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No tiene sentido comparar los imperios
existentes a lo largo de la historia antes de que se conociese la existencia de
América, que vino a provocar una conquista y colonización muy variables según
las dificultades que fueron surgiendo. Desde el siglo XVI, y sobre todo en los
dos siguientes, la monarquía española se presenta como especial por la enorme
extensión de los territorios bajo su dominio y de pobladores bajo su
administración, que también presentaron características muy diferentes según
los casos. La incorporación de Navarra a la Corona castellana, bien que
preservando sus fueros, ya se había producido en los últimos años del reinado
del rey Fernando.
El rey Carlos I, heredero de las
posesiones en Europa de sus antepasados, fue reconocido en España[i], bien que actuando en nombre
de su madre Juana, y aún conquistó en competencia con la monarquía francesa el
Milanesado. A las Coronas de Aragón y de Castilla unió los territorios
mediterráneos que la primera había adquirido, en un diverso grado de vínculo (Sicilia, Cerdeña y Nápoles) y una y otra coronas se habían
hecho con territorios en el norte de África (Bujía, Orán, Trípoli, Argel, Ceuta
y Melilla). Dejemos aparte el territorio de la Cerdaña que pasó a soberanía
española y francesa en el transcurdo del tiempo.
La expansión atlántica de Castilla llevó a
la posesión de las islas Canarias, y aquí se formó la plataforma para las
navegaciones hasta el descubrimiento de América, que en su momento se denominó
las Indias. Durante tres siglos los españoles extendieron los territorios de la
monarquía desde las Antillas y Mesoamérica, el río Magdalena y los
Andes hasta California y el sur de los actuales Estados Unidos, hasta la mitad
norte de Chile y Buenos Aires con esclusión de los territorios reservados a
Portugal, otra monarquía expansiva desde el siglo XV. Con el tiempo se
incorporaron a la monarquía española la Florida y la Luisiana, que fueron
pasando a otras soberanías posteriormente. Pero a los territorios continentales
de América hay que sumar las islas de las Antillas: Cuba, La Española, Puerto
Rico, islas Vírgenes, San Martín, La Antigua, Guadalupe, Barbados, Granada,
Santísima, Asunción, las islas Lucayas, Tortuga y Santiago (luego llamada
Jamaica).
El descubrimiento del Pacífico desde 1513
llevó a los españoles (luego a otros) a surcar el más grandioso mar conocido,
incorporando la monarquía española las islas Filipinas en la segunda mitad del
siglo XVI, pero también en la Polinesia las islas Tuamotou[ii], de la Línea[iii] (Espóradas
Ecuatoriales), Cook[iv] y Marquesas[v]; en la Melanesia, Galápagos[vi], Salomón[vii] y Nuevas Hébridas[viii]; Guam[ix] Ternate en las Molucas[x], el norte de Taiwan[xi], Borneo[xii], Papúa[xiii] occidental y el
protectorado de Camboya[xiv]; las islas Marianas[xv], Carolinas[xvi], Palaos[xvii], Gilbert[xviii] y Marshall[xix]. Muchas de estas islas y
archipiélagos fueron descubiertas durante la primera circunnavegación del globo
llevada a cabo bajo los auspicios de la monarquía española. Si todos estos
territorios fueron incorporándose, luego fueron perdiéndose.
Volviendo al rey Carlos I, en 1519 fue
reconocido como emperador del Sacro Imperio Romano Gernánico con unas
consecuencias muy negativas en lo económico para Castilla. El mismo rey había
heredado también los territorios borgoñones del oeste de Europa, inconexos
territorialmente y con un diverso grado de integración en la monarquía. A ello
hay que añadir la incorporación de Portugal y su vasto imperio en América,
África, el Índico y Asia durante al menos sesenta años (1580-1640).
