viernes, 30 de diciembre de 2022

Cargados de oro, les daban alcance y morían...

 

Así como en el Tahuantinsuyo se pelearon los españoles encarnizadamente en pleno proceso de conquista de dicho imperio, no menos hicieron los que lucharon en territorio mexica. El cronista Andrés de Tapia[i], que ya estaba en La Española en 1509, participó en las luchas contra los mexicas pero también contra el español Narváez, que había ido por orden del gobernador de Cuba para hacer volver a Cortés a la obediencia; vencido aquel, se avino con este y recibió el premio más querido, una encomienda en Cholula[ii] con miles de indios, la cual perdería poco después quizá recordando Cortés que con menos tendría bastante…

Por su parte, Bernal Díaz del Castillo participó en una expedición en 1517 a Yucatán desde Cuba, pero fue un fracaso por la hostilidad de los indígenas, y pocos años después, en el intento de conquistar lo que hoy conocemos como Honduras, Hernández de Córdoba se enfrentó a Cristóbal de Olid, en lo que terció Pedrarias, terminando el de Córdoba con la cabeza separada del cuerpo, la cual se exhibió clavada en un palo. Como los indios de Honduras se vieran ultrajados en mayor grado de lo que estaban dispuestos a soportar se sublevaron, y con posterioridad más de cien caciques se enfrentaban con sus huestes a los españoles, muriendo entre otros Juan de Grivalva (1528).

Años antes, en la conquista de Tenochtitlan, las carnicerías fueron varias: el ecijano Jerónino de Aguilar, que había sido rescatado en Yucatán poco antes, jugó un importante papel como lengua o intérprete, pues había aprendido maya, lengua que también conocía doña Marina además del nahuatl. Se suele decir que los tlaxcaltecas se aliaron a Cortés para librarse de la opresión mexica, pero lo cierto es que dicha alianza se produjo después de haber sido vencidos. La hueste de Cortés fue combatida en Cholula por otros indígenas, que terminó con la muerte inmisericorde de los indios y la denuncia de Las Casas.

Los totonacas también se aliaron a Cortés y así es como pudo el conquistador, con sus soldados e indios llegar a Moctezuma, el cual les recibió en andas y acompañado de caciques “debajo de un palio muy riquisimo a maravilla y la color de plumas verde con grandes labores de oro”[iii]. Los españoles debieron quedar asombrados ante tanta magnificencia, de la ciudad y del emperador, pero ello no impidió que a la primera ocasión que se les ofreció derribasen los ídolos que se exibían con la excusa de que iban contra la fe cristiana. Al ver las riquezas por todas partes se hicieron con ellas, y Cortés ordenó que se apresase a Moctezuma, el cual con sus caciques e indiada también debieron quedar maravillados ante las armas de fuego, los caballos y las armaduras… Mientras tanto Veracrúz se rebela y Cortés exige a Moctezuma que los responsables sean quemados vivos, lo que se hace.

Ausente el conquistador de Tenochtitlan para atender a otros frentes, la ciudad se subleva igualmente, por lo que los españoles escapan perseguidos por los indios hostiles. Las fuentes hablan de ochocientos muertos (entre los que muchos serían indios “amigos”), conociéndose el episodio como “noche triste”. Cuenta Bernal Díaz del Castillo[iv] que muchos de los españoles murieron porque iban cargados de tesoros que no querían soltar, lo que les impedía la huída, “que con el peso de ello no podían salir ni andar”.

Años más tarde, entre las riberas del Pacífico y las alturas de los Andes, otros españoles se enfrentaron a los incas con la ayuda de chachapoyas, cañaris y otros indígenas, pero no desaprovecharon la ocasión de enfrentarse también entre ellos por el afán de poder y riquezas: ¿para quién sería el Cuzco, capital del Tahuantinsuyo? Almagristas contra pizarristas y Alonso de Alvarado de por medio; en la batalla “definitiva” participaron miles de indígenas en uno y otro bando. Alvarado fue traicionado por algunos de los suyos, envió para su apresamiento sin conseguirlo; en 1538 Almagro fue hecho preso, los suyos fueron vencidos y aquel, asesinado por Hernando Pizarro. Tres años después el hijo de la víctima se vengaría dando muerte a Francisco Pizarro, cuando este ya se encontraba descansando de tantos riesgos en Lima.

Si se reflexiona lo que ha sido la historia de la humanidad, desde los tiempos antiguos hasta el mundo actual, se puede comprender tanta hostilidad, tanto odio, tanta ambición, tanta gloria efímera…


[i] Nació en Medellín a finales del siglo XV y murió en México en 1561.

[ii] En el altiplano mexicano.

[iii] Real Academia de la Historia que probablemente se basa en la obra de Bernal Díaz.

[iv] “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”. Esta obra fue redactada por él muchos años después, cuando ya se había retirado de guerras y se puso a recordar sus peligrosas aventuras, por lo que algunos datos serán ciertos y otros no (la precisión con que da algunas informaciónes las hace sospechosas de imaginación).

