Otón I de Grecia (Wikipedia) |
Edward Malefakis ha estudiado la
historia de Grecia en el siglo XIX en comparación con otros países europeos del
sur de Europa (España, Portugal e Italia), llegando a la conclusión de que,
aunque hay semejanzas, las diferencias son más. En 1830, cuando se produce la
independencia de Grecia del Imperio otomano, y varias décadas antes de que se
produzca la unificación italiana, aquí habían existido estados de forma
ininterrumpida, entre los que se encontraban el potente Piamonte y la
sofisticada Toscana, mientras que el Estado griego surgió de un vacío tras
cuatrocientos años de ocupación otomana. A partir de este momento, Grecia era
un estado-nación mucho menos completo que España, Portugal e Italia.
El Estado griego creado en 1830
solo comprendía el 37% del territorio que constituye la Grecia
actual, y una parte aún menor de lo que la mayoría de los griegos consideran
como las tierras que en justicia les pertenecían. Nunca se definió con
exactitud qué territorios debían constituir la nueva Grecia. Con la anexión de
las islas Jónicas y de Tesalia, Grecia alcanzó el 49% de sus dimensiones
actuales a fines del siglo XIX, no obstante la mayoría de los griegos seguían
viviendo fuera del Estado, en la diáspora. Solo tras los enormes logros
territoriales y demográficos conseguidos en las guerras balcánicas (1912 y
1913) residieron en Grecia más de la mitad de todos los griegos.
El nacionalismo y el irredentismo
fueron grandes fuerzas impulsoras para los griegos, hasta el punto de que con
la “Megali Idea”[i] (la Gran
Idea), se concibió una Grecia imperial que remedara al Imperio bizantino, con
la capital en Constantinopla y otros territorios en los Balcanes y Anatolia,
donde vivían griegos. Otra fuente de nacionalismo surgió en los años 1880,
cuando Bulgaria comenzó a contender por Macedonia y Tracia, que los griegos
consideraban suyas. Nada hay comparable al irredentismo griego en España o
Portugal, y en el caso de Italia, el irredentismo en torno al Trentino y
Venecia-Giulia solo se dio de forma esporádica.
Grecia fue mucho más dependiente
de las grandes potencias que ninguna otra de las naciones que aquí se comparan
con ella. Las intervenciones militares inglesa, francesa y rusa de los años
1827-30 habían permitido la independencia de Grecia y más tarde la
incorporación de las islas Jónicas (1864) y Tesalia (1881). También dichas
potencias habían contribuido a asegurar la autonomía de Creta y protegió a
Grecia tras su derrota en la guerra de 1897 contra el Imperio otomano.
Pero esta dependencia de las
grandes potencias suscitó un profundo resentimiento entre la población griega,
aunque hubiese sido beneficiosa en los aspectos que Malefakis señala. En la
década de 1850 el puerto principal de Grecia fue bloqueado dos veces porque
entraba en conflicto con los intereses de británicos y franceses, viéndose
Grecia forzada a aceptar un consejo de control internacional que vigilara sus
finanzas y garantizase el pago de las indemnizaciones al Imperio turco a causa
de la guerra de 1897. Esto no ocurrió en ningún otro de los estados europeos
aquí comparados.
Socialmente Grecia era menos
compleja que España, Italia o Portugal: su economía estaba menos desarrollada y
era esencialmente agraria, con índices de urbanización muy bajos. La clase
comercial por la tradición marítima no
se podía comparar a las burguesías de los otros países y las diferencias
sociales eran en Grecia menos acusadas. Incluso las clases no estaban
consolidadas, pues dentro del campesinado la estratificación era relativamente
escasa. Habían sido expulsados los antiguos terratenientes turcos y entre 1830
y 1850 quedaron disponibles muchas tierras para un campesinado independiente;
casi no había una clase de jornaleros rurales sin tierra. Tampoco existía una “elite”
consolidada, pues cuatro siglos de dominio otomano habían acabado con la clase
dirigente autóctona. Los dirigentes regionales salidos de las guerras y las
familias fanariotas[ii] se
habían enriquecido con el comercio de granos ruso o con el algodón egipcio,
pero no hacen número suficiente.
La política griega estuvo también
menos perturbada, ya que la población tenía un fuerte sentimiento de identidad
debido al largo dominio turco y a la masiva participación popular en la guerra
de independencia. Algunas instituciones de la democracia fueron más fácilmente
aceptadas en Grecia: el sufragio universal masculino se estableció muy pronto
(1843) y nunca después fue seriamente cuestionado. A partir de 1864 existió una
sola cámara legislativa y la censura no fue sistemática, existiendo en las
ciudades una vigorosa prensa libre. La Iglesia era menos problemática que en
Italia, España y Portugal, en primer lugar por la tradición ortodoxa, menos
jerárquica y menos partidaria de inmiscuirse en cuestiones políticas. Salvo en
dos ocasiones (1843 y 1862) el ejército tampoco fue en Grecia tan activo políticamente
como en España o Portugal, aunque esta situación se alteraría a partir de 1900.
La Corona fue la única
institución repetidamente cuestionada, pero más bien por las personas que la
encarnaron que por el régimen monárquico. No había arraigo monárquico en Grecia
y los reyes del siglo XIX tenían un origen y educación extranjeros[iii],
que además fueron incompetentes o con tendencias absolutistas. Otón de Baviera
reinó en medio de una tensión casi continua hasta que fue derrocado en 1862, y
Jorge de Dinamarca tuvo tiempo a lo largo de cincuenta años de suscitar cierto
favor hacia la monarquía.
Los conceptos de izquierda y
derecha no tuvieron sentido en Grecia durante el siglo XIX. La principal
divisoria era la marcada entre modernizadores (partidarios de aplazar las
aspiraciones irredentistas) y populistas (partidarios de estimular los
sentimientos nacionalistas). En la década de 1880 a 1890 fueron ejemplos de
estas tendencias Trikoupis y Delivannis, respectivamente. El primero estudió en
Francia y en 1874 se pronunció contra el rey, acusado de no respetar al
Parlamento, pues el monarca era partidario de designar al primer ministro que
considerase oportuno sin tener en cuenta el resultado de las elecciones. El
segundo era conservador, ultranacionalista y partidario de la “Megali Idea”.
La derrota de Grecia en 1897 fue
tan humillante para los griegos como la de 1898 en Cuba para España o la
derrota de Italia en Etiopía en 1896. Y todo esto en medio de un siglo en el
que el atraso económico había sido la norma, lo que había engendrado una gran
pobreza, hasta el punto de que el principal producto de exportación de Grecia
fueron las pasas de Corinto… En el siglo XX Grecia será muy distinta.
[i] Desde
los años cuarenta del siglo XIX alimentó la política griega. El término se debe
al primer ministro durante el reinado del rey Otón, Ioannis Kilettis,
curiosamente de origen valaco
[ii] Del
barrio constantinopolitano Fanar, donde residían ricos comerciantes griegos.
[iii]
Impuestos por las potencias.
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