Entre los siglos XVI y XVII la concepción
que se tuvo de la monarquía española, particularmente en Europa, pero también
en el Imperio turco y otras grandes entidades estatales, fue de una gran
complejidad, grandeza y necesidad de combatirla. A la aparición de potencias
marítimas distintas de España y Portugal (Francia, Inglaterra, Holanda) se unió
la herencia del emperador Fernando I[xx] del Imperio habsbúrgico,
aunque este siempre estuvo vinculado a la monarquía española y viceversa.
Con la guerra de sucesión a la corona de
España, por la que se entronizaría la dinastía borbónica, la monarquía española
pierde sus posesiones en Italia, Sicilia y Córcega, aunque un Borbón que luego
sería rey de España fue reconocido antes rey de Nápoles con ocasión de la
guerra de sucesión a la corona polaca.
¿Cómo se pueden gobernar territorios tan
distintos, con habitantes tan plurales, en todos los continentes y mares del
mundo conocido? Las dificultades inherentes a este empeño –aparte de que los
titulares de la corona española demostraron habilidades mayores o menores según
los casos- se pusieron de manifiesto de contínuo. La burocracia se multiplicó,
y lo mismo su versión diplomática, se hicieron esfuerzos militares
extraordinarios que agotaron las posibilidades fiscales de la monarquía; Carlos
I tuvo que recurrir a banqueros europeos y Felipe II tuvo que lidiar con dos
bancarrotas del Estado. Cualquier avatar era propicio para una sublevación (las
Provincias Unidas, Portugal, Cataluña) o para mantener el control territorial y
econcómico sobre la “joya” de la corona española que fue América. A las
dificultades de control de los territorios periféricos (chichimecas en México,
araucanos en Chile, “chaqueños” en Bolivia, Argentina y Paraguay) se unieron
las disputas entre estados (las monarquías portuguesa y española por la colonia
de Sacramento, las mismas por el control de las Molucas) y algunos territorios
fueron desgajándose de la soberanía española a favor de otros estados (Jamaica
a mediados del siglo XVII).
La monarquía española era un estado de
cosas que permitía navegase el galeón de Manila hasta Acaculpo por más de
15.000 km. teniendo que alcanzar la corriente de Kuro Shivo al Este de Japón
para el “tornaviaje” que descubriera Urdaneta en el siglo XVI; era un estado de
cosas (no el único) que permitía navegar en los dos hemisferios con los cambios
estacionales y atmosféricos que ello implicaba; era un estado de cosas que
permitió establecer un “camino” o ruta entre el norte de Italia y Flandes para
defender sus territorios de los enemigos de toda clase; era un estado de cosas
capaz de agotar la hacienda pública de Castilla (con varias bancarrotas) para
sostener los compromisos del Imperio Romano Gernánico; un estado de cosas que
permitió contener el avance de los turcos en el centro-este de Europa; la
monarquía española fue un estado de cosas que proporcionó inmensos tesoros en
forma de oro y plata, pero también productos exóticos y agrícolas al conjunto
de Europa, a la vez que llevó a las Indias productos traídos de China como el
arroz, o de Europa como la ganadería mayor, las ovejas, los puercos y las
cabras.
La monarquía española practicó el corso y
lo combatió, como combatió a los pueblos indígenas de América y se valio de
ellos como aliados para someter a otros. La monarquía española desarrolló una
legislación social avanzadísima que en muchas ocasiones no fue posible cumplir
por las distancias entre la Corte y las nuevas tierras, por la corrupción de
los funcionarios y por razones objetivas. Fue una monarquía que dio voz a los
disidentes, entre los que están Antonio Montesino, Bartolomé de las Casas,
Huaman Poma de Ayala, Cieza de León, Junípero Serra y otros que nos han
dejado testimonios de pura realidad. Asombra la cantidad de cartas que llegaban
a la Corte informando de los sucesos en las Indias.
