Isla de Cubagua (hablemosdeislas.com/c-america/isla-de-cubagua/)
Demetrio Ramos atribuye
al dominico Pedro de Córdoba la decisión de que Bartolomé de Las Casas
renunciase a su encomienda que tenía en Cuba desde 1513, pero lo cierto es que
los sermones de 1511 de Antonio Montesino ya influyeron claramente en las Casas[i], y
en 1515 este renunció a su encomienda, por lo tanto se trata de un tiempo muy
corto como encomendero. Los historiadores están de acuerdo en que Pedro de
Córdoba, junto con otros dominicos en La Española, fueron los iniciadores de la
lucha contra el trato que los indios estaban recibiendo por parte de los
conquistadores españoles. Junto a Pedro de Córdoba estuvieron en la isla Gutierre
de Ampudia, Bernardo de Santo Domingo, Pedro de San Martín y Diego de Alberca, todos
dominicos, “enviados a la isla de Cuba por Pedro de Córdoba”[ii],
siendo Ampudia el que pidió a las Casas que le acompañase a La Española en
1515, produciéndose entonces la “estrevista trascendental” en la que las Casas
fue encomendado para ir a la Corte y plantear la situación que se vivía en las
Antillas.
Le acompañó Antonio de
Montesino[iii],
y desde este momento Pedro de Córdoba está presente en todas las gestiones de
Las Casas. Montesino presentó a Las Casas al arzobispo de Sevilla, Diego de
Deza, que les entregó una carta para el rey. No se pudo celebrar entrevista
alguna con el monarca porque fallecería ese año (1516), pero sí pudieron
presentarse a Cisneros y a Adriano de Utrecht. El primero se había estado
movimento contra el esclavismo, y Cristóbal Rodríguez[iv],
en 1505, había propuesto una serie de soluciones para evitar los abusos sobre
los indios, pero la Real Academia de la Historia no recoge este dato.
El asunto era conseguir
que se aprobase un plan de comunidades de indios libres que, junto a los
españoles, colaborasen en la explotación económica de aquellas tierras y en la
cristianización de los indios. Entró en acción Palacios Rubios[v] y
planteó la necesidad de concretar un plan de acuerdo con los deseos de Cisneros
y Las Casas, lo que este propone se encargue a fray Reginaldo de Montesino,
aunque a la postre serían los jerónimos los encargados. Estos, una vez en La
Española, vieron cómo fracasaba su plan, aunque por el momento no cesaron en el
intento de crear pueblos de indios junto con familias labradoras españolas, en
lo que estuvo involucrado fray Bernardo de Santo Domingo.
Cuando Las Casas
regresa a España en 1517 para protestar por lo que considera blandura de los
jerónimos en las reformas, lleva documentos de dominicos y franciscanos picardos,
donde fray Juan Flamenco decía que si no se ponía remedio a la situación del
indio lo mejor sería retirarse, y otro documento iba dirigido a los flamencos de
los que el rey Carlos I estaba rodeado. Es el comienzo de una relación con las
máximas autoridades de la monarquía por parte de Las Casas, que hará a lo largo
de su vida diez viajes a España y sus correspondientes regresos a Indias.
Demetrio Ramos considera que, siendo utópicos los planteamientos propuestos,
una parte del fracaso se debe a la oposición de los jerónimos a “la fogosidad
lascasiana”, que como sabemos no cesaría.
El padre Córdoba, que
era joven y moríría antes de cumplir los cuarenta años, se ocupó de que las
quejas por la situación de los indios en Cuba y La Española llegase a conocimiento
del rey, pero pronto se dio cuenta de que el proyecto de recluta de labradores
para formar los pueblos mixtos con los indios era inviable. Como sabemos, los
que pasan a América son hidalgos, marinos, aventureros, militares, comerciantes
y conquistadores que tienen ambición de oro y tierras, además de frailes. Pero
lo dicho no se entiende si no se tiene en cuenta que la administración de las
Antillas estaba siendo todo lo menos cristiana que se pudiera imaginar, con
abusos y matanzas arbitrarias, cuando aún las leyes de 1512 y 1513 no se habían
promulgado o no habían empezado a dar sus efectos.
