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La idea de que los
cercamientos en el campo inglés, que se remontan a antes del siglo XVIII,
fueron el motor de la revolución agrícola que tuvo lugar en dicho país, ha
sido puesta en tela de juicio por varios historiadores, aunque otros siguen
defendiendo dicha tesis.
Uno de los partidarios
de revisar las “conclusiones” tradicionales es Robert C. Allen, que en un
trabajo algo engorroso[i]
quiere demostrar que, al lado de los cercamientos, hubo otros factores que
posibilitaron el crecimiento agrícola inglés. No obstante este autor acepta que
los terratenientes emprendedores desempeñaron un papel clave en el desarrollo
del cultivo del nabo, la cría de ovejas de la raza New Leicester[ii] y
el sistema Norfolk de rotación cuatrienal. Estas explotaciones proporcionarían
una mayor producción con menos manos de obra.
Para Allen y otros la
revolución agrícola se adelantó al siglo XVII y en ella jugaron un importante
papel los “yeomen” (campesinos acomodados) en sus campos abiertos (“open field”).
Estos serían los “auténticos héroes” de la revolución agrícola, en palabras de
Allen. Las tenencias de sus tierras eran muy variadas pero fueron capaces de
soportar el aumento de los arrendamientos mediante el aumento de la producción
o ahorrando costes. Las ganancias obtenidas por estos “yeomen” fueron un
incentivo para la innovación, pero las instituciones comunales en los campos abiertos –dice al autor citado- actuaron como cunas de progreso. Otro aspecto es
el de la adopción de nuevos cultivos.
Algunos autores han
insistido en el crecimiento de la producción de cereales a partir
del aumento de población durante el siglo XVIII, pero la producción habría
aumentado poco durante la primera mitad y lo habría hecho rápidamente durante
la segunda mitad. El comercio internacional antes del siglo XIX, por su parte,
solo desempeñó un pequeño papel en la mayoría de los casos. Otros han señalado que la
producción, durante dicho siglo, creció menos que la población, hallando muy
poco crecimiento de la producción entre 1740 y 1800.
Si vamos más atrás, el
crecimiento de la producción agraria habría sido sostenido desde 1520
hasta 1740, y esto se debe a los medianos agricultores, “yeomen”, en los campos
abiertos. Solo después de 1800 empezó a incrementarse la producción de
alimentos, y si nos preguntamos cómo alimentó la agricultura inglesa a la
población durante la Revolución Industrial, la respuesta es, según Allen, que
mal. Los elevados precios de los alimentos en torno a 1800 trajeron consigo una
disminución del consumo alimentario por habitante, y ello se tradujo en la
reducción de la estatura de los ingleses.
Otro aspecto es el de
la productividad del trabajo: el autor al que sigo compara el caso inglés con
el de otros países europeos[iii]
entre 1500 y 1800. Para ello ha distinguido entre población rural agrícola y no
agrícola, utilizando los censos agrícolas del siglo XIX. Siguiendo a otros,
considera que el 80% de la población rural era agrícola en 1500, aunque tiene
algunas reservas sobre dicho dato. Bélgica siempre habría alcanzado una elevada
productividad, aunque expresada en índices, a la baja durante todo el período,
mientras que la mayoría de los países del continente muestran una reducción de
la productividad. Destacan las
dos revoluciones agrícolas, la holandesa y la inglesa, y resulta chocante
constatar que la producción por trabajador se incrementó en la agricultura
inglesa entre 1600 y 1750, experimentando a continuación un ligero retroceso en
la segunda mitad del siglo XVIII. Esto –dice Allen- constituye un juicio
negativo sobre el papel de los cercamientos.
Luego se pregunta qué hizo aumentar la productividad: ¿quizá los nuevos cultivos? Los viajes de
Arthur Young[iv]
hacia 1770 y los informes de una Junta de Agricultura a principios del siglo
XIX ofrecen muchos datos. Allen reconoce que los cercamientos lograron un
impacto positivo sobre la productividad, pero hay que demostrar la proporción
que les corresponde en la duplicación de los rendimientos agrícolas que se
produjo entre la Edad Media y 1800. Mediante tablas estadísticas parece
demostrar que el diferencial de rendimiento varía según los tipos de suelos; en
los ligeros la mayor parte de la tierra seguía siendo de labor después del
cercamiento, y el sistema Norfolk de rotación cuatrienal
(nabos-cebada-trébol-trigo) era lo más rentable. La ventaja sobre las
explotaciones abiertas era mayor en los distritos ganaderos y en dichas
explotaciones se logró el 90% de la mejora de rendimientos.
