Una polémica que duró casi un
siglo se desató entre las fuerzas vivas de las ciudades de Burgos y Bilbao
durante parte de los siglos XV y XVI. La importancia del puerto bilbaíno
contrastó, en dicha época, con la preferencia de la Corona de Castilla por la
ciudad de Burgos para establecer un Consulado, donde se centralizase el control
del comercio exterior desde los puertos cantábricos y al sur del río Ebro. Los
historiadores Gil Sáez, González Arce y Hernández García[i]
han consultado y estudiado los fondos documentales que sobre este asunto hay en
el Archivo General de Simancas, consistentes en los libros de contabilidad de
los mercaderes de la villa de Bilbao y los bienes de extranjeros.
No solo Bilbao en sus relaciones
comerciales con Francia, Inglaterra o Flandes, sino otros puertos vascos han
generado –conservados- 68 contratos de fletamento entre los años 1504 y 1549.
Esta documentación está comprendida en un pleito interpuesto –dicen los citados
historiadores- por el prior y Consulado de Burgos contra el Consulado de Bilbao
en la Chancillería de Valladolid, que luego pasaría al Consejo Real, a resultas
del enfrentamiento que las comunidades mercantiles de ambas ciudades venían
manteniendo desde principios del siglo XV.
La rivalidad entre ambos colectivos
desató una “guerra” hacia 1451 en Brujas, que tuvo su continuidad hasta
mediados del siglo XVI. Tras la intervención de los reyes Juan II y Enrique IV,
hacia 1455 el consulado castellano; en Burgos se agrupaban los comerciantes
procedentes del sur del Ebro y en Bilbao los vascos, pero en el ámbito exterior
y en asuntos comunes actuaban como un solo consulado, para lo que firmaron una
concordia en 1465. Pero la lucha continuó más tarde cuando Bilbao, que ya era
un puerto importante del Cantábrico merced a su excelente surgidero (lugar
donde puede fondear una embarcación), importante flota y comunidad de
mareantes. Bilbao empezó a controlar la venta y exportación de hierro y, en
1494, dieron un paso más, consiguiendo que los reyes fundasen el Consulado de Burgos.
La ciudad vizcaína reaccionó y, gracias a que su flota servía de base a las
armadas reales, consiguió, un año más tarde, que dicho Consulado no tuviese
competencias al norte del Ebro.
Esta disputa perjudicaba a ambas
partes, por lo que se llegó a tres acuerdos (en 1499, 1500 y 1513) que
supusieron una victoria parcial de Burgos, si bien Bilbao mantuvo la
independencia con la creación de su Consulado en 1511… A mediados del siglo XVI
de nuevo hubo problemas porque los burgaleses consideraban que los bilbaínos no
respetaban los textos legales aprobados.
El Consulado de Burgos comenzó
entonces negociaciones con Portugalete para trasladar su puerto, más capaz que
el de Bilbao por su mayor calado para naves de mayor tamaño, de modo que en
1547 se firmó el tratado entre ambas localidades que causó una serie de
litigios entre bilbaínos y burgaleses. Uno de ellos se debió al secuestro de
seis naos con lana que los de Portugalete embargaron para reembarcar la
mercancía con destino a Flandes. Los de Bilbao acusaron a los de Burgos y
Portugalete de haber realizado un monipodio (que tiene una finalidad ilícita) y
confederación, lo que estaba prohibido por la ley. Tras una sentencia favorable
a Bilbao en 1551, el pleito pasó al Consejo Real, mientras que la guerra con
Francia[ii]
hizo que se llegase a una nueva concordia en 1553.
De todas formas, de la
documentación consultada se deduce que la mayor parte de los que podrían
incumplir los acuerdos eran comerciantes y navieros guipuzcoanos, y era con el
comercio de la lana y no con el de hierro, más propio este de los bilbaínos. El
cantábrico español era, en la época, el principal foco exportador de hierro en
barras, herramientas, etc. Y en el caso de Castilla las ferias de Medina del
Campo, Medina de Rioseco, Villalón y, en menor medida, Valladolid, estas se
convirtieron en foco del comercio europeo por ser núcleos redistribuidores de
productos. El puerto de Santander se especializó en la exportación de lana
burgalesa, pero su primacía fue disputada por otros puertos guipuzcoanos,
siendo puntos de escala para los viajes de vuelta trayendo productos europeos a
la península Ibérica: pescados y lujosos paños flamenco, lanas más ligeras de
Inglaterra y Flandes, lienzos franceses y holandeses, y artículos de primera
necesidad como el cereal. El nivel de intercambios fue grande, lo que da idea
del alto grado de desarrollo comercial alcanzado e Europa, a pesar de la
inestabilidad que provocaba el corso.