Así estaban las cosas
cuando se dio comienzo al ensayo de Cumaná, a la entrada sur de una profunda
bahía en la costa venezolana, al tiempo que en la Corte se empezaba a ver la
necesidad de un revisionismo de las encomiendas. Por todo ello Pedro de Córdoba
de traslada a España e intervino directamente ante el rey para convencerle de
la debilidad de lo hecho hasta el momento (leyes de 1512 y 1513). Córdoba
explicó al rey que había que establecer una nueva relación entre el español y
el indígena, pues había en tierra firme zonas donde todavía no se habían dado
los vicios que sí en las islas. Quizá rechazó Córdoba el ofrecimiento que le
hizo el rey –dice Demetrio Ramos- sobre la suficiencia de las leyes de Burgos,
y le pidió se le concediera actuar con sus frailes en un espacio vacío, “sin
estorbo de los españoles”. Estaba pensando Córdoba en la tierra de Cumaná: el
área de Paria[vi]-Cumaná,
“donde los españoles no trataban ni había”.
Pedro de Córdoba tenía “in
mente” los pocos que se habían asentado en Cubagua (isla del Caribe cerca de la
costa venezolana) interesados en las perlas, habiendo instalado unas tolderías,
pero donde habían fracasado todos los intentos de colonización. En 1513 el rey
concedió a los dominicos la costa de tierra firme desde Cariaco hasta el Quivacoa
(una extensa zona en el norte de la actual Venezuela). En ese territorio debía
llevarse a cabo una experiencia de colonización evangélica, estando vedado el
que acudiesen allí hombres armados para capturar indios y esclavizarlos.
En Cumaná empezó Pedro
de Córdoba a explicar el estorbo que representaban los españoles para sus
objetivos, aunque no dejó de advertir la proximidad a La Española. Cumaná
estaba vacía y no parecía tener atractivo para los depredadores, y Las Casas
relató más tarde la acogida que esto tuvo en el rey, ordenando se “diesen los
despachos a su voluntad” (de Pedro de Córdoba) y desde La Española se dieron
navíos y bastimentos, herramientas y aparejos “para edificar casa”. Así mismo
los que acompañana Pedro de Córdoba son los comprometidos con la evangelización
“sin otra gente ni manera de fuerza ninguna”, y se ordenó a Diego Colón que
diese a fray Pedro un navío para llevar a los frailes, que informase de todo y
que la cabo de un año se haría balance de lo que había dado de sí la
experiencia.
Pero en la época de la
salida del Pedro de Córdoba para España aún no se había iniciado el
poblacimiento de Cubagua, y sin embargo acudían allí embarcaciones de Santo
Domingo para obtener perlas de los indios de la isla, como venía ocurriendo en
la isla Margarita, al norte de Cubagua. Cuando en 1513 Córdoba y Montesino
presentan a las autoridades de La Española las cédulas dadas por el rey, el
impacto fue esperanzador según Las Casas, pues los encomenderos supusieron que
los dominicos se centrarían solo en las islas y territorios condedidos en
tierra firme. A principios de 1514 se ha conjeturado que Pedro de Córdoba envió
a tierra firme a los tres primeros: Antonio Montesino, Francisco de Córdoba y
el lego Juan Garcés, pero todo esto está envuelto en una gran confusión por la
parquedad de las fuentes. Lo que sí parece cierto es que en el viaje Montesino
enfermó y no pudo seguir, mientras que los otros dos fueron recibidos por los
indios con alegría y agasajos. Un tiempo después pasó por allí el cacique
Alonso y, sin aviso alguno, se llevó a unos indios que consideraba de su
familia, lo que alarmó a los demás, pues era prueba de que no existía seguridad
alguna. Se les tranquilizó diciéndoles que en cuanto viniese un barco de La
Española informarían de lo sucedido y darían captura al cacique.
El tiempo pasó y como
los indios no vieron satisfechos sus deseos, dieron muerte a Francisco de
Córdoba y al lego Juan Garcés; estaba claro que ni los indios eran tan
pacíficos como Pedro de Córdoba había imaginado ni la costa venezolana estaba
tan libre de espoliadores como era de desear. Las cosas se complicaron pero
Pedro de Córdoba no cejó en su empeño, y entonces envió de nuevo a Montesino y
Las Casas a España para hacer comprender al rey que debía autorizar “un plan de
vedamiento general” por el que solo los frailes y los indios explotarían las
riquezas en el territorio que se les había concedido (Cariaco hasta el Quivacoa).
