Una conferencia de Don
Rafael Ramos aporta interesantes datos y reflexiones sobre la ciudad que fuera
capital del imperio Inca hasta la primera mitad del siglo XVI. Junto con la
ciudad de México –dice- no se trató de colonizar y fundar dichas ciudades por
parte de los españoles, porque ya tenían su historia; además, en los dos casos
se trató de ciudades extraordinarias, las dos en el interior del continente y
en altiplanos, pero a bastante más altura el Cuzco.
El trazado urbano de
Cuzco es bastante regular, tanto el de época incaica como hispánica. Asomadas a
la plaza mayor se encuentran dos iglesias principales, la catedral y la de los jesuitas, circunstancia inédita, pues la segunda queda equiparada, así,
a la sede metropolitana. Toda la ciudad es el imperio de la piedra, lo que
contrasta con Lima, configurando un paisaje urbano donde se plasma la tradición
del trabajo de la piedra con un resultado plástico, quizá único por sus texturas
y la disposición de los sillares, muchas veces irregulares, con una geometría
acusadísima. Las calles con muros empedrados corresponden a donde se
encontraban antiguos palacios de la gente principal en época incaica, que se
han conservado aunque no las residencias. Algunos de los sillares están
decorados con animales en relieve, espirales, líneas curvas, lazos, formas
sinuosas y cruces, todo ello de época incaica salvo el último caso, donde la
influencia hispánica quizá llevó a labrar dichas cruces como muestra del primer
mestizaje cultural.
La iglesia de los
jesuitas no es la original, pues un terremoto en 1650 obligó a construir otra
nueva en estilo barroco, aunque las bóvedas son de estilo gótico con nervaduras
muy parecidas a las europeas, quizá porque soportan mejor en el caso de
nuevos seísmos. En cuanto a la catedral, predominan las líneas horizontales,
muestra de la influencia renacentista aunque la portada es barroca. En su
claustro principal, de dos pisos los españoles incorporaron el arco de medio punto; como en el claustro también renacentista de la
iglesia de Santo Domingo, construida sobre los restos del antiguo templo del
Sol de época incaica: edificio macizo donde aun se conservan elementos
prehispánicos, como un muro curvo frente a la cabecera de la iglesia (es obra
de la segunda mitad del s. XVI).
En unas iglesias y
otras, pero esto no solo en Cuzco sino en en los Andes peruanos, tienen
importancia los púlpitos, trabajado su barroquismo con gran habilidad, y en el
Museo de Arte Religioso del Arzobispado hay una serie de pinturas alusivas a la
festividad del Corpus Christi. El arzobispo Manuel de Molinero Angulo[i],
en el siglo XVII, aportó algunos cuadros de Herrera y el Greco entre otros
famosos pintores, y fue mecenas de artistas locales indígenas, asombrando cómo estos asimilaron y adaptaron el barroco europeo.
Hoy, dentro de Cuzco, se encuentra uno de los antiguos pueblos de indios con su sencilla iglesia que nada tiene que ver con las que hemos citado arriba, de igual forma que otras de pueblos de indios fuera de Cuzco que tienen en común una sobrecargada decoración interior, sobre todo de pinturas donde dominan vistosos colores, algunas al fresco y otras en cuadros; también encontramos en estas pequeñas iglesias frescos en el exterior cuyo tema es el religioso, pero mostrando también muchos detalles costumbristas: procesiones, los diversos tipos según clases sociales o razas, el mestizaje, etc. En sus fachadas principales suelen tener una balaustrada con una función práctica: la de que se predicase o incluso oficiase la misa para una feligresía en el exterior (cuando el aforo interior no era suficiente).
[i] Nacido en Madrid, falleció en Cuzco en 1699, habiendo sido arzobispo desde 1671.
Fotografía: imachupicchu.com/es/ruta-religiosa-cusco/
No hay comentarios:
Publicar un comentario