sábado, 14 de octubre de 2017

Paganismo y cristianismo


Dibujo del palacio de Spalato (actual Split, Croacia)

Según F. G. Maier, los creadores de las nuevas formas de vida en el Imperio romano fueron Diocleciano y Constantino, en el caso de este último por su decisión sobre el cristianismo, que el autor citado considera revolucionaria. Diocleciano reorganizó el ejército y amplió las obligaciones civiles de los ciudadanos para con el Imperio, se preocupó de la organización provincial burocratizando la administración como nunca lo había estado antes. La construcción del palacio de Sapalato ha sido considerado por algunos autores como el símbolo de un cambio: se trata de una fortaleza donde reside el emperador una vez se produjo su abdicación, pero también los altos funcionarios, su personal subordinado y una guarnición militar. Parece haber sido concebido como las grandes fortalezas que luego se conocerán en la Edad Media, pero muchos de sus elementos son clásicos.

La “Notitia dignitatum” es una fuente del siglo V que nos sirve para conocer la organización del Estado romano: los funcionarios de la Administración central eran el “magíster officiorum”, que se encargaba de la supervisión de los cargos cortesanos, la administración y las relaciones diplomáticas; el “quaestor” era el secretario de estado y ministro de justicia; los ministros de finanzas, entre los que se encontraban el “comes sacrarum largitionum”, responsable del fisco y el “comes rerum privatarum”, encargado de los ingresos privados del emperador. Los funcionarios de la Administración regional eran  los “praefecti praetorio” (4) que actuaban como virreyes en Galias (con Hispania y Britania), Italia (con África y los Balcanes noroccidentales), Iliria (el resto de los Balcanes y el Danubio) y Oriente. Las diócesis fueron divisiones de las cuatro prefecturas administradas por vicarios. Por último estaban las provincias administradas por gobernadores provinciales, que podían ser “consularis”, “procónsul”, “corrector” o “pareces”. En los límites había “dux”. Roma y Constantinopla fueron administradas por separado bajo el control de un “vicarius” imperial y por los “praefecti urbi” senatoriales.

Las residencias de la tetrarquía fueron Tréveris, Milán, Aquileia, Sirmio, Sardica y Nicomedia, residiendo Diocleciano, por lo general, en esta última. Constantinopla tuvo, como Roma, senado, capitolio, distritos, pan gratuito para la plebe, un palacio imperial y edificios oficiales.

La reforma fiscal de Diocleciano creó por primera vez la posibilidad de calcular previamente los ingresos del fisco y elaborar con ello un presupuesto estatal. La “annona”, el capítulo principal en el siglo III, derramaba en especie a los propietarios de tierras. Las legiones fueron reducidas a un tercio de su capacidad numérica, mientras que las formaciones auxiliares bárbaras pasaron a jugar un papel cada vez más importante.

A principios del siglo IV el cristianismo era aún una de tantas religiones de salvación de origen oriental, pero la única exclusivista, que obligaba a rechazar el sacrificio a las divinidades oficiales, por lo que era considerada peligrosa. Constantino no aspiró a imponer la exclusividad del cristianismo frente a otras religiones, no elevó nunca a religión única y oficial del estado al cristianismo, pero con su conversión, al final de su vida, arrastró a otros. Es curioso el testimonio del obispo Gregorio de Nisa (382) que dice: “cuando voy a la tienda y pregunto cuánto tengo que pagar, me responden con un discurso filosófico sobre el hijo engendrado y no engendrado del padre…”. Es la época de los “padres de la Iglesia”: Ambrosio de Milán, Agustín de Hipona, Jerónimo, Basilio de Nisa, Gregorio Nacianceno, el citado Gregorio de Nisa y Anastasio de Alejandría. Los obispos eran las máximas autoridades eclesiásticas en cada distrito y eran elegidos por el pueblo (seguramente de forma irregular), y más tarde por el sínodo metropolitano; su autonomía era plena y a su autoridad docente y espiritual unía la jurídica.

En el siglo IV se formaron patriarcados a partir del concilio de Calcedonia (451), siendo sus sedes Alejandría, Antioquia, Constantinopla, Jerusalén y Roma, no poseyendo la autoridad dogmática nadie en particular, solo la asamblea de obispos, el sínodo, que podía congregar a los del ámbito metropolitano o a los de todo el patriarcado. El sínodo general o concilio ecuménico fue idea de Constantino y fue convocado y presidido por el emperador.

Al mismo tiempo surge el monacato con Antonio en Egipto (muerto en 356), Juan Casiano en Occidente (360-430), Benito de Nursia (480-547) y Casiodoro. Pero el mundo espiritual pagano y el cristianismo se hallaban íntimamente ligados, tanto en lo referente a las formas del culto y a las prácticas devotas como en la general creencia sobre la actuación de poderes invisibles en este mundo. Incienso, agua bendita y ornato de velas procedían del ceremonial de la Corte y de las festividades de los misterios; la virgen María, de la luna en relación con el culto a Isis; las navidades fueron fijadas en tiempos de Constantino por el aniversario del dios-sol el 25 de diciembre. El naciente culto de las reliquias, basado en la convicción de la acción mágica de su contacto, derivaba de concepciones paganas y las peregrinaciones tienen precursores y orígenes no cristianos (en el judaísmo).

En el primer cristianismo hubo varios teólogos que contrapusieron cristianismo y estado, como por ejemplo Tertuliano. Para Agustín de Hipona todo orden político era un orden perverso, de dominio del hombre sobre el hombre, y la cristianización de un orden basado en el poder no se veía como posible, pero lo cierto es que la relación entre política y religión (cristianismo) condicionó la política interior del Imperio y se fue imponiendo la idea de que el derecho de los emperadores a intervenir en temas religiosos y eclesiásticos procedía de que su autoridad era “divina”, aceptándose mayormente al emperador como cabeza de la Iglesia en Oriente que en Occidente.

El siglo IV es en el que los conceptos trinitarios se incorporan al catolicismo como consecuencia del debate con el arrianismo y la división de la Iglesia arranca ya de dicho siglo. Teodosio, por su parte, no se invistió ya del cargo de “pontifex maximus” y aquí comenzó la persecución del paganismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario