La torre del conde en Toreno (https://mapio.net/s/31817226/ |
A mediados del siglo XVII el rey
Felipe IV creó el condado de Toreno en referencia a una población berciana al
oeste de la provincia de León. Pero fue en Oviedo donde nació, en 1786, el VII
conde de Toreno, José María Queipo de Llano y Ruiz de Saravia, en el seno de
una de las familias más linajudas y acaudaladas de Asturias, según Joaquín
Varela Suanzes-Capegna. José María fue buen conocedor de los clásicos griegos y
llegó a hablar varias lenguas modernas debido a su vida cosmopolita y dedicada
al estudio. Conoció la obra de los más importantes pensadores de la Ilustración
y, cuando se produjeron los sucesos del 2 y 3 de mayo de 1808 en Madrid, se
incorporó a la Junta General del Principado de Asturias. José María sería encargado
de recabar el apoyo británico para la lucha de los españoles contra el ejército
napoleónico.
A finales de 1808 ya estaba de
vuelta José María de Londres, llegando a Sevilla, sede de la Junta Central y
laboratorio intelectual de España. Tuvo la amistad de Jovellanos antes de que
este falleciese en 1811 y en las Cortes de Cádiz el VII conde de Toreno tuvo
una participación muy notable, mostrándose como un avanzado liberal que
defendió posiciones revolucionarias de las que luego se arrepentiría. Fue partidario
de la abolición de los señoríos siendo él titular de varios, contrario a las
pruebas de nobleza para acceder al ejército y partidario de la supresión del
voto de Santiago y de la supresión de la Inquisición. Participó en la reducción
constitucional de los poderes del rey en la Constitución de 1812, como la de
prohibir el veto real a las leyes aprobadas por las Cortes.
En 1814, con la restauración
absolutista, José María se exilió en Londres, donde se enteró de que el rey
Fernando VII le había condenado a muerte y confiscado sus bienes. De Londres se
trasladó a París, donde fue detenido y encarcelado por breve tiempo, acusado de
estar implicado en el intento liberal de Porlier (1815), cuñado suyo. El
conocimiento del parlamentarismo inglés y de la política francesa “templaron
sus ideas”, en palabras de Suanzes-Carpegna, y a partir de entonces se vio
influido por el utilitarismo de Bentham, renunciando al iusnaturalismo
racionalista de los revolucionarios franceses de 1789.
En 1820 regresó a España aprovechando
el establecimiento de un régimen liberal, pero ya como moderado o conservador
dentro de esa familia política. Se vinculó a Agustín Argüelles aún siendo este
un progresista. El rey le ofreció la embajada en Berlín, probablemente para
tenerlo lejos de España, pero el conde renunció y comenzó una actividad de
oposición a la legalización de las sociedades patrióticas, oponiéndose en esto
a Flórez Estrada y a Martínez Marina; denunció los abusos de la libertad de
imprenta y se mostró partidario de amnistiar a los afrancesados, en lo que
demuestra una posición centrista dentro del moderantismo liberal.
Las convulsiones del régimen
liberal del trienio llevaron a un intento de asesinar al conde en 1822 y ese
mismo año el rey le ofreció presidir el Gobierno, lo que también rechazó,
proponiendo para dicho cargo a Martínez de la Rosa, mientras él se marchó a
París. En sus relaciones con el rey Fernando VII parece, pues, haber mantenido
una coherencia perfecta.
Recorrió entonces varios países
mientras redactaba una obra de “Historia”, monumental, que comprendía el
levantamiento de los españoles contra la invasión francesa, así como los hechos
revolucionarios que tuvieron lugar en nuestro país y la guerra. Aquí se puede
leer una de las primeras versiones del movimiento juntista que se extendió por
todo el país y que ha hecho decir a algunos historiadores que el pueblo tomó la
soberanía para sí en tanto no regresó el rey en 1814. Pocos meses antes de la
muerte de Fernando VII, el conde de Toreno regresó a España y empezó a
participar en la vida política de la regencia, mostrándose en contra de que los
alcaldes fuesen elegidos por los pueblos: ¡qué lejos estaba el conde juvenil
del año 12! Martínez de la Rosa le nombró ministro de Hacienda, y no tuvo
inconveniente en defender el Estatuto Real, tan distinto de la Constitución de
1812. Quizá esto le valió para que la regente le nombrase presidente del
Gobierno, aunque solo lo fue durante tres meses, pues un pronunciamiento
liberal le desplazó del poder. No obstante durante su mandato prosiguió la
desamortización de los bienes eclesiásticos mediante su ministro Mendizábal,
que le sustituiría al frente del Gobierno. Cuando el pronunciamiento de La
Granja en 1836 se exilió de nuevo.
Su “Historia” tuvo un gran éxito
ya en el siglo XIX, pero su gran cultura y refinamiento artístico no le libró
de ser uno de los políticos más vilipendiados del siglo, sobre todo por su actividad
en las Cortes que aprobaron la Constitución de 1837. Cuando Espartero se hace
con el poder en 1840, José María vuelve al exilio junto con otros “moderados”,
concretamente a París, para no regresar más a España, muriendo en 1843 a los 56
años de edad.
Su “Historia” ha sido reeditada
varias veces, la segunda con correcciones y añadidos que hizo el propio conde.
Esta obra, según Álvarez Junco, ha contribuido a afirmar el nacionalismo
liberal español, mereciendo elogios de Miguel Agustín Príncipe[i],
Modesto Lafuente[ii],
Nicomedes Pastor Díaz[iii],
Menéndez Pelayo[iv] y el
mexicano Lucas Alamán[v].
[i] Poeta,
dramaturgo y periodista español.
[ii]
Periodista y escritor español.
[iii]
Periodista y político vinculado a O’Donnell.
[iv]
Filólogo, crítico literario e historiador. De todos los anteriores es el único
que vive hasta principios del siglo XX.
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