En la ilustración, paisaje de Cachipampa, cerca de las salinas donde fueron vencidos los almagristas.

jueves, 29 de diciembre de 2022

Pedro de Córdoba, precursor de Las Casas

 

                            Isla de Cubagua (hablemosdeislas.com/c-america/isla-de-cubagua/)

Demetrio Ramos atribuye al dominico Pedro de Córdoba la decisión de que Bartolomé de Las Casas renunciase a su encomienda que tenía en Cuba desde 1513, pero lo cierto es que los sermones de 1511 de Antonio Montesino ya influyeron claramente en las Casas[i], y en 1515 este renunció a su encomienda, por lo tanto se trata de un tiempo muy corto como encomendero. Los historiadores están de acuerdo en que Pedro de Córdoba, junto con otros dominicos en La Española, fueron los iniciadores de la lucha contra el trato que los indios estaban recibiendo por parte de los conquistadores españoles. Junto a Pedro de Córdoba estuvieron en la isla Gutierre de Ampudia, Bernardo de Santo Domingo, Pedro de San Martín y Diego de Alberca, todos dominicos, “enviados a la isla de Cuba por Pedro de Córdoba”[ii], siendo Ampudia el que pidió a las Casas que le acompañase a La Española en 1515, produciéndose entonces la “estrevista trascendental” en la que las Casas fue encomendado para ir a la Corte y plantear la situación que se vivía en las Antillas.

Le acompañó Antonio de Montesino[iii], y desde este momento Pedro de Córdoba está presente en todas las gestiones de Las Casas. Montesino presentó a Las Casas al arzobispo de Sevilla, Diego de Deza, que les entregó una carta para el rey. No se pudo celebrar entrevista alguna con el monarca porque fallecería ese año (1516), pero sí pudieron presentarse a Cisneros y a Adriano de Utrecht. El primero se había estado movimento contra el esclavismo, y Cristóbal Rodríguez[iv], en 1505, había propuesto una serie de soluciones para evitar los abusos sobre los indios, pero la Real Academia de la Historia no recoge este dato.

El asunto era conseguir que se aprobase un plan de comunidades de indios libres que, junto a los españoles, colaborasen en la explotación económica de aquellas tierras y en la cristianización de los indios. Entró en acción Palacios Rubios[v] y planteó la necesidad de concretar un plan de acuerdo con los deseos de Cisneros y Las Casas, lo que este propone se encargue a fray Reginaldo de Montesino, aunque a la postre serían los jerónimos los encargados. Estos, una vez en La Española, vieron cómo fracasaba su plan, aunque por el momento no cesaron en el intento de crear pueblos de indios junto con familias labradoras españolas, en lo que estuvo involucrado fray Bernardo de Santo Domingo.

Cuando Las Casas regresa a España en 1517 para protestar por lo que considera blandura de los jerónimos en las reformas, lleva documentos de dominicos y franciscanos picardos, donde fray Juan Flamenco decía que si no se ponía remedio a la situación del indio lo mejor sería retirarse, y otro documento iba dirigido a los flamencos de los que el rey Carlos I estaba rodeado. Es el comienzo de una relación con las máximas autoridades de la monarquía por parte de Las Casas, que hará a lo largo de su vida diez viajes a España y sus correspondientes regresos a Indias. Demetrio Ramos considera que, siendo utópicos los planteamientos propuestos, una parte del fracaso se debe a la oposición de los jerónimos a “la fogosidad lascasiana”, que como sabemos no cesaría.

El padre Córdoba, que era joven y moríría antes de cumplir los cuarenta años, se ocupó de que las quejas por la situación de los indios en Cuba y La Española llegase a conocimiento del rey, pero pronto se dio cuenta de que el proyecto de recluta de labradores para formar los pueblos mixtos con los indios era inviable. Como sabemos, los que pasan a América son hidalgos, marinos, aventureros, militares, comerciantes y conquistadores que tienen ambición de oro y tierras, además de frailes. Pero lo dicho no se entiende si no se tiene en cuenta que la administración de las Antillas estaba siendo todo lo menos cristiana que se pudiera imaginar, con abusos y matanzas arbitrarias, cuando aún las leyes de 1512 y 1513 no se habían promulgado o no habían empezado a dar sus efectos.

Así estaban las cosas cuando se dio comienzo al ensayo de Cumaná, a la entrada sur de una profunda bahía en la costa venezolana, al tiempo que en la Corte se empezaba a ver la necesidad de un revisionismo de las encomiendas. Por todo ello Pedro de Córdoba de traslada a España e intervino directamente ante el rey para convencerle de la debilidad de lo hecho hasta el momento (leyes de 1512 y 1513). Córdoba explicó al rey que había que establecer una nueva relación entre el español y el indígena, pues había en tierra firme zonas donde todavía no se habían dado los vicios que sí en las islas. Quizá rechazó Córdoba el ofrecimiento que le hizo el rey –dice Demetrio Ramos- sobre la suficiencia de las leyes de Burgos, y le pidió se le concediera actuar con sus frailes en un espacio vacío, “sin estorbo de los españoles”. Estaba pensando Córdoba en la tierra de Cumaná: el área de Paria[vi]-Cumaná, “donde los españoles no trataban ni había”.

Pedro de Córdoba tenía “in mente” los pocos que se habían asentado en Cubagua (isla del Caribe cerca de la costa venezolana) interesados en las perlas, habiendo instalado unas tolderías, pero donde habían fracasado todos los intentos de colonización. En 1513 el rey concedió a los dominicos la costa de tierra firme desde Cariaco hasta el Quivacoa (una extensa zona en el norte de la actual Venezuela). En ese territorio debía llevarse a cabo una experiencia de colonización evangélica, estando vedado el que acudiesen allí hombres armados para capturar indios y esclavizarlos.

