viernes, 11 de enero de 2019

Cuba, Marruecos y España

Leopoldo O'Donnell (1)
Considera Francisco Javier Martínez Antonio[i] que es un error la desconexión entre el imperio español en América y la más breve presencia de España en África desde el siglo XIX en este caso. “El fin del imperio español” no debe considerarse, pues, en 1898, sino con la independencia de Marruecos a mediados del siglo XX, de Guinea Ecuatorial en 1968 y el abandono del Sahara occidental en 1976. Dicho autor señala que a España le correspondió un lugar muy secundario en el “reparto de África” acordado en la Conferencia de Berlín de 1884-1885 y en la expansión europea en Asia oriental y en el mundo árabe-islámico que concluyó en el período de entreguerras.

El imperio español contemporáneo, pues, tiene una marcada singularidad, pues la contracción que sufrió España con la pérdida del continente americano no la tuvo ningún otro estado. Se empezó entonces a hablar de “ultramar” para referirse a Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Carolinas, Marianas y Palaos, conjunto de islas muy alejadas entre sí, situadas en áreas muy apetecibles internacionalmente y difícilmente defendibles por España. De todas formas, durante el reinado de Isabel II, tuvo lugar la transformación de estas islas, y más notoriamente de Cuba con la creación de pueblos y ciudades, por la expansión de la agricultura y la colonización, proyecto heredado de la Ilustración.

Se llevó a cabo, por lo tanto, una estrecha relación entre España y Cuba, hasta el punto de que se ha llegado a hablar de “un Estado a ambos lados del Atlántico”. He aquí la atipicidad de los lazos coloniales entre España y Cuba, pues la elite hispano-cubana fue capaz de transformar la producción de la isla caribeña y colocarla en el mercado mundial, funciones típicas –dice Martínez Antonio- de cualquier metrópoli. Aún más: la formación del Estado-nación en el siglo XIX no se resolvió [en el caso de España] en el estricto marco peninsular. En efecto, hay autores que consideran a Cuba, en el siglo XIX, como parte integral del Estado-nación español, y en menor grado el resto de los territorios coloniales, pero el autor al que sigo aquí aporta “un matiz distinto”; la estrecha conexión entre España y Cuba fue el resultado –dice- de dos aparatos administrativos, dos sociedades, que no tuvieron entre sí una relación de dependencia típicamente colonial, sino de yuxtaposición o intersección.

A menudo se ha cometido el error –dice Martínez Antonio- de analizar las relaciones coloniales como si hubiesen sido distintas de las internacionales. Entre las relaciones con las colonias y las internacionales se han dado numerosos casos intermedios: Gran Bretaña con las jóvenes repúblicas de América latina, con países europeos como Portugal, España o Grecia y otros estados extraeuropeos como Marruecos, el Imperio otomano o China. ¿Fueron colonias de Gran Bretaña los países citados? No, pero estuvieron dependientes económicamente de ella y con ella establecieron relaciones internacionales. La inserción española en el orden europeo postnapoleónico no tuvo lugar en términos de estricta igualdad. España se integró en la Cuádruple Alianza, pero estuvo subordinada a las decisiones de Gran Bretaña y Francia. Si el iberismo fue fuerte alguna vez en España y Portugal, aquellas potencias se emplearon en que no se llevase a cabo.

España no logró legitimar de forma incuestionable el dominio sobre sus territorios ultramarinos. Aunque consiguió el reconocimiento estadounidense de su soberanía sobre las Antillas, ello no impidió las ofertas norteamericanas de compra de las islas, sus amenazas de anexión y su tolerancia de expediciones como las de Narciso López[ii]. La persecución de la trata negrera por Gran Bretaña desde 1833 amenazó permanentemente la base económica y social en las Antillas, articuladas en torno al cultivo del azúcar por una abundante mano de obra esclava[iii]. El miedo a una revolución que imitara a la de Haití en 1791 persistió durante todo el reinado de Isabel II, por eso tuvo todo el sentido la propuesta (aunque tardía) de un proyecto de autonomía para Cuba.

Martínez Antonio pone el ejemplo de los Capitanes Generales en Cuba: estos nunca terminaron de “desaparecer” de la administración, de la política y el ejército de la península; de ahí la brevedad de sus mandatos en el período 1834-1868 (16 Capitanes Generales) que, sin embargo, tenían un enorme poder en la isla. Desde 1825 el Capitán General concentró poderes omnímodos, lo que se muestra más que en ningún otro caso en el del general Tacón[iv] (1834-1838). En otro orden de cosas el ejército español de la isla proporcionaba garantías para consolidar el liberalismo en España durante las revueltas carlistas, las republicanas y las amenazas revolucionarias, pues se podían traer contingentes de Cuba.

En cuanto al proyecto de la “España africana” es propio de la Restauración monárquica canovista, pero se remonta también a más atrás. Se aspiró al enclave de Santa Cruz de la Mar Pequeña[v] y a la isla de Fernando Poo en el golfo de Guinea. Del “africanismo” habían hablado ya Donoso Cortés[vi] y Cánovas del Castillo, pero en los años 80 del siglo XIX se produjo un cambio sustancial.

Las iniciativas africanistas partieron de la Sociedad Geográfica de Madrid, de la Sociedad de Africanistas y Colonistas [sic] y luego de la Sociedad de Geografía Comercial. Joaquín Costa fue un líder del africanismo español, pero en el Imperio jerifiano, aunque se reconoció que España no estaba preparada para esa empresa, que sí llevaban a cabo Francia o Inglaterra. Sí estaba preparada, en cambio, para “la obra modesta de dirigir el despertamiento de un pueblo, como el pueblo marroquí, dotado de grandes energías, y que, por su posición geográfica respecto de la Península, puede considerarse como una continuación o ampliación suya”[vii].

No se aspiraba a colonizar Marruecos, como explicó Costa en un mitin en 1884: “lo que interesa a España es que Marruecos no sea jamás una colonia europea”, que España tenía el derecho a garantizar la independencia de Marruecos, y comparaba esto con el papel que jugó Inglaterra en la independencia de Grecia y de Francia en la unificación de Italia. España debía evitar que Marruecos se convirtiera en una Polonia, descuartizada varias veces por las potencias vecinas, pero España no tenía capacidad para actuar aisladamente y no pudo resistir a las presiones de la competencia internacional: ahí estaba el Marruecos estratégico asomado al estrecho de Gibraltar, pero Costa siguió insistiendo en que debía irse a una “España africana”, idea que era anterior al pensador aragonés.

En 1887, cuando enfermó gravemente el sultán Hassan I, Francisco Coello[viii], otro africanista español, insistió en la idea de Costa: “unido fraternalmente a España…”. Este proyecto era una vía intermedia entre una relación internacional y una relación colonial, debiendo enviar España ingenieros, médicos, comerciantes, funcionarios y militares que fueran autorizados por el sultán para dirigir las transformaciones necesarias. Pero ni Marruecos ni España pudieron evitar las intervenciones europeas, y lo máximo que podía hacer esta última es no “acordarse” con otras potencias para reformar el Estado marroquí. Todo ello se tradujo en numerosas iniciativas que ni eran desinteresadas, ya que aspiraban a conseguir una vinculación privilegiada con Marruecos, ni era un proyecto meramente colonial, puesto que la debilidad española debía apoyarse en una base local marroquí.


[i] “De la España ultramarina a la España africana: sobre la singularidad del imperio español en el siglo XIX”.
[ii] Militar español nacido en Venezuela. Junto con otros ideó la bandera cubana y se empeñó en conseguir la independencia de Cuba, intentándolo cinco veces. Fue ejecutado por las autoridades coloniales en 1851.
[iii] Ver aquí mismo “Esclavos negros, chinos y otros”.
[iv] Aparte los aspectos positivos de su gobierno, actuó despóticamente y fomentó el comercio de esclavos.
[v] En la costa sudoeste de Marruecos, fue un enclave fundado en 1474 para el comercio, incluidos esclavos. Está cerca de Cabo Juby.
[vi] Evolucionó desde posiciones liberales al tradicionalismo. Formó parte de las Cortes isabelinas, escritor y diplomático.
[vii] “Intereses de España en Marruecos”, citado por el autor.
[viii] Cartógrafo y militar, autor de “Atlas de España y sus posesiones de Ultramar”.

(1) http://archivosguardiacivil.esy.es

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