Basílica de Agliate (Brianza, Milán) |
Emilio Mitre señala que las herejías medievales
tuvieron frecuentemente implicaciones nacionales, siendo dichas herejías, en
ocasiones, instrumentalizadas políticamente. El arrianismo de los pueblos
bárbaros se enfrentó a la fe romana nacida del concilio de Nicea del año 325;
el pelagianismo, el donatismo y el priscilianismo tuvieron especial arraigo en
ciertas regiones: Britania, norte de África y Galicia respectivamente; El
adopcionismo fue un “síntoma hispano”; en los siglos centrales de la
Edad Media, ciertas liturgias locales, como
la mozárabe, fueron tachadas de superstición toledana; Milán fue la “fovea
hereticorum”[1], y el catarismo se
identificó con el Languedoc; entre los siglos XIV y XV tenemos el wiclifismo inglés
y el husismo centroeuropeo; el luteranismo también fue una reacción contra los
gravámenes que sufría Germania por parte de Roma.
Pero lo anterior debe de ser matizado, pues lo
que entendemos por “naciones” en la Edad
Media no eran más que tribus, pues los bordeleses, gascones,
vascos, navarros, castellanos, leoneses o gallegos se sentían más esto que
franceses o españoles. Los ideólogos el Imperio Carolingio presentaron a los
francos como una especie de nuevo Israel; unos siglos más tarde las cruzadas
serán presentadas como la obra de Dios por los francos. Antes, con el emperador
Teodosio, la ortodoxia nicena quedó convertida en religión oficial del Imperio
contra las herejías, el arrianismo a la cabeza.
Ambrosio de Milán[2]
distinguía entre enemigos internos y externos de la sociedad de su época.
Salviano de Marsella[3],
por su parte, distingue entre los bárbaros herejes y paganos. El arrianismo,
por ejemplo, fue el elemento de cohesión ideológica de una minoría social que
se erigió en dirigente militar de la parte occidental del Imperio. En el III
Concilio de Toledo se recordó la identificación del pueblo godo con el
arrianismo, más allá de que se aceptase, quizá por conveniencia política, el
catolicismo. Gregorio de Tours, en el siglo VI, puso de relieve el catolicismo
de los francos tras su conversión frente a la persistencia de los arrianos
burgundios. Poco antes el rey franco Clodoveo, proclamó en su Ley Sálica que
los francos eran “la raza convertida a la fe católica y libre de toda herejía”.
El pelagianismo inglés destacó por las
diferencias litúrgicas, pero también en la convicción de que el ser humano no
necesita la gracia de Dios (Pelagio), mientras que la resistencia a abandonar
determinadas doctrinas ha llevado a considerarlas como identitarias de ciertas
“naciones” o tribus. El donatismo fue rigorista en el norte de África y tuvo
concomitancias con la revuelta de los circuncelliones,
o trabajadores agrícolas que iban de un lugar a otro en busca de trabajo, por
lo que vemos un ejemplo de identificación religiosa revestida de reivindicación
social. Será Agustín de Hipona, que se ha convertido al cristianismo en Europa,
quien combatirá a los donatistas.
El priscilianismo nace en el siglo IV, pero
tiene todavía importantes focos casi dos siglos más tarde en el oeste de
Iberia, como se reconoce en el concilio provincial de Braga de 561. El monje
Baquiario, en el siglo V, se quejaba que por tener ascendencia galaica se le
acusaba de priscilianista (otros consideran que era irlandés).
El adopcionismo provocó la rivalidad religiosa
entre comunidades a ambos lados de los Pirineos cuando hacía poco que la
península Ibérica había sido invadida por los musulmanes. El adopcionismo fue
irradiando desde dos focos, la diócesis de Urgel y la ciudad de Toledo, y fue
un factor de desestabilización religiosa, pero fue derrotado por la Iglesia franca, verdadero
soporte del pontificado.
Con la “reforma gregoriana” en la segunda mitad
del siglo XI, que implicó la lucha contra los mismos vicios que siglos más tarde
combatirían Lutero y otros, consistió en la defensa de la libertad eclesiástica
frente a los poderes políticos laicos, derivando en una monarquía teocrática
que transformó la unidad de la
Iglesia en uniformidad (o lo pretendió), porque en realidad, la Iglesia de occidente fue,
hasta el siglo XI, una especie de federación de provincias eclesiásticas sobre
las que el papa tenía una mera autoridad nominal. En el siglo XIV, sin embargo,
el monje franciscano Guillermo de Ockam publicó una obra titulada “Sobre el
gobierno tiránico del papa”.
(Fuente: E. Mitre, "Herejías y comunidades nacionales en el medievo".
[1] Expresión utilizada en una epístola
por Giacomo de Vitry en 1216. “Fovea” es
una palabra latina que significa “trampa” o “pozo”.
[2]
Nacido en Tréveris a mediados del siglo IV, murió a finales de dicha centuria.
Obispo de Milán y teólogo.
[3] Nació
quizá en Tréveris a principios del s. V. Seglar en un principio, su labor se
desarrolló en el sudeste de la
Galia, pero se hizo sacerdote más tarde, falleciendo en
Marsella.
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