miércoles, 13 de enero de 2021

Patronos "paternales" (2)

 

María del Pilar Calvo Caballero observa que coinciden las altas cotas de conflictividad con momentos de crisis política y movilización obrera. Entre 1919 y 1921 fue un período álgido en la dureza de la patronal castellana y leonesa, pero las raíces de sus actitudes de resistencia arrancan de finales del siglo XIX, conforme perciben la toma de conciencia obrera. En los años de la crisis agrícola-pecuaria prende la difusión del ideario socialista y empieza el pánico en la patronal.

En 1890 “El Norte de Castilla” publica un artículo titulado “El motín de Dueñas”, donde se dice que el mismo no es ajeno a “las predicaciones constantes de doctrinas subversivas… que algunos ilusos vienen haciendo” y añade que “entre las personas pudientes de Dueñas reina un pánico indescriptible”. Unos días después el mismo periódico solicitó aumentar el número de guardias civiles y el mismo temor presidió una asamblea en 1891 de la Cámara de Comercio de Valladolid, cuya directiva solicitó “atención acerca de las huelgas y pretensiones de la clase obrera para… evitar la reproducción de los últimos sucesos…”, habiendo existido un precedente en Burgos, que contó con una primera organización socialista en 1886[i].

La región castellano-leonesa nunca sobresalió por la conflictividad obrera, pero bastaron pocos conflictos para estimular la resistencia de la patronal, nacida de la toma de conciencia obrera. Entre las reivindicaciones de la época destacan rebajar la jornada laboral y contra el despido, lo que se ve en 1902 con las huelgas agrícolas de Nava del Rey y de tipógrafos en Salamanca. La resistencia patronal brotó con fuerza ya durante las huelgas de 1901 en las industrias de metales, ebanistería, tallistas, torneros y silleros de Valladolid, que volvieron al trabajo sin conseguir nada. La patronal despidió a los promotores en una huelga de fundidores tras un mes de resistencia, siendo estos ejemplos de los numerosos de dura resistencia patronal para poner a salvo su autoridad o condición de “derecho divino”, rasgo cultural progresivamente liquidado por la lucha obrera y los avances legislativos.

Esta resistencia se da al tiempo que otras estrategias: un año después de una huelga de canteros, los patronos vallisoletanos contrataron mano de obra portuguesa e idéntica actitud se registró en el campo. “El Adelantado de Segovia” habla de la ausencia de conflictos “por estar la tierra muy repartida”, pero hubo duros episodios en una huelga agrícola sucedida en Nava del Rey, donde la patronal[ii] resistió ante las demandas obreras de subida salarial. El núcleo más duro fue el textil bejarano, pues unos meses después de iniciada una huelga (1903) el diputado liberal salmantino Vicente Oliva solicitó crear jurados mixtos y denunció la intransigencia patronal, observando que esta actuaba guiada por los pañeros madrileños asentados en Salamanca.

La propuesta de los jurados no era nueva y se vio que la toma de conciencia entre los obreros era firme desde, por lo menos, 1901, estallando varios conflictos en 1904, aunque la prensa tendió a silenciarlos. Dichos conflictos –señala Calvo Caballero- lejos de ser una partida, fueron continuidad de la lucha obrera y de resistencia patronal, pues las huelgas del campo castellano, aunque empiezan con bríos, terminan fracasando ante la actitud de los patronos, que dan marcha atrás sobre sus concesiones. Esto parece demostrar las cortas dimensiones del obrerismo agrario, porque su asociacionismo era “conformista” y “respetuoso con el amo”, siendo más que el salario, la estabilidad lo que preocupaba al obrero del campo castellano.

La oleada de huelgas en el campo castellano durante el verano de 1904 tuvo sus antecedentes en la provincia de Palencia a finales del año anterior, desde principios de 1904 en Villada, en La Unión de Campos (norte de la provincia de Valladolid), en Sahagún y en la más cruda de Medina de Rioseco. El periódico “El Norte de Castilla” se esforzó en explicar que estas movilizaciones no obedecían a la influencia del socialismo, lo que parece desmentir la fundación de la Asociación de Obreros del campo y otros oficios para pedir menor jornada y salario mínimo. Por su parte, desde el Gremio de Labradores, los patronos intentaron romper aquella organización aprobando sin precedentes bases de salarios mínimos, retiros obreros, seguros de enfermedad y pensiones de viudas[iii].

Pero los obreros de Medina advirtieron la estrategia patronal, porque quedaban cabos sueltos (en palabras de Calvo Caballero), como las demandas salariales y el reconocimiento de su sociedad: jornal semanal de 50 reales en sementera y de 44 reales en diciembre y enero, además de obligar a cada patrono a sostener todo el año un mozo por cada par de mulas, preferidos de la localidad, y compensación económica por los días perdidos por huelga. La prensa, por su parte, se solidarizó con los patronos.

