El lato Titicaca
Los pueblos y
civilizaciones que se desarrollaron en territorio posteriormente incaico han
dejado muestras notables de sus culturas, grado de desarrollo, actividades y
mentalidad, entre otros aspectos[i].
Huancas, chinchas, lupacas, chancas, collas y charcas son algunos de ellos,
pero es muy probable que estuviesen integrados en culturas superiores de las
que ellos participarían en un grado u otro. Los huancas, situados en el centro
del actual Perú, desarrollaron su cultura entre los siglos XI y XV, antes de
ser sometidos por el Inca. Junto con otros pueblos de los que hablaremos aquí,
utilizaron camélidos para sus actividades económicas y de transporte,
conocieron la agricultura y se defendieron militarmente cuando fue necesario.
Los chincas se ubicaron
en la costa suroccidental del actual Perú, y su cronología es muy parecida a la
de los huancas, también sometidos por los incas, pero al vivir en la costa
practicaron un comercio marítimo que la arqueología ha podido demostrar. Los
lupancas fueron uno de los grupos aimaras que se localizaron al oeste del lago
Titicaca; relacionados con los constructores de la ciudad de Tiwanaku,
surgieron cuando esta entró en decadencia (siglos XI-XII d. C.). Los chancas
estaban en el suroeste del actual Perú, adquiriendo importancia a partir del
siglo XIII, siendo uno de los grupos (o conjunto de ellos) que más oposición
hicieron a la dominación incaica. Los collas quizá sean los que han dado la
lengua más antigua de todo el conjunto andino, la puquina, pero cayeron bajo
dominación incaica que, en este caso, contó con la colaboración de los lupacas,
enemigos de los collas. Los charcas habitaron en la actual Bolivia, al sur y en el centro del país, cayendo también bajo dominación incaica y dando su éponimo a
la actual provincia de Charcas y a la Audiencia de época hispánica.
Son solo algunos
ejemplos del expansionismo inca, sobre todo en el siglo XV, pues su imperio no
se sostuvo más allá de ciento cincuenta años. Sucesivas migraciones de este
pueblo guerrero les llevó al valle del Cuzco, desde donde desarrollaron un
imperialismo agresivo sabiendo transmitir a los pueblos sometidos elementos
culturales complementarios.
Pero mucho tiempo antes
de que estos grupos humanos desarrollasen sus vidas, en los Andes se desarrolló
la cultura Caral entre el tercer y el segundo milenio antes de Cristo, siendo
su “ciudad sagrada” la que ha inspirado el pensamiento religioso y la tecnología
por medio de su arquitectura monumental. Los pueblos anteriormente citados no
habrán tenido noticia de esta civilización antiquísima, que tuvo lugar en un
altiplano andino. Cerca de un valle se ha excavado una pirámide llamada “mayor”
en cuyos muros se han esculpido relieves de seres humanos en diversas
posiciones, todas ellas simbólicas. Otra pirámide escalonada, con una rampa
como la de las zigurats mesopotámicas, sugieren un gran centro ceremonial. Los
arqueólogos hablan, a tenor de los restos encontrados (treinta y dos conjuntos
arquitectónicos), de un poder centralizado, pero además se han excavado
dieciocho asentamientos más donde vivirian los funcionarios, los servidores y
el resto de la población, toda ella muy jerarquizada.
¿Eran los jefes
políticos de Caral intermediarios entre sus pueblos y los dioses? Lo que los
expertos aseguran es que estado y religión estaban unidos, habiendo aparecido
ídolos entre los que destacan estatuas de mujeres muy toscamente labradas en
arcilla, con los brazos pegados al cuerpo, una acusada frontalidad y los
peinados coloreados; en otras ocasiones son máscaras expresivas y objetos de
adorno o de distinción social (prendedores, aves y colgantes…). Pudiera haber
sido una sociedad injusta según nuestros parámetros, pero no guerrera, pues
Caral parece haber sido ocupada ininterrumpidamente durante dos milenios, hasta
que otros grupos provenientes del norte y del sur reemplazaron a sus
habitantes. No lejos de la costa y dejando Lima al sur, los yacimientos de
Caral siguen estudiándose en la actualidad.
Quizá la cultura
chavín, no lejos de Caral en términos relativos, vino a sustituirla, perdurando
hasta los últimos siglos anteriores a Cristo, pero aquella se extendió hasta el
actual Ecuador. Una multitud de ríos recorren su territorio, lo que permitió la
siembra, obras hidráulicas, el comercio y la pesca. Tiene interés el llamado
“adoratorio Pachamacac[ii],
junto al río Lurín; se trata de plataformas escalonadas con grandes piezas de
piedra que permiten distinguir edificios para diversas funciones: religiosas,
palatinas, etc. Como en el caso de Caral, todo el recinto era considerado
sagrado según los especialistas.
Los aimaras se
desarrollaron en la parte occidental del lago Titicaca, por lo tanto en
territorio del actual Perú, pero es probable que extendiesen sus costumbres a
la zona boliviana, y pobablemente constituyeron con el tiempo la cultura
Tiwanaku, en territorios de Perú, Bolivia y el norte de Chile, habiéndose
desarrollado entre mediados del segundo milenio a. de C. y el siglo XII de
nuestra era. Se trata de la cultura más extensa en territorio de las vistas
aquí, con una arquitectura adintelada, ídolos macizos y de orden gigante para
ser expuestos en el exterior, cabezas empotradas entre los sillares de los gruesos
muros[iii],
etc. En realidad se trata de varios grupos humanos que hablaban varias lenguas,
una de ellas el puquina[iv],
unidos por la fuerza creadora de Tiwanaku, el origen del mundo en la cosmogonía
de aquellas gentes, obra del dios Viracocha, que talló a los hombres en piedra
y les dio vida.
