martes, 26 de noviembre de 2019

Criados agrícolas en el norte de Europa



Escania es la provincia más meridional de la Suecia actual, formando parte de Dinamarca hasta la derrota de esta en la guerra de 1657. Escania comprendía, a comienzos del siglo XIX, las zonas costeras llanas y, en el interior, una tierra de “maleza y bosques”[i].

En Suecia, como en el resto de Escandinavia, se combinó durante el siglo XIX el modelo matrimonial existente en Europa occidental con el suyo propio de casamientos tardíos. En las zonas rurales los jóvenes solían abandonar el hogar paterno para trabajar como criados en otros hogares. Al casarse dejaban ese trabajo y formaban su propio hogar, predominando la familia nuclear. Esto, dice Christer Lundh, teniendo en cuenta diferencias regionales.

Las economías en las que predominaba la cría de ganado recurrían en alto grado a la contratación de criados. Donde se daba la vid requerían, sin embargo, jornaleros estacionales. Las regiones productoras de cereal, como Escania estaban entre estos dos extremos. Otra cosa son las diferencias dependiendo del número de dominios y del tamaño y riqueza de las explotaciones: las más grandes tenían más criados. El tipo de tenencia de la tierra es otro factor a considerar: las altas rentas exigidas por los terratenientes a los arrendatarios incrementaron la demanda de criados.

Las ciudades, por su parte, no son los núcleos de la Europa mediterránea: allí se llama ciudad a las que tienen entre 1.000 y 4.000 habitantes, si bien se consideran pequeñas; el 90% de la población, en el siglo XIX, vivía en el campo dedicada a la producción cerealística en las llanuras meridionales, mientras que en el norte se daba una producción mixta ganadera-agrícola con manufacturas.

Las explotaciones de menos de 20 ha. fueron en aumento a lo largo del siglo XIX, desde 11.662 hasta 22.372, cuando a comienzos de la centuria la inmensa mayoría tenía entre 20 y 45 ha. además de algunas grandes propiedades. Los campos de cereal y los prados dominaban, y las explotaciones pequeñas podían ser igualmente ricas en las llanuras, dándose el caso de que a lo largo del siglo XIX creció el número de explotaciones, tanto por las nuevas roturaciones como por la división de aquellas, necesitando en este caso las familias complementar con otros ingresos.

En 1825 cerca de la mitad de la tierra era cultivada por campesinos propietarios o que arrendaban las tierras a la Corona, y la otra mitad era tierra de la nobleza cultivada por arrendatarios o de modo directo. En Escania había 160 grandes dominios y durante el siglo XIX aumentaron las explotaciones satélite bajo control de dicha nobleza. Estas se dedicaban a producir para el mercado, sobre todo a partir de la ganadería para leche, y también creció el número de explotaciones privadas, pues los arrendatarios pudieron comprar las tierras que trabajaban.

Ya en el siglo XVII y hasta principios del XIX se habían dado cercamientos, con lo que la productividad se elevó y la agricultura se hizo más comercial[ii], se introdujeron nuevas técnicas y aparecieron nuevas industrias en el campo, duplicándose la población de Escania a lo largo del siglo XIX.

El proceso de proletarización en el siglo XIX fue un hecho, pues el número de campesinos propietarios creció mucho menos que el de colonos con poca o ninguna tierra , resultado más de una movilidad social descendente que de la distinta fertilidad de las clases sociales. Muchos trabajadores agrícolas fueron reemplazados por jornaleros. 

El autor al que sigo aquí aporta los siguientes datos: a lo largo del siglo XIX aumentaron en Escania los propietarios inactivos por edad, los colonos y la nobleza; los arrendatarios de explotaciones muy pequeñas disminuyeron en número, pero no mucho; aparecieron los jornaleros, que llagaron a ser, en 1900, más de 25.000, mientras que disminuyeron a menos de la mitad los criados y aumentaron los propietarios de una cabaña con o sin parcela. Los criados constituían una categoría de trabajador agrario, representando una quinta parte de la población rural , trabajaban en períodos de un año para campesinos o grandes explotaciones, y en este último caso podía suponer que el criado estaba obligado, también, a prestaciones personales.

Los criados solían ser jóvenes y en su mayoría solteros y no cualificados, cambiaban de amo con frecuencia y por tanto se movían mucho, siendo las criadas encargadas de tareas más bien domésticas. Pero el papel de los criados fue cambiando a lo largo del siglo XIX: con el aumento de los precios de los granos los señores tendieron a incrementar la producción, suprimiéndose, en ocasiones, el trabajo de los arrendatarios por los asalariados. Cuando algunos dominios se especializaron a finales del siglo XIX en la ganadería lechera o en cultivos industriales, lo que necesitaban eran trabajadores cualificados, no criados.

Con la creciente mercantilización del cereal y de la leche, la demanda de trabajo aumentó, y de esta manera un trabajador a contrato sustituía a cinco o seis criados, los cuales, viviendo en las casas de los amos, se adaptaban bien a las necesidades a pequeña escala, pero a gran escala se requería la división del trabajo. Esto contribuyó al declive del sistema de criados agrícolas, y en 1900 aparece una tendencia consistente en que los criados pasen a ser servidores domésticos, una ocupación muy feminizada.

Otra cosa son las condiciones de empleo: desde mediados del siglo XVII habían estado reguladas en la agricultura por las “Servant Acts”, pero esta legislación cambió varias veces hasta 1833, la cual estuvo en vigor hasta 1926. Podía ser amo cualquier persona con una empresa que necesitara contratar criados como mano de obra y tuviera recursos económicos para mantenerlos. La “Servant Act” regulaba los derechos y responsabilidades de amos y criados; estos últimos tenían derecho a comida y alojamiento, si caían enfermos el amo estaba obligado a que fueran atendidos, pero podía deducir del salario los gastos de médico y medicinas.

Si el criado permanecía en la casa del amo mucho tiempo, este quedaba obligado a mantenerlo y cuidarlo hasta su muerte, debiendo ser devotos los criados, diligentes, sobrios y decentes, fieles y obedientes con el amo. La ley también establecía lo que los criados tenían prohibido hacer: desobedecer al amo, mostrar descontento injustificado con la comida, robar, ser descuidados con el fuego y con las propiedades del amo, tampoco debían visitar tabernas un otros lugares donde sirviesen bebidas alcohólicas, ni abandonar la casa del amo sin permiso o pasar la noche fuera…



[i] Christer Lundh, “Criados agrícolas en la Suecia del siglo XIX…”.
[ii] Ver aquí mismo "Los campos ingleses en la Edad Moderna".

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