miércoles, 21 de diciembre de 2022

Dos visiones sobre los indios

 

                             Selva Lacandona en Chiapas (minube.com/rincon/selva-lacandona)

Asombra que un sacerdote católico con formación tan elevada como Juan Ginés de Sepúlveda, haya hecho una defensa tan cerrada sobre el derecho de conquista por parte de los españoles en las Indias. Sorprende también que no parezca haber tenido sentido crítico para interpretar la “Política” de Aristóteles, de quien se sintió muy influido, para no entenderla de acuerdo con la larga historia de la filosofía cristiana a la altura del siglo XVI. Al fin y al cabo Aristóteles era un pagano para Sepúlveda, bien que reinterpretado por Tomás de Aquino, y sorprende también que alguien que no estuvo nunca en las Indias se base en fuentes indirectas, y no en la propia experiencia, para hablar de un fenómeno tan complejo como el de la conquista, evangelización y colonización de los pueblos amerindios.

Su polémica con Bartolomé de las Casas, los dos con larga vida, no tiene obstáculo en ser entendida actualmente, pero en el siglo XVI la opinión estuvo dividida entre las posiciones de uno y otro, seguramente mediatizada por situaciones personales (Sepúlveda fue cronista del rey Carlos I), la ambición de los que partían a las Indias y la mentalidad dominante de una hidalguía que, con la excusa de “servir a la monarquía”, empeñaban vida y hacienda si existía la posibilidad de alcanzar honores y riqueza. Las crueldades y los crímenes cometidos han sido evidentes, muchos de los cuales castigados por la Corona, pero otros quedaron impunes.

Quizá debamos interpretar el fenómeno de la conquista de América por los españoles como algo inevitable en el contexto expansionista de la monarquía española desde hacía siglos, pues de no ser los conquistadors ibéricos, otros hubiesen actuado de forma quizá parecida[i]. En medio estuvo la población indígena americana, sometida una parte por otra, sujeta al pago de tributos, a injusticias anteriores a la llegada de los europeos, con costumbres que solo en sus cosmovisiones se entendían, pero también con sus religiones, bondades, instituciones, autoridades y demás características hoy muy estudiadas.

A mediados del siglo XVI existían ya suficientes pruebas de lo que estaba ocurriendo en las Indias para concitar en el Colegio de San Gregorio de Valladolid una encendida discusión entre los dos clérigos citados. Sepúlveda había nacido en Pozoblaco[ii] en 1490 y Las Casas en Sevilla, pero no se conoce el año con seguridad, teniendo una prolongada experiencia en las Indias, primero como encomendero pero muy pronto como denunciante de lo que consideraba crímenes contra los indígenas por parte de los conquistadores.

Sepúlveda defendió que las guerras llevadas a cabo por los españoles en Indias eran justas, y que los indios estaban obligados a someterse “como menos entendidos a los más prudentes, y si no quisieren, los españoles les pueden hacer guerra”. Para el sacerdote y cronista los indios no vivían conforme a la razón natural “y tienen costumbres malas”, lo cual –dice- es por falta de religión, siendo evidente que Sepúlveda entendía por tal la católica, única posible, lo que les llevaba a “malas costumbres”. Una fuente que Sepúlveda emplea en la controversia es la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo[iii], que Las Casas considera de calidad ínfima y no comprensiva de la complejidad de los muchos pueblos indígenas de América.

La realidad que conoció Las Casas fue la del actual sur de México, Guatemala y otros territorios limítrofes, así como en las Antillas. No resulta difícil al dominico rebatir las posiciones de Sepúlveda, sobre todo por haber sido testigo de muchas situaciones en las Indias, empleando un estilo algo hiriente para con su interlocutor: “ni entiende a Santo Tomás, y disimula con la doctrina de Aristóteles en su Política”, o bien “como Dios privó al doctor Sepúlveda de la noticia de todo esto…”, “la gran temeridad que ha tenido [Sepúlveda] en enviarlo a imprimir a Roma”[iv] un libro de su autoría, añadiendo luego que tal obra era “venenosa ponzoña” e “impeditivo del Evangelio”.

