"Taula de canvi" catalana (http://bottup.com/la-taula-de-canvi/ |
A lo largo del siglo XIV se han señalado las
siguientes fases críticas por malas cosechas: 1331-33, 1343-46, 1367-69,
1376-77 y 1399-1400. La libre circulación de los productos alimenticios por
toda la Corona
de Castilla fue una de las primeras medidas tendentes a paliar los efectos de
la carestía de alimentos, pero también hubo intervencionismo estatal: la crisis
agraria de 1343-46 obligó a Alfonso XI (Cortes de Burgos en 1345) a prohibir
temporalmente la exportación de vino y carne. De los años 1376-77 constan
nuevas prohibiciones ante la carestía de alimentos, acentuada por la
inseguridad climática y la falta de mano de obra. La crisis agraria continuó
hasta 1425 en todos los reinos hispánicos siendo los rendimientos bajos y
coexistiendo dos tipos de propiedad territorial, la grande en manos de los
nobles, iglesias, monasterios y órdenes militares (en La Mancha, Extremadura y
Andalucía) y la pequeña propiedad.
La mejora de la calidad de las lanas
conseguidas a comienzos del siglo XIV (mediante el cruce de las ovejas churras
con corderos merinos traídos del norte de África) facilitó la expansión de este
comercio, constatándose que, desde finales del siglo XIII, en la Corona de Castilla se
dictaron normas proteccionistas que prohibieron la exportación de muchos
productos para garantizar el abastecimiento interior y el aprovisionamiento de
caballos ante las necesidades bélicas. A partir de la segunda mitad del siglo
XIV, y muy en especial a lo largo del XV, la extraordinaria expansión comercial
de Castilla descansó en la exportación de materias primas: lana, hierro y
productos agropecuarios (miel, frutos secos, arroz, aceite, limones, cueros,
cera y vinos). Desde este siglo también se exportó azúcar de caña producido en
Canarias, además de pescado, sustancias tintóreas y mercurio.
La política comercial de los monarcas
castellanos durante la Baja Edad
Media favoreció a los marinos cántabros y vascos, y determinó, en buena parte, la
política exterior de Castilla durante la guerra de “los cien años”. A los
mercaderes extranjeros que deseaban cargar mercaderías en Bilbao se les obligó
a transportarlas en barcos vizcaínos (1397) y también se prohibió que las
mercancías de otros países reexportadas desde Castilla viajaran en naves
extranjeras (1398), favoreciéndose así el desarrollo de la marina mercante
castellana. Burgos se convirtió, desde mediados del siglo XIII, en el gran
centro de distribución de las mercancías que se exportaban e importaban, siendo
un pequeño número de familias burgalesas las que monopolizaron este comercio.
En Sevilla y otras ciudades andaluzas, grandes compañías mercantiles
extranjeras, sobre todo genovesas, se quedaron con la mayor parte de las
ganancias comerciales.
Una de las aduanas de Castilla estaba en
Vitoria, en la ruta Burgos-Cantábrico, y en la que recorre el Ebro hacia
Navarra y Aragón. A través de Burgos, Valladolid, Medina del Campo, Toledo,
Córdoba y Sevilla, se unían los puertos cántabros y andaluces.
El comercio exterior catalán fue importante
desde el siglo XIII, renovado con la conquista y repoblación de Valencia y
Mallorca. La marina mercante y el comercio se vieron favorecidos por la
estabilidad monetaria del dinero barcelonés y, desde 1370, del florín de oro.
Hacia 1380, el hundimiento de la banca privada, la intervención creciente del
poder político y la aparición del proteccionismo, coincidieron con una época de
contracción económica que el comercio a larga distancia con el Mediterráneo
oriental o con el mar del Norte, no lograron evitar. Los grandes centros
comerciales de la Corona
de Aragón fueron Barcelona, Palma y Valencia, mientras que Cataluña exportaba
cereales, paños, papel, arroz, frutos secos, aceite, miel, azafrán, coral
trabajado, instrumentos metálicos y armas; comprando cereales en el Languedoc o
en Sicilia y exportándolos a Málaga (reino de Granada) a donde llegaba
igualmente la sal del delta del Ebro.
A mediados del siglo XIV la ruta
Valencia-Almería (reino de Granada) y la de Palma al norte de África
aparecieron muy activas, existiendo colonias de mercaderes catalanes,
valencianos y mallorquines en Almería, Granada y Málaga, con sus cónsules y
factores, siendo uno de los objetivos la obtención de esclavos mediante la
práctica de la piratería. En Barcelona se compiló el “Libre del Consolat de
Mar” en el siglo XIV, siendo practicada la banca por judíos y lombardos. A
principios del siglo XV se crearon en la Corona de Aragón las primeras “taulas de Calvi”
(bancos públicos municipales y cajas de depósito para cofradías y
particulares), siendo el primer banco de crédito público el de Barcelona
(1401), siguiéndole los de Valencia y Palma, que a mediados del siglo XV
operaron también en Castilla.
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