La única zona donde
aparece que los agricultores de las zonas cercadas presentaban una gran ventaja
en rendimientos eran los distritos agrícolas de suelos pesados[v],
no adecuados para pastos, por lo que se siguieron cultivando cereales después
del cercamiento. En el siglo XVIII el sistema de drenaje profundo fue una gran
ventaja, pero exigía la concentración parcelaria, y los rendimientos
relativamente elevados de las explotaciones cercadas se explican por esta causa,
pero aún así, los agricultores de los campos abiertos lograron tres cuartas
partes del aumento de rendimientos desde los niveles medievales hasta 1800.
Antes del sistema de
drenaje profundo la norma eran las explotaciones alargadas que formaban una
especie de lomo (elevación leve del terreno en el centro y caída hacia los
extremos), pero el drenaje profundo exigió excavar surcos lo más hondos
posibles y acentuar luego la profundidad con una laya (pala de hierro grande y fuerte). En
los distritos que experimentaron una conversión ganadera, por su parte, el
valor total de la producción agrícola disminuyó, puesto que la producción
pecuaria producía menos ingresos por hectárea que los cereales.
Los cercamientos
tuvieron otras implicaciones: en los distritos donde predominaba la tierra de
labor el impacto fue mínimo, ni siquiera se dejó de emplear la rotación
tradicional (barbecho-trigo-judía) de los campos abiertos. Los agricultores de
las zonas cercadas, no obstante, tenían más posibilidades de cultivos
innovadores, empleándose el sistema Norfolk y provocando la condena de las
tierras abiertas. La renta por hectárea era más elevada en los pueblos cercados
que en los abiertos, haciéndose allí los cultivos más intensivos, lo que llevó
a un aumento del valor económico de la tierra, funcionando dichos cercamientos
en los distritos de tierras pesadas, pero en ninguna otra parte. En otros
distritos las rentas se incrementaron mucho más de lo que aumentaba la
producción; resulta difícil negar la realidad –dice Allen-: los cercamientos
supusieron unas buenas rentas para la nobleza rural tipo “gentry” y para la
aristocracia.
¿Aumentó la producción y
la productividad en explotaciones más extensas? La ampliación de las explotaciones
por quienes se beneficiaron de las “enclosures act” aprobadas por el
Parlamento, comenzó en el siglo XVII y culminó en el siguiente. El autor ha
estudiado los inventarios “post mortem”, donde se reflejan los rendimientos
explotación por explotación y los relaciona con su tamaño. Parece que no hubo
correlación entre el tamaño y su rendimiento, y que en realidad los
rendimientos se dispararon en explotaciones de todos los tamaños entre 1550 y
1725. Sin embargo, el paso a explotaciones mayores tuvo efectos sobre la
productividad por otra vía: empleaban menos trabajadores por hectárea que las
pequeñas, por lo que el salto a grandes explotaciones tendió a prescindir de
mano de obra agrícola y aumentó la producción por trabajador.
Las explotaciones de
mayores dimensiones tenían poco efecto sobre la producción, y los cercamientos
del siglo XVIII lograron un impacto mínimo sobre la producción por hectárea
cuando la tierra seguía dedicándose al cultivo. Por su parte, la conversión
ganadera llevada a cabo en ciertos distritos influyó escasamente sobre el
rendimiento por unidad de superficie. Durante el siglo XVIII, en cambio, se
extendió la mejora de los suelos y esto compensó las desventajas explicadas. En
definitiva, los cercamientos que no reducían la superficie dedicada al cultivo
del cereal no repercutieron en la ocupación obrera. Los cercamientos que pasaron de
tierra de labor a pasto y, en general, las explotaciones más grandes, redujeron
el número de trabajadores por hectárea.
Allen concluye que la reorganización agraria del siglo XVIII apenas tuvo algún efecto sobre la producción o el empleo. La productividad venía siendo alta desde la Edad Media y el crecimiento de la producción y la productividad tuvieron lugar entre 1600 y 1740, pero fue obra de los pequeños agricultores de los campos abiertos, aquellos "yeomen", aunque dice no comprender como lo hicieron. Se produjeron, sin embargo, tres cambios: el cultivo de legumbres, la mayor productividad del ganado y la mejora de semillas.
[i] “Revolución
en los campos: La reinterpretación de la Revolución Agrícola inglesa”.
[ii] De
Northumberland, para la producción de carne.
[iii]
Calcula su extensión de acuerdo con la que tenían tras la segunda guerra
mundial.
[iv]
Estudioso de la agricultura.
[v]
Abundancia de arcillas.
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