Un rincón de la antigua Ribadavia |
Samuel Eiján fue un fraile franciscano y
sacerdote que nació en 1876 (Leiro, Ourense) y murió en 1945 (Santiago de
Compostela). De formación extraordinaria, cultivó el periodismo y varios
géneros literarios, además de ser el autor de “Historia de Ribadavia y sus
alrededores”, obra (1920) completada más tarde; su investigación abarca los
siglos XVIII y XIX, pero también aporta algunos datos de épocas anteriores.
En dicha obra nos informa de los colegios y
escuelas de la villa orensana, las guerras de España contra Inglaterra y contra
la Francia
napoleónica, sobre la obra de varios monasterios de Galicia, algunos miembros
de la nobleza, la producción y exportación de vino del Ribeiro, la emigración
de gallegos a Portugal, Castilla y Andalucía, catástrofes sufridas por los
ribadavienses y las comarcas vecinas, hambrunas, el carlismo gallego, obras de
infraestructura, la actividad corsaria de la época y otros asuntos. Su obra es
el resultado de una erudición extraordinaria, aportando muchas informaciones de
otros autores, que Eiján comenta o rectifica; claramente conservador, incluso
partidario del antiguo régimen a pesar de haber vivido entre los siglos XIX y
XX, su “Historia” no es una obra que siga el método científico de los modernos
historiadores, pero tiene un gran valor.
En el siglo XVIII había un Colegio de Artes de
los franciscanos de Ribadavia que daba escuela, gratuitamente, a los niños,
pero quizá su fundación se remonte a una época anterior. Más tarde, Rodríguez
Araujo estableció una Obra Pía para estudios mayores y dote de doncellas, pero
solo con destino para su parentela. Don Manuel Baquero, por su parte, por
testamento de 1721, estableció una fundación de enseñanza de niños (se trató de
la dotación de un maestro de primeras letras) y ya en 1844 esta escuela se
instaló en el Palacio de los Condes, poco antes de que se crease una escuela de
niñas que –como la de niños- se situó en el convento de Santo Domingo,
dotándola el Ayuntamiento de un maestro auxiliar[1].
Pero no solo en la capitalidad municipal: en
Valongo, durante el segundo tercio del siglo XVIII, había una escuela fundada a
expensas del obispo de Popayán (luego arzobispo de Santa Fe), Fray Diego Fermín
de Vergara, agustino. Este debía de ser orensano, pues de su linaje habla el
“Boletín de la Comisión
de Monumentos de Orense”[2].
En Riobó, parroquia de Osmo, existía en 1784 otra escuela fundada por Don
Bernardino de Prado Ulloa Piñeiro, canónigo de Santiago, y en 1832 una escuela
en San Clodio con 71 alumnos; otra en Lebosende con 60, y una cátedra de
latinidad en el mismo lugar con 27 alumnos, costeadas todas ellas por las
familias de los educandos.
En cuanto a las dificultades para la
exportación de vino del Ribeiro, el autor encuentra una de las causas en la
guerra contra Inglaterra y Portugal de 1761, aunque no cesaron los envíos a
León, Asturias, Vizcaya y Flandes. Eiján da cuenta de otras regiones vinícolas
de Galicia, como Valdeorras, Quiroga, Falcoeira, Riquian, el Valle de
Monterrei, Amandi, Aigueyra y las márgenes del río Bibei, el Salnés y las
Mariñas. En 1790 hubo en toda Galicia una gran escasez de vino (cada vez que
esto ocurría seguía una fuerte corriente migratoria), siendo este uno de los
principales productos a principios del siglo XIX según Lucas Labrada, además de
las castañas y el trigo.
También habla de la alianza con Francia para
luchar contra Inglaterra con motivo de la independencia de sus colonias en
Norteamérica, produciéndose gravámenes, bagajes, alojamientos y postas. Esta
guerra implicó tener que defender los puertos gallegos y los vecinos de
Ribadavia tuvieron que aportar caballos y carros al ejército para defender
Baiona. Y más tarde fue la lucha contra la invasión napoleónica lo que movilizó
a los ribadavienses: el obispo de Ourense, Quevedo y Quintano, hizo varias
“cartas pastorales” llamando a la lucha contra los franceses en 1808, e igual
el obispo de Tui, Juan García Benito; ambos obispos fueron agregados a la Junta soberana de Galicia[3].
El monasterio de San Clodio contribuyó económicamente (4.420 reales) a la lucha
contra los franceses, teniendo un representante en la Junta Nacional de Ourense, y
otros monasterios también contribuyeron: el de Melón con 42.000 reales, el de
Oseira con 49.000 y los franciscanos de Ribadavia con 9.463 reales.
El 20 de enero de 1909 una parte del ejército
de Ney ocupó la ciudad de Ourense y el 30 se presentó en la villa de Ribadavia
el Batallón de Volteadores, después de haber sufrido una descarga de los
paisanos al paso de las barcas del Miño. Un franciscano se destacó defendiendo
Creciente (Fray Manuel Fernández) y se nombró al predicador del monasterio de
Melón, Fray Francisco Carrascón, para que comandase las partidas de
guerrilleros que se formaron en la zona, y también el abad de Couto dirigió una
guerrilla.
