domingo, 22 de octubre de 2017

La formación del pueblo griego



Es el título de una obra de A. Jardé[1] donde este autor señala que es desde el Egeo y Creta a partir de donde se extiende el progreso de Grecia. Los pobladores más primitivos de Grecia hablaban lenguas no indoeuropeas y los antiguos llamaron a estos pobladores, anteriores a los que reconocían como helenos, pelasgos, es decir, los que todavía no hablaban una lengua helénica. Estos pelasgos fueron influidos por los egeo-cretenses y a finales del siglo XV a. de C. aparecen nuevos pueblos que prolongan su influencia durante toda la segunda mitad del segundo milenio: son los que las fuentes egipcias llaman “pueblos del mar”, los cuales serían los antepasados de los pueblos clásicos de Grecia y Asia Menor, los cuales sí empleaban lenguas indoeuropeas.

Podemos llamar a uno de estos pueblos, aqueos, cuyas migraciones son cercanas en el tiempo al 2000 a. de C. y posteriores, mientras que las de los dorios en torno a 1200, uno de esos pueblos del mar. Los aqueos habrían llegado a Creta y arrasado con los palacios existentes, haciéndose navegantes en contacto con el Egeo y los dorios son los que introducen la metalurgia del hierro en Grecia. Lo movimientos de población que en el siglo X a. C. se agitan en el Egeo desembocaron en la formación de la Grecia asiática. La oposición de una raza doria y de una raza jónica no ha sido la causa, sino la consecuencia, de la guerra del Peloponeso y, de hecho, los espartanos y atenienses no tenían ninguna diferencia específica; las dos ciudades (Esparta y Atenas) debieron distinguirse muy poco una de otra en el siglo VIII y, en el VI, Esparta no estaba todavía aislada del mundo griego. El espíritu dorio, conservador, militar y aristocrático era el de toda la Grecia arcaica; la diferencia se hizo poco a poco con el desenvolvimiento histórico.

Allí donde cesa la mutua penetración de la tierra y el mar, allí acaba la verdadera Grecia, pudiendo dar como frontera aproximada de la Grecia antigua el límite que trazó para la Grecia moderna el acuerdo de 1881. El Epiro, que está más al norte, no constituía para de ella por lo menos en época clásica. Sobre los elementos griegos se extendió una espesa capa ilírica y solo en el siglo III a. C. entrará Epiro entre los estados griegos. Acarnania y Etolia, al sur del Epiro, no estaban mucho más helenizadas, su población era griega e ilírica, comenzando aquí las influencias griegas con el comercio de Corinto.

Antiguamente, en Tesalia la población era de pastores, probablemente pelasgos, pero ya se encuentran aqueos a mediados del segundo milenio; en época clásica es un país griego de cultura, pero geográficamente diferente, siendo célebre su fertilidad cerealera y la importancia de sus caballos, que habría influido para la leyenda de la lucha entre centauros y lapitas.

Como en el caso de Esparta con los mesenios y otros pueblos sometidos, los tesalios sometieron a los que llamaron penestes, teniéndoles a medio camino entre la esclavitud y la libertad, encontrándose esta clase de siervos en los países ocupados por los dorios.

El Beocia, el régimen económico dominante fue el de la pequeña propiedad y su agricultura fue tan importante que en Tebas se prohibió el acceso a las magistraturas a los comerciantes. Allí llegaron las influencias micénicas, de lo que son muestras los palacios de Cadmea y de la isla de Gea, además de la tumba cuculiforme llamada tesoro de Minias. Los palacios-fortaleza de Cadmea se levantaron después de 1400, más parecidos a los castillos medievales que a los palacios abiertos de Creta[2].

Las ciudades griegas, aunque no formaron un estado unificado hasta el siglo IV a. C., solían federarse por regiones o con fines militares, religiosos (anfictionía) o económicos (moneda), dándose la excepción de Orcómeno que tenía moneda propia en la primera mitad del siglo VI a. C. La formación de “ligas” es conocida en Tesalia, Ática, Laconia…

En el espacio griego la montaña ocupa el 80% de todo el territorio y las islas una proporción mayor, teniendo en cuenta que son montañosas y muchos casos, consecuencia de volcanes, y de hecho el culto a Poseidón se localiza en las regiones con más sacudidas telúricas. Como en el caso de las penínsulas Itálica e Ibérica, la Grecia antigua tenía mucha más vegetación que ahora.

Es clásico atribuir la fragmentación política a una estructura geográfica fraccionada por las montañas, las penínsulas y el mar. En cuanto a la noción de frontera, no era la misma que en la actualidad; no existía una raya aduanera y la ciudad solo tenía jurisdicción sobre los ciudadanos; donde terminaban las tierras de estos, allí terminaba el territorio de una polis cuando estas se llegaron a formar superando la primitiva organización en genos. Las guerras no solían comenzar como consecuencia violaciones fronterizas, sino por actos de pillaje como robo de ganado o hurto de cosechas.

Aquellos antiguos griegos contaron con riquezas más allá de la agricultura, la ganadería y los bosques: el mármol del Pentélico (a 16 km. de Atenas), las canteras de Kara (a 6 km. de Atenas), Naxos y Paros y los mármoles de Ática explotados sobre todo a partir del siglo V a. C. El cobre se explotó en Eubea, el bronce en Calcis, el hierro en Laconia, Beocia, Eubea y las Cícladas; la plata en Thasos y Siphnos, Laurión desde fines del siglo VI y en Maronea desde 483 a. C. El oro en Thasos, Macedonia y Tracia. Pero la agricultura fue siempre la ocupación principal y la más importante fuente de riqueza, pero a medida que disminuyó el bosque la ganadería perdió importancia.

Las tierras cultivables no superaban el 25 o el 30% del total, siendo los cereales, los frutales, la vid y e olivo los productos fundamentales, pero como de algunos cereales, por ejemplo Atenas, era deficitaria, orientó su política exterior hacia los países productores: Egipto, Sicilia (con dificultades por la oposición de Corinto) y el Ponto Euxino. La densidad de población se ha calculado para algunas regiones: Mesenia, menos de 40 h/km2 en el siglo V y otro tanto Laconia, mientras que Ática 90 h/km2. La dependencia alimentaria de toda Grecia respecto del extranjero, habría condicionado su expansión comercial por el Mediterráneo y el mar Negro.


[1] “La formación del pueblo griego”, Unión tipográfica editorial hispano americana, México, 1960.

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