lunes, 25 de febrero de 2019

Godos y otros bárbaros

Piedras de Ale, en el sur de Suecia (1)
En el año 409 entraron por los puertos pirenaicos unos grupos guerreros aliados entre sí, después de haber pasado unos años abriéndose camino desde Renania a través de la Galia. Parece que estos guerreros estaban constituidos por tres elementos étnicos diferentes: los alanos, los suevos y los vándalos, divididos estos últimos en silingos y asdingos. Los romanos creyeron que tanto suevos como vándalos eran germánicos cuyo origen estaba al este del Rin. Los alanos fueron considerados de un territorio más lejano, quizá la estepa iraní, del Cáucaso y del curso inferior del rio Don. Algunos de ellos quizá se desplazaron hacia el oeste por la llegada de los hunos a las proximidades de los Cárpatos en torno al año 370; unos se convirtieron en súbditos de los hunos y otros penetraron en territorio romano cruzando el Danubio.

Aquellos alanos que se desplazaron hacia el oeste llegaron a encontrarse asociados con los vándalos y los suevos en la orilla oriental del Rin, frente a Maguncia, cuando terminaba el año 406[i], pero poco se sabe de todo esto. Parece que el paso del Rin fue posible porque en el invierno el rio se heló, encontrándose entonces con una débil oposición franca; pasando pocos años después los Pirineos sin oposición alguna, pues parece que los militares romanos que tenían que haberlo impedido no lo hicieron.

El emperador romano entonces era Constantino III (407-411), que había sido entronizado por las tropas de Britania y luego se había hecho dueño de buena parte de la Galia e Hispania durante el período de confusión que siguió a su proclamación. Así lo explica el sacerdote hispánico Orosio en 417 (“Siete libros de historia contra los paganos”), añadiendo que los soldados romanos actuaron así para encubrir el saqueo al que habían sometido a la población en la zona. En todo caso, el emperador romano Honorio (395-423)[ii] nunca fue capaz de volver a imponer su autoridad sobre las provincias hispánicas.

Es posible que esas federaciones vándalas, suevas y alanas intentasen algún tipo de acuerdo con el gobierno romano, ofreciéndose a proporcionar servicios militares a cambio de un pago, suministros y cierto grado de integración en la estructura administrativa imperial. Esto es lo que Alarico y su confederación goda planteaban antes del saqueo de Roma en 410, pero algunos de sus sucesores lograron llegar a estos acuerdos con el gobierno imperial al menos en dos ocasiones durante los años siguientes. Debe tenerse en cuenta que el ejército romano había llegado a depender cada vez más del reclutamiento, sobre todo en unidades completas, de soldados procedentes de más allá de las fronteras del imperio o que habían recibido permiso para asentarse en él por tratados de federación.

Parece ser que los alanos, los vándalos y los suevos, después de un período breve, pero salvaje, de saqueo y destrucción, establecieron un tratado de federación con el gobierno de Roma, de lo que son fuentes principales los textos de Orosio, que fue contemporáneo, y los de Hidacio, un obispo que escribió una breve crónica en el noroeste de Hispania alrededor de 468: ambos señalan que hubo un período de hambre, inanición y canibalismo inmediatamente posterior a la entrada de los alanos, los suevos y los vándalos en 409, si bien estos dos personajes hablan desde la óptica romana, por lo que quizá la situación catastrófica que describen no se deba solo a esos grupos militares. Sí parece comprobado que habían devastado la Galia mientras la atravesaban entre 406 y 409.

Las condiciones en Hispania en aquel momento, según Roger Collins, implicaban que todo tratado de federación tenía que pactarse con un régimen imperial rebelde que se había implantado en la península en el año 409, es decir, con el emperador Máximo[iii], cuyo gobierno fue tan inestable que no estuvo en condiciones de combatir a alanos, suevos y vándalos, pero sí valerse de ellos contra Constantino III, otro usurpador si se tiene en cuenta que el legítimo emperador era Honorio. En fin, un caldo de cultivo para que estos guerreros no romanos encontrasen acomodo dentro del imperio.

