lunes, 16 de octubre de 2017

Protestantes en Galicia



La población de Galicia era, en el siglo XIX, religiosa, pero desconocedora de la Biblia, y esto se puede decir del resto de España. Esa religiosidad no impidió que hubiese litigios frecuentes entre los feligreses y los curas, fundamentalmente por los derechos de estola y las oblatas que estos reclaman, y estos litigios llegaban en ocasiones a los juzgados, cobrando más relevancia por cuanto, a finales del siglo citado, Galicia contaba con el más elevado índice de sacerdotes por habitantes (412). Aquellos se encontraban mal distribuidos, pues el 80% del clero estaba en ciudades y villas grandes[1]. Este clero tenía, en su mayoría, una formación mínima (tres años de latinidad, un año de filosofía y dos de teología) y los estudios bíblicos solo se abordaban en los últimos años, no llegando todos a ellos.

En la época estudiada había colonias de ingleses en Vigo, A Coruña y Ferrol, siendo sus actividades el comercio exterior, la industria naval, el ferrocarril y el transporte marítimo, intensificándose el servicio de buques entre los puertos de Carril, Vigo y A Coruña con los del sur de Inglaterra. Había vicecónsules ingleses en Ribadeo, Viveiro, O Barqueiro, Ferrol, Fontán, Laxe, Camariñas, Corcubión, Muros, Vilagarcía, Carril, Pontevedra, Vigo y Marín, lo cual explica el interés por el comercio con Galicia. A ello se unió que fueron regresando gallegos que se encontraban en la emigración, algunos ya convertidos al protestantismo.

Pero el protestantismo español del siglo XIX no está relacionado con el del XVI, más bien se trata de una pluralidad de derivaciones de lo que fue la gran reforma religiosa. Las Asambleas de Hermanos que llegan a Galicia procedían de Irlanda y de Inglaterra, más bien abiertas como las de J. Müller y R. Chapman, e incluso llegan a lugares de difícil acceso aunque empiecen por la costa; se trata de fundamentalistas en la interpretación de la Biblia, como el testimonio evangélico sostenido en solitario, durante los años 1823 y 1827 por el profesor de matemáticas del Instituto, Don Pedro Casarrubios Mardcos, antes de que, en 1837 visitase Galicia George Borrow y en 1863 el Gobernador Civil de A Coruña constatase que el protestantismo afectaba “a la moral” de los españoles. En el mismo año el cardenal García Cuesta señaló que ningún escrito religioso puedía circular sin la licencia de la autoridad eclesiástica, pero lo cierto es que libros publicados fuera de España se introducen como “contrabando”, según el citado cardenal, el cual se pronuncia también contra las predicaciones protestantes, que se habían dado antes en Barcelona, Sevilla, Málaga, Madrid y Valladolid. Se señala a dichos libros como “contra la religión cristiana” y el Capital General del Departamento Marítimo de Ferrol, en 1868, habla de “libros y folletos contra la religión y moral cristiana”.

Desde 1878 ya abundan los colportores (vendedores de Biblias) de origen escocés, sobresaliendo Severo Millos en Vigo, que fueron denunciados por el diputado provincial Antonio López de Neira, que tropezaron con la dificultad de las altas tasas de analfabetismo, pero la ciudad de Pontevedra fue una de las principales de Galicia y cuando en 1889 dos predicadores evangélicos inician su actividad, el Gobernador les advierte de que los cánticos y predicaciones no se debían oír en la calle, habiéndose establecido ya un cementerio municipal para católicos y otro, al lado, para disidentes. Cuando T. Blamire y su esposa abandonaron Pontevedra en 1882 para trasladarse a Marín, el vecindario llevaba ya dos años enfrentado con el cura.

La oposición católica al culto protestante pronto se hizo notar, como se puede ver en el “Diario de Galicia” del año 1895, siendo por lo menos en A Coruña, la mayor parte de los protestantes, de clase obrera aunque muchos de ellos tendrían que emigrar, otros perdieron su trabajo tras ser bautizados en la fe protestante, persecución que fue dirigida por los curas y obispos: el de Tui, Valero, señaló en 1878 que “nada hay menos moral y evangélico que sus falsas doctrinas”. No obstante, el Ayuntamiento de Vigo había concedido permiso al Vicecónsul de Inglaterra para el cierre de un terreno de 1.372 m2, al lado del cementerio católico de Picacho, para dedicarlo a cementerio protestante, lo que no implicó la propiedad del terreno, que siguió siendo pública.

De todo ello poco ha quedado, dada la secularización creciente de la sociedad, y así como la población tiende a prácticas religiosas más relajadas y distantes, los protestantes, en sus diversas ramas, también han ido escaseando, aunque aún quedan algunos testimonios en villas y ciudades de Galicia, de las que Marín y Pontevedra son algunos ejemplos.


[1] Benito González Raposo, “O protestantismo en Galicia”, Xerais, 2000 (el presente artículo está basado en dicha obra).

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