En un estudio sobre la asistencia a los enfermos durante la
Baja Edad Media[i], se
aportan importantes datos sobre cinco hospitales en Castilla: el de San Antolín
de Palencia, el de pobres de Santa María Magdalena de Cuéllar, el de la Piedad
de Medina del Campo, el Mater Dei de
Tordesillas y el del Rey de Burgos[ii].
La autora señala que los de Palencia y Medina del Campo son
fundaciones de un obispo en ejercicio, el de Cuenca, que al mismo tiempo era
confesor real; el de Tordesillas fue fundado por Beatriz de Portugal[iii]
y el Real de Burgos por el rey Alfonso VIII a partir de 1212. Las constituciones
de estos hospitales presentan claras analogías, aunque también algunas
diferencias importantes, entre otras cosas porque no fueron fundados en el
mismo siglo: para el hospital de Medina del Campo se redactaron en 1467 y un
año después para el de Tordesillas; en éste caso se redactaron, como las del
hospital de Cuéllar, en el momento de su fundación.
Algunas diferencias que registra Magdalena Santo Tomás se
refieren a la obediencia debida al rector y los castigos a imponer, las
obligaciones del médico, cirujano y sangrador; sus salarios y las obligaciones
de los visitadores… La infanta Beatriz de Portugal dejó escrito que el hospital
por ella fundada en Tordesillas debía hacerse donde poseía ciertas casas, entre
el monasterio de la Espina y el del Santo Sepulcro, éste en Toro.
Éste de Tordesillas debía contener 12 camas, ocho para
hombres y cuatro para mujeres, además de dos salas. En el de Medina solo se
recogían enfermos curables, aunque deja a la buena conciencia del visitador,
del médico y del cirujano la decisión de admitir según vieren la calidad de las
personas y las enfermedades incurables. En varios de los hospitales estudiados
los enfermos deben recibir los sacramentos para ser admitidos, se les recogen
sus ropas y se les entregan otras, que deben ser lavadas cada ocho días, así
como las de las camas ocupadas.
En algunos casos se establece un máximo de 15 días para
permanecer en el hospital (Medina del Campo), pero en otros no y el rector es
el responsable de la administración de las medicinas y los alimentos. Los
capellanes asisten a los enfermos espiritualmente, pero han de acreditar que no
tienen concubinas, lo que pone de manifiesto que era relativamente corriente
que las tuviesen.
El boticario también debía ser cristiano, pero donde hay más
diferencias es en el número de personas que han de ser contratadas: en el de
Medina hasta seis y en el de Tordesillas deben ser mujeres, sin especificar el
número, “honestas y de buena fama”, teniendo el visitador facultades para
sustituirlas por otras[iv].
Estos hospitales eran pequeños, lo que llevó a la reina
Isabel a iniciar la reforma de los mismos para que fuesen mayores, o a la
agregación de varios en uno solo. Un documento consultado por la autora sobre
cierta “visita del monasterio de las Huelgas de Burgos”, realizada por el prior
de la catedral de Osma en 1500, informa de una pesquisa sobre el hospital del
Rey, “con el beneplácito de la abadesa de las Huelgas de Burgos… hermana del
rey”. En dicho documento se hace constar la sujeción del hospital a la abadía
de las Huelgas, citando a una serie de reyes castellanos desde finales del
siglo XIII.
Respecto a la pesquisa, se trató de averiguar en qué habían consistido
varios robos en el hospital, resultado de lo cual fue la descripción de todos
los bienes y posesiones del mismo, lo que la autora considera relevante por la
importancia de dicho hospital ubicado en el Camino de Santiago. Se trataba de
un complejo de varios edificios para hospitalizar a enfermos y para dar cobijo
y alimento a peregrinos y pobres. Las repetidas referencias al hospital de las
mujeres hace pensar que fundamentalmente se atendía a estas, incluidas
“huéspedas ilustres”, habiendo una sala con 39 camas para ellas con comodidades
que no tenían las demás: una lámpara en cada cama, una mesita y enfermería con
botes y cajas que contenían ungüentos y medicinas.
Había dos reboticas donde se elaboraban las medicinas, así
como una cocina con utensilios de cobre, hierro y barro, así como nueve libros
de boticario para elaborar las pócimas. Las mujeres “ilustres” allí
hospitalizadas contaban con orinales y se les daban “almendras, dátiles”, etc.
Apartado se encontraba el dormitorio de pobres sanos con 29 camas, así como ocho
camas destinadas a leprosos, asistencia que no parece existiera en otros
hospitales menores.
En el hospital Real había bodega, despensas, comedores y
otras dependencias. En orden a las obligaciones de los enfermos acogidos está
comulgar “con buena forma”, dice una de las freiras. Los médicos y cirujanos
velaban a los enfermos por la noche, si bien esto podría ser no siempre,
teniendo cuenta que es el testimonio de una freira preguntada por la calidad de
los servicios. Estas freiras eran religiosas legas del Císter que tenían a su
cargo la administración general del hospital desde antiguo. El Administrador,
en cambio, solía ser un hidalgo, dado el poder y prestigio que el cargo había
ido adquiriendo, dice Magdalena de Santo Tomás.
Una enfermera declara que “se sepulta a los difuntos
honradamente”, pero mientras este momento final no llegaba, el hospital Real
daba mucha importancia a la alimentación –lo que seguramente no ocurría en los
más pequeños-: cereales, pescado, frutas, verduras, carne (ganado y aves),
vino, aceite, huevos… El alimento por excelencia fue la carne, aunque a los
enfermos se les daban gallinas y pollos, y otro producto muy consumido eran los
huevos, alimento básico que sustituía al pescado. Éste podía ser cecial (seco y
en salazón, del que se mencionan arenques y merluzas) y fresco (truchas y
sardinas, considerándose estas alimento de pobres).
Las legumbres fueron otro alimento básico y las frutas eran
variadas: manzanas, granadas, ciruelas, guindas, peras y almendras. Las
naranjas eran adquiridas por la botica para hacer ungüentos, al igual que
arroz, regaliz, vinagre, anís, azúcar y miel. El médico era el que precisaba la
comida de los enfermos y se había establecido que cuando aquel tuviese que
visitar a enfermas, fuese acompañado de algún familiar de estas.
La abadesa de las Huelgas tenía poder para dispensar de abstinencias y ayunos, y cuando fue preguntada por el visitador sobre si se respetaban los ayunos, aquella respondió, en cierta ocasión, que “les dispensaba a los freires, según conciencia, en Adviento y en la Cuaresma y comían carne, por ser el pescado dañoso para la salud”. Quizá no se comía éste producto siempre buenas condiciones en Burgos, por lo que provocaría malestares que llevaron a esta errónea conclusión.
[i] Es la tesis doctoral de Magdalena Santo Tomás Pérez, referida a Castilla.
[ii] El estudio de éste, según la misma autora, se debe a Luis Martínez García.
[iii] Hija del rey Dinís de Portugal.
[iv] De todas formas una cofradía controlaba el hospital de Tordesillas.
Fotografía: vista parcial del hospital del Rey en Burgos (burgospedia1.wordpress.com/2010/11/07/hospital-del-rey/)
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