jueves, 28 de noviembre de 2019

Españoles en Japón

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Hideyoshi Toyotomi fue un daimio (señor feudal) japonés que vivió en el siglo XVI, cuando clérigos españoles de varias órdenes religiosas intervenían en aquellas lejanas tierras tanto para extender el cristianismo como para favorecer a los comerciantes españoles. Entre estos clérigos hubo una rivalidad por la división territorial de las rutas entre dos Patronatos, el portugués y el español.

A principios de 1585 el papa Gregorio XIII, a instancias del jesuita Valignano, promulgó una bula por la que los jesuitas debían ser la “única” orden misionera autorizada en el hemisferio japonés. Debe recordarse que en estos momentos las coronas española y portuguesa estaban unidas en la persona de Felipe II, pero Portugal seguía ejerciendo una amplia autonomía de acuerdo con las prerrogativas reconocidas en su momento. Diferentes órdenes religiosas españolas quisieron participar en la evangelización de Japón (y no solo) alentadas por mercaderes que iban a lo suyo en la región Macao-Nagasaki-Manila-Nueva España.

El jesuita Valignano defendía a favor de su orden que era necesaria la “uniformidad” en la evangelización y la adaptación del cristianismo a la cultura japonesa, pero la bula de Gregorio XIII no se publicó en Manila hasta un año y medio después, y el nuevo papa, Sixto V, con otra bula, revocó el “monopolio” misionero de los jesuitas al autorizar a otros religiosos. Así, frailes agustinos, franciscanos y dominicos actuaron en lo religioso y en otras esferas en las lejanas tierras de oriente. Abrieron hospitales y promovieron ciertas liturgias de la cristiandad de la época.

En 1614 se pusieron de manifiesto los diferentes modos entre jesuitas y las otras órdenes: los primeros consideraban que se debía actuar de acuerdo con la elevada cultura existente en Japón y que el cristianismo debía ser “injertado” en dicha cultura. Los frailes de las demás órdenes estaban más preocupados por los pobres y consideraban que esa tierra estaba “vacía”[i].

A partir de los años que siguen a 1580 fue aumentando el número de contactos religiosos, comerciales y políticos entre Japón y Manila, mientras que Hideyoshi iba debilitando su apoyo a los jesuitas cuando había conseguido ejercer una suerte de regencia sobre Japón. Aún así, los jesuitas contaban, en 1614, con 143 sacerdotes, dos colegios, 24 residencias y con la ayuda de 250 catequistas laicos japoneses.

Puede que la comunidad cristiana en Japón llegara a sobrepasar los 300.000 fieles, pues se han contado 50 daimios cristianos, algún familiar de Hideyoshi, su médico, esposas de poderosos señores, camareras palaciegas, nobles, ricos comerciantes, pintores…

Por su parte, la ciudad de Manila era ya española en 1571 y fue Urdaneta[ii] el que encontró la mejor ruta marítima de Manila a Acapulco. Japón se encontraba, no obstante, dentro de la jurisdicción portuguesa de acuerdo con su Patronato, por lo que era territorio vedado a los navegantes y misioneros españoles, pero existía un comercio japonés privado con Filipinas antes de que los españoles llegasen a Manila.

El historiador Antonio Cabezas[iii] señala que Legazpi, después de fundar Manila, dio la bienvenida a los inmigrantes chinos, y tres años después ya eran seis los juncos chinos que navegaban regularmente a Manila repletos de sedas, parte de las cuales se llevaban a México y España y la otra parte la compraban los japoneses, que deseaban romper el monopolio portugués. El Gobernador de Manila abrió sendos barrios, chino y japonés, entre 1580 y 1582, llegando a vivir allí un máximo de mil quinientos japoneses, cuya cristianización fue encomendada a los franciscanos (a los dominicos se les encargó la de los chinos).

En 1584 un galeón español con algunos frailes a bordo (dominicos y franciscanos) desviado por un temporal, llegó a las costas de Hirado (isla de Kyushu), siendo recibidos los pasajeros por las autoridades con entusiasmo. porque deseaban romper el monopolio portugués. Es la época en la que el poderoso Hideyoshi se dirige al Gobernador español en Filipinas hablándole de su intención de extender su poder a esas islas[iv]. El español envió una embajada a Hideyoshi formada por cuatro frailes franciscanos, entre otros, que hicieron al japonés algunos regalos. Este se debió sentir halagado, pues invitó a los españoles a conocer su corte y palacios en varias ciudades. En Kyoto edificaron los frailes una pequeña iglesia en un terreno cedido por Hideyoshi, un convento con leprosería y un hospicio. A partir de este momento comenzó un goteo de frailes que llegaban a Japón desde Filipinas.

