María del Pilar Calvo Caballero observa que coinciden las
altas cotas de conflictividad con momentos de crisis política y movilización
obrera. Entre 1919 y 1921 fue un período álgido en la dureza de la patronal
castellana y leonesa, pero las raíces de sus actitudes de resistencia arrancan
de finales del siglo XIX, conforme perciben la toma de conciencia obrera. En
los años de la crisis agrícola-pecuaria prende la difusión del ideario
socialista y empieza el pánico en la patronal.
En 1890 “El Norte de Castilla” publica un artículo titulado
“El motín de Dueñas”, donde se dice que el mismo no es ajeno a “las
predicaciones constantes de doctrinas subversivas… que algunos ilusos vienen
haciendo” y añade que “entre las personas pudientes de Dueñas reina un pánico
indescriptible”. Unos días después el mismo periódico solicitó aumentar el
número de guardias civiles y el mismo temor presidió una asamblea en 1891 de la
Cámara de Comercio de Valladolid, cuya directiva solicitó “atención acerca de
las huelgas y pretensiones de la clase obrera para… evitar la reproducción de
los últimos sucesos…”, habiendo existido un precedente en Burgos, que contó con
una primera organización socialista en 1886[i].
La región castellano-leonesa nunca sobresalió por la
conflictividad obrera, pero bastaron pocos conflictos para estimular la
resistencia de la patronal, nacida de la toma de conciencia obrera. Entre las
reivindicaciones de la época destacan rebajar la jornada laboral y contra el
despido, lo que se ve en 1902 con las huelgas agrícolas de Nava del Rey y de
tipógrafos en Salamanca. La resistencia patronal brotó con fuerza ya durante
las huelgas de 1901 en las industrias de metales, ebanistería, tallistas,
torneros y silleros de Valladolid, que volvieron al trabajo sin conseguir nada.
La patronal despidió a los promotores en una huelga de fundidores tras un mes
de resistencia, siendo estos ejemplos de los numerosos de dura resistencia
patronal para poner a salvo su autoridad o condición de “derecho divino”, rasgo
cultural progresivamente liquidado por la lucha obrera y los avances
legislativos.
Esta resistencia se da al tiempo que otras estrategias: un
año después de una huelga de canteros, los patronos vallisoletanos contrataron
mano de obra portuguesa e idéntica actitud se registró en el campo. “El
Adelantado de Segovia” habla de la ausencia de conflictos “por estar la tierra
muy repartida”, pero hubo duros episodios en una huelga agrícola sucedida en
Nava del Rey, donde la patronal[ii]
resistió ante las demandas obreras de subida salarial. El núcleo más duro fue
el textil bejarano, pues unos meses después de iniciada una huelga (1903) el
diputado liberal salmantino Vicente Oliva solicitó crear jurados mixtos y
denunció la intransigencia patronal, observando que esta actuaba guiada por los
pañeros madrileños asentados en Salamanca.
La propuesta de los jurados no era nueva y se vio que la toma
de conciencia entre los obreros era firme desde, por lo menos, 1901, estallando
varios conflictos en 1904, aunque la prensa tendió a silenciarlos. Dichos
conflictos –señala Calvo Caballero- lejos de ser una partida, fueron
continuidad de la lucha obrera y de resistencia patronal, pues las huelgas del
campo castellano, aunque empiezan con bríos, terminan fracasando ante la
actitud de los patronos, que dan marcha atrás sobre sus concesiones. Esto
parece demostrar las cortas dimensiones del obrerismo agrario, porque su
asociacionismo era “conformista” y “respetuoso con el amo”, siendo más que el
salario, la estabilidad lo que preocupaba al obrero del campo castellano.
La oleada de huelgas en el campo castellano durante el verano
de 1904 tuvo sus antecedentes en la provincia de Palencia a finales del año
anterior, desde principios de 1904 en Villada, en La Unión de Campos
(norte de la provincia de Valladolid), en Sahagún y en la más cruda de Medina
de Rioseco. El periódico “El Norte de Castilla” se esforzó en explicar que
estas movilizaciones no obedecían a la influencia del socialismo, lo que parece
desmentir la fundación de la Asociación de Obreros del campo y otros oficios
para pedir menor jornada y salario mínimo. Por su parte, desde el Gremio de
Labradores, los patronos intentaron romper aquella organización
aprobando sin precedentes bases de salarios mínimos, retiros obreros, seguros
de enfermedad y pensiones de viudas[iii].
Pero los obreros de Medina advirtieron la estrategia patronal,
porque quedaban cabos sueltos (en palabras de Calvo Caballero), como las
demandas salariales y el reconocimiento de su sociedad: jornal semanal de 50
reales en sementera y de 44 reales en diciembre y enero, además de obligar a
cada patrono a sostener todo el año un mozo por cada par de mulas, preferidos
de la localidad, y compensación económica por los días perdidos por huelga. La
prensa, por su parte, se solidarizó con los patronos.