Los monasterios de Melón, San Clodio y Oseira
participaron con medios económicos en la lucha contra la Francia revolucionaria,
siendo el de Melón rico en la época, pues ya durante el reinado de Felipe V
(1712) se le concedió a perpetuidad la posesión del coto y bienes de
Faramontaos. Cuando llegaron las desamortizaciones, en 1836 el monasterio de
Celanova tenía bienes en Arnoia, Refoxos y Louredo; el de Oseira en San Paio y
Partovía; el de Melón en Rubillón, La
Reza, Gironda, San Cristóbal y Oteiro; el de San Clodio en Esbedelo,
Granxas de Gomariz, Cuñas y Esposende, además de los prioratos de la Grova, Bóveda de Amoeiro y
Vieite.
Al calor de la política desamortizadora, en
1841 el Ayuntamiento de Leiro reclamó la casa prioral de la Groba, dependiente del
monasterio de San Clodio, como casa consistorial y escuela de la parroquia de
Lebosende, además de solicitar la instalación de otra escuela de primeras
letras en San Clodio, para lo cual fue concedida al Ayuntamiento la parte del
monasterio que los monjes habían tenido destinada a botica.
Los vecinos de Ribadavia, como otros de
Galicia, emigraban temporalmente en épocas de siega a Castilla, de lo que hay
testimonio por parte del obispo de Tui en 1706: “que en los reinos de Andalucía
y Castilla han muerto muchas personas de esta feligresía (Carballeda de Avia),
así solteras como casadas”. La causa de estas migraciones eran las
“exorbitantes rentas” que estaban obligados a pagar los campesinos, lo que
llevaba a muchos al vecino reino de Portugal. Cuando en 1768 se dé en Galicia
una gran escasez de alimentos, el hambre llevó a la tumba a mucha gente, “y en
este año [1769] hubo poco centeno y trigo y lo mismo vino; pero húbola
[cosecha] buena de maíz”. El obispo de Tui, Castañón, llegó a prohibir los
banquetes en romerías y fiestas por “el hambre que experimenta este Reino de
Galicia, en donde no se cogió la octava parte de lo regular”.
Un gran temporal en el mes de abril de 1793
provocó que ardiese el convento de San Francisco en Tui, y antes, las nevadas
dificultaron el trabajo de los agricultores y ganaderos: el 3 de enero de 1757
amaneció todo el Ribeiro cubierto de nieve, “la que no permitió que la
gente y ganados saliesen de sus casas por espacio de tres días". Otra nevada en
1767 y otra en 1778, esta durante seis días, pero la más duradera se dio el 19
de enero del último año citado en el Faro y Franqueira, además de en otras
partes.
Especial atención presta Eiján a los judíos de
Ribadavia, acusándoles de crímenes “bien notorios”, remontándose a los primeros
tiempos del establecimiento de la Inquisición, una de cuyas víctimas fue el
judaizante bachiller Jerónimo Rodríguez, abogado de Ribadavia en 1595. Mucho
después dedica alguna atención a la existencia de la masonería en la villa, de
mano de Don Cesáreo Rivera…
Moreri Mivavell[4]
señala para 1753 más de 700 vecinos en Ribadavia, y La Croix, pocos años después,
dos mil personas[5]. En 1797 Lucas Labrada
señala 5.169 vecinos con todo el partido (Riadavia, Arnoia, Mereus, San Clodio,
Castrelo, Beade, Vega, Carballeda, Gomariz, Puga, Vide, Sabucedo, Astariz,
Feanes, Prado, Troncoso, Festosa, Tellermá, Abión, Melón y Rubillón).
La obra de Eiján es de gran valor porque aunque
a veces peque de inconexión, aporta una enorme cantidad de datos, fuentes
(sobre todo indirectas) y personajes con sus hechos, vicios y virtudes. Un
curioso episodio es el del párroco Don Facundo Hermida, natural de Leiro, que
con motivo de un robo de alhajas de plata, hecho en la iglesia de Bama, el
párroco se encaminó con otras personas en persecución de los ladrones hasta dar
con ellos a varias leguas de distancia del pueblo. Conduciéndolos a Santiago,
la condena fue la siguiente: para cuatro de ellos “a que de la cárcel donde se
hallan sean sacados en bestias de alvarda atados de pies y manos, con soga de
esparto al cuello, y con voz de pregonero delante que manifieste sus delitos, y
en esta forma sean llevados por las calles acostumbradas al Campo de la horca,
en la que sean suspendidos, hasta que naturalmente mueran…”. La ejecución de
los reos tuvo lugar en 1753.
[1] Véase la “Memoria del
estado de la Instrucción
pública en el distrito universitario de Santiago para el curso 1859-1860”.
[2] José Santiago Crespo Pozo.
[3] “Los guerrilleros de 1808” (varios tomos).
[4] “Gran Diccionario
Histórico” (varios tomos)
[5] “Geografía Moderna” (contiene errores que Eiján
denuncia).
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