Paisaje de Amarna (fotografía tomada del diario ABC) |
Cuenta Cline[i]
que el rey egipcio Amenofis III[ii]
fue consciente de la necesidad de establecer relaciones con potencias
extranjeras, sobre todo con los monarcas de tierras de importancia diplomática
o comercial. Acordó tratados con muchos de estos reyes y consolidó los acuerdos
celebrando bodas con varias de sus hijas. Así lo atestigua la correspondencia
que mantuvo con esos reyes, conservada en un archivo de inscripciones sobre
tablillas de arcilla, descubierto en 1887.
Generalmente se acepta
que el descubrimiento de éste archivo fue hecho por una campesina mientras
recogía yesca o tierra fértil en la moderna Tell el-Amarna, donde se encuentran
las ruinas de la ciudad en otro tiempo llamada Ajenatón (que significa
“horizonte del disco solar”). Amenofis IV, el hijo hereje de Amenofis III, más
conocido como Ajenatón, había edificado a mediados del siglo XIV una nueva
capital.
Ajenatón sucedió a
Amenofis III pero probalemente –dice Cline- primero gobernó durante varios
años con su padre, hasta que éste falleció. Al poco de asumir el poder en
solitario, Ajenatón puso en marcha lo que hoy se conoce como la “revolución de
Amarna”. Clausuró los templos que pertenecían a Re, Amón y otras deidades
principales, se adueñó de sus tesoros ingentes y se reservó un poder
inigualable como jefe religioso, militar y gubernamental. Condenó el culto a
cualquier deidad egipcia, salvo la de Atón, el disco solar, que él – y solo él-
estaba autorizado a adorar directamente.
En realidad el nuevo
emperador restó el enorme poder que tenían los sacerdotes y se lo adjudicó a él
mismo, pero no deshizo nada que sus antecesores hubieran puesto en marcha. En
particular reconoció la importancia de cuidar las relaciones internacionales,
sobre todo con los reyes de las tierras vecinas. Ajenatón conservó la costumbre
de su padre con respecto a las negociaciones diplomáticas y las asociaciones
comerciales con potencias extranjeras, incluido el imperio hitita de
Suppiluliuma en ese momento, manteniendo en su capital un archivo con la
correspondencia con estos reyes y gobernadores. Son las llamadas “cartas de
Amarna”, inscritas en tablillas de arcilla, que la campesina descubrió de forma
accidental en 1887.
El archivo se
encontraba originalmente en la “oficina de documentación” de la ciudad, y recoge
la correspondencia con los reyes y gobernadores con quienes tanto Amenofis como
su hijo Ajenatón habían mantenido relaciones diplomáticas, incluidos los
mandatarios chipriotas e hititas, así como los reyes babilonios y asirios.
Disponemos también de cartas dirigidas a (y remitidas por) gobernantes cananeos
locales, como Abdi-Hepa[iii]
de Jerusalén y Biridiya[iv]
de Megido. En las cartas de estos gobernantes locales, que solían ser vasallos
de los egipcios, abundan las llamadas de socorro; en cambio, las que se
cruzaron entre los gobernantes de las grandes potencias (egipcios, asirios,
babilonios, mitanios e hititas) suelen testimoniar peticiones y regalos propios
de un estadio diplomático muy superior. Este archivo de Amarna –sigue diciendo
Cline- junto con el del siglo XVIII a. de C. que se descubrió en Mari[v],
está entre los primeros de la historia universal que sirven para documentar las
relaciones internacionales intensas y duraderas que se dieron en la Edad del
Bronce en los territorios de Egipto y el Mediterráneo oriental.
Las cartas están
escritas en acadio, la lengua internacional de la época, en cerca de cuatrocientas
tablillas de arcilla que se encuentran repartidas por varios museos, casi dos
tercios en el Museo Vorderasiatisches de Berlín. En estas tablillas se anuncian
regalos de homenaje y se aportan noticias sobre relaciones familiares. En una,
Ajenatón escribe a Burna-Buriash II, rey kasita de Babilonia, donde la lista de
regalos ocupa más de trescientas líneas de escritura: oro, cobre, plata y
bronce, recipientes de perfume y aceite dulce, anillos para los dedos y ajorcas[vi]
para los pies, collares, tronos, espejos, telas de lino, boles de piedra y
cajas de ébano.
En otras cartas, como
la del rey Tushratta de Mitanni, se detallan listas de objetos comparables a la
anterior, enviados en ocasiones como parte de la dote que acompaña a una hija, y
otras veces simplemente como regalos. Las cartas se enviaban mediante “mensajeros”
que solían ser ministros o embajadores, pero también por comerciantes. En estas
cartas los reyes solían referirse unos a otros como parientes, llamándose “hermano”
o “padre/hijo”, dependiendo de que la edad fuese parecida o distante entre sí.
Un rey de Amurru escribió al de Ugarit (ambos reinos en la costa norte de
Siria): “mi hermano… ¿Por qué no deberíamos mantener buena relación? Todo deseo
que me escribas, yo lo satisfaré; y tú satisfarás mis deseos…”.
Los hititas no parece
que empleasen estos tratamientos, según indica Cline, pues por las “Hazañas de
Suppiluliuma”, escritas por su hijo Mursili II, en la corte hitita, se recibió
una carta supuestamente remitida por la reina de Egipto, que había enviudado y
no tenía hijos. En la misma pedía al rey hitita que le diese uno de sus hijos
para contraer matrimonio con él y hacerle rey de Egipto. Esto hizo desconfiar a
Suppiluliuma, porque los reyes egipcios nunca se casaban con extranjeros, por
lo que hizo que se confirmase si la carta procedía, realmente, de la reina de
Egipto, Anjesenamón.
El rey hitita envió
entonces a su hijo Zannanza, pues tenía otros para sucederle que ya estaban
cumpliendo funciones de gobierno, pero unos asaltantes impidieron que Zannanza
y sus acompañantes terminasen su viaje, resultando muertos los miembros de la
comitiva real. Entre tanto el trono de Egipto había pasado a Ay, que se había casado con la reina viuda, por lo que Suppiluliuma, al saberlo, desconfió de que la
muerte de su hijo tuviese que ver con la ambición de Ay, jurando vengarse, y
envió un ejército al sur de Siria, donde atacó numerosas ciudades e hizo
millares de prisioneros (esto podría ser una exageración propagandística de las
de la época), incluidos bastantes soldados egipcios.
[i] Eric H. Cline, “1177 A. C.”
[ii] Gobernó
entre 1390 y 1352 a. de C.
[iii] Reinó
en torno a 1330 a. de C., puede que un hurrita mezclado con los que en la
Biblia se llamó después jebuseos.
[iv] Parece
que cinco de las cartas en tablillas corresponden a éste. Megido se encuentra
al norte del actual Israel.
[v] A
orillas del Éufrates, en la actual Siria.
[vi] Aro
metálico para el tobillo, la muñeca o el brazo.
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