En Cumaná empezó Pedro de Córdoba a explicar el estorbo que representaban los españoles para sus objetivos, aunque no dejó de advertir la proximidad a La Española. Cumaná estaba vacía y no parecía tener atractivo para los depredadores, y Las Casas relató más tarde la acogida que esto tuvo en el rey, ordenando se “diesen los despachos a su voluntad” (de Pedro de Córdoba) y desde La Española se dieron navíos y bastimentos, herramientas y aparejos “para edificar casa”. Así mismo los que acompañana Pedro de Córdoba son los comprometidos con la evangelización “sin otra gente ni manera de fuerza ninguna”, y se ordenó a Diego Colón que diese a fray Pedro un navío para llevar a los frailes, que informase de todo y que la cabo de un año se haría balance de lo que había dado de sí la experiencia.

Pero en la época de la salida del Pedro de Córdoba para España aún no se había iniciado el poblacimiento de Cubagua, y sin embargo acudían allí embarcaciones de Santo Domingo para obtener perlas de los indios de la isla, como venía ocurriendo en la isla Margarita, al norte de Cubagua. Cuando en 1513 Córdoba y Montesino presentan a las autoridades de La Española las cédulas dadas por el rey, el impacto fue esperanzador según Las Casas, pues los encomenderos supusieron que los dominicos se centrarían solo en las islas y territorios condedidos en tierra firme. A principios de 1514 se ha conjeturado que Pedro de Córdoba envió a tierra firme a los tres primeros: Antonio Montesino, Francisco de Córdoba y el lego Juan Garcés, pero todo esto está envuelto en una gran confusión por la parquedad de las fuentes. Lo que sí parece cierto es que en el viaje Montesino enfermó y no pudo seguir, mientras que los otros dos fueron recibidos por los indios con alegría y agasajos. Un tiempo después pasó por allí el cacique Alonso y, sin aviso alguno, se llevó a unos indios que consideraba de su familia, lo que alarmó a los demás, pues era prueba de que no existía seguridad alguna. Se les tranquilizó diciéndoles que en cuanto viniese un barco de La Española informarían de lo sucedido y darían captura al cacique.

El tiempo pasó y como los indios no vieron satisfechos sus deseos, dieron muerte a Francisco de Córdoba y al lego Juan Garcés; estaba claro que ni los indios eran tan pacíficos como Pedro de Córdoba había imaginado ni la costa venezolana estaba tan libre de espoliadores como era de desear. Las cosas se complicaron pero Pedro de Córdoba no cejó en su empeño, y entonces envió de nuevo a Montesino y Las Casas a España para hacer comprender al rey que debía autorizar “un plan de vedamiento general” por el que solo los frailes y los indios explotarían las riquezas en el territorio que se les había concedido (Cariaco hasta el Quivacoa). Como dice Demetrio Ramos era una especie de soberanía monástica, y el viaje de Montesino y Las Casas coincidía con la obligación de informar –al cabo de un año- de lo hecho en la nueva situación.

Las gestiones con Cisneros y Adriano de Utrecht debieron ser fáciles –dice al autor a quien sigo- y se llevaron paralelamente al intento de reformación de las islas (Cuba y La Española especialmente), dándose cédula en 1516 por la que se insistía en que nadie debía entrar en los territorios concedidos a los frailes, ni “de enviar armada ni ir persona ni personas algunas a la dicha provincia de Cumaná y costa de las Perlas, que se declara desde Cariaco hasta Caquibacoa”. Se llevaron a cabo entonces fundaciones evangelizadoras: Chiribichi, al que los dominicos denominaron Santa Fe, es solo un ejemplo.

Luego siguieron gestiones de Pedro de Córdoba en España, habiendo empezado los franciscanos una colaboración estrecha con los dominicos, pero no así los jerónimos, que a principios de 1517 escribieron una carta a Cisneros y se envararon en una serie de procedimientos administrativos fuera de lugar –dice Demetrio Ramos-, pidieron a los frailes de Santo Domingo que comprobasen qué estaba ocurriendo en la costa de las Perlas, además de plantear por qué no era compatible evangelizar a los indios y que los conquistadores aprovechasen las perlas y los esclavos, todo lo cual redundaría en beneficio del rey.

En cuanto los indígenas vieron que las cosas no estaban claras entre unos clérigos y otros, y que cabía esperar la aparición de conquistadores para hacer de las suyas; a la altura de 1518 se levantaron cuando vieron aparecer a conquistadores en busca de perlas, indios y esclavos. “Muchas personas han ido y van con navíos e caravelas a rescatar perlas, que so esta color rescatan indios e hacen otras cosas dañosas y de mal enxemplo, a cuya causa la predicación y doctrina de los dichos padres [frailes] no hacen el fruto que sería razón…”. La atracción de la costa de las Perlas empezó a intensificarse poco después de este momento, tal y como muestra una carta de los oficiales reales de Santo Domingo en noviembre de 1520. Mientras tanto Las Casas negociaba en España exigiendo una ordenación, habla de asaltos a los indios, contra los dominicos de Píritu[vii] en 1516, habla de ataques y del sacrificio de dos frailes en Chiribichi. Ataques a los franciscanos de los que también hablan Oviedo y Gómara… Poco después Cubagua estaba despoblada.

Pedro de Córdoba había nacido en la ciudad del mismo nombre en 1482, estudio leyes en Salamanca y entró en contacto con los dominicos de San Esteban, entrando a profesar. Estudio artes y teología, por lo que tenía una formación intelectual superior a la de su cronista, Bartolomé de las Casas, adquiriendo este su formación a base de la experiencia y el batallar continuo a favor de los indios, siendo su precursor Pedro de Córdoba, que murió en Santo Domingo en 1521.



