Los historiadores
españoles del siglo XIX pusieron calificativos a los reyes según alguna
característica que creían destacaba en ellos: craso, cruel o justiciero, santo,
impotente, ceremonioso, conquistador, etc. Pero en el caso de Alfonso X de
Castilla y León fue él mismo, en su obra Setenario,
el que se autotituló sabio. Su inteligencia –dice Carlos de Ayala Martínez- la
había recibido del mismo Dios, así como otros dones del Espíritu Santo; la
autoridad de éste rey era vicaria de la de Dios, aunque otros también lo
considerasen así aún no habiéndolo puesto por escrito en una obra como la
citada. Esta inteligencia superior a la del resto aparece también en la General Estoria, según F. Rico[i].
Fue en 1247 cuando el
papa Inocencio IV por primera vez autorizó la entrega de una porción de las
tercias diezmales a favor de la monarquía, justificándolo por la disposición
del rey a conquistar Sevilla y otras ciudades ocupadas por los sarracenos, en
éste caso Fernando III. Con anterioridad había sido la disposición al
intervencionismo de los reyes la que había provocado la incautación de estas
rentas, inmediatamente contestada por la Iglesia.
Dice el autor al que
sigo que el rey Alfonso X sometió forzosamente a la Iglesia a la autoridad
real, lo que en principio fue aceptado por los obispos. Las vicisitudes del
reinado, en dificultades crecientes, dio paso a la oposición episcopal.
El rey Alfonso X tuvo
un programa de actuación completo y coherente al menos durante la primera parte
de su reinado: el vicariato general estaba representado directamente en el rey,
de forma que los clérigos debian al mismo la obediencia que el resto de
sus súbditos, hasta el punto de que tal política –dice Ayala Martínez- podría ser envidiada por los
futuros regalistas del siglo XVIII.
Antes del reinado de
Alfonso X la Iglesia castellano-leonesa tenía una autonomía que perdió con el
rey citado, pero la política de éste tenía sus precedentes en el reinado de
Alfonso VIII de Castilla y luego con Fernando III de Castilla y León. Con
Alfonso X la praxis sustentada en la
idea legitimadora de la “reconquista” se convirtió en doctrina. Ya José Antonio
Maravall señaló que “el origen y carácter divino del poder real se afirma en
Castilla en la segunda mitad del siglo XIII, antes de que la idea aparezca en
los publicistas franceses en torno a Felipe el Bello” (finales del s.
XIII-principios del XIV). Adeline Rucquoi, por su parte, ha señalado la superioridad de Alfonso X si lo comparamos con el poder de otros reyes europeos de su tiempo (*).
Frente a esto la
Iglesia castellano-leonesa guardó un respetuoso silencio en líneas generales.
La mayoría de los obispos aceptaron la autoridad del rey, y esto forma parte de
la política eclesiástica de Alfonso X, la cual tuvo sus costes no obstante. Las
decisiones respecto a la Iglesia se adoptaron en Valladolid en 1255 (algunos
dudan de la existencia de esta reunión): sería un foro de reclamaciones
episcopales dirigidas al rey orquestadas por su hermano Sancho[ii].
En Valladolid el rey adoptó varias decisiones relativas a las iglesias
episcopales, una de ellas la aplicación de una normativa sobre cumplimiento del
pago de diezmos, estableciendo la relación entre la monarquía y la Iglesia y el
derecho de aquella a participar en los beneficios provenientes de las rentas
diezmales de ésta. En justa compensación el rey garantizaba los derechos de la
Iglesia, y de modo especial el cobro de diezmos, considerándolos instituidos por
Cristo.
Ayala Martínez hace
alusión a los documentos que se conservan de la reunión del rey con los obispos
en Valladolid, dirigidos a los concejos de los obispados de Santiago, León,
Astorga, Zamora, Salamanca y Badajoz, entre los del reino de León, y a los de
Sevilla, Burgos, Cuenca, Calahorra y Córdoba, entre los castellanos. Todos,
cristianos o gentiles, debían pagar el diezmo destinado a la provisión de
ornamentos y objetos litúrgicos para los templos, sostenimiento de obispos y
clérigos, ayuda a los pobres en tiempo de hambre y servicio a la monarquía en
caso de necesidad. La recolección del diezmo, de manera particular sobre pan,
vino y ganados, debía realizarse en condiciones de máxima seguridad por parte
de los recaudadores.
Otra de las decisiones
tomada por el rey el Valladolid (1255) es la relativa al ius spolii, consistente en que cuando se produjese el fallecimiento
de un obispo, todos sus bienes pasasen a la custodia del cabildo y de un
funcionario real sin que nadie pudiese tomar posesión de ellos hasta su
traspaso al nuevo obispo. Era una interesante forma de control sobre bienes y
obispos.
[i] Citado
por Carlos Ayala Martínez en “La política eclesiástica de Alfonso X. El rey y
sus obispos”. En este trabajo está basado el presente resumen.
(*) "El Rey Sabio: cultura y poder en la monarquía medieval castellana".
(*) "El Rey Sabio: cultura y poder en la monarquía medieval castellana".
[ii] Aún no
era arzobispo de Toledo en 1255.
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