Cabo Sunión (Wikipedia) |
¿Cómo vienes tan
temprano? preguntó Sócrates a Critón cuando acababa de romper el día. Sócrates
estaba en la cárcel y el alcaide había dejado pasar a Critón porque “es hombre
con quien llevo alguna relación; me ha visto aquí muchas veces, y me debe
algunas atenciones”. Pero como cuando llegó Critón a la celda de Sócrates, éste
estuviese dormido, preguntó si aquel llevaba allí mucho tiempo, a lo que Critón
contestó que sí. Y ¿cuál era la causa de que estando allí, no hubiese
despertado al filósofo?, a lo que Critón dijo que “ya me hubiera guardado de
hacerlo. Yo en tu lugar, temería que me despertaran, porque sería despertar el
sentimiento de infortunio”.
Critón es, además de un
personaje de Sócrates, el título de una obrita en la que dos personas dialogan,
compuesta por el filósofo al comienzo de su vida adulta. “En el largo rato que
estoy aquí –dice Critón- me he admirado verte dormir con un sueño tan tranquilo,
y no he querido despertarte, con intención, para que gozaras de tan bellos
momentos”, y continúa diciéndole que le admira la tranquilidad que demuestra
aún en la desgracia. Sócrates le dice que sería poco racional que un hombre a
su edad (recordemos que Sócrates es joven cuando escribe esto) temiese la
muerte, pero en fin, le pregunta a qué ha venido.
Critón quiere darle
cuenta de “una nueva terrible” que teme grandemente, pues llenará de dolor a
los parientes del filósofo, a sus amigos; “es la nueva más triste y más
aflictiva para mí”. ¿Cuál es? pregunta Sócrates. Pues que está pronto a llegar el
barco de Delos según dicen los que vinieron de Sunio[i]; y
siendo así, la vida de Sócrates corre grave peligro. Como Sócrates dijese que
sería la voluntad de los dioses y que además no creía que llegase en ese día el
buque, Critón le pregunta el por qué de esa conjetura, a lo que Sócrates
contesta que no debe morir hasta el día siguiente de la vuelta de ese buque. “El
buque no llegará hoy”, insiste, sino mañana, “como lo deduzco de un sueño que
he tenido esta noche, no hace un momento; y es una fortuna, a mi parecer, que
no me hayas despertado.
Critón le pidió que le
contase el sueño a lo que el filósofo dice que “me ha parecido ver cerca de mí
una mujer hermosa y bien formada, vestida de blanco, que me llamaba y me decía:
Sócrates: Dentro de tres días estarás en la fértil Phtia”[ii].
A Critón le pareció extraño el sueño e insistió a su amigo que por esa vez
siguiese sus consejos e intentase salvarse, pues no podía imaginarse verse
privado de su amistad, “de un amigo de cuya pérdida nadie podrá consolarme”,
además de que muchos pensarían que, pudiendo salvarlo, no se esforzó lo
suficiente para hacerlo. Critón era rico y con su dinero podía conseguir que
Sócrates fuese puesto en libertad, no pudiendo soportar adquirir la fama de
haber querido más al dinero que al amigo.
Sócrates le dice que no
hay que tener tan en cuenta la opinión del pueblo, sino solo la de las personas
más racionales, pero como estuviese en prisión precisamente por la mala fama
que el pueblo le hizo, insiste en salvarlo. “¿El no querer fugarte –dice Critón-
nace del temor que puedas tener de que no falte un delator que me denuncie a mí
y a tus demás amigos, acusándonos de haberte sustraído…?”, a lo que Sócrates
contesta afirmativamente, pero también que hay otras razones.
Los acusadores también
podrían ser comprados con dinero, y aún Critón cita a otros personajes que estarían
dispuestos a ponerlo si Sócrates no quisiese aceptar el suyo. En cuanto a dónde
ir, le dice, en cualquier parte del mundo sería bien recibido: ya sea Thesalia
o cualquier otro lugar. Además ¿qué será de los hijos del filósofo si éste los
abandona? Sería mejor no tener hijos, dice Critón. “Mi querido Critón” dice
Socrates, “tu solicitud es muy laudable, si es que concuerda con la justicia;
pero por lo contrario, si se aleja de ella, cuanto más grande es, se hace más
reprensible”.
La obra entra en una
conversación en la que cada vez es más insistente la propuesta de Critón para
salvar al amigo y la resistencia del filósofo para permanecer en prisión:
aunque la fortuna le fuese adversa, no podría dejar las máximas que siempre ha
tenido por suyas, pues ante las opiniones de los hombres, las hay que son
dignas de la más alta estimación, pero otras no merecen atención alguna.
Sócrates argumenta que cualquiera ha de comer y beber según dicen los maestros,
no dejarse dirigir por el capricho de todos los demás, con lo que Critón está
de acuerdo. De la misma forma lo justo y lo injusto, lo honesto y lo
deshonesto, lo bueno y lo malo, deben considerarse no según la mayoría, sino
según los sabios. Por lo tanto “no debemos curarnos de lo que dirá el pueblo,
sino solo de lo que dirá aquel que conoce lo justo y lo injusto”.
Entra luego Sócrates a
considerar si hay justicia o injusticia en que él salga de la cárcel, pues no
es lícito hacer injusticias cuando interesa y predicar la justicia en otras
ocasiones. Partiendo de la base de que nunca se deben cometer injusticias, ya
que toda injusticia es vergonzosa y funesta, tampoco se deben cometer
injusticias contra los que nos las hacen; o también, no es justo volver el mal
por el mal, como lo quiere el pueblo, pues esto es injusto. Estos razonamientos
iban seguidos de preguntas a Critón a las que él contestaba diciendo que estaba
de acuerdo.
Siguió entonces
Sócrates diciendo que “saliendo de aquí sin el consentimiento de los atenienses
haremos mal a alguno y a los mismos que no lo merecen”, a lo que Critón dijo no
tener respuesta. Por eso Sócrates explicó que si “en el momento de la
huida… o de nuestra salida, si la ley y la república misma se presentasen
delante de nosotros y nos dijesen: Sócrates, ¿qué vas a hacer?... ¿qué
podríamos responder? porque nuestra huoda sería una infracción de la ley, que
ordena que los fallos dados sean cumplidos y ejecutados. Y como los argumentos
de Sócrates siguieron por este camino, Critón terminó: “nada tengo que decir”.
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