[i] Las Casas no estuvo presente en el momento de los sermones, pero tuvo noticia de sus contenidos. Un compañero de las Casas, Pedro de Rentería, también abandonó la encomienda que regentaba con el dominico.

[ii] Demetrio Ramos, “El P. Córdoba y las Casas en el plan de conquista pacífica de tierra firme”. En este trabajo se basa el presente resumen.

[iii] Demetrio Ramos señala que el hecho de que a Montesino (el de los polémicos sermones) le acompañase un encomendero, haría más creíble el relato sobre la penosa situación de los indios en las Antillas.

[iv] Nacido en torno a 1475, ejerció como intérprete con los taínos.

[v] Fue el autor del “requerimiento”, en 1512, que debía ler leído a los indios antes de empezar cualquier acción conquistadora, haciéndoles ver que la acción de los españoles venía marcada por la voluntad divina y con la aquiescencia del papa…

[vi] Al este de Cumaná, en una península que apunta hacia la isla de Trinidad y Tobago.

[vii] En la costa caribe de Venezuela, al oeste de la actual Barcelona.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Un imperio quizá único

 

                                                    proyectoviajero.com/antillas-menores/

No tiene sentido comparar los imperios existentes a lo largo de la historia antes de que se conociese la existencia de América, que vino a provocar una conquista y colonización muy variables según las dificultades que fueron surgiendo. Desde el siglo XVI, y sobre todo en los dos siguientes, la monarquía española se presenta como especial por la enorme extensión de los territorios bajo su dominio y de pobladores bajo su administración, que también presentaron características muy diferentes según los casos. La incorporación de Navarra a la Corona castellana, bien que preservando sus fueros, ya se había producido en los últimos años del reinado del rey Fernando.

El rey Carlos I, heredero de las posesiones en Europa de sus antepasados, fue reconocido en España[i], bien que actuando en nombre de su madre Juana, y aún conquistó en competencia con la monarquía francesa el Milanesado. A las Coronas de Aragón y de Castilla unió los territorios mediterráneos que la primera había adquirido, en un diverso grado de vínculo (Sicilia, Cerdeña y Nápoles) y una y otra coronas se habían hecho con territorios en el norte de África (Bujía, Orán, Trípoli, Argel, Ceuta y Melilla). Dejemos aparte el territorio de la Cerdaña que pasó a soberanía española y francesa en el transcurdo del tiempo.

La expansión atlántica de Castilla llevó a la posesión de las islas Canarias, y aquí se formó la plataforma para las navegaciones hasta el descubrimiento de América, que en su momento se denominó las Indias. Durante tres siglos los españoles extendieron los territorios de la monarquía desde las Antillas y Mesoamérica, el río Magdalena y  los Andes hasta California y el sur de los actuales Estados Unidos, hasta la mitad norte de Chile y Buenos Aires con esclusión de los territorios reservados a Portugal, otra monarquía expansiva desde el siglo XV. Con el tiempo se incorporaron a la monarquía española la Florida y la Luisiana, que fueron pasando a otras soberanías posteriormente. Pero a los territorios continentales de América hay que sumar las islas de las Antillas: Cuba, La Española, Puerto Rico, islas Vírgenes, San Martín, La Antigua, Guadalupe, Barbados, Granada, Santísima, Asunción, las islas Lucayas, Tortuga y Santiago (luego llamada Jamaica).

El descubrimiento del Pacífico desde 1513 llevó a los españoles (luego a otros) a surcar el más grandioso mar conocido, incorporando la monarquía española las islas Filipinas en la segunda mitad del siglo XVI, pero también en la Polinesia las islas Tuamotou[ii], de la Línea[iii] (Espóradas Ecuatoriales), Cook[iv] y Marquesas[v]; en la Melanesia, Galápagos[vi], Salomón[vii] y Nuevas Hébridas[viii]; Guam[ix] Ternate en las Molucas[x], el norte de Taiwan[xi], Borneo[xii], Papúa[xiii] occidental y el protectorado de Camboya[xiv]; las islas Marianas[xv], Carolinas[xvi], Palaos[xvii], Gilbert[xviii] y Marshall[xix]. Muchas de estas islas y archipiélagos fueron descubiertas durante la primera circunnavegación del globo llevada a cabo bajo los auspicios de la monarquía española. Si todos estos territorios fueron incorporándose, luego fueron perdiéndose. 

Volviendo al rey Carlos I, en 1519 fue reconocido como emperador del Sacro Imperio Romano Gernánico con unas consecuencias muy negativas en lo económico para Castilla. El mismo rey había heredado también los territorios borgoñones del oeste de Europa, inconexos territorialmente y con un diverso grado de integración en la monarquía. A ello hay que añadir la incorporación de Portugal y su vasto imperio en América, África, el Índico y Asia durante al menos sesenta años (1580-1640).

Entre los siglos XVI y XVII la concepción que se tuvo de la monarquía española, particularmente en Europa, pero también en el Imperio turco y otras grandes entidades estatales, fue de una gran complejidad, grandeza y necesidad de combatirla. A la aparición de potencias marítimas distintas de España y Portugal (Francia, Inglaterra, Holanda) se unió la herencia del emperador Fernando I[xx] del Imperio habsbúrgico, aunque este siempre estuvo vinculado a la monarquía española y viceversa.

Con la guerra de sucesión a la corona de España, por la que se entronizaría la dinastía borbónica, la monarquía española pierde sus posesiones en Italia, Sicilia y Córcega, aunque un Borbón que luego sería rey de España fue reconocido antes rey de Nápoles con ocasión de la guerra de sucesión a la corona polaca.