Fue necesario fortalecer los puertos y
lugares estratégicos para evitar el ataque de piratas, corsarios y ejércitos
enemigos, para lo que intervinieron ingenieros militares de varias
nacionalidades contratados por la monarquía española, como fue necesario que
los barcos cargados de mercancías y metales precisos fuesen acompañados por
navíos de guerra para evitar los abordajes de rapiña, la misma que los
conquistadores y administradores al servicio de la monarquía española habían
practicado en América.
La monarquía española podía mandar naves
para obtener las riquezas habidas en el Moluco y en un rosario de islas en el
Pacífico y en las Antillas, como si se tratase de una ruta dispuesta a ser
recorrida imperecederamente. La monarquía española propició la labor de las
órdenes mendicantes en las Indias, ejemplar en muchos casos, sobre todo por
franciscanos (capuchinos entre ellos), dominicos, agustinos, mercedarios y
jesuitas, que obviamente incurrieron en contradicciones propias de todo tiempo
histórico y reprodujeron los vicios del suyo. La monarquía española propició el
mestizaje, fenómeno etnográfico y humano de un interés ilimitado, no conocido
en organización política alguna.
Atender al turco y al papa, al Imperio
habsbúrgico y a los conflictos sociales en Castilla y en Valencia, navegar
entre la gran tormenta religiosa del siglo XVI, atender a la rebelión catalana
y a la piratería, al corso inglés en primer lugar; atender a la administración
de las Indias, al tráfico negrero, a las cuestiones de conciencia que fueron
planteadas a la monarquía por no pocos teólogos y frailes; atender al conflicto
holandés y a la enemiga de Francia, atender a las pretensiones de otras
potencias sobre Italia; legislar, escuchar, castigar, crear instituciones
(Adelantamientos, Gobernaciones, Audiencias, Virreinatos, universidades,
colegios, hospicios), fundar ciudades, transformar los consejos en secretarías,
restar poder a los virreyes a favor de los intendentes, atender a las ideas de
los “filósofos” del siglo XVIII y proponer profundas reformas en la
Administración pública, la marina y el ejército; tener noticias de las derrotas
en el siglo XVII, las pérdidas territoriales en 1648 y durante el reinado
de Carlos II, soportar las injerencias de la monarquía francesa en la primera
mitad del XVIII, asistir a convulsiones indígenas y criollas en la América ya
colonizada, ver la metrópoli invadida por el ejército napoleónico, fue
demasiado para una estructura que había sido útil, quizá necearia, pretenciosa,
abusiva, durante tres siglos, destino quizá inevitable por la hazaña de los
descubrimientos ultramarinos, pero incapaz ya de subsirtir cuando alboreaban
otros tiempos.
[i] Existe
una gran controversia sobre el sentido que tiene el término España a lo largo
de la historia. Por “hispani” eran conocidos los habitantes de los valles pirenaicos del sur
por los francos en los siglos VIII y IX; algunos condes catalanes hablaban de
sus condados como españoles; España aparece tempranamente aún existiendo las
coronas de Castilla y Aragón por separado; algún rey portugués reprochó a los
reyes españoles que se declarasen reyes de España cuando no lo eran de su
totalidad, toda vez que Portugal también formaba parte de Hispania; la
documentación está llena del término España aún antes de que los habitantes se
considerasen españoles, identificados como estaban con su condado, su reino o
su señorío…
[ii]
Descubiertas en 1521 con motivo de la primera circunnavegación del globo, y a
principios del s. XVII fueron visitadas por Pedro Fernández de Quirós.
[iii]
Descubiertas por Pedro Fernández de Quirós y se poblaron con criollos de Nueva
España.
[iv] Álvaro
de Mendaña las exploró a finales del siglo XVI (San Bernardo) y a principios
del XVII Fernández de Quirós (Gente Hermosa).
[v] Las
descubrieron los expedicionarios de Álvaro de Mendaña a finales del siglo XVI,
de la que se tuvo que hacer cargo, muerto este, Isabel Barreto.
