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A pesar de que durante el siglo XVIII hubo un crecimiento
demográfico de la periferia española en detrimento del interior, Alicante era,
a mediados de dicha centuria, una pequeña ciudad en la que los artesanos eran
el grupo más numeroso. Como ciudad portuaria empezó a haber muchos extranjeros,
lo que fue en aumento durante las décadas siguientes, y era un centro
distribuidor de salazones y productos manufacturados hacia el interior
peninsular[i].
En este contexto nació, en 1753, el que sería médico y cirujano Francisco
Javier Balmis, protagonista de una de las expediciones científicas y sanitarias
más importantes de la España moderna.
Cervera, hoy al Este de la provincia de Lleida, fue el lugar
de nacimiento de José Salvany (1778) que sería médico y cirujano militar[ii]
hasta el momento de su prematura muerte a la edad de treinta y dos años en
Cochabamba (Bolivia), en plena expedición sanitaria a la que hemos hecho
referencia. Por su parte Isabel Zendal había nacido en una pequeña aldea del
municipio hoy coruñés de Ordes, en 1773, muriendo en Puebla de los Ángeles,
entonces Nueva España, a donde regresó después de haber participado en la misma
expedición[iii].
El profesor José Luis Barona[iv]
ha expuesto el carácter ilustrado de Balmis, partidario de modernizar la
sanidad y la medicina, por lo que pudo convencer al rey Carlos IV y a sus
colaboradores para luchar contra la viruela no solo en España sino en las
provincias de ultramar, labor que se llevó a cabo ente 1803 y 1806, aunque de
forma menos intensa se prolongaría unos años más. En el primer año citado se
puso en marcha la Expedición Filantrópica de la Vacuna (preventiva del contagio
de la viruela[v]). Salvany, Zendal y otros
muchos colaboradores participaron en dicha Expedición.
Balmis había estado ya en Nueva España desde 1780 trabajando
como médico y dedicándose al estudio de ciertas plantas que podían ser útiles
para combatir enfermedades infecciosas, por ejemplo la begonia. Regresó a
España en 1792 y sus experiencias se incorporaron en hospitales españoles y más
tarde en otros territorios dependientes. De nuevo regresó a América en 1810
como consecuencia de la ocupación de España por el ejército bonapartista, y
regresó en 1813 para ejercer, entre otros cargos, como Cirujano de Cámara del
rey Fernando VII, muriendo en 1819.
Fue traductor de tratados que se habían publicado en otros
países europeos para combatir las epidemias, y de hecho en Bogotá y Lima se
produjeron, en 1802, fuertes brotes de viruela que el ministro Godoy pretendió
combatir llevando a América vacas que habían padecido la viruela vacuna,
sirviendo como reservorios para curar a los afectados. Pero lo que nos importa
aquí es la Expedición de Balmis y sus colaboradores, entre los que tuvo al médico
novohispano José Felipe Flores, que ya había combatido con éxito la enfermedad
de la viruela en 1780 (Guatemala). La conjunción del personal español con
Flores fue de lo más afortunada, porque contribuyó a evitar el rechazo a las
vacunas en no pocos casos.
Antes de salir hacia América desde el puerto de A Coruña
(1803), se había redactado un Reglamento y el derrotero de la vacuna por los
territorios españoles de ultramar, se recurrió a veintiún niños hospicianos que
se encontraban a cargo de la enfermera Zendal, se les inoculó la vacuna y se
les embarcó en la Expedición como reservorios para poder emplear los antígenos
a favor de los que habrían de vacunarse en América (no era posible que se
conservase la vacuna si no era en el cuerpo de aquellos niños[vi]).
La primera parada y vacunación fue Tenerife, para seguir luego hasta Puerto
Rico y Puerto Cabello[vii],
donde fueron vacunados los niños de las familias más acomodadas, pero se formó
una Junta de Vacunación en Caracas.
Desde entonces la Expedición se dividió: una parte del
personal acompañó a Balmis a las Antillas, particularmente La Habana, Yucatán y
lo que hoy conocemos como México; la otra parte acompañó a Salvany en Bogotá,
Perú, Buenos Aires y otros territorios, si bien en el virreinato del Perú se
contó con la férrea oposición del virrey Gabriel de Avilés y del Fierro (1801-1806).
De todas formas las inoculaciones se siguieron realizando, pues de la misma
forma que el virrey desoía una decisión del rey de España, los expedicionarios pudieron
esquivar la oposición de la autoridad virreinal, además teniendo en cuenta que
no se realizaban en hospitales, sino en casas particulares.
La Expedición siguió luego a Filipinas (1805), Macao, China,
la isla de Santa Elena (1806), para regresar a Lisboa y Madrid. El éxito
sanitario fue desigual, pero la repercusión preventiva posterior fue evidente;
la respuesta entre la población indígena y sus autoridades fue también
desigual; mientras que en Nueva España la Iglesia y los militares colaboraron
con las vacunaciones, en Perú las actitudes oscilaron entre la acogida, la
reticencia o el rechazo. Obviamente, los objetivos propuestos eran
inalcanzables, pues las limitaciones de la época eran muchas, pero se avanzó en
la profilaxis y en la educación sobre higiene. Se atendió sobre todo a niños, y
más en las ciudades y en la costa que en las zonas del interior y rurales,
aunque no se renunció a ellas; poco se pudo hacer entre las poblaciones
indígenas y marginales de la sociedad, lo que no debe extrañar porque igualmente
ocurre en nuestros días, salvando las distancias.
La repercusión en las Academias Científicas de Europa y de la propia España fue grande, y hoy se puede comprobar, como han investigado algunos historiadores[viii], la predisposición a la curación por medio de la medicina, contra la resignación anterior en amplias capas de la población.
[i] https://blogs.ua.es/historiaalicante18/
[ii] En la época la medicina y la cirugía estaba muy vinculada al ejército debido a los muchos compromisos bélicos en los que se veía envuelto.
[iii] La labor filantrópica de esta mujer es inmensa, no detallándola aquí por poderse consultar fácilmente.
[iv] Académico de la Historia y Catedrático de la Universidad de Valencia.
[v] Como sabemos, fue una enfermedad que se cobró muchas vidas en la época de la conquista y colonización de América.
[vi] Se recurrió a hospicianos para evitar las reticencias de los padres; los hospicianos no los tenían.
[vii] Hoy ciudad de Venezuela en la costa del Caribe.
[viii] Por ejemplo, Antonio Rumeu de Armas.
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