domingo, 15 de octubre de 2017

Libertad económica y proteccionismo en Castilla y Aragón



"Taula de canvi" catalana (http://bottup.com/la-taula-de-canvi/

A lo largo del siglo XIV se han señalado las siguientes fases críticas por malas cosechas: 1331-33, 1343-46, 1367-69, 1376-77 y 1399-1400. La libre circulación de los productos alimenticios por toda la Corona de Castilla fue una de las primeras medidas tendentes a paliar los efectos de la carestía de alimentos, pero también hubo intervencionismo estatal: la crisis agraria de 1343-46 obligó a Alfonso XI (Cortes de Burgos en 1345) a prohibir temporalmente la exportación de vino y carne. De los años 1376-77 constan nuevas prohibiciones ante la carestía de alimentos, acentuada por la inseguridad climática y la falta de mano de obra. La crisis agraria continuó hasta 1425 en todos los reinos hispánicos siendo los rendimientos bajos y coexistiendo dos tipos de propiedad territorial, la grande en manos de los nobles, iglesias, monasterios y órdenes militares (en La Mancha, Extremadura y Andalucía) y la pequeña propiedad.

La mejora de la calidad de las lanas conseguidas a comienzos del siglo XIV (mediante el cruce de las ovejas churras con corderos merinos traídos del norte de África) facilitó la expansión de este comercio, constatándose que, desde finales del siglo XIII, en la Corona de Castilla se dictaron normas proteccionistas que prohibieron la exportación de muchos productos para garantizar el abastecimiento interior y el aprovisionamiento de caballos ante las necesidades bélicas. A partir de la segunda mitad del siglo XIV, y muy en especial a lo largo del XV, la extraordinaria expansión comercial de Castilla descansó en la exportación de materias primas: lana, hierro y productos agropecuarios (miel, frutos secos, arroz, aceite, limones, cueros, cera y vinos). Desde este siglo también se exportó azúcar de caña producido en Canarias, además de pescado, sustancias tintóreas y mercurio.

La política comercial de los monarcas castellanos durante la Baja Edad Media favoreció a los marinos cántabros y vascos, y determinó, en buena parte, la política exterior de Castilla durante la guerra de “los cien años”. A los mercaderes extranjeros que deseaban cargar mercaderías en Bilbao se les obligó a transportarlas en barcos vizcaínos (1397) y también se prohibió que las mercancías de otros países reexportadas desde Castilla viajaran en naves extranjeras (1398), favoreciéndose así el desarrollo de la marina mercante castellana. Burgos se convirtió, desde mediados del siglo XIII, en el gran centro de distribución de las mercancías que se exportaban e importaban, siendo un pequeño número de familias burgalesas las que monopolizaron este comercio. En Sevilla y otras ciudades andaluzas, grandes compañías mercantiles extranjeras, sobre todo genovesas, se quedaron con la mayor parte de las ganancias comerciales.

Una de las aduanas de Castilla estaba en Vitoria, en la ruta Burgos-Cantábrico, y en la que recorre el Ebro hacia Navarra y Aragón. A través de Burgos, Valladolid, Medina del Campo, Toledo, Córdoba y Sevilla, se unían los puertos cántabros y andaluces.

El comercio exterior catalán fue importante desde el siglo XIII, renovado con la conquista y repoblación de Valencia y Mallorca. La marina mercante y el comercio se vieron favorecidos por la estabilidad monetaria del dinero barcelonés y, desde 1370, del florín de oro. Hacia 1380, el hundimiento de la banca privada, la intervención creciente del poder político y la aparición del proteccionismo, coincidieron con una época de contracción económica que el comercio a larga distancia con el Mediterráneo oriental o con el mar del Norte, no lograron evitar. Los grandes centros comerciales de la Corona de Aragón fueron Barcelona, Palma y Valencia, mientras que Cataluña exportaba cereales, paños, papel, arroz, frutos secos, aceite, miel, azafrán, coral trabajado, instrumentos metálicos y armas; comprando cereales en el Languedoc o en Sicilia y exportándolos a Málaga (reino de Granada) a donde llegaba igualmente la sal del delta del Ebro.

A mediados del siglo XIV la ruta Valencia-Almería (reino de Granada) y la de Palma al norte de África aparecieron muy activas, existiendo colonias de mercaderes catalanes, valencianos y mallorquines en Almería, Granada y Málaga, con sus cónsules y factores, siendo uno de los objetivos la obtención de esclavos mediante la práctica de la piratería. En Barcelona se compiló el “Libre del Consolat de Mar” en el siglo XIV, siendo practicada la banca por judíos y lombardos. A principios del siglo XV se crearon en la Corona de Aragón las primeras “taulas de Calvi” (bancos públicos municipales y cajas de depósito para cofradías y particulares), siendo el primer banco de crédito público el de Barcelona (1401), siguiéndole los de Valencia y Palma, que a mediados del siglo XV operaron también en Castilla.

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