miércoles, 24 de junio de 2020

El hallazgo de la campesina

Paisaje de Amarna (fotografía tomada del diario ABC)

Cuenta Cline[i] que el rey egipcio Amenofis III[ii] fue consciente de la necesidad de establecer relaciones con potencias extranjeras, sobre todo con los monarcas de tierras de importancia diplomática o comercial. Acordó tratados con muchos de estos reyes y consolidó los acuerdos celebrando bodas con varias de sus hijas. Así lo atestigua la correspondencia que mantuvo con esos reyes, conservada en un archivo de inscripciones sobre tablillas de arcilla, descubierto en 1887.

Generalmente se acepta que el descubrimiento de éste archivo fue hecho por una campesina mientras recogía yesca o tierra fértil en la moderna Tell el-Amarna, donde se encuentran las ruinas de la ciudad en otro tiempo llamada Ajenatón (que significa “horizonte del disco solar”). Amenofis IV, el hijo hereje de Amenofis III, más conocido como Ajenatón, había edificado a mediados del siglo XIV una nueva capital.

Ajenatón sucedió a Amenofis III pero probalemente –dice Cline- primero gobernó durante varios años con su padre, hasta que éste falleció. Al poco de asumir el poder en solitario, Ajenatón puso en marcha lo que hoy se conoce como la “revolución de Amarna”. Clausuró los templos que pertenecían a Re, Amón y otras deidades principales, se adueñó de sus tesoros ingentes y se reservó un poder inigualable como jefe religioso, militar y gubernamental. Condenó el culto a cualquier deidad egipcia, salvo la de Atón, el disco solar, que él – y solo él- estaba autorizado a adorar directamente.

En realidad el nuevo emperador restó el enorme poder que tenían los sacerdotes y se lo adjudicó a él mismo, pero no deshizo nada que sus antecesores hubieran puesto en marcha. En particular reconoció la importancia de cuidar las relaciones internacionales, sobre todo con los reyes de las tierras vecinas. Ajenatón conservó la costumbre de su padre con respecto a las negociaciones diplomáticas y las asociaciones comerciales con potencias extranjeras, incluido el imperio hitita de Suppiluliuma en ese momento, manteniendo en su capital un archivo con la correspondencia con estos reyes y gobernadores. Son las llamadas “cartas de Amarna”, inscritas en tablillas de arcilla, que la campesina descubrió de forma accidental en 1887.

El archivo se encontraba originalmente en la “oficina de documentación” de la ciudad, y recoge la correspondencia con los reyes y gobernadores con quienes tanto Amenofis como su hijo Ajenatón habían mantenido relaciones diplomáticas, incluidos los mandatarios chipriotas e hititas, así como los reyes babilonios y asirios. Disponemos también de cartas dirigidas a (y remitidas por) gobernantes cananeos locales, como Abdi-Hepa[iii] de Jerusalén y Biridiya[iv] de Megido. En las cartas de estos gobernantes locales, que solían ser vasallos de los egipcios, abundan las llamadas de socorro; en cambio, las que se cruzaron entre los gobernantes de las grandes potencias (egipcios, asirios, babilonios, mitanios e hititas) suelen testimoniar peticiones y regalos propios de un estadio diplomático muy superior. Este archivo de Amarna –sigue diciendo Cline- junto con el del siglo XVIII a. de C. que se descubrió en Mari[v], está entre los primeros de la historia universal que sirven para documentar las relaciones internacionales intensas y duraderas que se dieron en la Edad del Bronce en los territorios de Egipto y el Mediterráneo oriental.

Las cartas están escritas en acadio, la lengua internacional de la época, en cerca de cuatrocientas tablillas de arcilla que se encuentran repartidas por varios museos, casi dos tercios en el Museo Vorderasiatisches de Berlín. En estas tablillas se anuncian regalos de homenaje y se aportan noticias sobre relaciones familiares. En una, Ajenatón escribe a Burna-Buriash II, rey kasita de Babilonia, donde la lista de regalos ocupa más de trescientas líneas de escritura: oro, cobre, plata y bronce, recipientes de perfume y aceite dulce, anillos para los dedos y ajorcas[vi] para los pies, collares, tronos, espejos, telas de lino, boles de piedra y cajas de ébano.

En otras cartas, como la del rey Tushratta de Mitanni, se detallan listas de objetos comparables a la anterior, enviados en ocasiones como parte de la dote que acompaña a una hija, y otras veces simplemente como regalos. Las cartas se enviaban mediante “mensajeros” que solían ser ministros o embajadores, pero también por comerciantes. En estas cartas los reyes solían referirse unos a otros como parientes, llamándose “hermano” o “padre/hijo”, dependiendo de que la edad fuese parecida o distante entre sí. Un rey de Amurru escribió al de Ugarit (ambos reinos en la costa norte de Siria): “mi hermano… ¿Por qué no deberíamos mantener buena relación? Todo deseo que me escribas, yo lo satisfaré; y tú satisfarás mis deseos…”.

Los hititas no parece que empleasen estos tratamientos, según indica Cline, pues por las “Hazañas de Suppiluliuma”, escritas por su hijo Mursili II, en la corte hitita, se recibió una carta supuestamente remitida por la reina de Egipto, que había enviudado y no tenía hijos. En la misma pedía al rey hitita que le diese uno de sus hijos para contraer matrimonio con él y hacerle rey de Egipto. Esto hizo desconfiar a Suppiluliuma, porque los reyes egipcios nunca se casaban con extranjeros, por lo que hizo que se confirmase si la carta procedía, realmente, de la reina de Egipto, Anjesenamón.

El rey hitita envió entonces a su hijo Zannanza, pues tenía otros para sucederle que ya estaban cumpliendo funciones de gobierno, pero unos asaltantes impidieron que Zannanza y sus acompañantes terminasen su viaje, resultando muertos los miembros de la comitiva real. Entre tanto el trono de Egipto había pasado a Ay, que se había casado con la reina viuda, por lo que Suppiluliuma, al saberlo, desconfió de que la muerte de su hijo tuviese que ver con la ambición de Ay, jurando vengarse, y envió un ejército al sur de Siria, donde atacó numerosas ciudades e hizo millares de prisioneros (esto podría ser una exageración propagandística de las de la época), incluidos bastantes soldados egipcios.



[i] Eric H. Cline, “1177 A. C.”
[ii] Gobernó entre 1390 y 1352 a. de C.
[iii] Reinó en torno a 1330 a. de C., puede que un hurrita mezclado con los que en la Biblia se llamó después jebuseos.
[iv] Parece que cinco de las cartas en tablillas corresponden a éste. Megido se encuentra al norte del actual Israel.
[v] A orillas del Éufrates, en la actual Siria.
[vi] Aro metálico para el tobillo, la muñeca o el brazo.

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