En los primeros tiempos de la
conquista de América, cuando los expedicionarios españoles no habían salido del
Caribe y de la península de Yucatán, se dividió a los indios –dice Céspedes del
Castillo[i]-
en dos grupos: taínos o indios de razón, refiriéndose a aquellos
que no resistieron a los intrusos o fueron vencidos con poco esfuerzo; y caribes o indios de guerra, los que resistieron porfiadamente. Casi todos
ellos tenían en común el ser cultivadores de subsistencia, que se alimentaban
de plantas tuberosas (mandioca, yuca, batata) y del complejo
maíz-frijol-calabaza, que cultivaban en montones artificiales de tierra (conucos) de los que, a modo de despensa,
iban tomando aquello que precisaban; el cacahuete o maní, la pesca y la caza
completaban una dieta fácil y equilibrada.
En cuanto a formas de
organización social, la tribu predominaba en las Pequeñas Antillas y en algunos
tramos de Tierra Firme; en otros y en las Grandes Antillas, la forma dominante
era el señorío incipiente o desarrollado, con acusada estratificación social,
desde jefes (caciques) hasta siervos
perpetuos (naborías), en estratos que
los europeos asimilaron a sus reyes, nobles, pueblo llano y esclavos. Cabe
decir que los contactos con civilizaciones aborígenes fueron casi nulos durante
estos años.
Los colonos, por su parte, hartos
de pasar hambre, de comer tortas de harina y de mandioca (pan cazabí o cazabe), de
sufrir las para ellos nuevas enfermedades tropicales, y todo ello a cambio de
un sueldo, se rebelaron contra Colón en 1497. Pedían manos libres en la
explotación del oro y compensar tantas miserias enriqueciéndose rápidamente.
Entonces Colón fue llamado a España y su administración concluyó en 1499.
Comenzó entonces el inseguro
negocio del rescate o trueque con los
nativos, tal como se había practicado en las costas de África. Recogían aquello
que consideraban valioso, en general maderas como el palo de Brasil, usado como tinte en la industria textil. Si
aparecían indios, les obsequiaban, les solicitaban información como podían y
permutaban sus manufacturas y baratijas por oro nativo o labrado, perlas o
esclavos. Pronto los indígenas manifestaron su preferencia por herramientas de
hierro y acero, mientras que los colonos, en uno de las primeras exploraciones,
rescataron no menos de 150 libras de perlas en la costa venezolana, pero desde
1504 el comercio entre Sevilla y Santo Domingo mejor negocio que el rescate.
El problema de la mano de obra se
solucionó en las mismas Antillas con los pacíficos taínos, en cuyas tierras se
encontró la mayor parte del oro aluvial. Los taínos acogieron bien a los
europeos, muy probablemente porque temían a los indios caribes, entonces en
proceso de expansión a través de las Pequeñas Antillas y, por ser caníbales, en
proceso también de comerse a los taínos. Estos trabajaron para los colonos en
la producción de alimentos y en el lavado de las arenas auríferas, hasta el
punto de que pronto fue tan terrible esto que ser comidos por los caribes. Los
colonos consideraba a los taínos como holgazanes por negarse a trabajar a
cambio de un jornal, sucediendo lo que era de esperar: la organización de
repartimiento de repartimientos de indios o distribución organizada de mano de
obra indígena. Era un trabajo forzoso que desencadenó una larga cadena de
tragedias: huída de los indios, rebeliones de los hasta entonces pacíficos
taínos, matanzas de colonos, matanzas de rebeldes, esclavitud de indígenas
vencidos, hundimiento físico y psicológico de los nativos por desesperación y
por enfermedades ocasionadas por la contaminación de suelos y aguas en los
lugares donde se les concentraba para trabajar…
Entre 1503 y 1520 llegaron a
Sevilla 14.118 kilos de oro del Caribe legalmente registrados. A ello habría
que sumar –dice Céspedes del Castillo- los obtenidos entre 1494 y 1502, más lo
que arribó a Europa como contrabando. Una estimación del total podría cifrarse
en no menos de 30.000 kilos, cantidad muy superior a toda la producción de
Europa durante esos años y aún por encima de la totalidad de oro recogido por
los portugueses en África. A cambio, la práctica desaparición de los indígenas
en las Antillas mayores y en las Lucayas a los cuarenta años de la llegada de
los europeos.
Entre 1515 y 1519 un reducido
grupo de frailes llegó para evangelizar a los indios, estableciéndose en Cumaná[ii],
pero fracasaron ante la oposición de los indios, escarmentados por anteriores
abusos. Pero se descubrieron los más ricos yacimientos de perlas; fue en
Cubagua[iii],
una pequeña isla próxima a Cumaná. Con un pequeño grupo de atrevidos buceadores
–en su mayoría esclavos negros- se obtenían las ostras, pero para ello debían
evitar a los tiburones. Una ciudad, Nueva Cádiz, existió en Cubagua entre 1519
y 1541, y durante los primeros años de su existencia, se obtuvieron 10.000
marcos de perlas (un marco equivale a 230 gramos), pero el agotamiento de los
bancos de ostras, unido a los huracanes, acabaron por destruir económica y
físicamente a la ciudad, de forma que los colonos se desplazaron mil kilómetros
hacia el oeste para fundar Río de la Hacha[iv]
y continuar allí su pesca de perlas.
Bancos de ostras perlíferas se
descubrieron también el Pacífico (1515), dando su nombre a las islas de las
Perlas, frente a Panamá. Las perlas rindieron más que el palo Brasil del
Caribe, la cañafístula[v]
y otras hierbas medicinales que en pequeña cantidad se exportaron a Europa, y
aún que la caña de azúcar. Esta se llevó desde Canarias a la Española, que ya
en 1503 disponía de un tosco ingenio azucarero.
[i] “América
Hispánica”.
[ii] En la
costa de Venezuela.
[iii] Isla
al nortes de Venezuela.
[iv] En el
extremo norte de Colombia.
[v] Árbol
grueso y alto cuya hoja tiene propiedades laxantes y aromáticas.
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