Esta situación efervescente propició medidas preventivas: en
Salamanca se elevó el jornal mínimo; el alcalde de Carrión de los Condes agrupó
a todos para convenir el freno de la conflictividad, pero esta fue imparable
durante el verano en Tierra de Campos[iv],
consecuencia del contagio de unas zonas hacia otras, siendo la mala cosecha de
1904 y el encarecimiento de las subsistencias, junto con prácticas caciquiles,
los detonantes.
Las agrupaciones socialistas exigieron, además, despedir a
los obreros no asociados, lo que explicaría la hostilidad de los propietarios
al asociacionismo obrero. La patronal siguió resistiéndose despidiendo a los
obreros huelguistas y recurrió a los no asociados, forasteros y maquinaria;
cuando los obreros obstaculizaron la recolección, como en los casos de Villada
y Villalón, los patronos renuncian al uso de maquinaria, y en Cisneros fueron
quemadas la segadora y la vivienda de un propietario. Entonces la patronal
cedió a las peticiones, pero pasado el susto vuelve sobre sus pasos recurriendo al apoyo de las autoridades, Guardia Civil y prensa.
La imposición patronal después de las huelgas de 1904 no
apagó la llama socialista, que estuvo detrás de los conflictos, como las
huelgas de 1905 en Carrión y Dueñas, acudiendo los patronos de esta última al
gobernador civil. También se dieron exposiciones al Gobierno contra las
admisiones temporales de trigo desde Tamariz de Campos en 1906 y, en cuanto a
los patronos, como en el caso italiano de la llanura Padana, sus asociaciones
no pasaron de ser temporales.
La oleada inédita de huelgas agrícolas de estos años eclipsó
el conflicto de las minas leonesas de Ciñera (norte de la provincia) y de las
palentinas de Villaverde de la Peña[v]
y Barruelo, la huelga de los carpinteros burgaleses contra el trabajo nocturno,
la conflictividad industrial en Barruelo y Valladolid (1904-1905) y en Béjar
hasta el final de la década. Estos tres casos responden a un mismo tipo de
conflictividad: los patronos recurren a esquiroles y al respaldo de la
autoridad. El recurso de los esquiroles parece tener su máximo en la huelga de
curtidores de Béjar (principios de 1907), y el respaldo de las autoridades se
vio mejor que en ningún otro sitio en Valladolid con el empleo de soldados en
las tahonas, en la huelga de panaderos de 1904 y en el despliegue de guardias
civiles para garantizar la libertad del trabajo y la vigilancia de las calles
donde vivían esquiroles.
Las reivindicaciones obreras fueron subidas salariales
(curtidores, tejedores, panaderos y mineros) y los mineros también reclamaron
la supresión de los destajos; los tejedores se negaban a sortear el trabajo; y la
reducción de la jornada fue pedida por los carpinteros de Valladolid en 1905.
El número de huelguistas fue variado, normalmente poco numeroso salvo en Béjar,
donde se llegó a unos tres mil en 1903-1904, con mítines y desórdenes, en los
que los carpinteros de Valladolid destacaron: esperar en el andén junto a los
patronos a los esquiroles madrileños, en un intento de buscar su solidaridad,
lo que solo consiguieron en un caso y a costa de ser detenidos, como fue con dos dirigentes socialistas.
También interceptaron la comida que se llevaba a los esquiroles, llegando a la violencia, durando la tensión los siete meses de huelga. La patronal no fue a la zaga (uno llegó a usar un revólver aunque sin consecuencias). El diferente grado del conflicto marcó los resultados de la huelga; aunque la tónica de la patronal era negarse a mejora alguna, cuando la conflictividad fue menor, solían dividirse los patronos en beneficio de las demandas obreras, llegando estas a ser negociadas patrono a patrono. Cuando la conflictividad fue mayor, los patronos se niegan a reconocer a las asociaciones obreras y exigen que cada individuo negocie sus reivindicaciones, “pero de ninguna manera en nombre de la colectividad”. Fue evidente el temor al asociacionismo por parte de la patronal, “paternal” o no.
[i] A. M. Bernal, a quien cita Calvo Caballero, habla de la crisis finisecular en toda España entre 1880 y 1905.
[ii] La Junta de Labradores tenía entre sus bases no ceder a las pretensiones obreras so pena de fuertes multas, y reforzó su autoridad cuando su presidente fue, a la vez, alcalde.
[iii] R. Robledo Hernández señala que lo que más asustó a los patronos fue la formación de sociedades obreras.
[iv] La autora cita quince pueblos y el abulense Madrigal de las Altas Torres.
[v] Noroeste de la provincia de Palencia.
Fotografía: kukumiku.com/proyectos/circulo-mercantil/
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