En cuanto a los visigodos hay dos cuestiones importantes: quienes eran realmente y qué clase de entidad formaban. Han sido diferenciados de alanos, vándalos y suevos pero unidos por una herencia cultural, histórica y genética. En lo relativo a sus formas de gobierno o bien estaban dirigidos por jefes guerreros elegidos entre sus propias tropas en épocas de necesidades militares, o estaban gobernados por dinastías de reyes de antiguos linajes, cuya autoridad podía emanar de su relación especial con los dioses a los que el pueblo rendía culto. Cada uno de estos grupos recibía el nombre de tribu y algunos elementos de cada tribu podrían estar compartidos con otras tribus. Varios de estos grupos compartían una lengua común, que podía ser protogermánica o goda, pero con diferencias dialectales que se correspondían con sus diferencias políticas.

Entre estas tribus podían aparecer rivalidades a largo plazo y enemistades hereditarias, pero es de esperar que la mutua comprensibilidad de sus lenguajes les proporcionaría un sentido de solidaridad germánica frente a los romanos. Las historias de estos pueblos se transmitieron oralmente desde hacía mucho tiempo y no llegaron a escribirse hasta el período posterior a su asentamiento dentro de Imperio romano. Dichas historias dan testimonio de la larga supervivencia de cada tribu durante siglos y de las grandes distancias que la mayoría de ellas podían haber recorrido en el transcurso de su existencia, unas veces zarandeadas por conflictos con sus vecinos y otras aprovechando la creciente debilidad de Roma. Algunas de estas historias puede que estén confirmadas por lo que generaciones anteriores de autores romanos, como Tácito[iv], escribieron sobre contactos previos del Imperio con los distintos pueblos germánicos.

Puede que el origen de los visigodos fuese escandinavo, concretamente en el sur de la actual Suecia, donde se conserva el nombre Góthaland[v] como denominación de una región que se puede fechar en torno al siglo I a. de C. Luego vendría una migración de la tribu a través del mar Báltico hasta el norte de Alemania, al otro lado del río Elba, a lo largo del siglo I después de Cristo, y posteriormente un desplazamiento gradual hacia el sur, en dirección al Danubio. A mediados del siglo III se produjo el primer impacto significativo de la migración de los godos con el Imperio romano, cuya frontera estaba en aquel río; cruzándolo y venciendo al emperador Decio en 251[vi], se quedaron dentro del Imperio, se dedicaron a saquearlo durante unos veinte años y fueron expulsados paulatinamente durante los reinados de Claudio II el Gótico (268-270) y Aureliano (270-275).

Un segundo pueblo godo que llegaría a ser conocido como ostrogodo, siguió una pauta parecida de migración hacia el sur partiendo de Escandinavia durante el mismo período, pero su desplazamiento fue más oriental, llegando a las estepas del sur de Rusia siguiendo las costas del mar Negro, tras haber sometido a varios pueblos indígenas en aquella región. En general se acepta que todo esto fue cambiado por los hunos, una confederación nómada procedente de Asia central, cuyo repentino ataque hacia 370 llevó al hundimiento del poder ostrogodo, gobernando en aquel momento Atanarico[vii]. Entonces los visigodos pidieron ser admitidos en el Imperio romano, lo que les concedió Valente en 376, pero como sufrieran el abuso constante de los funcionarios romanos, se levantaron con ayuda de algunos grupos de ostrogodos, rebelión que intentó sofocar Valente sin éxito en la batalla de Adianópolis (378), lo que hizo a los visigodos dueños de gran parte de la mitad oriental de los Balcanes.

Con Teodosio (379-395) los distintos grupos godos firmaron un tratado con el Imperio, y a partir de ese momento prestaron servicios al mismo en una serie de guerras civiles contra emperadores rivales en occidente durante los años 388 y 404. Bajo el mando de Alarico, un miembro de la antigua casa reinante de la dinastía báltica, se intentaron oponer a los regímenes imperiales de las dos mitades del Imperio, gobernado entonces por un niño y un adolescente (hijos de Teodosio). Alarico se dirigió con sus tropas a Italia y saqueó Roma en 410, poco antes de su propia muerte, siendo sucedido por Ataúfo, que llevó a los godos a la Galia durante su corto reinado de cinco años.