De todo ello se ocupaban
fletadores y fletantes, que suscribían contratos por los que el dueño de la
nave la prestaba a otro para transportar mercancías, el fletador, que puede a
su vez fletar dicha nave a otro, bien en todo o en parte de la embarcación para
llevar otras mercancías. Los consignatarios, por su parte, son aquellos a los
que iba destinado el cargamento. Encontramos armadores foráneos, como es el
caso de los franceses y uno portugués. Entre los fletantes oriundos de la
Corona de Castilla el predominio corresponde a los guipuzcoanos, seguidos de
los vizcaínos, pero también encontramos un asturiano (Candás), un coruñés, un
pontevedrés (Cangas) y tres santanderinos (Castro Urdiales y Santa María del
Cesto). Los puertos más importantes, de entre los vascos, fueron Ondárroa,
Bilabao, Deva, Portugalete, Pasajes y San Sebastián, siendo este y los dos
anteriores los más importantes.
En cuanto a los fletadores
estaban más dispersos territorialmente, aunque son mayoría los naturales del
reino, sobre todo vascos, pero también riojanos, navarros y andaluces. Los
extranjeros eran el 12%, la mayoría ingleses e irlandeses.
Entre los mercaderes
(propietarios en todo o en parte de la carga del barco) un producto importante
era la lana, pero aún más el hierro, y a mucha distancia el vino, la madera,
fruta, resina, pescado salado, alumbre, paños y estameñas. El hierro procedía
de las numerosas ferrerías diseminadas por Vizcaya y Guipúzcoa, particularmente
a lo largo del río Urumea. Hierro que iba, en su mayor parte, a Inglaterra, comercio
que ya se encontraba consolidado al menos desde el siglo XIII, seguida del sur
peninsular, bien a Lisboa o a Sevilla y Sanlúcar de Barrameda. De aquí se embarcaba
el hierro hacia América de forma creciente, a medida que la demanda en el nuevo
continente fue mayor.
La lana iba a los puertos
flamencos de Ramua[iii] y La
Esclusa[iv],
aunque el centro distribuidor estaba en Brujas. El puerto de embarque más
importante de este producto estuvo en Santander, pero más tarde fueron puertos
vascos los elegidos. El vino iba más que a ninguna otra parte a puertos
ingleses, compartiendo sitio en las bodegas con el hierro, la fruta (naranjas,
limones y pasas), si bien el contrato se solía cerrar en Valencia, Colindres
(Cantabria) y el Puerto de Santa María. El alumbre solía ser propiedad de
mercaderes burgaleses, cargado en Mazarrón[v]
y enviado a Ruan y Flandes. Las estameñas castellanas eran enviadas a Flandes y
los paños de Castilla y de Durango eran remitidos al puerto de A Coruña.
Los puertos flamencos de La
Esclusa y Ramusa y los ingleses de Londres, Santa Catalina, La Pola, Bristol,
Lim, Exeter y Antona son los que más mercancías recibían, seguidos de los
españoles de Ayamonte, Bilbao, A Coruña, Sanlúcar de Barrameda, Málaga,
Alicante y Palma. En cuanto a Francia, los puertos de Nantes, Ruan, San Julián
y La Rochela. Lisboa y los puertos italianos de Mesina, Nápoles y Palermo,
junto con el irlandés de Galway completan esto. Los viajes de vuelta hacían la
ruta Nantes-Ondárroa, Sanlúcar-Ramua, Londres-San Sebastián, Lim-San Sebastián,
Bristol-Pasajes, Lim-Pasajes, La Esclusa-San Sebastián, Flandes-Bilbao-Laredo e
Inglaterra-Bilbao, con cereales, alumbre, fruta, habas, cuero, plomo, cerveza y
paños.
[i] “El
comercio de los puertos vascos en la primera mitad del siglo XVI a partir de
los contratos de fetamento”.
[ii] Es la
que enfrenta a las monarquías francesa y española por la hegemonía en Italia,
finalizando en 1559 con la paz de Cateau-Cambrésis.
[iii]
Amemuiden, actual Middelburg, en el suroeste de la actual Holanda.
[iv] Sluis,
en el extremo suroeste de la actual Holanda.
[v] En la
costa murciana.
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