"Aldeia" jesuita (ilustración de Cola da Web)
Inicialmente Brasil fue
una colonia considerada de menor importancia dentro del imperio portugués, y
solo en 1549 la monarquía portuguesa nombró el primer gobernador general, Thomé
de Sousa con sede en Bahía. Junto con él viajaron seis jesuitas con el objeto
de que dieran cumplimiento a los deseos del rey Joâo III, que los indios
estuviesen bajo la protección de la corona al tiempo que les encargaba su
evangelización. Los indígenas debían ser considerados, también, seres libres y
debia asentárseles en poblados estables, considerándose que este primer
contingente de jesuitas contribuyó a expulsar a los franceses de Fort Coligny[i],
fundando entonces Río de Janeiro.
Los jesuitas debían
también atender expiritualmente a los portugueses que se extendían por las
costas atlánticas como “caranguejos”, avanzando hacia el sur, San Vicente
(lugar del futuro Sâo Paulo), lo que motivó que el rey portugués dirigiese una
carta a las autoridades de Brasil reconociendo la labor de los jesuitas y
recomendando el apoyo que necesitasen, y en otra carta da orden de que se
facilite a los jesuitas la piedra, madera y otras “achegas” para que puedan
construir sus colegios, lo que contrastará con la situación que veremos durante
el reinado de Felipe II de España.
En la Corona castellana
la doctrina del Real Patronato y del Real Vicariato[ii]
viene de antiguo, y la podemos encontrar en las Siete Partidas del rey Alfonso
X (s. XIII). A petición de los Reyes Católicos, dos siglos más tarde, el papa
concedió el Real Patronato que ya habia otorgado a la monarquía portuguesa,
teniendo entonces que delimitarse las zonas de conquista que correspondían a castellanos
y portugueses. Habría no obstante una salvedad desde el momento en que Felipe
II es rey de Portugal: la Orden de Cristo, heredera de los Templarios en
Portugal, no podría trasladar sus prerrogativas a Castilla. En cuanto al
diezmo, entre 1529 y 1544 los indios estaban exentos de pagarlo, pero la
situación varió con el tiempo[iii].
La política de los
monarcas españoles en Indias, y también cuando gobernaron Brasil, fue
centralizadora y absorbente, mientras que en Portugal los jesuitas habíann sido
consejeros y beneficiados de la dinastía Avis. Cuando aquellos se instalaron en
Brasil, el desarrollo agrícola y comercial experimentó una evidente mejoría,
pero a diferencia de la portuguesa, la monarquía española ejerció un control
férreo sobre la Iglesia. Un ejemplo lo tenemos en la carta que la reina Juana
(madre de Carlos I) envía en 1532 a la Real Audiencia de Nueva España para que
el marqués del Valle (Cortés) no haga uso de las bulas y escrituras que había
conseguido para beneficiarse; y Felipe II escribe en 1574 y 1575 que habiéndose
construido en el Nuevo mundo “las Iglesias y Monasterios a nuestra costa y de
los señores Reyes Católicos nuestros antecesores", recuerda las prerrogatias que
le corresponden por el Patronato sobre las Indias. Al año siguiente –bien asesorado
por sus juristas- advierte que no consentirá “sea visto que concedemos derecho
de Patronazgo a persona alguna, Iglesia ni Monasterio”.
En cuanto a Brasil,
Felipe II respetó lo acordado en las Cortes de Tomar de 1581, aunque no
renunció a promover una serie de reformas que incluso en Portugal se vieron
como necesarias, sobre todo en el orden judicial. La promulgación de Código
Filipino en 1603[iv]
permanecerá vigente hasta el siglo XIX, modificando las Ordenanzas Manuelinas
de 1512-1513. Entre otras cosas se castigaría a todo el que acudiese al papa
para obtener bulas que contraviniesen al Patronato regio, y sabido que los
jesuitas eran la orden más afín y obediente al papa, comenzaron a sufrir la
política del rey español.
Desde el primer momento, los de Ignacio de Loyola fundaron “aldeias” de indios, la primera en 1557, pero
se extendieron rápidamente, por lo que abandonaron las misiones itinerantes; en
1562 había ya once “aldeias” en Bahía, y esto produjo grandes tensiones tanto
en el interior como en el exterior de la Compañía, resultado de las
frustraciones de la experiencia misionera de los jesuitas en Brasil, pues las
dificultades fueron en aumento: “lo poco que se podía hacer en esta tierra en
la conversión del gentío, por falta de sujeción”[v]
(de los indios) decía un jesuita. Sin embargo, hasta 1580 los jesuítas tuvieron acceso directo y
privilegiado a los indígenas, lo que les convirtió "en maestros y
señores del Brasil”[vi],
pero desde dicho año empezaron los conflictos.
José de Anchieta, de
origen canario, empezó un intercambio epistolar con Felipe II, mientras llegó el
nuevo gobernador general, Manuel Telles Barreto, y según Serafín Leite[vii]
el período de Telles Barreto fue el peor para la Compañía de Jesús, ya que era
poco afecto a la misma. El mismo Leite añade un comentario sobre la
actitud totalmente diferente según se tratase de Brasil o del Virreinato del
Perú: en Juli[viii],
ante la solicitud del virrey Francisco de Toledo, para que los jesuitas se
hicieran cargo de los indígenas, aquellos se negaron con excusas.
En 1584 el rector del
Colegio de Salvador, Luis de Fonseca, hizo una “Información de los primeros
aldeamientos de Bahía” en el que se puede ver cómo la situación de los jesuitas
había variado desde 1557. La exigencia de una lealtad plena al nuevo monarca
(Felipe II) bajo un control estricto, obligando a compatibilizar la labor de
los jesuitas con otras órdenes religiosas y con el clero secular, les
contrarió, pues con los Avis habían tenido una influencia en todos los órdenes
extraordinaria, y ello contrasta con los jesuitas en lo que hoy es el Perú. En
primer lugar debían lograr la autorización para entrar en el virreinato
peruano, lo que obtuvieron en 1567, y el español Francisco de Borja* consiguió
su objetivo después “de armar una compleja tramoya ante el papa Pío V”, pero no
sin que Felipe II se enojara ante la reunión de un Consejo Cardenalicio que, a
sus ojos, podría restarle poder de patronazgo sobre las Indias españolas
El rey español convocó entonces una Junta Magna formada por los más altos funcionarios de la corte, la que autorizó el ingreso de los primeros jesuitas en el virreinato del Perú.
[i] Un emplazamiento fundado en Río de Janeiro en 1555.
[ii] Según la cual en las Indias españolas los reyes eran vicarios del papa, con facultades en el gobierno eclesiástico, idea que surgió en los ambientes religiosos de las misiones de América, suponiéndose que tenía su fundamento en las bulas de Alejandro VI de 1493.
[iii] Ver “Fluctuaciones económicas en Oaxaca durante el siglo XVIII”, varios autores bajo la coordinación de Elías Trabulse, Centro de Estudios Históricos Nueva Serie, volumen 29.
[iv] Aunque lleva esa fecha fue elaborado en época de Felipe II.
[v] Carta del P. Manuel de Nóbrega desde Bahía al P. Miguel de Torres en Lisboa.
[vi] Paulina Numhauser, “El Real Patronato en Indias y la Compañía de Jesús durante el período filipino…”. En este trabajo está basado el presente resumen.
[vii] Historiador portugués nacido en 1890 en San Joâo de Madeira y fallecido en Roma en 1969.
[viii] Al sur de Perú, junto al lago Titicaca.
* (1510-1572) fue General de la Compañía de Jesús y IV Duque de Gandía, además de otros títulos.
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