lunes, 18 de septiembre de 2017

Pagar impuestos por voluntad divina

Relieves de las puertas de Balawat


Gran verdad es que, a lo largo de la historia, el ser humano ha buscado la justificación de sus actos en función de sus objetivos, sin importar muchas veces la licitud de aquellos o de estos. En época del nuevo imperio asirio, el territorio se controló mediante dos formas, el sistema de vasallaje y la conversión de ciertos territorios en provincias. El imperio asirio permitió –como otros muchos- que los reyes nativos gobernasen sus territorios siempre que se aviniesen a cumplir ciertas condiciones: no participar en complots antiasirios y pagar anualmente los tributos impuestos. En caso de que alguna de estas dos condiciones no se cumpliese el territorio era gobernado desde Assur, convertido aquel en una provincia. Así por lo tanto durante el reinado de Salmanasar III (858-824 a. C.) y hasta que a mediados del siglo VIII se cambió en modelo por Tiglath-pileser III.

Las provincias como Harran[1], Guzana[2], Nasibina[3] o Rasappa[4], surgieron en territorio de los hurritas y en los estados arameos a lo largo del Éufrates y el norte de Mesopotamia. Estas provincias quedaron totalmente asirizadas. Los reinos que se encontraban más al norte del imperio asirio tenían una clara influencia hitita, caso de Karkemis, Gurgum, Milid, Kurmmuhi (los tres al este de Anatolia) y Unqi. Sobre ellos ejerció el poder el monarca asirio o el de los hurritas (Urartu), cuyo territorio osciló en torno al lago de Van.

Las ciudades fenicias Tiro y Sidón mostraron una neutralidad que, sin embargo, no las libró de los ataques asirios, y el mismo rey de Israel, Jehu (mediados del s. IX a. C.), se avino a pagar tributo. A cambio de ello, Salmanasar III les concedió una relativa independencia para ejercer el comercio en el Mediterráneo y tener factorías en el interior del continente, concretamente en Siria del norte, Cilicia[5] y en las proximidades del Éufrates. Con respecto a Babilonia, Salmanasar III y otros reyes asirios nunca manejaron con absoluta satisfacción aquel país. Los reyes asirios intentaron anexionarla por el reconocimiento de tratarse de una cultura superior y una religiosidad común. Un acuerdo con su monarca Marduk-zakir-sumi I (855-819 a. C.) llevó a Salmanasar III a intervenir en los asuntos internos de Babilonia. Pero la unidad deseada no se produjo, aunque el rey asirio sí pudo cobrar el tributo de las ciudades caldeas próximas al golfo Pérsico.

Los juramentos por parte de los reyes sometidos fueron considerados por los asirios como expresión de la voluntad divina; el castigo, en el caso de que un rey faltase al juramento, era la organización de una expedición punitiva, a partir de la cual la ira divina se colmaba. El impuesto llegaba a ser equivalente a un botín de guerra. Las inscripciones reales de la época de Salmanasar III están llenas de listas de entrega de productos como metales preciosos, personas cautivas y ganado, entre otros. Además, los reyes sometidos debían pagar el tributo anual, que representaba una dura carga para la población. El pago del tributo daba lugar a una solmene ceremonia en la ciudad de Assur, pero en época de Salmanasar III estas ceremonias no se representaron en monumento alguno.

Los reyes asirios recibían a los representantes de los reinos vasallos en una especie de audiencia ceremonial, como ha dejado patente un documento administrativo de los archivos de Nínive. En el documento se recogen los dones traducidos en oro y anillos de plata, pero durante el reinado de Salmanasar III las inscripciones oficiales no hacen referencia a la imposición de tasas especiales sobre transacciones comerciales. Sí en cambio durante el reinado de Tiglat-pileser III (744-727), quien tras derrotar a las ciudades de Sidón y Tiro les prohibió la exportación de cedros a Egipto y a las ciudades filisteas si no pagan un fuerte impuesto. Era la voluntad de los dioses…

(Fuente: Juan A. Pino Cano, "Política asiria de tributos durante el reinado de Salmanasar III", 2002.


[1] Hoy un yacimiento arqueológico al sudeste de la actual Turquía.
[2] Hoy Tell Halaf, yacimiento arqueológico al noreste de Siria.
[3] Al norte de Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates.
[4] Debe de ser Resafa, yacimiento arqueológico al norte de la actual Siria.
[5] Zona costera sureste de Anatolia.

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