La pequeña gran novela del “Lazarillo de Tormes” ha sido tomada por José María Alegre para introducir su estudio sobre el campesinado y el mundo rural en la España del siglo XVI[i]. Gran parte de la vida del personaje de ficción –dice el autor citado- está relacionada con el campesinado, desde el momento en que nace en Tejares, una aldea contigua a Salamanca que hoy ya está unida a la ciudad. Los habitantes de esa aldea se dedicarían al cultivo de frutas, hortalizas y cereales.
El padre de Lázaro era molinero y cuando el citado se va con el
ciego recorre los caminos del centro de la península, pasando por zonas
agrícolas. Se describe Almorox, en el extremo norte de la actual provincia de
Toledo, y la villa de Escalona muy próxima. Luego pasa Lázaro al servicio del
cura de Maqueda, población también cercana a las dos anteriores, cuyos
habitantes se dedicaban al cultivo de hortalizas y cereales. Los fieles
ofrecían al cura bodigos o panecillos,
describiéndose en la obra citada que en la casa del clérigo solo había de estos
y cebollas, mientras que los pobladores acostumbraban a comer, los sábados,
cabezas de carnero.
Luego sirve Lázaro a un buldero (el que daba bulas en nombre
de la Iglesia a cambio de dinero) y describe los campos cerealeros de la Sagra
toledana, entrando en contacto nuestro protagonista con labradores y pastores.
Cuando Lázaro se establece en Toledo ejerce el oficio de pregonero y anda por
entre los vendedores de vinos y verduras.
El campesinado en el siglo XVI vive miserablemente, aunque en
mejor situación estaban los que eran propietarios de su tierra. Otros muchos
dependían del trabajo que realizaban como aparceros, arrendatarios o
jornaleros, a favor de señores, dueños, o de la Iglesia. Durante esta centuria se
produjo un importante trasvase de población del campo a la ciudad, que en la
mayoría de los casos no era sino una aglomeración de población agrícola y
artesana.
En zonas como el sur de Castilla y Andalucía, el extremo
meridional de Cataluña, Aragón, Levante y Mallorca, buena parte de la población
agraria era mudéjar, generalmente trabajando tierras de otros. El campesinado,
en general, soportaba el mayor peso de la fiscalidad, mientras que la nobleza
de toda condición era absentista en la mayor parte de los casos. Las alianzas
familiares entre los nobles e hidalgos vinieron a concentrar más la propiedad
agraria por medio de la institución del mayorazgo, dejando muchas tierras
amortizadas o sin cultivar.
Los pequeños propietarios agrarios, por su parte, residían no
pocas veces en las villas y ciudades, desplazándose a sus heredades en
ocasiones dispersas, donde podían tener también rebaños. Pero los grandes
propietarios de ganado eran los nobles y la Iglesia, organizados –junto con
otros- en la Mesta, elemento que ha de tenerse en cuenta para comprender el
interés de poseer tierras sin cultivar, dedicadas al pastoreo y a la
alimentación del ganado trashumante. La exportación de la lana a otros países
europeos representó, para la Corona, fuente de importantes recursos, razón por
la que la Mesta gozó de privilegios en detrimento de los intereses agrarios.
El labrador sufría, además, los desmanes de la
Administración, hasta el punto de que, en ocasiones, los reyes han de tomar
cartas en el asunto para equilibrar la balanza. No pocos campesinos se vieron
obligados a vender sus tierras a judíos, conversos y otros como consecuencia de
deudas que no podían asumir, y las guerras civiles del siglo XV, junto con las
calamidades atmosféricas (heladas, sequías) vinieron a hacer el resto.
La expulsión de musulmanes por parte de los Reyes Católicos
dejó no pocas tierras despobladas, disminuyendo sin cesar el número de
labradores propietarios, que pasaron a ser jornaleros, mendigos, vagabundos y
bandoleros. Los Reyes Católicos establecieron una tasa al precio de los
cereales en 1491 para evitar su alza, así como de otros productos agrícolas, y
obligaron a venderlos en lugares concretos: alhóndigas y plazas públicas.
Cuando se suprimió la tasa en 1504 se vio en qué medida había perjudicado
aquella política a los labradores.
La protección real dispensaba al vino un trato especial, por lo que aumentó el viñedo a costa del cereal; con el aumento del nivel de vida en las ciudades se consumió más vino, e incluso las gentes del campo por las calorías que aportaba a sus dietas. La agricultura, en general, daba pocos rendimientos, por lo que hubo muchos años de hambre para buena parte de la población. José María Alegre cita 1507 y 1521, pero también 1529 y los años centrales de la década de los treinta del siglo XVI. Luego no hubo década en la que no se registraran años con hambres generalizadas.
En el siglo XVI se seguía con la rotación bienal o trienal de
la tierra, el arado romano y la escasez de abonos, pero se sustituyó el buey
por la mula y aumentó el cultivo de la cebada. El Estado no tenía una política
agrícola y cuando alguna vez intervenía en los precios, beneficiaba a los
grupos dominantes. El policultivo se dio en el norte y levante, el monocultivo
en el centro y el sur.
El cereal ocupó la mayor parte de las zonas cultivadas, particularmente el trigo y la cebada, que fueron sustituidos, en ocasiones, por el centeno en las zonas frías de Castilla la Vieja. En las zonas húmedas se daban las hortalizas y frutas, o bien mediante regadíos por medio de azudas[ii] y acequias. Pero aún así la vida de los campesinos, en general, era miserable. Hablando de ellos a principios del siglo XVII Benito de Peñalosa y Mondragón[iii], dice que comían ajos y cebollas, migas y cecina dura, carne mortecina, pan de cebada y centeno; usaban abarcas y sayos “gyronados”, además de “caperuzas de bobo”, bastos cuellos y camisas de estopa. Los zurrones de los campesinos eran toscos y los zamarros estaban adobados con miera (un aceite espeso que se obtenía de las bayas y las ramas del enebro o de las resinas de los pinos). Tenían ganados flacos –dice- y los ajuares de sus casas provocaban la risa y burla de los cortesanos…
[i] “El campesinado y su mundo rural en la España del ‘Lazarillo de Tormes’”.
[ii] Barreras en los ríos para desviar el agua hacia los campos cultivados.
[iii] Nació en Mondragón (Guipúzcoa) en torno a 1580 y fue benedictino en Nájera, habiendo estado en América. Fue autor del “Libro de las cinco excelencias del español que despueblan a España para su mayor potencia y dilatación…”, 1626.
Ilustración: Paisaje de la Sagra toledana.
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