Practicaron la
agricultura en las pendientes de las montañas, para lo que tuvieron que
desarrollar una tecnología de terrazas, crearon lagunas artificiales para
disponer de agua con vistas a la agricultura y a las necesidades de los
camélidos, cultivaron varios tipos de papas y desecaron carne, comerciaron sus
excedentes y, por necesidades de espacio para estas actividades, llevaron a
cabo una política expansionista. A partir de 500 d. C. desarrollaron las
grandes construcciones que nos han dejado, con muestras de urbanismo y templos,
para lo que necesitaron transportar la piedra desde las zonas serranas, pero
también se experimentaron grandes convulsiones sociales cuando hubo
dificultades por las sequías, una de ellas prolongada durante un siglo
aproximadamente. Es entonces cuando Tiwanaku se desintegra en pequeños grupos y
es abandonada.
La cultura chimú se
desarrolló durante la primera mital del segundo milenio después de Cristo en
las proximidades de la costa peruana. Sus muros de barro se compensan con el
poderío militar que demostraron para controlar los cauces de agua, construyendo
acueductos, acequias, canales y diques, lo que les permitió cultivar maíz,
algogón, maní, ají, etc. Desarrollaron una artesanía utilitaria de una
delicadeza y vistosidad extraordinarias: máscaras, vasos, recipientes cerámicos
complejos con motivos animales, adornos, vasijas panzudas con materiales
diversos: metales (oro), barro, y construyeron balsas y canoas.
Con estos chimús se
encontró el Inca Pachacútec[v] a mediados del siglo XV, siendo vencido en
varias ocasiones, pero a la postre también cayeron sometidos al imperio incaico
gracias a la ayuda con que contó el Inca. Entonces se procedió al reparto de
tierras entre los aliados.
En el valle de
Lambayeque[vi] se desarrolló la cultura moche o mochica, que pronto se extendió
a los otros valles comarcanos en los primeros siglos de nuestra era. Irrigaron
el desierto y conquistaron a otros pueblos, sometiendo a los resistentes a la
esclavitud[vii]. Su producciónn artística es de gran expresividad y delicadeza,
utilizando metales preciosos y tejidos, arcilla para objetos decorativos o
utilitarios, existiendo un común denominador con las obras de otras culturas
citadas, pero en el caso de los moches desarrollaron también un realismo en los
rostros como no se había visto antes, dándonos una tipología que aún se observa
entre los pueblos indígenas andinos actuales.
Las obras de arte de los
moches pretendían en ocasiones la simbología, el poder, los dioses; y la
ornamentación de los personajes principales es extraordinariamente rica y
“barroca”. Existía una fuerte diferenciación social, y el oro solo era empleado
para dar vistosidad a los ornamentos de los jefes políticos y/o religiosos, no
un metal para el comercio, sino solo para marcar la diferencia de los
superiores. De igual manera se han hallado ajuares de oro en las tumbas de los
personajes principales, y en cuanto a la cerámica representaron motivos
abstractos, eróticos, la guerra, narrativos, etc. Eran agricultores del
desierto, desviando el cauce de los ríos que bajan desde las montañas.
Obras de arquitectura
monumental son las huacas[viii], principalmente la del sol y la de
la luna, pirámides de gran envergadura con plataformas laterales, para lo que
obligatorio el trabajo comunal y la participación en la guerra. Estas tumbas
han sido saqueadas durante mucho tiempo, pero las autoridades y los arqueólogos
están haciendo un gran esfuerzo por evitarlo.
Destaca la “cámara
funeraria del señor de Sipán”, que en realidad conduce a otros muchos
enterramientos encontrados, estos de menor categoría. Se trataría del séquido
del señor de Sipán[ix] cuyos miembros habrían sido enterrados antes, al mismo
tiempo o después de su señor, enterrado con toda la ornamentación que es
posible imaginar (oro, plata, cobre y cobre dorado). En la parte supereior fue
enterrado su “guardaespaldas” con los pies amputados para que no pudiese
abandonar la función que le corresponde incluso en la otra vida. La arqueología
ha dado a la luz varios cientos de objetos de un valor variable pero, en su
conjunto, extraordinario, incluidas unas doscientas vasijas escultóricas. El
complejo funerario es un recinto abierto con paredes e adobe; a los lados hay
dos enterramientos de varones, quizá un jefe militar y otro del protocolo, y se
ha encontrado también la tumba de un perro.
Una socied rica y desigual, donde se da la paradoja de que los edificios de adobe guardan tesoros de valor incalculable. Una sociedad de agricultores, servidores, soldados, cortesanos y sacerdotes que tenían en común creer en la condición eterna de sus líderes. En la cosmogonía mocha el tránsito entre la vida y la muerte se consideraba con naturalidad, conjetura que han hecho los arqueólogos y antropólogos a partir de los muchos trabajos en las últimas décadas.
[i] Ver aquí mismo “Tiwanaku” y “Caral de los Andes”.
[ii] Sería el creador del universo.
[iii] Se han hecho varias interpretaciones: cada una de las cabezas simbolizaría a un pueblo sometido; ensayos de Viracocha para elegir la pareja que originaría el mundo…
[iv] Otras el aimara y el quechua.
[v] Reinó entre 1438 y 1471. El origen de las dinastías incas está a mediados del siglo XIV en la región del Cuzco; en realidad se trató de la pugna de varias familias por hacerse con el mando hasta que una se erigió con éxito. Así comenzó su expansión, quizá para legitimarse.
[vi] Al norte del actual Perú, en la costa.
[vii] Probablemente ha existido en otras civilizaciones de las estudiadas aquí.
[viii] Tumbas.
[ix] La muerte del señor de Sipán no fue violenta.
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