Los frailes españoles cada vez se mostraban más desobedientes a las prohibiciones de Hideyoshi contra el cristianismo (contrariamente a la política de los jesuitas) con un claro abuso de su status diplomático. Es cuando en 1596 se produjo el naufragio del galeón español “San Felipe” en las costas de Tosa[v], haciendo la ruta Manila-Acapulco. Siendo auxiliados los náufragos españoles, entre los que había agustinos, franciscanos y un dominico, las autoridades locales se incautaron del cargamento, lo que llevó a las protestas correspondientes, respondiendo Hideyoshi violentamente con redadas persecutorias en Kioto y las ejecuciones de 26 japoneses cristianos, entre ellos franciscanos, jesuitas y seglares.

Más tarde los frailes continuaron llegando de Manila al tiempo que el comercio bilateral entre Japón y Filipinas aumentaba, pero no se evitó un conflicto armado que terminó con la batalla de Sekigahara (al sur de Japón) en 1600: se trató de una lucha civil entre los partidarios de dos banderías japonesas que pugnaban por hacerse con el control de Japón, una de ellas formada por los seguidores de Tokugawa[vi].

En ese mismo año llegó a Japón el marino inglés William Adams, que se convertiría en asesor de Tokugawa, avivando la animadversión contra los misioneros españoles y propiciando las relaciones con ingleses y holandeses, pero ello no impidió que se rehabilitaran las relaciones diplomáticas con Manila. Otro naufragio español en las costas japonesas propició mejores relaciones: en 1609 la nao “San Francisco” chocó contra unos arrecifes en la costa japonesa, estando a bordo Rodrigo Vivero y Velasco, Gobernador de Filipinas, que pasó diez meses en Japón y se relacionó con Leyasu Tokugawa. Ambos llegaron a un acuerdo para el comercio entre Japón y México, con respecto a los misioneros para que actuasen libremente y contra los piratas holandeses. Vivero describió así la ciudad de Yedo (antiguo nombre de Tokio):

Por este río [en realidad son varios] que se divierte y desangra por muchas calles…Luego habla de las casas diciendo que son más pobres por fuera que las españolas, pero el primor de aquellas [las de Kioto] por dentro les hace grandísima ventaja. Los barrios –dice- se especializan por los diversos oficios: sin que se mezcle otro oficio ni persona… zapateros, herreros, sastres, mercaderes y, en suma, por calles y barrios todos los oficios de géneros diferentes que se pueden comprehender… Otro barrio hay que llaman la pescadería… porque se venden en él todos los géneros de pescado de la mar y de los ríos que pueden desearse, secos, salados y frescos y en unas tinas muy grandes llenas de agua mucho pescado vivo… la limpieza con que está puesto causa apetito a los compradores… El barrio y calle de las malas mujeres siempre le tienen en los arrabales…

En cuanto a los productos de Japón, dice Vivero: Es prosperísima la tierra de oro y plata… El arroz es el sustento ordinario, aunque se da trigo… y de caza y de pesca tienen… venados, conejos, perdices, cavacos, y toda caza de volatería… En el Reino de Boju tienen rico de oro, a la punta de él cogen algodón… Los caballeros se visten de seda… tráenla cada año de China…

Vivero estaba familiarizado con la metalurgia de las minas de plata que España explotaba en México y se dio cuenta de que podía ser intercolutor con Leyasu Tokugawa y su hijo, consiguiendo llegar a un acuerdo entre Japón y España. Al mismo tiempo se entrevistó Vivero con el franciscano Luis Sotelo, experto misionero sevillano en Japón, un visionario que se creía responsable de cumplir una elevada misión. Se ofreció al Shogun (*) como embajador ante la corte española pero, enterado Vivero, interfirió en lo que a su parecer era artificioso...



[i] Véase la obra de Lourdes Terrón Barbosa, “Franciscanos en el Japón…”, en la cual se basa el presente resumen.
[ii] Militar, marino, cosmógrafo y agustino español que participó en la exploración del Pacífico.
[iii] “El Siglo Ibérico en Japón…”, que cita la autora de la nota i.
[iv] Así había hecho en Corea y China.
[v] En la isla de Shikoku, al sur de Japón.
[vi] Dinastía que gobernó hasta la revolución Meihi en 1868.
(*) Título que ostentaba el emperador de Japón.

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