Tras la paz de Basilea entre las monarquías española y la
república francesa (1795), Francisco Amorós
empezó a desempeñar funciones en la administración pública gracias a un tío
suyo que era capitán general y gobernador militar y político de Cádiz. La
experiencia que adquirió en esta ciudad le valió su pronta instalación en
Madrid, cerca de la corte de Carlos IV. Aquí será secretario de Godoy y luego
del propio rey, participando, en 1802, en una de las intrigas palaciegas que
tanto se estilaban: en éste caso, el proyecto de colonización del imperio de
Marruecos.
Las relaciones diplomáticas hispano-marroquíes se
deterioraron por completo desde la muerte, en 1790, del sultán Sidi Muhammad,
artífice de una serie de tratados comerciales entre Marruecos y España desde
1767. Estos acuerdos garantizaron un beneficioso intercambio de productos entre
ambos países, mientras España llevó a cabo una política de acercamiento al
gobierno de Marruecos para una mayor libertad de los barcos españoles en la
pesca, la importación de ganado de calidad y la explotación de una serie de
puertos estratégicos de las costas atlánticas y mediterráneas marroquíes.
Inglaterra tenía bajo su control, a comienzos del siglo XIX,
una serie de territorios estratégicos en el Mediterráneo (Gibraltar, Menorca
hasta 1802 y Malta desde éste mismo año) que le daban la llave del comercio
marítimo con oriente. Así estaban las cosas cuando se produjo el plan “ideado”
por Godoy (según sus propias Memorias), con la finalidad de aumentar las
relaciones comerciales de España en África y Asia, para obtener mayores
beneficios sin la intermediación de otras naciones, también interesadas. Pero
hoy sabemos que tal plan no fue idea del “Príncipe de la Paz”, apareciendo
nombres como Domingo Badía[i],
Simón de Rojas, Antonio Rodríguez Sánchez (éste, vicecónsul de España en
Mogador), el marqués de la Solana (capitán general de Andalucía) y Francisco
Amorós, oficial que era entonces de la Secretaría del Despacho de la Guerra.
La génesis del proyecto tuvo lugar en 1801, cuando Badía hizo
llegar a Godoy un detallado plan de viaje a África para su estudio por
expertos: se trataba de una serie de exploraciones científicas, muy en boga en
la época. La Real Academia de la Historia, que estudió el asunto, consideró que
España debía quedar a la expectativa de lo que otras naciones como Inglaterra y
Francia hiciesen en África, prefiriendo que Badía se dedicase al reconocimiento
de las zonas fronterizas de la América hispana septentrional. Badía buscó
entonc[ii]es
otro camino, hasta que el propio rey Carlos IV decidió por él mismo la acción
en África.
Según Barberá Fraguas, a quien cita Fernández Sirvent,“el
objetivo político del viaje no pasó de un señuelo utilizado por él [Badía] con
el fin de obtener apoyo y financiación para su proyecto de exploración
científica…”. Pero la idea de conquistar “manu militari” Marruecos por España
no existió en ningún momento. Puede que Badía no pretendiese ir más allá de
exploraciones científicas y “adornara el plan” con la posibilidad de ampliar el
imperio hispánico.
No cabe duda, sin embargo, de que Amorós, después de conocer
las intenciones del aventurero catalán, fue la persona que más amparó la
empresa marroquí, razón que le llevó a remitir, a mediados de 1803, una serie
de cartas a Godoy, de las cuales Fernández Sirvent extracta la siguiente:
El sujeto que quiere
ofrecer un reino a España y un asombro a Europa… quince o veinte mil duros pide
para su empresa…”,
diciendo a continuación que estaba el marqués de la Solana, “sabio y firme en
Andalucía con quien podría contarse para todo lo que conviniese…”. ¿Qué se va a perder? [continúa Amorós] Una corta cantidad. ¿Y qué a ganar? V.E. lo
alcanzará con su penetrante vista, sin necesidad de que yo se lo insinúe. Si no
se consigue el fin tampoco se perderá.
A mediados de 1803 estaba Badía en Algeciras, mientras que
Godoy quiso prescindir de Simón de Rojas para que éste permaneciese en
Andalucía, o quizá que su nombre hubiese sido una tapadera para reforzar el
carácter científico de la expedición. Mientras, Badía ya se encontraba
infiltrado como espía entre los tangerinos, y a estas alturas muy pocos sabían
de la intriga política que se estaba gestando en torno a Godoy, pero en muchas
instituciones científicas europeas se sabía de las exploraciones que Badía
había iniciado por África septentrional bajo la falsa identidad de un rico
príncipe sirio, Alí Bey, educado en Europa y con la excusa de ser peregrino a
La Meca. No se informó al cónsul español en Tánger porque, según Godoy, poseía
una red de intereses en Marruecos que le hacían potencialmente adverso a
cualquier política de cambio en el país.
Los correos entre Badía y Amorós comenzaron a hacerse
frecuentes, muchos de ellos en clave, siendo Amorós el encargado de
descifrarlos para que los conociese Godoy. El proyecto de Marruecos pasó a
convertirse en uno de los asuntos que seguía el favorito casi a diario con la
estrecha colaboración de Amorós y de Francisco de Orozco, su secretario
particular. Avanzado el año 1803 Godoy decidió enviar a Amorós para ultimar los
detalles en Tánger, teniendo en cuenta que, según Badía, en torno a Fez se
encontraba el mayor número de opositores al despótico régimen de Solimán. Las
ciudades costeras de Solé y Rabat se encontraban resentidas de la destrucción
del comercio que años atrás había sido próspero. Badía, entonces, organiza
pelotones para patrullar por los desfiladeros del Atlas, contando con la
colaboración de jeques. Amorós, por su parte, anunció el envío de varios
faluchos al vicecónsul de Mogador para que sirvieran de correo, pero Badía
pedía 24 artilleros con 3 oficiales; un par de minadores; 3 ingenieros y
algunos cirujanos con botica; y que desfilara a Ceuta la columna de Andalucía “si
esto puede hacerse”.