Esta situación efervescente propició medidas preventivas: en Salamanca se elevó el jornal mínimo; el alcalde de Carrión de los Condes agrupó a todos para convenir el freno de la conflictividad, pero esta fue imparable durante el verano en Tierra de Campos[iv], consecuencia del contagio de unas zonas hacia otras, siendo la mala cosecha de 1904 y el encarecimiento de las subsistencias, junto con prácticas caciquiles, los detonantes.

Las agrupaciones socialistas exigieron, además, despedir a los obreros no asociados, lo que explicaría la hostilidad de los propietarios al asociacionismo obrero. La patronal siguió resistiéndose despidiendo a los obreros huelguistas y recurrió a los no asociados, forasteros y maquinaria; cuando los obreros obstaculizaron la recolección, como en los casos de Villada y Villalón, los patronos renuncian al uso de maquinaria, y en Cisneros fueron quemadas la segadora y la vivienda de un propietario. Entonces la patronal cedió a las peticiones, pero pasado el susto vuelve sobre sus pasos recurriendo al apoyo de las autoridades, Guardia Civil y prensa.

La imposición patronal después de las huelgas de 1904 no apagó la llama socialista, que estuvo detrás de los conflictos, como las huelgas de 1905 en Carrión y Dueñas, acudiendo los patronos de esta última al gobernador civil. También se dieron exposiciones al Gobierno contra las admisiones temporales de trigo desde Tamariz de Campos en 1906 y, en cuanto a los patronos, como en el caso italiano de la llanura Padana, sus asociaciones no pasaron de ser temporales.

La oleada inédita de huelgas agrícolas de estos años eclipsó el conflicto de las minas leonesas de Ciñera (norte de la provincia) y de las palentinas de Villaverde de la Peña[v] y Barruelo, la huelga de los carpinteros burgaleses contra el trabajo nocturno, la conflictividad industrial en Barruelo y Valladolid (1904-1905) y en Béjar hasta el final de la década. Estos tres casos responden a un mismo tipo de conflictividad: los patronos recurren a esquiroles y al respaldo de la autoridad. El recurso de los esquiroles parece tener su máximo en la huelga de curtidores de Béjar (principios de 1907), y el respaldo de las autoridades se vio mejor que en ningún otro sitio en Valladolid con el empleo de soldados en las tahonas, en la huelga de panaderos de 1904 y en el despliegue de guardias civiles para garantizar la libertad del trabajo y la vigilancia de las calles donde vivían esquiroles.

Las reivindicaciones obreras fueron subidas salariales (curtidores, tejedores, panaderos y mineros) y los mineros también reclamaron la supresión de los destajos; los tejedores se negaban a sortear el trabajo; y la reducción de la jornada fue pedida por los carpinteros de Valladolid en 1905. El número de huelguistas fue variado, normalmente poco numeroso salvo en Béjar, donde se llegó a unos tres mil en 1903-1904, con mítines y desórdenes, en los que los carpinteros de Valladolid destacaron: esperar en el andén junto a los patronos a los esquiroles madrileños, en un intento de buscar su solidaridad, lo que solo consiguieron en un caso y a costa de ser detenidos, como fue con dos dirigentes socialistas.

También interceptaron la comida que se llevaba a los esquiroles, llegando a la violencia, durando la tensión los siete meses de huelga. La patronal no fue a la zaga (uno llegó a usar un revólver aunque sin consecuencias). El diferente grado del conflicto marcó los resultados de la huelga; aunque la tónica de la patronal era negarse a mejora alguna, cuando la conflictividad fue menor, solían dividirse los patronos en beneficio de las demandas obreras, llegando estas a ser negociadas patrono a patrono. Cuando la conflictividad fue mayor, los patronos se niegan a reconocer a las asociaciones obreras y exigen que cada individuo negocie sus reivindicaciones, “pero de ninguna manera en nombre de la colectividad”. Fue evidente el temor al asociacionismo por parte de la patronal, “paternal” o no.


[i] A. M. Bernal, a quien cita Calvo Caballero, habla de la crisis finisecular en toda España entre 1880 y 1905.

[ii] La Junta de Labradores tenía entre sus bases no ceder a las pretensiones obreras so pena de fuertes multas, y reforzó su autoridad cuando su presidente fue, a la vez, alcalde.

[iii] R. Robledo Hernández señala que lo que más asustó a los patronos fue la formación de sociedades obreras.

[iv] La autora cita quince pueblos y el abulense Madrigal de las Altas Torres.

[v] Noroeste de la provincia de Palencia.

Fotografía: kukumiku.com/proyectos/circulo-mercantil/

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