Fotografía tomada de "Huelva información" |
Andalucía ha sido, con
frecuencia, centro de operaciones revolucionarias para cambiar el régimen
político de España. En el verano de 1843 fueron contra el general Espartero,
regente de España durante la minoridad de la futura Isabel II. En Huelva se
formó una Junta para dirigir la insurrección y Sevilla sufrió el asedio del
general Van Halen. De dilatada carrera militar (era marino) defendió al regente
pero, caído este, ascendió a mariscal de campo.
La oposición que suscitó el
general Espartero por su carácter autoritario, que incluyó a sus antiguamente
aliados liberales, hizo que en muchas partes de España, particularmente en
Andalucía, se dieran pronunciamientos contra él: Málaga, Almería, Granada y
Algeciras; más tarde Sevilla y Huelva, mientras que Cádiz permaneció fiel al
regente. Incluso en Huelva y Sevilla se habían producido intentos fallidos con
anterioridad a 1843 y un goteo de incidentes continuaron repitiéndose durante
el mes de julio de ese año en Huelva, según ha estudiado María Felisa Álvarez
Rey[i],
y V. Núñez García, la insurrección progresista en Huelva durante el bienio
1835-36.
En junio de 1843 un pequeño grupo
intentó que se levantasen contra el regente, primero Almonte y luego La Palma,
ambos pueblos en el sureste de la provincia de Huelva, y los milicianos de
Escacena, pueblo cercano a los dos anteriores, lograron que triunfase el
pronunciamiento contra Espartero. Se publicaron circulares para hacer llegar a
los pueblos donde se apelaba a la Constitución de 1837 como garante de la
libertad que se consideraba violada por Espartero. Se adhirieron al
pronunciamiento San Juan del Puerto por medio de su milicia nacional, e
igualmente Ayamonte, poblaciones situadas al sur de la provincia.
Contra Espartero se sumaron los
Ayuntamientos de Lucena[ii],
Beas, Palos, Bonares, Redondela, Trigueros, Bartolomé de la Torre y Aljaraque
(aquí incluido el cura). Cartaya[iii],
por su parte, se levantó con la Milicia Nacional, las autoridades locales y los
carabineros. También secundaron el levantamiento los Ayuntamientos de Cabezas
Rubias y El Cerro a partir de sus Milicias Nacionales. En Sanlúcar de Guadiana
y en Moguer fueron sus Ayuntamientos los principales animadores. En Huelva se
adhirió el vicario eclesiástico y, a continuación, Berrocal, Campofrío,
Cañaveral[iv],
Chucena, Corteconcepción, Cortelazor, Cumbres Mayores, Encinalosa, El Granado,
Hinojales, La Granada, Lepe, Linares, Manzanilla, La Nava, Puerto Moral y
Villanueva de los Castillejos.
Los datos que aportamos aquí
están en el trabajo citado abajo de Álvarez Rey, la cual aporta el dato de que
también hubo empleados públicos y autoridades que no secundaron el
levantamiento. Hubo quejas de los vecinos de Santa Olalla por la falsedad de
las actas que se levantaban con las firmas de los que apoyaban el
levantamiento, por lo que cabe suponer que no existió unanimidad, por muy
autoritario que se pintase a Espartero, que a la postre era más progresista que
el régimen que se establecería en España a partir de 1845. El Ayuntamiento de
Ayamonte, por ejemplo, protestó por considerar a la Junta Superior de Huelva
“partidista”, añadiendo que quienes suscribían eran personas “en su mayor parte
de fortuna”. La Junta Auxiliar de Ayamonte pidió comportamientos democráticos,
“por cuya salvación nos hemos levantado”.
La Junta Superior de Huelva tuvo
dos problemas fundamentales: la falta de recursos económicos para llevar
adelante la sublevación y contar con efectivos militares suficientes. Para lo
primero se estableció que los cargos otorgados por la Junta se hicieran a
título no oneroso y se pidió a la empresa de sal de la provincia la cantidad de
10.000 reales que debían ser satisfechos en el plazo de 24 horas mediante las
correspondientes amenazas. En cuanto a los efectivos militares se creó un
cuerpo de voluntarios y se movilizó a la Milicia Nacional. En una proclama se
hacía alusión al fracaso en la batalla de Ayacucho (Perú) de Espartero y se
remontaba a la resistencia de Niebla al poder musulmán en la edad media. Se
exigió que para servir con las armas no se considerase exentos a los hombres de
mar, pues era costumbre antiguamente que no prestasen servicio de armas por
estar muchas veces fuera de sus residencias. La Junta hizo un llamamiento a los
oficiales y militares retirados, que serían los que pondrían orden en una tropa
de inexpertos soldados. Importante fue controlar el Boletín Oficial de la
Provincia, que hoy es fuente fundamental para reconstruir estos hechos.
Pero las dificultades fueron
muchas, en primer lugar porque los hombres de mar expresaron su oposición a
tener que engrosar el ejército antiesparterista; la Junta se propuso además proteger los puntos
más estratégicos de la costa, haciéndose con buques para este fin. Pero lo
cierto es que incluso pueblos que habían mostrado su apoyo al levantamiento, a
la hora de traducirlo en aportes materiales, no lo hicieron. A mediados de julio
de 1843 la Junta desmovilizó a la Milicia Nacional porque muchos de los mozos
debían ocuparse en trabajar los campos para la recolección de las mieses.
Huelva vivía en calma, pero no
así Sevilla, donde Espartero, por medio de Van Halen, puso el acento
bombardeándola y poniéndole sitio. La Junta sevillana pidió ayuda a los pueblos
pero estos dieron una débil respuesta, otra muestra de que una cosa es predicar
y otra dar trigo. En Sevilla ardieron iglesias y conventos entre otros
edificios; el Regente ofreció una rendición honrosa a la ciudad pero los
dirigentes de esta no la aceptaron. Como ya se había producido la batalla de
Torrejón de Ardoz[v]
favorablemente para los opositores a Espartero, Sevilla se mostró firme y el
Regente se dirigió a Cádiz, ciudad leal a su persona, exiliándose en
Inglaterra.
La Junta de Huelva tuvo que
emplearse a fondo para lograr la colaboración de la población: la pena de
muerte para los desertores, igual para los derrotistas; se considerarían
traidores los que organizasen tumultos y todos ellos serían juzgados
sumariamente por tribunales militares. De Cádiz salieron las bombas que se
lanzaron sobre Sevilla, por lo que ya se ve que no se puede hablar de
unanimidad en ninguno de los bandos. Los adalides de la sublevación recordaron
en sus bandos a Sagunto, Numancia, Tarifa y Zaragoza, mezclando hechos de
guerra de la antigüedad con otros de la edad media y del siglo XIX y se apeló a
la Constitución de 1837 sin saber –como era lógico- que quienes se aprovecharían
de la derrota de Espartero impondrían otra de signo distinto y más moderada,
pero también se hicieron llamamientos a “olvidar toda clase de resentimientos”,
repudiando la existencia de partidos “que desgraciadamente han dividido a la
Nación”. La Nación, sabemos hoy, estaba dividida por múltiples fisuras, la de
clases quizá en primer lugar.
[i] “El
pronunciamiento de Huelva contra el general Espartero”.
[ii] Debe de
tratarse de Lucena del Puerto.
[iii] Todos
estos municipios se sitúan al sur de la provincia de Huelva, próximos unos a
otros.
[iv] Estos
pueblos están situados al este y norte de la provincia.
[v] Contra
Espartero estuvo aquí Narváez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario