Considera Francisco Javier
Martínez Antonio[i] que es
un error la desconexión entre el imperio español en América y la más breve
presencia de España en África desde el siglo XIX en este caso. “El fin del
imperio español” no debe considerarse, pues, en 1898, sino con la independencia
de Marruecos a mediados del siglo XX, de Guinea Ecuatorial en 1968 y el
abandono del Sahara occidental en 1976. Dicho autor señala que a España le
correspondió un lugar muy secundario en el “reparto de África” acordado en la
Conferencia de Berlín de 1884-1885 y en la expansión europea en Asia oriental y
en el mundo árabe-islámico que concluyó en el período de entreguerras.
El imperio español contemporáneo,
pues, tiene una marcada singularidad, pues la contracción que sufrió España con
la pérdida del continente americano no la tuvo ningún otro estado. Se empezó
entonces a hablar de “ultramar” para referirse a Cuba, Puerto Rico, Filipinas,
Carolinas, Marianas y Palaos, conjunto de islas muy alejadas entre sí, situadas
en áreas muy apetecibles internacionalmente y difícilmente defendibles por
España. De todas formas, durante el reinado de Isabel II, tuvo lugar la
transformación de estas islas, y más notoriamente de Cuba con la creación de
pueblos y ciudades, por la expansión de la agricultura y la colonización,
proyecto heredado de la Ilustración.
Se llevó a cabo, por lo tanto,
una estrecha relación entre España y Cuba, hasta el punto de que se ha llegado
a hablar de “un Estado a ambos lados del Atlántico”. He aquí la atipicidad de
los lazos coloniales entre España y Cuba, pues la elite hispano-cubana fue
capaz de transformar la producción de la isla caribeña y colocarla en el
mercado mundial, funciones típicas –dice Martínez Antonio- de cualquier
metrópoli. Aún más: la formación del Estado-nación en el siglo XIX no se
resolvió [en el caso de España] en el estricto marco peninsular. En efecto, hay
autores que consideran a Cuba, en el siglo XIX, como parte integral del
Estado-nación español, y en menor grado el resto de los territorios coloniales,
pero el autor al que sigo aquí aporta “un matiz distinto”; la estrecha conexión
entre España y Cuba fue el resultado –dice- de dos aparatos administrativos,
dos sociedades, que no tuvieron entre sí una relación de dependencia
típicamente colonial, sino de yuxtaposición o intersección.
A menudo se ha cometido el error
–dice Martínez Antonio- de analizar las relaciones coloniales como si hubiesen
sido distintas de las internacionales. Entre las relaciones con las colonias y
las internacionales se han dado numerosos casos intermedios: Gran Bretaña con
las jóvenes repúblicas de América latina, con países europeos como Portugal,
España o Grecia y otros estados extraeuropeos como Marruecos, el Imperio otomano o
China. ¿Fueron colonias de Gran Bretaña los países citados? No, pero estuvieron
dependientes económicamente de ella y con ella establecieron relaciones
internacionales. La inserción española en el orden europeo postnapoleónico no
tuvo lugar en términos de estricta igualdad. España se integró en la Cuádruple
Alianza, pero estuvo subordinada a las decisiones de Gran Bretaña y Francia. Si
el iberismo fue fuerte alguna vez en España y Portugal, aquellas potencias se
emplearon en que no se llevase a cabo.
España no logró legitimar de
forma incuestionable el dominio sobre sus territorios ultramarinos. Aunque
consiguió el reconocimiento estadounidense de su soberanía sobre las Antillas,
ello no impidió las ofertas norteamericanas de compra de las islas, sus
amenazas de anexión y su tolerancia de expediciones como las de Narciso López[ii].
La persecución de la trata negrera por Gran Bretaña desde 1833 amenazó
permanentemente la base económica y social en las Antillas, articuladas en
torno al cultivo del azúcar por una abundante mano de obra esclava[iii].
El miedo a una revolución que imitara a la de Haití en 1791 persistió durante
todo el reinado de Isabel II, por eso tuvo todo el sentido la propuesta (aunque
tardía) de un proyecto de autonomía para Cuba.
Martínez Antonio pone el ejemplo
de los Capitanes Generales en Cuba: estos nunca terminaron de “desaparecer” de la
administración, de la política y el ejército de la península; de ahí la
brevedad de sus mandatos en el período 1834-1868 (16 Capitanes Generales) que,
sin embargo, tenían un enorme poder en la isla. Desde 1825 el Capitán General
concentró poderes omnímodos, lo que se muestra más que en ningún otro caso en
el del general Tacón[iv]
(1834-1838). En otro orden de cosas el ejército español de la isla
proporcionaba garantías para consolidar el liberalismo en España durante las
revueltas carlistas, las republicanas y las amenazas revolucionarias, pues se
podían traer contingentes de Cuba.
En cuanto al proyecto de la
“España africana” es propio de la Restauración monárquica canovista, pero se
remonta también a más atrás. Se aspiró al enclave de Santa Cruz de la Mar
Pequeña[v]
y a la isla de Fernando Poo en el golfo de Guinea. Del “africanismo” habían
hablado ya Donoso Cortés[vi]
y Cánovas del Castillo, pero en los años 80 del siglo XIX se produjo un cambio
sustancial.
Las iniciativas africanistas
partieron de la Sociedad Geográfica de Madrid, de la Sociedad de Africanistas y
Colonistas [sic] y luego de la Sociedad de Geografía Comercial. Joaquín Costa
fue un líder del africanismo español, pero en el Imperio jerifiano, aunque se reconoció
que España no estaba preparada para esa empresa, que sí llevaban a cabo Francia
o Inglaterra. Sí estaba preparada, en cambio, para “la obra modesta de dirigir el
despertamiento de un pueblo, como el pueblo marroquí, dotado de grandes
energías, y que, por su posición geográfica respecto de la Península, puede
considerarse como una continuación o ampliación suya”[vii].
No se aspiraba a colonizar
Marruecos, como explicó Costa en un mitin en 1884: “lo que interesa a España es
que Marruecos no sea jamás una colonia europea”, que España tenía el derecho a
garantizar la independencia de Marruecos, y comparaba esto con el papel que
jugó Inglaterra en la independencia de Grecia y de Francia en la unificación de
Italia. España debía evitar que Marruecos se convirtiera en una Polonia,
descuartizada varias veces por las potencias vecinas, pero España no tenía
capacidad para actuar aisladamente y no pudo resistir a las presiones de la
competencia internacional: ahí estaba el Marruecos estratégico asomado al
estrecho de Gibraltar, pero Costa siguió insistiendo en que debía irse a una “España
africana”, idea que era anterior al pensador aragonés.
En 1887, cuando enfermó
gravemente el sultán Hassan I, Francisco Coello[viii],
otro africanista español, insistió en la idea de Costa: “unido fraternalmente a
España…”. Este proyecto era una vía intermedia entre una relación internacional
y una relación colonial, debiendo enviar España ingenieros, médicos,
comerciantes, funcionarios y militares que fueran autorizados por el sultán
para dirigir las transformaciones necesarias. Pero ni Marruecos ni España
pudieron evitar las intervenciones europeas, y lo máximo que podía hacer esta
última es no “acordarse” con otras potencias para reformar el Estado marroquí.
Todo ello se tradujo en numerosas iniciativas que ni eran desinteresadas, ya
que aspiraban a conseguir una vinculación privilegiada con Marruecos, ni era un
proyecto meramente colonial, puesto que la debilidad española debía apoyarse en
una base local marroquí.
[i] “De la
España ultramarina a la España africana: sobre la singularidad del imperio
español en el siglo XIX”.
[ii]
Militar español nacido en Venezuela. Junto con otros ideó la bandera cubana y
se empeñó en conseguir la independencia de Cuba, intentándolo cinco veces. Fue
ejecutado por las autoridades coloniales en 1851.
[iii] Ver
aquí mismo “Esclavos negros, chinos y otros”.
[iv] Aparte
los aspectos positivos de su gobierno, actuó despóticamente y fomentó el
comercio de esclavos.
[v] En la
costa sudoeste de Marruecos, fue un enclave fundado en 1474 para el comercio,
incluidos esclavos. Está cerca de Cabo Juby.
[vi] Evolucionó
desde posiciones liberales al tradicionalismo. Formó parte de las Cortes
isabelinas, escritor y diplomático.
[vii] “Intereses
de España en Marruecos”, citado por el autor.
[viii] Cartógrafo
y militar, autor de “Atlas de España y sus posesiones de Ultramar”.
(1) http://archivosguardiacivil.esy.es
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