¿Cómo se pueden gobernar territorios tan distintos, con habitantes tan plurales, en todos los continentes y mares del mundo conocido? Las dificultades inherentes a este empeño –aparte de que los titulares de la corona española demostraron habilidades mayores o menores según los casos- se pusieron de manifiesto de contínuo. La burocracia se multiplicó, y lo mismo su versión diplomática, se hicieron esfuerzos militares extraordinarios que agotaron las posibilidades fiscales de la monarquía; Carlos I tuvo que recurrir a banqueros europeos y Felipe II tuvo que lidiar con dos bancarrotas del Estado. Cualquier avatar era propicio para una sublevación (las Provincias Unidas, Portugal, Cataluña) o para mantener el control territorial y econcómico sobre la “joya” de la corona española que fue América. A las dificultades de control de los territorios periféricos (chichimecas en México, araucanos en Chile, “chaqueños” en Bolivia, Argentina y Paraguay) se unieron las disputas entre estados (las monarquías portuguesa y española por la colonia de Sacramento, las mismas por el control de las Molucas) y algunos territorios fueron desgajándose de la soberanía española a favor de otros estados (Jamaica a mediados del siglo XVII).

La monarquía española era un estado de cosas que permitía navegase el galeón de Manila hasta Acaculpo por más de 15.000 km. teniendo que alcanzar la corriente de Kuro Shivo al Este de Japón para el “tornaviaje” que descubriera Urdaneta en el siglo XVI; era un estado de cosas (no el único) que permitía navegar en los dos hemisferios con los cambios estacionales y atmosféricos que ello implicaba; era un estado de cosas que permitió establecer un “camino” o ruta entre el norte de Italia y Flandes para defender sus territorios de los enemigos de toda clase; era un estado de cosas capaz de agotar la hacienda pública de Castilla (con varias bancarrotas) para sostener los compromisos del Imperio Romano Gernánico; un estado de cosas que permitió contener el avance de los turcos en el centro-este de Europa; la monarquía española fue un estado de cosas que proporcionó inmensos tesoros en forma de oro y plata, pero también productos exóticos y agrícolas al conjunto de Europa, a la vez que llevó a las Indias productos traídos de China como el arroz, o de Europa como la ganadería mayor, las ovejas, los puercos y las cabras.

La monarquía española practicó el corso y lo combatió, como combatió a los pueblos indígenas de América y se valio de ellos como aliados para someter a otros. La monarquía española desarrolló una legislación social avanzadísima que en muchas ocasiones no fue posible cumplir por las distancias entre la Corte y las nuevas tierras, por la corrupción de los funcionarios y por razones objetivas. Fue una monarquía que dio voz a los disidentes, entre los que están Antonio Montesino, Bartolomé de las Casas, Huaman Poma de Ayala, Cieza de León, Junípero Serra y otros que nos han dejado testimonios de pura realidad. Asombra la cantidad de cartas que llegaban a la Corte informando de los sucesos en las Indias.

Fue necesario fortalecer los puertos y lugares estratégicos para evitar el ataque de piratas, corsarios y ejércitos enemigos, para lo que intervinieron ingenieros militares de varias nacionalidades contratados por la monarquía española, como fue necesario que los barcos cargados de mercancías y metales precisos fuesen acompañados por navíos de guerra para evitar los abordajes de rapiña, la misma que los conquistadores y administradores al servicio de la monarquía española habían practicado en América.

La monarquía española podía mandar naves para obtener las riquezas habidas en el Moluco y en un rosario de islas en el Pacífico y en las Antillas, como si se tratase de una ruta dispuesta a ser recorrida imperecederamente. La monarquía española propició la labor de las órdenes mendicantes en las Indias, ejemplar en muchos casos, sobre todo por franciscanos (capuchinos entre ellos), dominicos, agustinos, mercedarios y jesuitas, que obviamente incurrieron en contradicciones propias de todo tiempo histórico y reprodujeron los vicios del suyo. La monarquía española propició el mestizaje, fenómeno etnográfico y humano de un interés ilimitado, no conocido en organización política alguna.

Atender al turco y al papa, al Imperio habsbúrgico y a los conflictos sociales en Castilla y en Valencia, navegar entre la gran tormenta religiosa del siglo XVI, atender a la rebelión catalana y a la piratería, al corso inglés en primer lugar; atender a la administración de las Indias, al tráfico negrero, a las cuestiones de conciencia que fueron planteadas a la monarquía por no pocos teólogos y frailes; atender al conflicto holandés y a la enemiga de Francia, atender a las pretensiones de otras potencias sobre Italia; legislar, escuchar, castigar, crear instituciones (Adelantamientos, Gobernaciones, Audiencias, Virreinatos, universidades, colegios, hospicios), fundar ciudades, transformar los consejos en secretarías, restar poder a los virreyes a favor de los intendentes, atender a las ideas de los “filósofos” del siglo XVIII y proponer profundas reformas en la Administración pública, la marina y el ejército; tener noticias de las derrotas en el siglo XVII, las pérdidas territoriales en 1648 y durante el  reinado de Carlos II, soportar las injerencias de la monarquía francesa en la primera mitad del XVIII, asistir a convulsiones indígenas y criollas en la América ya colonizada, ver la metrópoli invadida por el ejército napoleónico, fue demasiado para una estructura que había sido útil, quizá necearia, pretenciosa, abusiva, durante tres siglos, destino quizá inevitable por la hazaña de los descubrimientos ultramarinos, pero incapaz ya de subsirtir cuando alboreaban otros tiempos.