Roger Collins considera que esta historia presenta a los pueblos germánicos y a Roma como dos polaridades opuestas, los primeros, vigorosos y no contaminados por la decadencia de los romanos, pero en la segunda mitad del siglo XX, ya sin la influencia ideológica del nacionalismo alemán, se aportaron otros puntos de vista: por mencionar solo un detalle- dice Collins- los nombres que se utilizan para distinguir a los dos grupos de godos –visigodos y ostrogodos- son anacrónicos. En los textos que se escribieron en Italia y en la península Ibérica en los siglos VI y VII, ambos grupos se denominan godos. Más significativo es el hecho de que se utilizaran unos nombres bastante diferentes antes del siglo V; en las fuentes romanas de mediados del IV se identifican dos confederaciones como las que dominaban la zona situada al norte del Danubio y del mar Negro antes de la hegemonía de los hunos, y el nombre que se les daba era theruingi (tervingos) y los greuthungi[viii]. Los primeros son considerados como los ancestros de los visigodos y los segundos de los ostrogodos, pero la versión de Amiano Marcelino deja claro que solo algunos de ambos grupos entraron en territorio romano desde su posición inicial al norte del Danubio. Se acepta hoy, en general, que la autoidentificación del pueblo que conocemos ahora como visigodo, se produjo en los años siguientes a la batalla de Adrianópolis (378). En este confuso período, todo tipo de grupos de una amplia variedad de orígenes culturales, genéticos y lingüísticos se fusionaron, en gran parte a través del reclutamiento y de los servicios que prestaron cuando gobernaba Teodosio I. Evitaron deliberadamente la integración en la sociedad romana de los Balcanes y permanecieron en su condición de militares bajo el mando de uno de los suyos, probablemente para conservar su movilidad.

A la muerte de Teodosio en 395 y la división del Imperio que se produjo a continuación, los godos declararon su independencia, convirtiéndose en un ejército mercenario preparado para prestar servicios a cualquier régimen imperial que ofreciera mejores condiciones, pero no debían existir diferencias marcadas entre un ejército romano y una confederación bárbara, pues a lo largo del siglo IV el Imperio había reclutado sus soldados en un número cada vez mayor entre los pueblos germánicos y otros pueblos situados más allá de sus fronteras. En lo relativo a la cultura material, la influencia romana había sido tan penetrante que eran pocas las diferencias existentes entre las tropas imperiales y las que habían sido reclutadas fuera del Imperio, tanto por las armas que utilizaban como por sus vestimentas. Cuando los ejércitos romanos trasladaban sus bases en esta época, se hacían acompañar por las familias de los soldados y por una amplia variedad de seguidores, igual que los godos. Un ejército romano en marcha –dice Collins- no se distinguía de un “pueblo” germánico que emigraba.

La religión tampoco fue un factor diferenciador importante, ya que todos los grupos germánicos asentados dentro del Imperio desde finales del siglo IV habían sido cristianizados. Orosio alabó a los visigodos por no robar los vasos sagrados en los saqueos y por no causar daños a los ciudadanos que se habían refugiado en las iglesias durante el saqueo de Roma en 410; no debían de estar considerados como paganos en dicha época (Orosio es contemporáneo de los hechos).



[i] Roger Collins, “La España visigoda, 409-711”.
[ii] Hacía ya tiempo que el ejército proclamaba emperador a un general contra el poder ejercido por otro emperador.
[iii] No confundir con otros Máximo. Este fue uno de tantos usurpadores entre 409 y 411 que estableció su sede en Tarraco.
[iv] Siglos I y II d. C. Historiador y político romano cuya obra se ha concentrado en los títulos “Anales” e “Historias”.
[v] Es la región de Gotemburgo, al suroeste de Suecia.
[vi] En Abrito (nordeste de la actual Bulgaria), provincia romana de Mesia inferior. En realidad fue una batalla entre visigodos y ciertas legiones romanas contra el emperador, que fueron emboscadas en un pantano.
[vii] 318-381. Apoyó a Procopio contra el emperador Valente.
[viii] Según Amiano Marcelino en su “Res Gestae”. Marcelino fue un historiador y militar romano del siglo IV, cuya obra es fuente principal para conocer esta parte del Imperio romano.

(1) http://www.sweetsweden.com/turismo-y-viajes-a-suecia/estos-son-los-15-lugares-mas-bonitos-de-suecia/#.XHRuesBKjIU

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