Hoy existe cierto acuerdo sobre que Las Casas exageró las excelencias y bondades de los indios para contrarrestar la gran fuerza de los conquistadores y sus valedores en la Corte, pero aporta argumentos que dan una visión universalista de las sociedades humanas, como cuando dice que las naciones que ahora son muy políticas y prudentes, anteriormente fueron bárbaras, citando a Trogo Pompeyo cuando habla de que “después de la dominación, el yugo de la provincia no podía ser tolerado por los españoles a los que César Augusto sometió completamente con armas vencedoras. Y al pueblo bárbaro, salvaje, los trasladó por las leyes a una forma de vida civilizada”. Como la gente española era pueblo bárbaro y fiero, pregunta “al reverendo doctor” si aconsejaría a los romanos que hiciesen repartimiento de los españoles dando a cada tirano su parte, “como se ha hecho en las Indias”.

Las Casas pudo comprobar “in situ” que los indios eran ingeniosos (no de otra manera se puede vivir en estado de naturaleza, cuando este fue el caso) y dijo que habían aprovechado mucho en las cosas de la fe y la religión, como sin duda era ya a mediados del siglo XVI en las zonas por él conocidas, además de que se habían habituado a las artes mecánicas y liberales, “como leer y escribir y música y canto”, además de gramática y lógica. Pide a Sepúlveda que antes de tratar de temas que deescoconoce “se informara de los siervos de Dios que en la conversión de aquellas gentes habían sudado muchas noches y días”, no precipitándose en justificar “los latrocinios y robos y muertes que han hecho [los conquistadores]… con inmenso derramamiento de sangre, muerte y perdición”.

Sigue diciendo luego que si en las Indias no hubiese riquezas con las que hacerse, nadie iría, pero a lo que se iba es a robar, usurpar y someter, además de considerar que comunidades enteras de indios colaboraron con los españoles una vez sujetos a ellos. Añade luego que donde se han producido rebeliones y desacatos por parte de los indios es donde se les ha robado, despoblado y “destruido tantos y grandes reinos en las Indias”, demostrando conocer sobradamente, por lo menos, la conquista de Tenochtitlan y las tierras colindantes en todas direcciones. Si a Indias fueran personas provechosas, labradoras y no holgazanas “como la de guerrra”, otra cosa sería, viene a decir, y considera que “no es cosa razonable, ni proporcionada con discreción, querer apaciguar y hacer camino para predicarles, yendo tiranos con ejército cruel y turbulento”.

Por último cita el caso del misionero Fray Luis que fue muerto en la Florida (pues a esto se había agarrado Sepúlveda para demostrar la maldad de los indios): para los territorios de Tezulutlán (Guatemala) y en la selva Lacandona (Chiapas), se habían firmado unas capitulaciones entre Las Casas y Alonso de Maldonado (1537), decidiéndose conquistar de forma pacífica dichos territorios que los españoles habían declarado “tierra de guerra” debido a los frecuentes ataques de indios achies y lacandones. Las capitulaciones prohibían el sistema de encomiendas en estas regiones, así como estaban reservadas a religiosos. El propio Las Casas, fray Luis de Cáncer[v], fray Rodrigo de Labrada y fray Pedro de Angulo[vi] participaron en la pacificación y evangelización. Dos años después el nombre de “tierra de guerra” se había cambiado por el de “Vera Paz”, pero en 1539 Alonso de Maldonado distribuyó a los indígenas en encomiendas, emprendiendo entontes Las Casas un viaje a España para denunciar esto ante el rey.


[i] La guerra “de los cien años” terminó en el siglo XV, y las guerras en Italia eran moneda común en el XVI; no pocos conquistadores venían de conocer la guerra contr el islam granadino…

[ii] Actual provincia de Córdoba.

[iii] “Historia General y Natural de las Indias”, publicada en 1535. Si se compara la obra de Oviedo con la de Huaman Poma de Ayala se ven también las dos visiones sobre los indios.

[iv] Se refiere a la obra de Sepúlveda “Democrates secundus”, en la que dos personajes dialogan sobre los indios de América, defendiendo uno de ellos las ideas de nuestro autor. Es curioso que a esta obra se opusieron varios antes de ser publicada, el propio rey Carlos la prohibió, y lo mismo el Consejo de Indias y las Universidades de Alcalá y Salamanca.

[v] Dominico natural de Barbastro, falleció en Tampa, Florida, en 1549, víctima de los indígenas de dicha región.

[vi] Nació en Burgos y fue soldado que en América se hizo dominico y habló varios idiomas indígenas, entre ellos el náhuatl. Luego fue obispo de Verapaz (en el centro del actual El Salvador).

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