Cementerio de Glasnevin (este de Irlanda) * |
Bélgica y Francia son
dos ejemplos donde los católicos liberales se han hecho notar con fuerza, pero
en España, existiendo dicha familia ideológica y política, las personalidades
no tuvieron la importancia intelectual que en otros países. Un antiguo
absolutista, al calor de las Cortes de Cádiz y quizá antes, representa el
primer ejemplo de católico liberal en España, Joaquín Lorenzo Villanueva, cuya
obra escrita es verdaderamente profusa.
Nacido a mediados del
siglo XVIII, murió en 1837 en el exilio, después de haber defendido el
reconocimiento de la participación del pueblo en la vida eclesial, la lectura
de la Biblia en lengua vernácula, la lucha contra la intransigencia y la
polémica que tuvo con otro eclesiástico, el dominico Puigserver, sobre ciertas ideas de Tomás de Aquino, pues cada uno pretendía justificar la defensa del
liberalismo o del absolutismo basándose en el filósofo medieval.
Antonio María Fabié[i],
nacido en Sevilla en 1832, defendió un catolicismo liberal a partir de las
lecturas e interpretaciones que hizo de Hegel. Persona de extraordinaria
cultura, nos ha dejado algunas obras filosóficas e históricas, habiendo
participado también en la vida política española[ii].
Fernando de Castro se
exclaustró después de haber sido sacerdote, defendiendo, antes y después, la
conciliación del catolicismo con el liberalismo[iii].
Él y otros fueron influidos por el krausismo, como es el caso de Tomás Romero
de Castilla, nacido en Olivenza en 1833, que conoció y se relacionó con Julián
Sanz del Río.
El filósofo católico
Zeferino González, nacido en Pola de Laviana (1831), señaló que “la Iglesia no
oprime ni puede oprimir en temas de libre especulación. El espíritu del
católico no puede ser otro, sobre todo con sus hermanos en la fe”. Esta frase
no le hace un liberal, pero su visión se enriqueció con la estancia en Filipinas
y luego como obispo de Córdoba. En 1891 publicó su obra “La Biblia y la Ciencia”
intentando armonizar los descubrimientos científicos con la religión, y llegó a
la conclusión de que “cualquiera de las interpretaciones del texto bíblico son
compatibles tanto con las enseñanzas actuales de la ciencia como con la
ortodoxia exegética”, lo que es discutible, pero reconoce que ha de dejarse el
campo libre a la ciencia, que tiene una vida paralela a la de la religión.
Se comprueba hasta qué
punto fueron inútiles la encíclica “Quanta Cura” y el “Syllabus” (1864), cuando
condenaron la participación de los católicos en la política liberal. Muchos
católicos entendieron que una cosa era la fe que profesaban, incluso la
obediencia que debían a las autoridades religiosas, y otra el absurdo de no
poder participar en los países que, crecientemente, se dotaban de regímenes
liberales.
Durante la segunda
mitad del siglo XIX se vino a dar en España un enfrentamiento entre krausistas
y catolicismo, pues aquellos demandaron un catolicismo distinto del oficial.
Krause intentó superar el dualismo que la filosofía católica (aunque no solo)
había establecido entre lo divino y lo humano, entre hombre y Dios y que
irremisiblemente conducía a buscar medios racionales de acercamiento entre
ambos (fe, revelación, misterios, dogmas…)[iv].
Según Krause “Dios contiene al mundo y este trasciende de Dios”. Si esto fuese
así sería posible el conocimiento de Dios y la racionalización de la fe; la
religión sería la unidad íntima y personal del hombre con Dios, y esa unión se
produce por el pensamiento, el sentimiento y la voluntad. Esta idea de religión
no puede darse más que en la conciencia del hombre, que se erigirá en el único
con criterio sobre sus actuaciones, sin necesidad de ningún refrendo exterior,
por lo que no necesita Iglesia ni autoridades religiosas.
Los krausistas, por lo
tanto, no necesitan de ritos ni de ceremonias, el resultado es una religión a
la que se llega por convicción propia. Gumersindo de Azcárate construyó, sobre
esta base filosófica, toda una teoría política en torno al concepto de
teocracia, la cual definió para el “Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano”
de Montaner y Simón[v].
“La teocracia –dice- tiene... en la historia de la humanidad una misión
especial que consiste en crear y organizar los pueblos e introducir la
civilización entre los hombres que todavía no la conocen”. Pero esta misión,
sigue diciendo, es temporal, pues el papel de la teocracia termina cuando la
sociedad “asienta sus bases inquebrantables y el hombre se haya ya fijo al
suelo y acostumbrado a los deberes de la vida civil”.
La renuncia del
catolicismo a dejar atrás esa fase histórica –que los krausistas hacen
coincidir con la Edad Media- y evolucionar conforme a lo que la historia exige,
retirándose de aquellos planos que no sean el religioso y espiritual, hace ver
a los krausistas que la Iglesia se ha ido distanciando de la pureza del
cristianismo. La reforma del catolicismo se hace necesaria para los krausistas
de acuerdo con la civilización moderna, y esta idea ya la podemos ver expresada
en 1857, cuando Sanz del Río escribe el “Programa del racionalismo armónico” (o
sea, del krausismo), donde se lee que “el racionalismo armónico profesa en religión y aspira a realizar la unión
viva de la humanidad y del hombre en ella con Dios como ser supremo”. La
religión no era, pues, algo inmutable, exigiendo la libertad de cultos, la
secularización del Estado, la tolerancia y la racionalidad última de todos sus
principios.
Donoso Cortés,
fallecido en 1853, no pudo conocer estas ideas así expuestas, aunque sí la obra
y personalidad de Krause. El primero se alineó con un liberalismo doctrinario
que, poco a poco, fue abandonando para defender una filosofía religiosa
reaccionaria, cuando vio cómo avanzaban el liberalismo y las ideas socialistas.
Contra los católicos liberales, mucho más contra el krausismo, se manifestaron
Menéndez Pelayo y, con menos categoría, Hernández Fajarnés[vi],
Eduardo Hinojosa (miembro de la “Unión Católica” cuando se formó), Fernando
Brieva[vii],
Carlos María Perier (defensor del catolicismo tradicional), Juan Manuel Ortí[viii],
Alejandro Pidal y, antes de todos ellos, Jaime Balmes.
[i] Fue
socio fundador del Ateneo de Madrid.
[ii] Fue
ministro de Ultramar a principios de los años noventa.
[iii] Antoni
Miliner i Prada, “Ideas reformistas y reformadores en la España del siglo XIX”.
[iv] Gonzalo
Capellán de Miguel, “El problema religioso en la España contemporánea…”.
[v] Ramón
Montaner y Francisco Simón fueron importantes editores barceloneses desde 1861 hasta
principios del XX.
[vi] Inspirado
en Balmes.
[viii] Del
tradicionalismo derivó al integrismo.
* En este cementerio fue enterrado Joaquín Lorenzo Villanueva.
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