[i] Existe una gran controversia sobre el sentido que tiene el término España a lo largo de la historia. Por “hispani” eran conocidos los habitantes de los valles pirenaicos del sur por los francos en los siglos VIII y IX; algunos condes catalanes hablaban de sus condados como españoles; España aparece tempranamente aún existiendo las coronas de Castilla y Aragón por separado; algún rey portugués reprochó a los reyes españoles que se declarasen reyes de España cuando no lo eran de su totalidad, toda vez que Portugal también formaba parte de Hispania; la documentación está llena del término España aún antes de que los habitantes se considerasen españoles, identificados como estaban con su condado, su reino o su señorío…

[ii] Descubiertas en 1521 con motivo de la primera circunnavegación del globo, y a principios del s. XVII fueron visitadas por Pedro Fernández de Quirós.

[iii] Descubiertas por Pedro Fernández de Quirós y se poblaron con criollos de Nueva España.

[iv] Álvaro de Mendaña las exploró a finales del siglo XVI (San Bernardo) y a principios del XVII Fernández de Quirós (Gente Hermosa).

[v] Las descubrieron los expedicionarios de Álvaro de Mendaña a finales del siglo XVI, de la que se tuvo que hacer cargo, muerto este, Isabel Barreto.

[vi] Fue descubierto por Fray Tomás de Berlanga en 1535, encontrándose frente a Ecuador.

[vii] La expedición de Álvaro de Mendaña las descubrió, las colonizó Isabel Barreto y a principios del siglo XVI continuó su obra Fernández de Quirós.

[viii] Al Este de Australia, Pedro Fernández de Quirós las descubrió a principios del s. XVII y las llamó Australia del Espíritu Santo.

[ix] Forma parte del archipiélago de las Marianas y se gobernó desde las Filipinas entre el s. XVI y finales del XIX.

[x] A principios del s. XVII una expedición española ocupó la isla y luego Tidore, pero fueron abandonadas en la segunda mitad del mismo siglo.

[xi] Entre 1626 y 1642 la monarquía española controló tres posiciones al norte de la isla.

[xii] Magallanes y Elcano descubrieron la isla (1521) y décadas más tarde se relacionaría con Filipinas, participando la monarquía española en los conflictos internos de Borneo. A mediados del s. XVII el dominio español se acentuó contra los nativos camucones, pero entre finales de dicho y siglo y principios del XVIII tuvo que abandonar el norte de la isla.

[xiii] En el siglo XVI navegantes españoles pasaron cerca de esta isla, siendo Íñigo Ortiz de Retes el que parece haber dado el nombre de Nueva Guinea, pero sin más trascendencia.

[xiv] En el s. XVI algunos misioneros españoles estuvieron en Camboya y el país estuvo durante un breve tiempo como “protectorado” español ante los conflictos en la zona.

[xv] Al Este de las Filipinas, fueron descubiertas durante el viaje de Magallanes-Elcano. En la segunda mitad del s. XVI el jesuita Diego Luis de San Vitores las visitó y recibieron el nombre en 1667 por la reina Mariana de Austria; los jesuitas se instalaron pero pasado un tiempo hubo revueltas que diezmaron a la colonia española. Sofocados por la fuerza los indígenas, de nuevo se levantaron y otra vez fueron sometidos. La colonización española duró hasta el año 1898.

[xvi] Álvaro de Saavedra tomó posesión de las islas en 1528, pero Diego de Saavedra y Toribio Alonso de Salazar fueron sus primeros ocupantes. Pasado el tiempo fueron llamadas Carolinas en honor del rey Carlos II, ocupándose los frailes en la evangelización de la población, pero a mediados del s. XIX se planteó la posibilidad de ocupar las islas de forma efectiva, no siendo hasta décadas más tarde que se establecieron controles aduaneros para el comercio, lo que levantó las protestas de varios estados. En 1898 fueron vendidas, junto con las Marianas a Alemania.

[xvii] Fueron descubiertas durante la expedición Magallanes-Elcano y luego exploradas en 1543, vinculándose administrativamente a Filipinas décadas más tarde. Fueron jesuitas los que evangelizaron a la población que, sin embargo, mantuvo conflictos tribales, y la monarquía española las perdió al mismo tiempo que Filipinas en 1898.

[xviii] El domino expañol se extendió entre 1528 y 1885 con el nombre de islas de Santa Catalina.

[xix] El primer explorador fue Alonso de Salazar (1526) y poco después Álvaro de Saavedra Cerón. En el ambiente imperialista del siglo XIX España reclamó la soberanía sobre estas islas en 1874. Las disputas con Alemania, que había llegado tarde a la carrera colonial, llevó a un acuerdo para que las islas estuviesen aprovechadas comercialmente por España y Alemania, pero años más tarde la primera vendió su parte a la segunda.

[xx] Se da la circunstancia de que habiendo nacido Carlos en Gante, heredó la monarquía española, mientras que Fernando, nacido en Alcalá de Henares y educado en Castilla, sería emperador alemán.

domingo, 25 de diciembre de 2022

Asombrosos olmecas

                                                         

                                                Mapa tomado de "Historia de los pueblos"

Quizá sea la cultura olmeca la más antigua de las conocidas en Mesoamérica, y es un precedente de la cultura maya posterior. En el istmo de Tehuantepec que une la península de Yucatán con el resto de México se desarrollaron los núcleos y/o centros ceremoniales independientes entre sí. Tabasco es una zona donde abundan los ríos tortuosos que desaguan en el golfo de México, y se distinguen tres períodos tomando como base el momento de prosperidad que corresponde a tres centros: San Lorenzo, en el centro del área descrita; La Venta en el noreste y muy cerca de la costa, y Tres Zapotes en el noroeste, pero hay otros muchos yacimientos arqueológicos. No obstante las migraciones han hecho que puedan verse rasgos de la civilización olmeca en Veracruz, Guatemala y el Salvador.

