El conquistador Vázquez
de Coronado[i],
en cierta ocasión, cumplió con un encargo del virrey de Nueva España[ii]
consistente en reprimir una sublevación de indios y esclavos negros en las
minas de Amatepeque[iii],
y además de torturar a los más significados, cogió algunos cuerpos
descuartizados y los llevó ante el virrey en prueba de su eficacia. Encargado
poco después de que se interesase por el trato que recibían los indios en las
minas de Sultepec, no lejos de las anteriores, Coronado pudo comprobar el duro
trabajo al que eran sometidos, y denunció ante la Real Audiencia que los
encomenderos no cumplían con su obligación de cristianizarlos. La moral de los
actos era lo de menos, pero la fe…
Se trata de una
contradicción evidente y que solo se entiende si se penetra en la mentalidad de
aquellas gentes conquistadoras, máxime si Vázquez de Coronado –como era el
caso- estaba dispuesto a todo con tal de satisfacer al virrey, su benefactor.
El indio sumiso era objeto de conmiseración, pero el revoltoso podía ser
sometido a todo tipo de torturas. Quizá sea Vázquez de Coronado uno de los
mayores posesores de encomiendas en la Nueva España, y cuando en 1544 las
encomiendas pasaron a ser posesión de la Corona, ocupó los últimos años de su
vida pleiteando para que se las devolvieran.
Otro protegido fue
Alonso de Ojeda[iv],
teniendo que recurrir a la influencia de Juan Rodríguez Fonseca para participar
en el segundo viaje de Colón. Fonseca unía a su condición de clérigo (obispo en
varias diócesis y otros cargos eclesiásticos) el pertenecer a una de las
familias más influyentes de Castilla, aunque era de ascendencia portuguesa. También
con los oficios de su protector participó Ojeda en una expedición con Américo
Vespucio y Juan de la Cosa empleando indios como guías, y en 1501 fue nombrado
gobernador de Paria (en la actual Colombia, en torno al golfo de Urabá), pero
por haberse excedido en sus funciones fue apresado y regresado a España. De nuevo
la influencia de Fonseca hizo que la Corona fuese indulgente con Ojeda,
alegando que no había dejado de enviar a la corte el quinto real…
A la altura de 1528 el
rey Carlos I ya estaba avisado del poder que Cortés había adquirido en México,
por lo que no tardaría en establecer el primer virreinato de América, la Nueva
España. Mientras tanto el ambicioso Nuño de Guzmán[v] había
enviado cartas al rey informando de la situación en México, y fue nombrado
presidente de la primera Audiencia de Nueva España para que investigase al
conquistador de Tenochtitlan. En realidad la hostilidad entre Nuño de Guzmán y
Cortés venía de lejos, pues este había planeado una expedición a territorio que
estaba bajo jurisdicción del primero (Sinaloa); y habiendo llevado a cabo
Cortés varios viajes al mar del Sur, todos habían fracasado, sin haber obtenido
nada positivo.
Aquí quien aparece como
protector de Nuño de Guzmán es el rey de España, pero no tanto por simpatías
hacia él como por desconfianza hacia Cortés, y este comportamiento de continuos
enfrentamientos entre conquistadores españoles jalonan la historia de las
Indias.
El culto Jiménez de
Quesada estuvo metido en pleitos hasta las orejas, pues era el momento en que
no pocos denunciaban lo que estaba pasando en América con la población indígena
y con la administración de los territorios. A tal punto no debió tener las
cosas claras que durante algunos años se fue a vivir a Francia o Portugal, pero
luego tuvo que responder ante el Consejo de Indias y se mostró insumiso, por lo
que se dio orden de su captura. A los pocos años, no obstante, ya le vemos con
un importante cargo en el Reino de Granada[vi],
practicó el esclavismo (lo que era común en la época si se tenía la oportunidad)
y pudo disfrutar de una renta vitalicia.
Haber estudiado leyes y
tener méritos reconocidos como conquistador le tuvieron que valer para
conseguir de la Corona ventajas que otros no obtuvieron. Escribió mucho, pues
tenía aptitudes para ello, y como algunas de sus obras reivindican la labor de
los conquistadores en América, quizá logró ventajas ante la Corona en momentos
de dificultad, que no fueron pocos.
Diego de Almagro[vii] se
vio envuelto en los conflictos civiles entre españoles en territorio andino. Fracasó
en los objetivos que se le habían encomendado en Chile, pero lo cierto es que
la obra era de una dificultad extraordinaria; en todo caso fue uno de los más
pendencieros conquistadores, pues se opuso a los hermanos Pizarro, que eran tan
o más ambiciosos que él.
No parece que contase
con benefactor alguno, pues de lo contrario quizá no habría sido su fin tan
trágico: traicionado, fue muerto por los los Pizarro, y quizá la única que se
compadeció de él fue la negra que le servía, la cual le dio sepultura con más
piedad que la que él había tenido en vida.
Más allá de los méritos
y crueldades de estos personajes, como de otros muchos conquistadores de las
Indias, lo cierto es que pasaron dificultades sin fin, penalidades,
sufrimientos, derrotas y victorias, gozaron del mando pero lo perdieron no
pocas veces, algunos murieron en la cárcel y otros en la opulencia. Un tiempo
realmente asombroso.
[i] Nació en 1510 y murió en México en 1554.
[ii] Antonio de Mendoza, militar y de la nobleza española.
[iii] Al suroeste de la ciudad de México.
[iv] Nació en Torrejoncillo del Rey en 1466 y murió en Santo Domingo en 1515.
[v] Nació en Guadalajara en 1490 y murió en Torrejón de Velasco (actual provincia de Madrid) en 1558. Se dedicó al comercio de esclavos y el trato dado a los indios es de los más crueles que se conocen, por lo que tuvo que responder. Cuando se le hizo el juicio de residencia le encontraron responsable de no pocos delitos.
[vi] En general el territorio de la actual Colombia.
[vii] Nació en 1475 y murió en el Cuzco en 1538.
Ilustración: Mapa de San Miguel y San Felipe de los chichimecas (detalle), 1580. Real Academia de la Historia. Madrid.
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