Seoane-do-Courel-Ferreiros |
Fundición,
hornos primitivos y ferrerías hidráulicas son parte de la historia del noroeste
peninsular. Aprovechando el agua de un río, normalmente de pendiente acusada y
caudal regular, se han estudiado para el caso de el Bierzo sobre el río Selmo y
sus afluentes, el Lor en la actual provincia de Lugo y el río Porcia, conocido
como “río de las ferrerías” en el occidente asturiano, pero estos solo son algunos ejemplos[i].
Las ruedas
hidráulicas, que fueron conocidas ya en la antigüedad, se utilizaron para mover
las piedras de molino y los romanos las utilizaron luego para molinos
harineros, pero sería en la Edad Media cuando su uso se generalizó tanto en
molinos harineros como de papel, batanes y, al menos desde el siglo XI, en las
ferrerías, primero para mover los mazos y posteriormente los fuelles. Quizá por
esta razón –dice Balboa de Paz- González Tascón[ii]
denomina a esa época como la “edad del maquinismo hidráulico”, pues se supo
sacar un gran rendimiento al agua. Existen topónimos en el noroeste que son
referencias de este uso del agua (Molinaferrera, Ferramulín)[iii]
ya en el siglo XIII.
El horno es la
parte de la ferrería en la que el mineral de hierro es reducido por medio del
carbón vegetal; por tanto se trata del centro de la ferrería y su parte más
importante, pues en ella se hace el trabajo principal. Los hornos del
noroeste solían tener forma de un tronco de pirámide invertido, con tres
paredes verticales y una inclinada, y solía estar algo enterrado en el suelo de la
ferrería. Su altura no solía sobrepasar el medio metro, con una anchura cuyo
diámetro podría alcanzar los 85 cm., pero más estrecho en el fondo, en torno a
la mitad.
Así salía la
masa de hierro, que volvía a meterse en el horno sucesivamente para ablandarlo;
luego se sometía dicha masa al batido y tirage (estiramiento) en el mazo. Se
transformaba la masa de hierro en barras, planchas y otras formas. Las
herramientas que se usaban en las ferrerías eran varias, pero tenían la máxima
importancia las tenazas de diversos tipos y para diversas funciones (caldear, por
ejemplo). Era necesario tener una carbonera, normalmente a continuación de la
forja, dividida en dos partes: la mayor la ocupaba la carbonera propiamente
dicha donde se partía el carbón en pequeños trozos, que eran los que se
introducían en el horno; al lado estaba la adega
o bodega donde se guardaba el hierro dispuesto para la venta. En ocasiones
había un pequeño cuarto donde dormían o descansaban los trabajadores, lo que se
ha comprobado en Pombriego, León.
El hierro que
salía del horno de la ferrería debía ser forjado, proceso de conformación de
los metales por el que, aprovechando su ductilidad y maleabilidad y
sometiéndolos a esfuerzos violentos de compresión a determinada temperatura, se
modifica su estructura, se estiran, se hacen resistentes y se mejoran sus
cualidades. En las fraguas, también llamadas forjas o herrerías, se realizaba
la última operación sobre el hierro, el trabajo sobre piezas pequeñas para
elaborar utensilios domésticos (calderos, sartenes, ollas, tijeras, llaves),
aperos de labranza (rejas para arados, azadas, azadones, palas), herramientas
como cuchillos, navajas, hachas, hoces, guadañas, clavos, etc. También era el
lugar al que los campesinos llevaban a arreglar sus aperos cuando estos se
desgastaban: afilar utensilios de corte, etc.
En cuanto a la geografía, el agua y
el bosque condicionaron en gran manera la localización de las ferrerías, ya que
necesitaban un río o arroyo. La existencia de numerosos cursos fluviales jerarquizados
en torno a otros ríos mayores, fue un factor de primer orden en la construcción
de ferrerías y mazos, los cuales no se localizan en cursos de mayor caudal,
como los ríos Miño y Sil, sino en sus afluentes, de los que, por medio de un
canal, se extraía el agua que era conducida para accionar las ruedas.
Las ferrerías
y mazos del noroeste de España se localizan en las provincias de León, Lugo,
Ourense y Asturias, pero las encontramos en espacios más restringidos, pues
para el caso de León estamos hablando de el Bierzo, y otro tanto podríamos decir
de Ourense, donde están en la comarca de Valdeorras y, en menor medida, en la
del Bollo. En Asturias esta actividad tuvo una mayor extensión a lo largo de la
historia, pero agotados los bosques de la zona costera oriental antes del siglo
XIX, la mayoría de las ferrerías se situaron en el occidente (Oscos, Castropol,
Valdés) y en el curso del río Eo; también en las zonas del interior oriental
(Penamellera, Ponga, Onís, Amieva). Solo Lugo cuenta con ferrerías en muchas
comarcas, aunque la mayor parte se encuentran en O Caurel y en los valles del río Lóuzara (*) y de Quiroga, pero también en afluentes de los ríos
Miño, Eo, Navia y en la costa (Valle del Oro o Valadouro), en los ríos Asma,
Landro, Ourol y otros pequeños cursos de agua.
En Asturias
destacan, por su número, las 15 ferrerías de Castropol, seguidas de las 9 de
Valdés y las 6 de Tineo. En León las 25 del municipio de Ponferrada; en Lugo
las 20 de Monforte y en Ourense las 7 del Barco de Valdeorras. El estudio que
hace el autor al que sigo, en su tesis doctoral, da un total de 131 ferrerías.
En las
ferrerías se consumía, como fuente de energía, leña que proporcionaba el bosque
eurosiberiano del noroeste, pero las masas forestales fueron modificándose con
el paso del tiempo, por lo que los tipos de madera también son distintos en la
Edad Moderna y en el siglo XIX. La madera proporcionó carbón vegetal, pero como
se deduce de lo dicho hasta aquí, también se usó carbón mineral.
[i] José A.
Balboa de Paz, “La siderurgia tradicional en el noroeste de España (siglos
XVI-XIX)”. Este es el título de una tesis doctoral en la que se basa el
presente resumen.
[ii] Ignacio
González Tascón ha estudiado el patrimonio hidráulico de Andalucía, y fábricas
hidráulicas entre otros asuntos de su obra.
[iii] En el
suroeste de la provincia de León y en la sierra de O Courel (Lugo) en el límite
con la provincia de León, respectivamente.
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