Características de esta civilización es el juego de pelota, las cabezas colosales (17 conocidas), pirámides a partir del 800 a. C., escultuas mutiladas que algunos han interpretado de una época de decadencia y como símbolo de la misma; la elaboración de calendarios en piedra, uno sagrado con menos días que el natural; artesanía con piedras semipreciosas y cerámica de vasijas mono y bicolor decorada. La naturaleza del juego de pelota está envuelta en conjeturas, pero se practicaba en un campo alargado más o menos, y también la anchura variaba, flanqueado por muros; se ha interpretado como un ritual además de la diversión que podría representar, y otros han visto en este juego una forma de dirimir las contiendas sin recurrir a la guerra: nada definitivo.

Las cabezas colosales muestran los rasgos faciales muy definidos y exagerados, sin obedecer a los cánones naturales; se ha supuesto que representan a gobernantes y guerreros que han sido esculpidos en basalto y otras rocas volcánicas. Su peso oscila entre seis y cuarenta toneladas. Las pirámides son del segundo período (La Venta) y están hechas con arcilla, presentando plantas cuadradas y redondas.

Como existe una escultura monumental representada en las cabezas de las que hemos hablado, también existió una arquitectura monumental, y fue la piedra el material para el resto de las manifestaciones artísticas con algunas excepciones: el motivo más empleado es el ser humano, representado con gran naturalismo o con distorsiones, pero también animales. Para esculturas de pequeño formato se han empleado piedras preciosas.

Como en todas las civilizaciones antiguas, religión y poder político estaban unidos; se trataba de una religión politeista adorándose a determinados animales (jaguar, caimán y sapos), astros y a la agricultura. Se consideraba que los gobernantes descendían de los dioses y realmente estaban en la cúspide de la pirámide social porque así lo querían estos. Era una teocracia más donde unas familias se fueron apoderando de las tierras más ricas y algunos de sus miembros se convirtieron en chamanes o sacerdotes, cuando en un período primitivo la propiedad de la tierra era comunitaria, aunque el producto de la misma puede que se entregase a los gobernantes para su distribución. Los chamanes y sacerdotes tenían, entre otras misiones, adivinar la llegada de las lluvias o la suerte de las cosechas; eran también los encargados de dirigir los sacrificios humanos y de ordenar la creencia en la vida tras la muerte, por lo que se dio un trato a los difuntos que reflejó las diferencias sociales.

La agricultura, el comercio, la caza y la pesca eran las actividades económicas dominantes, como cabe suponer, practicando dicho comercio por medio de rutas que, en la mayoría de los casos, eran los cursos fluviales. Están documentadas las migraciones hata el 400 a. C., momento en que esta civilización se colapsa, aunque muchas de sus caractereísticas son recogidas por otras como la maya. Emplearon métodos de riego por medio de canales, y una agricultura en las orillas de los ríos produciendo aguacates, fríjoles, batatas, chiles, calabazas y papas. Los animales cazados fueron aves, venados, conejos, mapaches, y parece que el pavo fue domesticado.

La época más antigua de la civilización olmeca abarca desde 1200-1150 hasta 900 a. C., viéndose ya el cultivo del maíz, verdadero producto representativo de otras muchas civilizaciónes americanas. En torno al 900 a. C. el lugar de San Lorenzo y alrededores sufrieron ataques y la destrucción, trasladándose algunos edificios al lugar de La Venta, cuya vigencia estuvo entre el 800 hasta el 400 a. C. A partir de esta última fecha destaca el lugar de Tres Zapotes, pero ya sin la brillantez de los anteriores, notándose una acelerada decadencia hasta los primeros años antes de Cristo. Parece ser que las causas fueron el descenso de las cosechas, los terrmotos y la actividad volcánica.

La palabra olmeca es de origen azteca y se ha empezado a utilizar en el siglo XX, por lo que los habitantes de dicha cultura no se conocieron con dicho nombre. Sí desarrollaron un tipo de “escritura” que luego heredarían los mayas con símbolos en piedra a base de glifos entre 950 y 600 a. C.

Ganadero, vicario y benefactor de los jesuitas


No hagan demasiada confianza de los esclavos por muy buenos y fieles que parezcan, ni les fien las llaves e las trojes, almacenes o despensas, porque aquí la ocasión hace al ladrón […] a todos mírenles siempre las manos; al infiel porque no hurte, y al fiel porque no se haga infiel en la ocasión[i].

No todos los jesuitas pensarían lo que el texto anterior muestra sobre los esclavos, pero sí otros, como el conjunto de la sociedad, que seguramente veía en el esclavo un ser destinado de manera natural a serlo. El texto forma parte de las instrucciones dadas en una de las fundaciones o misiones de los jesuitas en las Inidas.

Los jesuitas empezaron a desplazarse a América en la segunda mitad del siglo XVI (a Nueva España en 1572) pero en Brasil empezaron antes[ii], pues la monarquía portuguesa era menos temerosa de esta orden que la española, particularmente en el caso de Felipe II. La vitalidad y combatividad que demostraron los jesuitas quizá no se compruebe en ninguna otra orden religiosa, pues a pesar de las dificultades encontradas consiguieron crear haciendas, construir conventos, colegios y otras obras durante dos siglos aproximadamente.