[vi] Fue
descubierto por Fray Tomás de Berlanga en 1535, encontrándose frente a Ecuador.
[vii] La
expedición de Álvaro de Mendaña las descubrió, las colonizó Isabel Barreto y a principios del siglo XVI continuó su obra Fernández de Quirós.
[viii] Al
Este de Australia, Pedro Fernández de Quirós las descubrió a principios del s.
XVII y las llamó Australia del Espíritu Santo.
[ix] Forma
parte del archipiélago de las Marianas y se gobernó desde las Filipinas entre
el s. XVI y finales del XIX.
[x] A
principios del s. XVII una expedición española ocupó la isla y luego Tidore,
pero fueron abandonadas en la segunda mitad del mismo siglo.
[xi] Entre
1626 y 1642 la monarquía española controló tres posiciones al norte de la isla.
[xii]
Magallanes y Elcano descubrieron la isla (1521) y décadas más tarde se
relacionaría con Filipinas, participando la monarquía española en los
conflictos internos de Borneo. A mediados del s. XVII el dominio español se
acentuó contra los nativos camucones, pero entre finales de dicho y siglo y
principios del XVIII tuvo que abandonar el norte de la isla.
[xiii] En el
siglo XVI navegantes españoles pasaron cerca de esta isla, siendo Íñigo Ortiz
de Retes el que parece haber dado el nombre de Nueva Guinea, pero sin
más trascendencia.
[xiv] En el
s. XVI algunos misioneros españoles estuvieron en Camboya y el país estuvo
durante un breve tiempo como “protectorado” español ante los conflictos en la
zona.
[xv] Al Este
de las Filipinas, fueron descubiertas durante el viaje de Magallanes-Elcano. En
la segunda mitad del s. XVI el jesuita Diego Luis de San Vitores las visitó y
recibieron el nombre en 1667 por la reina Mariana de Austria; los jesuitas se
instalaron pero pasado un tiempo hubo revueltas que diezmaron a la colonia
española. Sofocados por la fuerza los indígenas, de nuevo se levantaron y otra
vez fueron sometidos. La colonización española duró hasta el año 1898.
[xvi] Álvaro
de Saavedra tomó posesión de las islas en 1528, pero Diego de Saavedra y
Toribio Alonso de Salazar fueron sus primeros ocupantes. Pasado el tiempo
fueron llamadas Carolinas en honor del rey Carlos II, ocupándose los frailes en
la evangelización de la población, pero a mediados del s. XIX se planteó la
posibilidad de ocupar las islas de forma efectiva, no siendo hasta décadas
más tarde que se establecieron controles aduaneros para el comercio, lo que
levantó las protestas de varios estados. En 1898 fueron vendidas, junto con las
Marianas a Alemania.
[xvii] Fueron
descubiertas durante la expedición Magallanes-Elcano y luego exploradas en
1543, vinculándose administrativamente a Filipinas décadas más tarde. Fueron
jesuitas los que evangelizaron a la población que, sin embargo, mantuvo
conflictos tribales, y la monarquía española las perdió al mismo tiempo que
Filipinas en 1898.
[xviii] El
domino expañol se extendió entre 1528 y 1885 con el nombre de islas de Santa
Catalina.
[xix] El
primer explorador fue Alonso de Salazar (1526) y poco después Álvaro de
Saavedra Cerón. En el ambiente imperialista del siglo XIX España reclamó la
soberanía sobre estas islas en 1874. Las disputas con Alemania, que había
llegado tarde a la carrera colonial, llevó a un acuerdo para que las islas
estuviesen aprovechadas comercialmente por España y Alemania, pero años más
tarde la primera vendió su parte a la segunda.
[xx] Se da
la circunstancia de que habiendo nacido Carlos en Gante, heredó la monarquía
española, mientras que Fernando, nacido en Alcalá de Henares y educado en
Castilla, sería emperador alemán.