Como dice Demetrio Ramos era una especie de soberanía monástica, y el viaje de
Montesino y Las Casas coincidía con la obligación de informar –al cabo de un
año- de lo hecho en la nueva situación.
Las gestiones con
Cisneros y Adriano de Utrecht debieron ser fáciles –dice al autor a quien sigo-
y se llevaron paralelamente al intento de reformación de las islas (Cuba y La
Española especialmente), dándose cédula en 1516 por la que se insistía en que
nadie debía entrar en los territorios concedidos a los frailes, ni “de enviar armada
ni ir persona ni personas algunas a la dicha provincia de Cumaná y costa de las
Perlas, que se declara desde Cariaco hasta Caquibacoa”. Se llevaron a cabo
entonces fundaciones evangelizadoras: Chiribichi, al que los dominicos
denominaron Santa Fe, es solo un ejemplo.
Luego siguieron gestiones
de Pedro de Córdoba en España, habiendo empezado los franciscanos una
colaboración estrecha con los dominicos, pero no así los jerónimos, que a
principios de 1517 escribieron una carta a Cisneros y se envararon en una serie
de procedimientos administrativos fuera de lugar –dice Demetrio Ramos-,
pidieron a los frailes de Santo Domingo que comprobasen qué estaba ocurriendo
en la costa de las Perlas, además de plantear por qué no era compatible
evangelizar a los indios y que los conquistadores aprovechasen las perlas y los
esclavos, todo lo cual redundaría en beneficio del rey.
En cuanto los indígenas
vieron que las cosas no estaban claras entre unos clérigos y otros, y que cabía
esperar la aparición de conquistadores para hacer de las suyas; a la altura de 1518
se levantaron cuando vieron aparecer a conquistadores en busca de perlas,
indios y esclavos. “Muchas personas han ido y van con navíos e caravelas a
rescatar perlas, que so esta color rescatan indios e hacen otras cosas dañosas
y de mal enxemplo, a cuya causa la predicación y doctrina de los dichos padres
[frailes] no hacen el fruto que sería razón…”. La atracción de la costa de las
Perlas empezó a intensificarse poco después de este momento, tal y como muestra
una carta de los oficiales reales de Santo Domingo en noviembre de 1520.
Mientras tanto Las Casas negociaba en España exigiendo una ordenación, habla de
asaltos a los indios, contra los dominicos de Píritu[vii] en
1516, habla de ataques y del sacrificio de dos frailes en Chiribichi. Ataques a
los franciscanos de los que también hablan Oviedo y Gómara… Poco después
Cubagua estaba despoblada.
Pedro de Córdoba había
nacido en la ciudad del mismo nombre en 1482, estudio leyes en Salamanca y
entró en contacto con los dominicos de San Esteban, entrando a profesar.
Estudio artes y teología, por lo que tenía una formación intelectual superior a
la de su cronista, Bartolomé de las Casas, adquiriendo este su formación a base
de la experiencia y el batallar continuo a favor de los indios, siendo su
precursor Pedro de Córdoba, que murió en Santo Domingo en 1521.
[i] Las Casas no estuvo presente en el momento de los sermones, pero tuvo noticia de sus contenidos. Un compañero de las Casas, Pedro de Rentería, también abandonó la encomienda que regentaba con el dominico.
[ii] Demetrio Ramos, “El P. Córdoba y las Casas en el plan de conquista pacífica de tierra firme”. En este trabajo se basa el presente resumen.
[iii] Demetrio Ramos señala que el hecho de que a Montesino (el de los polémicos sermones) le acompañase un encomendero, haría más creíble el relato sobre la penosa situación de los indios en las Antillas.
[iv] Nacido en torno a 1475, ejerció como intérprete con los taínos.
[v] Fue el autor del “requerimiento”, en 1512, que debía ler leído a los indios antes de empezar cualquier acción conquistadora, haciéndoles ver que la acción de los españoles venía marcada por la voluntad divina y con la aquiescencia del papa…
[vi] Al este de Cumaná, en una península que apunta hacia la isla de Trinidad y Tobago.
[vii] En la costa caribe de Venezuela, al oeste de la actual Barcelona.
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