Compostela.
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