Se paralizó entonces el proyecto: a finales de 1803 las
relaciones entre los gobiernos marroquí y español eran muy tensas, y los
acontecimientos se precipitaron a partir de 1804 debido a la negativa del
gobierno marroquí de conceder permisos a los comerciantes españoles para exportar
trigo desde los puertos, siendo esto motivo para que Godoy quisiese acelerar el
plan. Badía, mientras tanto, había obtenido aprecio en la corte marroquí como “príncipe
sirio” y con el nombre de Alí Bey, a quien el sultán regaló un palacio y una
finca próxima a la actual Marrakech, pero en cierto momento negoció cerca de
Mogador con algunos de los jeques del suroeste de Marruecos que apoyaban al
caudillo Sidi Hescham, estando a mediados de 1804 la parte militar del plan
lista para ponerse en marcha: nueve o diez mil soldados en Ceuta, cuatro mil bayonetas,
dos mil pistolas, etc., pero estos efectivos no llegaron nunca a ser enviados
porque Carlos IV decidió paralizar la marcha de las operaciones.
¿La segura oposición de Inglaterra aconsejó prudencia? Parece
ser que el rey consideró la cuestión desde un punto de vista moral, pues Alí
Bey había fraternizado demasiado con el sultán. Lo cierto es que los últimos
acontecimientos de la política internacional habían llevado a la Monarquía
hispánica y, sobre todo, a la persona de Godoy, a una situación muy
comprometida. A partir de mediados de 1804, en relación con el asunto marroquí,
todo es confusión e incluso Badía cayó enfermo, incapacitándole durante varios
meses para actuar. Así hasta que en octubre del año citado varias fragatas
españolas procedentes de Montevideo, cargadas con mucho oro, plata y otras
mercancías, fueron atacadas por buques ingleses. Carlos IV se decidió entonces por
apoyar a Francia en el tablero de conflictos internacionales, aunque una
epidemia de fiebre amarilla hacía estragos en el sur de España y resurgió el
interés, por parte del rey, en el asunto de Marruecos.
Dos meses antes de que la flota hispano-francesa sufriese la
derrota en Trafalgar (1805), Alí Bey se encontraba de nuevo en las costas
marroquíes para informar a las autoridades militares españolas sobre los
movimientos de los buques ingleses, pero el hecho de Trafalgar volvió a situar
al rey español ante la necesaria prudencia de no embarcarse en otro conflicto.
A partir de entonces el espía español se embarcó en un navío tripolitano que
realizaba exclusivamente viajes científicos por Oriente: Trípoli, Grecia,
Egipto, Arabia, Palestina, Siria y Turquía.
Que existieron intenciones imperialistas por parte de las
autoridades españolas es evidente, como ya existían en Inglaterra con sus
intereses en el Mediterráneo, aunque no podamos hablar de un imperialismo como
el que conoceremos a partir de unas décadas más tarde, cuando Francia ocupa la
costa de Argelia.
Nacido en Valencia en 1770, Amorós tuvo una formación
esmerada y, por destinos de su padre (militar) vivió en varias ciudades
españolas: Badajoz, Madrid, Cádiz…). Tuvo desde joven gran afición al mundo
clásico y pronto destacó en la carrera militar, que ejerció por influencia
paterna y por disponer de recursos suficientes, pues su madre pertenecía a una
rica familia aragonesa.
Amorós se destacó en los Pirineos para combatir a la Francia
de la Convención en 1793: en el Rosellón participó en el sitio del castillo de
Bellegarde; después estuvo en la toma de Villefranche y en los sucesos de
Montaubán, en la defensa y retirada de Peyrestortes y en el ataque de Vernet.
Participó en la batalla de Trullás, donde las tropas de Ricardos sometieron a
las de Dagobert; en la batalla de Le Boulou, una de las más sangrientas de la
guerra, Amorós destacó y luego participó en la ocupación del puerto de
Port-Vendres y de Colliure[iii]…
Entre 1805 y 1808 se entregó a un proyecto de educación militar, el Instituto Militar Pestaloziano de Madrid, y cuando se produjo la invasión francesa en el último año citado, formó parte de la Junta de Bayona, por lo que se le abrió causa, pero pronto estará desempeñando el cargo de Comisario (al servicio del rey José) en varios destinos entre 1808 y 1809. Después de la guerra tuvo que exiliarse en París y allí siguió con sus estudios pedagógicos. Viajó a España en 1839 y en 1848 murió en París, capital de la Francia republicana.
[i] Nació en Barcelona en 1767 y murió en Damasco en 1818. Además de otras cualidades, fue un aventurero conocido cuando le convino con el nombre de Alí Bey.
[ii] “Biografía de Francisco Amorós y Ondeano (1770-1848)”. En ésta obra se basa el presente resumen.
[iii] El castillo de Bellegarde se encuentra en Le Perthus; Villefranche se encuentra en el extremo sudeste de Francia, cerca de la frontera italiana; Montaubán está en el sur de Francia; Peyrestortes está al norte de Le Perthus; Le Vernet, al norte de Villefranche; Trullás está a oeste de Sabadell, en Cataluña; Le Boulou se encuentra junto a Le Perthus e igualmente Colliure.
Ilustración: nomadatrek.com/viajar-montañas-atlas/
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