https://www.livius.org/articles/place/bactria/ (*) |
Hay muchas dudas sobre
el escritor Quinto Curcio Rufo, que parece vivió en el siglo I de nuestra era. Quizá fue un rétor[i]
que menciona Suetonio[ii]
en una de sus obras, pero a tal punto ha existido una controversia sobre Curcio
que algunos autores lo sitúan incluso en el siglo III. De su obra “Historia de
Alejandro Magno”, formada por diez libros, se han perdido algunos y en el V se
relata la muerte de Darío, el rey persa con el que terminó la dinastía
Aqueménida, pues el imperio de esta cayó en manos de Macedonia.
Se ha considerado que
las fuentes en las que se basa son bastante sólidas, preocupación que parece
demostrarse en su obra, pero estuvo muy influido por la historiografía de Tito
Livio, coetáneo de Augusto. No obstante se han detectado errores en la obra de
Curcio, tanto cronológicos como geográficos. Es uno de los representantes de la
historiografía helenística, pintándonos a un Alejandro con sus vicios y
virtudes que termina destrozado por el éxito. Su estilo muestra la influencia
del estoicismo y destacan las descripciones de lugares exóticos por los que va
pasando el ejército de Alejandro, del que nos deja información sobre la
clemencia que tuvo con la familia de Darío, pero también de la crueldad que
demostró con Clito[iii]
y Parmenión[iv].
Vayamos a la narración sobre la muerte de Darío: en una fuente a donde
el macedonio Polístrato fue llevado por los del país para saciar su sed, vio
que había un cierto número de caballos que morían por las heridas que habían
recibido. Entonces, Polístrato se acercó más y “reconoció en un grosero carro
cubierto de pieles a Darío, cargado de muchas heridas y ya en los últimos
trances de la vida, si bien conservando aún algún corto aliento”. Se acercó a
él uno de sus prisioneros para hacer de intérprete, al que Darío dijo que “en
aquel deplorable estado a que le había reducido su fortuna le quedaba a lo
menos el consuelo de hablar con quien le entendiese y de no malograr sus
últimas expresiones”.
Pidió Darío que se le
dijese a Alejandro que moría deudor de sus beneficios, dándole gracias por la “suma
benignidad” con que, bien lejos de parecer enemigo, había tratado a su madre, a
su mujer y a sus hijos, habiéndoles conservado no solo la vida sino también el
mismo decoro y grandeza que habían mantenido antiguamente, mientras que sus más
cercanos parientes y amigos, debiéndole tanto, le habían privado con torpe
ingratitud. Pedía a los dioses que prosperasen las armas de Alejandro, “haciéndole
monarca del universo”, mientras deploraba a Beso, sátrapa de Bactria, que le
había traicionado (a la postre fue su asesino) haciéndose llamar Artajerjes V
durante dos años (en realidad nominal).
Finalmente, faltándole
ya el aliento a Darío, pidió beber, y habiendo tomado un poco de agua, se
expresó: “¡Oh, tú, cualquiera que seas [Polístrato]…”, añadiendo que esperaba
le remunerase Alejandro, que “la única prenda que me ha quedado de mi
real fe y afecto es esta mano derecha, ruégote que se la des por mí”. Tomó la
mano de Polístrato “y rindió su espíritu”. Informado Alejandro emprendió camino
a donde estaba Darío muerto, llegando, tomó su manto y le cubrió, le hizo
embalsamar y adornar con pompa regia, enviándolo a Sisigambis[v] “para
que le hiciese enterrar a usanza de los persas y poner en el real sepulcro de
sus antecesores”.
Pero antes de todo esto
narra Curcio la persecución que el ejército de Alejandro había emprendido
contra Darío. El primero sabía de la “infelicidad” en la que se encontraba el persa (llegado el año 330 a. de C.), pues Beso, temiendo la presencia del
vencedor, dejó con los suyos a Darío cargado de muchas heridas y se dieron a la fuga. El
rey persa había salido de Ecbatana (antigua capital de Media) y llegó a Tabas
(un oasis), huyendo a Bactria, pero mejor informado el babilonio Bagistanes (colaborador
de Alejandro), dijo que Darío se encontraba a corta distancia de donde estaba el macedonio, “abandonado o muerto por los suyos”. Emprendió
Alejandro entonces una carrera abierta y llegó a la aldea donde Beso había
hecho prisionero a Darío. El resto, con algunas vicisitudes que narra Curcio,
es lo dicho sobre la muerte de Darío, su agradecimiento a Alejandro,
probablemente para salvar la vida de su familia, y los honores que uno rindió a
otro y este pronunció sobre aquel[vi]
(ver, aquí mismo, “Terroríficos reyes”).
[i] Que
enseña retórica.
[ii] Vive
algunas décadas más tarde que Curcio.
[iii]
Colaborador de Filipo II de Macedonia y de Alejandro, se atrevió a criticar a
este y, en una lucha, fue muerto por Alejandro, no obstante el arrepentimiento
que luego atormentó al macedonio. En cuanto a Parmenión, fue acusado de
intentar traicionar a Alejandro.
[iv] La base
de esta información se ha obtenido de “Interclássica”.
[v] Esposa
de Darío.
[vi] Libro V
de la obra de Curcio.
(*) Imagen de un bactriano en una de las escaleras de la Apadana de Persépolis.
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