domingo, 18 de diciembre de 2022

Bering, pieles y franciscanos

 

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Algunos historiadores sostienen que en el primer cuarto del siglo XVIII Rusia invadió tierra española en la costa oeste de los actuales Estados Unidos. En realidad aquellos territorios eran solo nominalmente españoles, pues fueron el resultado de una expansión misionera llevada a cabo por franciscanos desde el momento en que los jesuitas fueron expulsados, como de otros países europeos.

Pedro I de Rusia quería modernizer su imperio a partir de lo que pudo saber de Europa occidental, construyendo su marina y su armada; llamó a científicos extranjeros y a capitanes de navío para tales efectos, mientras las cartas de marear eran desconocidas en Rusia. Por otro lado ¿hasta dónde llegaban los dominios españoles? No existían mapas fiables del extremo noroccidental de América y no se sabía si este continente y Asia estaban unidos. Es entonces cuando entró en juego un danés experto marino, Vitus Bering, que se ofreció a Pedro I poco antes de la muerte de este.

Hoy tenemos medios para saber que, en dirección Este, desde la peninsula de Kamchatka, en el océano Pacífico se forma un escalón curvilíneo que bordea por el sur las islas Aleutianas hasta la costa oeste de Alaska. Bering organizó una expedición desde Kamchatka hacia el Este en dirección a no se sabía dónde. Navegó con su tripulación por el sur de las Aleutianas que, junto con Alaska, fueron las últimas partes del mundo en ser exploradas por europeos, y más tarde tendría lugar elchoque entre rusos y españoles, los primeros en dirección sur hasta las posesiones españolas en California y aún más al norte. El trayecto expedicionario fue dificultoso y aún dramático, pues no dispusieron de agua suficiente, hasta que un naturalista que se encontraba a bordo anunció que la existencia de algas era señal de que la costa estaba cerca: habían navegado durante cinco semanas.

Un cambio de rumbo hacia el norte les llevó a descubrir, en 1729, el estrecho que llevaría el nombre de Bering, y fondearon en una isla frente a las costas extremas de Alaska. Una vez que comprobaron lo inhóspito de aquellos parajes, algunos hicieron diarios, estudiaron someramente la fauna y la flora, comprobaron que estaba habitado el territorio, almacenaron agua y regresaron a Kamchatka. Trazada la ruta pudo seguirse por segunda vez, lo que permitió obtener los primeros mapas de esa parte de la Tierra. También comprobaron la abundancia de zorros árticos y nutrias, cuyas pieles eran de gran utilidad a los nativos, y lo serían a los rusos y a otros con el tiempo.

Se conocieron los vientos, las corrientes marinas y las tormentas de regreso a Rusia; con occasion de una de ellas, en noviembre de 1741, la nave naufragó en una costa desconocida entonces, y con otros veinte murió Bering en la isla que también lleva su nombre, no lejos de Kamchatka si tenemos en cuenta el total del viaje. Habían transcurrido ocho meses y se habían alimentado en aquella isla de los muchos animbales que descubrieron, construyeron un navío con los restos del que había naufragado y regresaron a Rusia con una gran cantidad de nutrias y otros animales que pudieron vender y hacer algunas fortunas.

Luego fueron los comerciantes de pieles los que organizaron expediciones a Alaska y descubrieron a los habitantes que las trabajaban, después de dar caza a los animales con lanzas, hasta que llegó un momento en que los aleutianos trabajaron para los rusos. El procedimiento no fue muy diferente al de otras experiencias conquistadoras: los expedicionarios raptaban a los hijos de los nativos y el rescate lo podían obtener mediante el trabajo, lo que provocó no pocas sublevaciones. No obstante los rusos tenían mosquetes, y estuvieron unos veinte años ocultando estas actividades para gozar del monopolio de las pieles árticas. Cuando el embajador español en San Petersburgo se enteró informó a la Corte, y la monarquía española reclamó como propia toda la costa occidental de América. Obviamente, los comerciantes peleteros se mostraron en contra, por lo que el rey español Carlos III impulsó el establecimiento de colonias de franciscanos y población nativa al norte de California: era el año 1776.

Un tercer elemento entró en juego: el capitán James Cook y los ingleses quisieron saber qué es lo que habían venido haciendo los rusos, que por entonces tenían extendido su mercado de pieles al sureste de China (Cantón) con excelentes resultados económicos. Pronto se unieron a esta actividad ingleses, franceses y estadounidenses, estos últimos por tierra después de atravesar por varias rutas las Montañas Rocosas; incluso se formó una compañía ruso-norteamaricana en Alaska para tal fin, comenzaron a aparecer criollos y continuaron los problemas con los indígenas.

En 1806 la situación era insostenible para los rusos: el hambre y el agotamiento de algunas especies por la caza excesiva, como la vaca marina, les hizo viajar hacia California para solicitar alimentos a las autoridades españolas. Se informó al Gobernador español pero este alegó que España no autorizaba a sus colonias el comercio con otros países, llegando el asunto al mismo virrey de Nueva España, que a la postre autorizó la venta –a cambio de pieles- de harina, grano, maíz, judías y otros productos alimenticios. De esta manera los rusos pudieron regresar a sus asentamientos, luego a Kamchatka y San Petersburgo. Las misiones españolas, mientras tanto, estaban sufriendo las enfermedades que ya se habían conocido en otras partes de América en siglos anteriores.

Pero nunca se materializaron las relaciones comerciales entre Rusia y España, dos países que estaban sufriendo la invasion bonapartista a principios del s. XIX, por lo que los rusos establecieron asentamientos con nativos de Alaska al norte de San Francisco, provocando las protestas de España, que no tenía regimientos militares suficientes para rechazarlos. ¿Hubo convivencia? Lo cierto es que la sobreexplotación de los animales llevó a su escasez y la compañía ruso-estadounidense se disolvió, mientras el movimiento independentista en la Nueva España privó a los españoles, al cabo de unos años, de aquellos territorios.

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