Grabado tomado de Grau Erectus |
En la parte más occidental de la frontera entre México y Estados Unidos se encuentra el territorio de los asentamientos indígenas kamiai. El curso bajo del río Colorado se encuentra al este de dicho territorio, en cuyo extremo norte está el mar Saltón, en el sur la población mexicana de Ensenada y la antigua misión de Santo Tomás.
Otras misiones son las de San Miguel Arcángel, Guadalupe, San Diego de Alcalá, San Vicente
Ferrer, Santa Catalina, El Descanso, San Pedro y San Pablo Bicuñer, fundada
esta en 1781. Dos fueron las órdenes religiosas que actuaron en estas misiones,
franciscanos y dominicos, estos en la baja California, y fueron los kamiai los
que más muertes violentas causaron a los religiosos. A diferencia de otros
indígenas, lucharon más años en contra de la ocupación novohispana y mexicana,
desde la fundación de San Diego en 1769 hasta la destrucción de Santa Catalina
en 1840. En el siglo XIX aún existían comunidades indígenas en la parte más
occidental y central del territorio, tanto mexicano como estadounidense. Los kamiai disponían de una gran extensión territorial,
teniendo su límite al norte del río San Dieguito, algo más de diez
mil kilómetros cuadrados, bastante más que otras etnias circundantes.
El paisaje en torno a la misión de Santo Tomás es
semidesértico con palmeras, pero también otra vegetación; fue fundada a finales
del siglo XVIII por José Loriente y Juan Crisóstomo Gómez, ambos dominicos, siendo
la última en ser abandonada a mediados del siglo XIX. La misión de San Miguel
Arcángel todavía conserva la iglesia con una alta espadaña y cinco campanas, un
coro alto y formas barrocas indigenizadas por el colorido, el patio porticado y
una fuente; fue fundada por Fermín Francisco de Lasuén en 1797.
La misión de Guadalupe, la que se encuentra más al norte,
pero en territorio mexicano, fue fundada también a finales del siglo XVIII,
cuando el sistema fundacional estaba tocando a su fin con los procesos de
independencia de Iberoamérica y la secularización que caracterizó al siglo XIX.
Las primeras noticias de los kamiai de la costa son de la expedición de Rivera
y Moncada[i]
en 1769, escribiendo el franciscano Crespí sobre la belicosidad de los kaimiai,
y en una segunda expedición el padre Serra tuvo una impresión totalmente
distinta de estos indígenas. Lo cierto es que en 1787 convocaron a cincuenta
rancherías para atacar a los novohispanos, aunque estos pudieron sofocar la
rebelión.
David Andrés Zárate Loperena[ii]
ha estudiado la actividad del jefe indígena Jatñil, el cual luchó al lado de
los soldados mexicanos por la pacificación que entonces todavía se
consideraba “frontera” de la civilización occidental. El conocimiento de Jatñil
se debe, sobre todo, a la tradición oral, recogida por Clemente Rojo, subjefe
político, y a Ros Mishkwish. También han aportado información al autor citado
Calista Tenjil, que describe a Jatñil como un hombre enorme y muy fuerte.
Jatñil comandaba a todos los indios de un vasto territorio
hasta donde se encontraban los curapá, viviendo, al parecer, noventa años. Entre
los kamiai cuando un indígena fallecía no se volvía a pronunciar su nombre,
porque si se hacía, su espíritu no encontraba sosiego y regresaría a importunar
a sus familiares.
El primer trabajo sobre Jatñil –dice Zárate Loperena- se basó
en las noticias etnográficas que la historiadora norteamericana Florence
Shipeck obtuvo de la indígena Delfina Cuero. Cuando México ya era independiente
de la monarquía española, le quedaba mucho para ordenar el territorio de
acuerdo con las pautas de un estado moderno, existiendo centros de oposición a
dicho estado, que a la postre estaba en manos de criollos y no de indígenas. En
torno a 1837 destaca el teniente Macedonio González, sucesor de otros en el
control de la “frontera” de la que venimos hablando. Con motivo de una derrota
sufrida por Macedonio González, Jatñil vino en su auxilio y le salvó la vida,
además de la de otros veinticinco soldados. El episodio es resultado de un
levantamiento indígena en Jacumé[iii]
(1836), que tuvo que sofocar Macedonio González y su tropa, a la que se unió
con sus hombres Jatñil.
Este debió de nacer a finales del siglo XVIII, participando de la
educación que los padres daban a sus hijos, bastante esmerada en cuanto al comportamiento
que debían seguir con los visitantes, las obligaciones y el bautizo, que solía
ser a los siete u ocho años de edad, a partir de cuyo acto recibían el nombre
por el que debían ser conocidos, se les consideraba seres humanos y empezaban
en las actividades de recolección y preparación de alimentos junto a las
mujeres. A partir de los nueve o diez años se iniciaban en la caza y la guerra.