Los medios para ello procedían de donaciones de personas pudientes, que viendo en los jesuítas una organización sólida y formada, decidían ayudarles quizá con vistas a la salvación eterna. La mentalidad de la época permitía explotar a los empleados, y los beneficios obtenidos dedicarlos en parte a estas obras piadosas. La investigadora Gómez Mantilla ha explicado cómo las haciendas y propiedades adquiridas por los jesuitas funcionaban como empresas[iii] y centros financieros, y tan avanzadas actividades eran compatibles con la propiedad de esclavos.

En las colonias españolas de América tuvieron misiones volantes y fijas, llamadas estas últimas pueblos de misión, donde reunían a un número considerable de indios que convivían sujetos al cumplimiento de deberes religiosos, sociales, económicos, esucativos y artísticos. Para cumplir sus fines espirituales los jesuitas consideraron que debían disponer de recursos, y ello posibilitó la fundación de colegios para la formación de los niños y adolescentes de las zonas urbanas, puesto que eran los grupos pudientes de las ciudades los que proporcionaban los medios económicos para ello. Las haciendas se encontraban en el medio rural destinadas al cultivo y hatos de ganado, las cuales habían sido adquiridas por donación, compra, traspaso y fundación de capellanías[iv], además de que los jesuitas manejaban un sistema de crédito bajo la modalidad de censos[v].

En torno a 1621 los jesuitas quisieron establecer en Plamplona[vi] un colegio y a ello se pusieron, siendo en 1628 cuando se produjo la donación, dotación y fundación del colegio de la Compañía de Jesús por obra y gracia de Pedro Esteban Rangel, que además de gran hacendado y ganadero era vicario y comisario del Santo Oficio, por lo que quiso poner “el celo de la honra de dios i del bien de las almas”. La donación del ganadero consistió en “veinte mil pesos de a ocho reales en barra de oro y plata”, hipotecando cien bestias mulares, y para cuando falleciera dejaría como donación las estancias de cría de mulas y ganado vacuno en el valle de los Locos (Labateca, Pamplona), que poseía tres hatos (vacas y yeguas) y un total de 24 esclavos[vii], donando también treinta cabezas de burras, un cuadro de Nuestra Señora de la Concepción y ocho doseles, objetos de plata, la estancia de Chichira de donde se obtenía leña y cultivaba lino, una estancia de ganado menor, una casa de bahareque[viii], una ramada cubierta de palmicha (un tipo de palma), ovejas, cabras, bueyes, herramientas de labor (entre ellas un escoplo y una azuela), 150 reses vacunas y un bohío de bahareque en otro lugar, constando las diversas estancias de cocina y capilla en un caso, campos de trigo y maíz, paja, corrales, burros que eran muy útiles en el transporte para la venta en el comercio local en otros casos, un escritorio grande, un órgano traído de España y otros bienes. La plata se usaba como moneda de cambio, pues no abundaba el numerario en la zona,  y lo heredado por los jesuitas fueron veintiún objetos de dicho metal, entre ellos un jarrón grande con calentador, una escudilla, tijeras de despabilar y un orinal.

Heredaron diecinueve muebles y treinta y siete cuadros, doce de ellos de los Apóstoles, otros doce de Sibilas y cuatro de mártires, además del cobro a los deudores del donante. El ganadero y vicario benefactor de los jesuitas dejó ordenado que su entierro fuese majestuoso “como corresponde a su posición social”[ix], asistiendo todos los sacerdotes y religiosos; se oficiaron misas de cuerpo presente, rezadas, cantadas, de réquiem y una de indulgencias; su tumba se instaló en una capilla destinada para él “con el compromiso de trasladar sus restos a la nueva capilla en una bóveda que en medio de la capilla se ha de hacer”, indicando con un letrero el nombre del fundador con sus armas de conquistador[x]. Ordenó también instituir una capellanía quizá para continuar con la costumbre en vida de hacer misas en sus haciendas, de ahí el abundante número de cuadros religiosos que tenía. Durante un año a partir del fallecimiento de Pedro Esteban Rangel debían arder sobre su sepultura, al tiempo de la misa mayor, cinco velas de cera y los domingos y fiestas dos cirios.



[i] Delia Yaqueline Gómez Mantilla, “Origen de las haciendas de la Compañía de Jesús en el valle de Cúcuta, Virreinato de Nueva Granada, Colombia (1621-1730)”

[ii] Vicente Sierra, “Antecedentes de las misiones jesuitas de América”, en “Los Jesuitas germanos en la conquista espiritual de hispano-América”, Buenos Aires, 1944 (cita de la autora a la que sigo en este resumen: nota i).

[iii] Germán Colmenares ha publicado un trabajo, “Los jesuitas: modelos de empresarios coloniales”, 1984.

[iv] Ver aquí mismo “¿Qué fueron las capellanías?”.

[v] Los censos eran contratos por los que un bien quedaba sujeto al pago de una pensión anual como interés de un capital recibido en dinero.

[vi] Norte de la actual Colombia.

[vii] Estos recibían el nombre del lugar de donde procedían si eran negros (Congo, Angola, Biafra, etc.) pero también los había mulatos y criollos.

[viii] Construida a base de palos, cañas y barro.

[ix] Expresión empleada por Gómez Mantilla (ver nota i).

[x] Era hijo de un conquistador.