Durante la primera década del siglo XIX la resistencia
indígena se estableció en las montañas de Santa Catalina, mientras el
comandante de la “frontera”, Ruiz Carrillo, realizaba expediciones punitivas.
En 1803 se produjeron asesinatos de dominicos de la misión de Santo Tomás y los
catecúmenos huyeron a las montañas para, más tarde, refugiarse en el desierto.
En realidad, los primeros cuarenta años del siglo fueron de constante
inestabilidad, tanto por diferencias interindígenas como por la oposición de parte
de ellos a ser sometidos por los españoles o criollos mexicanos.
Durante los años de la independencia de México la situación
se calmó algo porque los soldados patriotas no recibían apoyo, armas y caballos
suficientes para someter a los indígenas, pero a partir de 1825 se
dieron episodios de guerra y crueldad, particularmente por parte de los
soldados criollos. Mientras tanto, Jatñil vivió una paradoja, pues no aceptaba
el sometimiento a una religión que le resultaba extraña pero colaboró –al parecer
por recomendación de su padre- con el régimen criollo, considerando que era el
que tenía futuro. El padre Félix Caballero, en 1834, fundó una misión en
Guadalupe auxiliado por Jatñil, trayéndose todo el ganado que pudo conseguir de
los ranchos aledaños.
Por su parte, los indígenas lo que querían es que se les
reintegrasen sus tierras, que estuvieron a salvo mientras dominicos y
franciscanos les habían tutelado, pero no ya cuando, en el proceso de formación
del estado mexicano, los rancheros se habían hecho propietarios de ellas por la
fuerza. En cierta ocasión Jatñil se vio obligado a replegarse con su gente
hacia la costa, dejando el siguiente testimonio: me retiré de la sierra a la costa, porque eran muchísimos los enemigos
que allí podían alcanzarme.
En relación al trato que recibieron los indígenas por los
rancheros, Clemente Rojo ha dejado el siguiente testimonio: los indios de las reducciones misionales de
la frontera vivían sin libertad, privados de todos los goces de la vida y
obligados a trabajar por la fuerza sin recompensa alguna [una vez que estas
misiones ya no estaban en manos de los frailes sino bajo el control de los
rancheros]. El mismo Jatñil fue apresado para ser reducido al cristianismo: me alcanzaron y arrastraron un largo trecho,
estropeándome mucho con las ramas… me amarraron los brazos para atrás y me
llevaron por delante a la misión de San Miguel haciéndome andar casi a la
carrera para igualar el trote de sus caballos… Jatñil fue encerrado con el
fin de que aceptase el cristianismo: un
día me echaron agua en la cabeza y me dieron a comer sal, y con esto me dijo el
intérprete que ya era cristiano.
Pero Jatñil consiguió huir, fue capturado por soldados, y recibiendo golpes perdió el conocimiento, de forma que cuando estuvo en
condiciones decidió escapar de nuevo, estando dos meses después atacando la
misión de Guadalupe y deshaciéndose de una vez por todas de los que le obligaban
a lo que él no quería: sin acordarse de
mis servicios y de todos nuestros trabajos… comenzó a bautizar por la fuerza…
Esto me dio mucho coraje… Entre 1839 y 1840 se produjo el ataque de Jatñil
a la misión de Guadalupe y Caballo Negro. Jatñil entró en la iglesia
preguntando por el padre Caballero: busco
al padre porque está bautizando a fuerza a la gente de mi tribu para
esclavizarla, pero como no diera con él, el jefe kamiai se retiró y regresó a la sierra.
Luego siguieron más guerras intertribales mientras en las
siguientes décadas Jatñil continuó auxiliando al ejército mexicano en la
persecución de los alzados y transgresores de la ley, dice Zárate Loperena. Un
indígena que no acepta le fuercen a una religión que no es la suya pero que,
viviendo en el tránsito de un mundo a otro, se ofrece a colaborar con el
ejército para “pacificar” aquella apartada región respecto del altiplano.
[i] Nacido
quizá en 1725, murió en 1781. Militar que participó en expediciones en la baja
y alta California, llegando a ser gobernador durante tres o cuatro años.
[ii] “Nñait
Jatñil, soy Caballo Negro”.
[iii] Hoy
está construida una alta valla metálica de acuerdo con la política de
contención de inmigrantes iberoamericanos hacia Estados Unidos.
Excelente articulo, Felicidades
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